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Argentina: La lucha continúa


Gualeguaychú no tiene quien le escriba

Patricio Enrique McCcabe
mecabes_2@hotmail.com
Dialektica Nº. 19

La Verdad incómoda

Algo sucede en Gualeguaychú que indudablemente desconcierta, incomoda, molesta. Diríamos que allí sucede algo anómalo, desmesurado, que no encaja. Veamos. Estamos frente a un movimiento de preservación del medio ambiente en un país que casi no registra antecedentes en la materia. A su vez es también un movimiento social bien local que sin embargo pone en aprietos a tres estados y hace zozobrar alianzas regionales con pretensiones globales. Por último es el movimiento asambleario que más ha perdurado en el tiempo pero que no es reconocido como tal por casi ninguna expresión de la izquierda partidaria o autónoma.

Esto último es complejo. A pesar de no tener ninguna visibilidad entre quienes protagonizan las luchas de estos tiempos agitados, Gualeguaychú es condición de visibilidad de infinidad de conflictos ambientales que reconocen en la partitura entrerriana una fuente de inspiración para sus acciones. Pasar por el piquete de Arroyo Verde es conocer el mapa del conflicto ambiental en la vasta geografía nacional. Todos pasan por la carpa playera donde los asambleístas exponen sus razones: Ezeiza, Gonzalez Catán y San Pedro pero también La Rioja, Catamarca y Tucumán. Allí se compone una suerte de inteligencia colectiva sobre la situación de los recursos naturales frente al acecho de la propiedad privada. Sin embargo ninguna lucha extra ambiental se referencia en esta..

Hay que reconocer que desde hace unos años Argentina resulta un laboratorio a cielo abierto para quien esté interesado en comprender algunas formas novedosas que asume la lucha entre capital y trabajo. Y en este último tiempo los recursos naturales se han agregado a la agenda de esta lucha. La discusión pasa no sólo por si los recursos que ofrece el medio ambiente son apropiados por el común o por particulares sino también por el tipo de relación que la humanidad establece con la naturaleza. Gualeguaychú se instala con fuerza en este escenario donde hasta ahora no se habían manifestado en forma masiva los de abajo. Esta causa no tiene correlatos parecidos en otras partes del planeta salvo quizás en el movimiento que en la India intenta detener la construcción de una presa sobre el río Narmada. En ambos casos el uso que se hacia de los recursos naturales vino a quedar perturbado por una iniciativa del Banco Mundial que en el caso argentino-uruguayo financió durante 20 años las plantaciones de eucaliptos cuya consecuencia es la instalación de Pasteras y en el caso de la India, es la instalación de una presa que orienta la energía del río hacia cultivos agroindustriales privados dejando sin agua a la parte más pobre de la población.

A su vez la orilla del río Uruguay se presenta como un estratégico lugar para observar la fragilidad de los Estados Nación en estos tiempos de Imperio. A contrapelo de una época donde los gobiernos de la región intentan recuperar algunas palancas estatales cedidas al mercado, un movimiento local y una expresión no menor del capital concentrado se empeñan en mostrar que ser presidente hoy puede ser una figura de la impotencia. De un lado del Uruguay un gobierno que no puede disciplinar un movimiento que ha instituido como permanente el bloqueo de un paso fronterizo al punto de rediseñar los límites nacionales. En la otra orilla, un gobierno que se subordina con enormes costos políticos al poder de una empresa que aparece disponiendo como le place de los espacios nacionales con enorme desprecio por cualquier instancia de decisión que no sea la de la Bolsa de Valores. El gobierno brasileño, siendo el más fuerte de la región, se muestra con una prescindencia que raya en la impotencia frente al conflicto más importante y prolongado dentro del Mercosur. Aun Venezuela que suele intervenir donde haya una oportunidad de afianzar sus intereses declinó el pedido de mediación que le hicieron los asambleístas alegando que "era un asunto bilateral." En suma el desconcierto reina y los jugadores no encuentran su rol en este juego.

Por abajo, nadie parece poder capitalizar lo que sucede, ni siquiera la izquierda acierta a encontrar un parentesco entre las luchas en las que participa y la que se desarrolla en el Litoral. Parece ser que la máquina clasificatoria de los partidos encuentra un escollo insalvable en la heterogénea composición del movimiento gualeguaychense. ¿Y donde está la clase obrera? se preguntan y lo cierto es que la clase obrera está construyendo la planta de Botnia y para peor entre los asambleístas abundan los sectores medios e incluso no falta algún empresario sojero. Prefieren moverse entonces en los conflictos sindicales que no revisten mayor complejidad y tienen certificado de origen proletario puro. Hay algo más que descoloca y es el número de personas que moviliza el rechazo a la pastera. Si la última reunión 130 mil personas significa que no hay en este momento ningún grupo o aparato estatal con esta capacidad de convocatoria. Ni siquiera la marcha ritual del 24 de marzo.

Por arriba y por abajo, Gualeguaychú incomoda e invita a pensar. Algo similar ya había ocurrido con el movimiento en torno a los piquetes desde los saberes disponibles no había explicación alguna para la emergencia del corte de ruta como dispositivo de producción de una subjetividad antagónica. Se piensa lo que no se sabe y ciertamente a esto invita Gualeguaychú dado que lo que allí ocurre hace agujero en los saberes existentes. Gualeguaychú se presenta entonces como una verdad incómoda.

