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Venezuela: La partidización del movimiento popular
Roland Denis
 www.aporrea.org    
Antes de comenzar quisiera sincerar uno o varios sentimientos que me afloran a 
la hora escribir para la lectura del reducido número de camaradas que pasan 
regularmente por el portal de aporrea, es decir ustedes herman@s, y que leen 
este tipo de artículos, muy particularmente uno más como este que tiene por 
objetivo debatir desde una perspectiva crítica la propuesta del partido 
unificado hecha por el presidente. La primera sensación es de una terrible 
impotencia por la ausencia de debate o miedo al debate libre y descarnado al 
respecto de este tema. ¿Existe alguna causante que de explicación a esto?. 
Probablemente sí. De pronto sin razones palpables y justificables, sin que se 
evidencie panorama político o geopolítico alguno que lo justifique, mucho menos 
argumentos teóricos, ideológicos, programáticos que a estas alturas de la lucha 
revolucionaria sirvan de cobertura a tales posiciones, lo que era un campo 
abierto debate de diversidades comprometidas en un mismo objetivo revolucionario 
(patrimonio hermoso y virtuoso de nuestra revolución) en cuestión de semanas se 
ha achicado hasta el punto de hacer de la crítica, de la diferencia, del 
posicionamiento alternativo, un hecho de traición. 
Como lo recordará hace algunas semanas nuestro amigo Mario Silva de una manera 
totalmente descontextualizada, haciendo referencia a lo que fue una línea de 
hierro y perfectamente comprensible en la Cuba de 1962, hace ver que aquí 
también –en nuestro tiempo e historia- vale el principio de que "disidencia es 
traición". ¿Verdad?, pues no creo que es así mi amigo, aquí más bien pareciera 
que la disidencia revolucionaria y de base se ha convertido en bendición de 
honestidad. En fin, era divino oír al presidente sacarle la madre a ciertos 
partidos políticos que han querido explotar a su provecho político y bursátil lo 
que ha sido el esfuerzo militante de centenares de miles que nada tienen que ver 
ni quieren saber nada de partidos. Sin embargo ya en esa crítica por su forma y 
tono parecía anunciarse un paso más allá que era temor de muchos. Y en efecto en 
pocos días aquella sarandeada a quien se la merece se extendió en forma de 
criminalización maniquea hacia todos los campos de autonomía que han empezado a 
expresar modestísimas críticas o reservas frente a la propuesta de partido o 
sencillamente hacia lo que es el ejercicio de gobierno de algunos ministerios y 
esferas de gobierno; critica hecha precisamente en nombre de la autonomía de 
clase y el compromiso revolucionario. A estas alturas la misma reivindicación de 
autonomía orgánica y política de los movimientos de clase termina siendo 
cuestionada y criminalizada en palabras del compañero. Estas posiciones-estas 
personas-estos colectivos, el 1 de Mayo frente a los trabajadores petroleros se 
convirtieron en palabras de Chávez en "socialtraidores", recordando las palabras 
de Trotsky a propósito de la traición stalinista. 
Más que una sensación de frustración y rabia que obviamente existe o la propia 
sensación de impotencia original, la sensación a la cual me refiero es de 
incomprensión total. Demasiadas cosas inadvertidas y con las cuales no 
necesariamente hemos estado de acuerdo, nos ha tocado interiorizar y asumir en 
estos cortos ocho años de gobierno bolivariano, hasta comprenderlas. Ahora, ¿por 
qué empiezan a criminalizarse las posiciones críticas de quienes han sido en 
muchos casos la primera línea de defensa de esta revolución sin pedir a cambio 
ni cargo ni privilegio?. ¿Qué sentido tiene todo esto?. ¿Si estamos a pocos días 
de que reaparezca en nuestro país un nuevo contexto de confrontación de clases 
¿qué sentido tiene hacer uso del sinsentido del "o conmigo o contra mí"?. Chávez 
compañero la revolución bolivariana no le pertenece ni a usted ni a nadie en 
particular, le pertenece al esfuerzo multitudinario de la esperanza rebelde, 
creadora y trabajadora de nuestro pueblo, y es así que usted mismo lo ha 
asumido. La historia real nos trasciende a todos e incluso a usted. Le pido por 
favor, por la revolución que usted y nosotr@s defendemos y construimos, no 
hundirse en el absurdo de criminalizar todo lo que disiente por el solo hecho de 
disentir, de criticar, de decirle ¡no!, incluso a usted. Discrimine mejor en sus 
acusaciones que definitivamente hay gentes, movimientos, frentes, uniones, 
tendencias, que nada tienen que ver con el oportunista de Ismael García o el 
mafioso del gobernador Martínez. Y esto no lo digo porque ¡hay me duele que 
usted diga eso!, ¡hay no trate así a los comunistas o a los sindicalistas que 
son buena gente!. No hermano, lo digo porque de repente y un día y muy tarde nos 
podemos dar cuenta que en vez de seguir trabajando juntos en función de los 
grandes objetivos revolucionarios que nos unen terminamos confundiendo tales 
cometidos en una suicida sacralización del poder y la persona. Si me permite un 
consejo compañero: léase o vuelva a leerse el formidable ensayo de Rosa 
Luxemburgo (a quien tanto invoca) sobre la revolución rusa, allí donde ella 
después de reafirmar su apoyo total, su admiración, por la revolución 
obrera-campesina naciente, al mismo tiempo no deja de ser implacable con Lenin y 
Trotsky frente a los desmanes dictatoriales que ya ellos comenzaron a 
implementar dentro de su partido y el papel de este en la sociedad. Y sobretodo, 
no pase por alto el extraordinario sentido de la libertad, de la democracia y 
del papel de la crítica en un proceso revolucionario, desarrollado y defendido 
en este ensayo. Ensayo escrito apenas en 1919, año de su muerte en batalla. 
II 
Vayamos ahora más allá de las sensaciones y entremos una vez más a ver que 
aportamos a la razón concreta. La propia evolución en los cortos meses de haber 
sido hecha la propuesta partido, implica de manera inequívoca una absoluta 
partidización del movimiento popular. Los supuestos cuatro millones de 
militantes, la absorción por parte de este de todo el espectro organizado de lo 
que nosotros llamamos "pueblo bolivariano": movimientos populares, sociales, de 
trabajadores, poderes populares, aunque solo se manifieste como intención y 
obligación ético-política por boca del presidente, nos dibuja de manera clarita 
la pretensión partidizante. Con esto, el socialismo del siglo XXI en su versión 
venezolana, regresa o al menos entra en el inminente peligro de reproducir uno 
de los mitos mas corrosivos y contrarrevolucionarios del socialismo de comienzos 
del siglo XX; creer que el "partido" sustituye la totalidad de la clase, que en 
sí mismo es él quien la representa, la unifica y la dirije, así se eleve una 
versión más "light" de dicha concepción. Aquella idea de que solo "en el 
partido" la clase obrera, la clases subalternas, adquieren su condición de 
sujeto revolucionario, de "clase para-sí" en palabras de Lukacs, renace e 
ingresa al terreno del socialismo del siglo XXI a sorpresa de todos. Y tenía que 
ser así porque lo único que se evidenció con estos partidos es que no eran las 
clases explotadas sino la burocracia la que en el partido adquiría su condición 
de "sujeto para sí". En estos partidos "unicos" fue la burocracia la que tomó 
conciencia de su enorme poder y condición dominante en la sociedad, siendo el 
partido más que el aparato de estado en sí mismo su instrumento. 
La dicotomía "o partido o anarquía" no aporta esencialmente nada al problema de 
la unidad de clase y la formación del sujeto revolucionario, ya que es una 
dicotomía totalmente falsa, y en el caso venezolano como de la revolución 
bolivariana una dicotomía que destroza todo el acervo histórico que la ha hecho 
posible, desde el 27 de febrero hasta hoy pasando por el milagroso levantamiento 
popular del 13 de Abril, momentos donde fueron los partidos los que salieron 
corriendo. Este tipo de dicotomías más bien convierten el problema de la unidad 
y la acción revolucionaria en un formalismo burocrático y mediático muy típico 
del instrumentalismo y del administrativismo propios del capitalismo en todas 
sus épocas. 
Pero aún así, en el caso de la formación del PSUV esta situación de acentúa si 
la comparamos con la formación de otros "partidos únicos". Si tomamos el ejemplo 
de la formación del PC cubano, allí no solamente nadie está ni fue obligado ni 
está obligado a pertenecer. Por el contrario, la pertenencia al menos hasta 
donde conocimos esta experiencia pasaba por un conjunto de exigencias morales y 
de sacrificio personal que hace del partido un lugar, al menos en principio, de 
máxima condensación de la disposición revolucionaria del colectivo social, 
haciendo del mismo no una obligación sino un premio a la voluntad 
revolucionaria. Allí donde ella se filtra y recoge a quienes mejor encarnan los 
principios ético-políticos que eleva la revolución como causa de los oprimidos. 
No se si aún esto es así en Cuba después de 17 años de conocer de cerca aquello. 
Pero por dar un ejemplo: compartiendo en su casa con el entrenador del equipo 
nacional de ping-pong de Cuba (año 1990), en algún momento le pregunté si él era 
militante del partido. Su respuesta fue: "nunca he tenido el honor". En otras 
palabras, nunca pasó la prueba de la militancia, siendo la militancia un hecho 
que honra la persona. 
Si el partido en Cuba además de esto ha sido utilizado para el ejercicio 
despótico, privilegios sociales, imposturas de poder, muy probablemente sea 
verdad, razón por la cual las corrientes que ahora nombran como "anárquicas" nos 
hemos diferenciado siempre de la tesis de partido como instrumento de mediación 
política. Sin embargo, esta no es la discusión en este caso, lo que queremos 
resaltar es que el PSUV, así se llenen de afiches y frases de Mariátegui, del 
Cristo de los pueblos y del Che, hace todo lo contrario que supone la buena 
tradición leninista: hace de la militancia por la liberación una obligación 
rebajada y vaciada al punto de obligar a muchos a inscribirse por medio del 
chantaje de conservar del puesto de trabajo. "El que no se inscriba esta 
botado", y que no digan que no es así porque esto se repitió mil veces en 
diferentes sitios de la administración pública este fin de semana (5 y 6 de 
Mayo). Igual se hace con la base perteneciente a los espacios de organización 
popular, donde el emplazamiento "estas con Chávez o no estas con Chávez", "estás 
conmigo o no estas conmigo", dicho por el mismo Chávez, intenta poner entre la 
espada y la pared a toda la buena voluntad militante que sobra en nuestros 
barrios y que no necesitan para nada "de partido", ni hablar del problema de la 
personificación de la revolución que esto implica. En otras palabras, el proceso 
de partidización que ahora empezamos a vivir en el campo bolivariano esta 
negando de plano todo lo mejor de las buenas tradiciones revolucionarias, 
fallidas o no, las compartamos o no. Esta convirtiendo "al partido de la 
revolución" en un partido de borregos y sumisos, profundamente antiguevarista 
donde no vale ni importa para nada la prueba de disposición sino la prueba de 
sumisión de cada quien. Lo que se está premiando es el acto de sometimiento y no 
la demostración de rebeldía y compromiso. Eso es la muerte de la organización 
revolucionaria llámese partido o como quieran llamarla y concebirla. 
Dos historias entonces se enfrentan y se ponen cara a cara ahora que forma el 
PSUV. La primera es la historia de un movimiento popular que desde los años 80 
luego del colapso político de los partidos revolucionarios y frentes 
insurgentes, empezó a recomponerse lentamente convirtiéndose en el fabricante, 
cualificador y garante de la revolución bolivariana. Un movimiento que se 
reconfigura sobre el caos social y organizativo producido por la maquinaria 
capitalista y sus políticas neoliberales y marginalizantes. Un movimiento que se 
hizo sin tradiciones ni instrumentos orgánicos que le permitan dar continuidad y 
organicidad propia. Tuvo que hacerla e inventarla prácticamente de la nada, 
crear sus fortalezas desde la ausencia de historia y desde la radical exclusión 
de todo el espacio de la pobreza. Un movimiento popular que ahora intentan 
partidizarlo pero que a su vez empieza la obra de la formación de importantes 
síntesis campesinas, obreras, sociales, urbanas; movimientos socio-políticos con 
un fortísimo debate alrededor de la construcción socialista y la autonomía de 
clase. La otra historia es el intento de partidización y vaciamiento de todo 
este proceso histórico: la vemos en una alfombra impersonal y masiva 
"rojo-rojita", dirigida por todos los oportunismos políticos y degradaciones 
morales que ha acumulado esta revolución (con excepciones por supuesto pero que 
no cambian en nada el panorama). Hecha desde algo que jamás habíamos vivido en 
esta historia bolivariana: ya sean los Círculos Bolivarianos, las UBES, ni 
siquiera el MVR, fueron organizaciones creadas bajo el emplazamiento moral y la 
obligación política y burocrática. Sobretodo las primeras dos fueron 
organizaciones conformadas desde el goce colectivo y la disposición social de 
lucha y autoorganización colectiva, prueba de la legitimidad y fuerza de esta 
revolución, de allí su inmensa valía a la hora de las batallas del 2002 y el 
referendum. El "partido único" en la medida en que pasan las semanas y se 
definen mejor las cosas es el estricto contrario de todo eso. El estricto 
contrario de todas las glorias del movimiento popular venezolano en los últimos 
20 años incluido su componente militar y su evolución bolivariana. 
Son dos historias por tanto que ahora les tocará mirarse de frente y probarse 
ante la historia revolucionaria que tenemos por delante, así sea dentro del 
partido o en la calle. Aquí no hay síntesis posible: la sumisión frente a la 
libre voluntad revolucionaria no poseen síntesis de ningún orden ya que se 
niegan radicalmente. Mas no es una negación ni una confrontación formal de 
manera que los "no partido" se enfrenten a los "partidizados" en una pelea de 
sectas políticas. Posiblemente algo de eso se de igual forma que ha pasado con 
el MVR y demás partidos hasta ahora. El problema es mucho mas profundo. El 
triunfo de una u otra de estas dos historias que ahora se enfrentan, dentro y 
fuera del partido, marcará el destino de esta revolución. Es la propia lucha de 
clases en uno de sus terrenos más políticos, mediados por el sometimiento pasivo 
del colectivo o el ejercicio voluntario de la lucha por la liberación social. Si 
triunfa ese masivo y pasivo sometimiento partidizante morirá el proceso 
revolucionario con él, si se impone una disposición de lucha cuya verdadera y 
única identidad sea el asumirse pueblo pobre, el oprimido de siempre que desde 
ningún aspecto aceptará otra cosa que la causa libertaria y patriótica, la 
revolución tendrá un inmenso futuro por delante.