Las líneas que siguen intentan dar cuenta de algunas de las características que tiene este fenómeno. Buena parte de esta elaboración es resultado de innumerables visitas al corte a lo largo de estos dos años y de los informes que distintos compañeros han hecho de las mismas. Como también de los asambleístas que contra viento y marea y en cualquier circunstancia disponen de un mate y una sonrisa para quienes nos acercamos por sus pagos, llenos de dudas.

Precisamente en estas interminables rondas de mate, un asambleísta se preguntaba asombrado porqué tanta gente se acerca a Gualeguaychú a traer su solidaridad o simplemente a curiosear. Para algunos de quienes estábamos allí era evidente la filiación de este movimiento con los nuevos modos que la política adopta luego de las jornadas de diciembre del 2001. Claro que esto sólo aparece claro para unos pocos, muy pocos. De hecho los propios entrerrianos tienen un recuerdo del 2001 similar a una pesadilla, es la época de los saqueos en Concordia y de un caos generalizado que no parece haber dejado nada positivo A su vez buena parte del movimiento asambleario forjado en aquellos días tampoco reconoce en Gualeguaychú ni siquiera un aire de familia con su propia lucha.

Por lo tanto lo que creíamos era evidente no lo era en lo más mínimo y la inquietud del asambleísta era legítima. La tarea entonces se presenta difícil, indagar en las propias características de la militancia pos 19/20 y tratar de encontrar en la constelación de experiencias que se agrupan bajo ese signo lo que puedan tener en común con la acción que se desarrolla en la ciudad del Carnaval.

Contando con cierta complicidad del lector podemos afirmar que hay algunos cambios en los modos de hacer política que se han hecho masivos a partir del 2001. El recurso a la acción directa como modo de materializar reivindicaciones, la asamblea como forma de deliberación, la desconfianza hacia cualquier forma de delegación y cierta confianza en la iniciativa propia no eran características que no estuviesen presentes en la década del 90. Pero de ningún modo se puede decir que tuviesen el grado de hegemonía que hoy ostentan en las luchas argentinas. Son características que se cocinaron en pequeños laboratorios y que hoy constituyen embriones de una nueva cultura política. Obviamente este proceso está en ciernes y convive con elementos aún mayoritarios de los viejos modos de transitar la política. Nos parece intuir que en Gualeguaychú hay signos ostensibles de esta nueva cultura política y que además hay un pequeño plus nada desdeñable: lo prolongado que viene siendo el conflicto constituye una ventaja a la hora de identificar tendencias que no son fáciles de detectar en otras experiencias pos 19-20 que tuvieron un carácter más efímero e inestable. Vamos pues al asunto mismo.

Una nueva cultura política

Ciertamente quien quiera hacer un punteo sobre los cambios que viene experimentando la escena política argentina tendrá que tomar nota de la existencia de un profundo rechazo a la política tal cual la conocimos hasta hace poco. Por arriba y por abajo, la política organizada en torno a partidos, sindicatos y estados viene siendo vapuleada sin misericordia. El capital tiende a hacer política a través de los medios masivos de comunicación y ahora busca servirse de actores, empresarios o deportistas para transmitir sus valores. El trabajo desconfía del sistema representativo y apela a la acción directa
cada vez que debe resolver un problema, esta cultura de la inmediación que constituye un rasgo cada vez más acentuado reconfigura en cierto modo la forma de hacer política que se traía del período anterior. Sin embargo, la comunicación parece ser el terreno donde la explotación encuentra un ancho campo de desarrollo y donde hasta ahora las estrategias de resistencia se presentan en formas de minoría activa. La televisión es el dispositivo configurador de la subjetividad de mayor alcance y no solo avanzó sobre la política tradicional sino que también ha expropiado funciones clásicas de la escuela. Lo cierto es que la política tal cual la conocíamos está vaciada de eficacia, y sobre sus restos se ensayan diversas alternativas , en lo que sigue vamos a considerar una de las que se están gestando en el campo emancipatorio.

Este es un momento de fuerte experimentación, probablemente se esté dibujando en esta época el tablero donde se jugará en las próximas temporadas. Esta claro que si miramos este momento con los ojos de la política representativa no pasa prácticamente nada, no hay acumulación de fuerza en ningún partido y las alternativas asamblearias y piqueteras parecen en estado vegetativo. Sin embargo, cada vez es más evidente que las prácticas que caracterizaron las jornadas de diciembre del 2001 se han hecho difusas en el cuerpo social. No se detienen en ningún lado pero aparecen todas de golpe en un paro de maestros o en la Estación Constitución. Redibujan un mapa nuevo sobre el territorio ya trazado por la política tradicional.

República de Botnia

Este rediseño de las formas de habitar el conflicto nos obliga a dirigir la mirada a Gualeguaychu. Y si hablamos de rehacer el mapa tenemos que reconocer que en esto se han mostrado duchos los entrerrianos. No es cualquier terreno el que se extiende en una frontera, en general un conflicto que se desarrolla allí tiende rápidamente a subsumirse en la dicotomía adentro-afuera que nos propone la lógica de los patriotas. Sin embargo ser patriota es difícil en un momento en que la nación parece un concepto amenazado y las fronteras nacionales se muestran imprecisas en sus competencias.

En estos tiempos en que el capital se mundializa, las antiguas jurisdicciones tienden a hacerse confusas y los gobiernos nacionales se ven obligados a tomar algunas decisiones. Si otrora las fronteras de los países eran un estorbo para la lucha de los proletarios ahora también lo son para la expansión del capital. Si bien es cierto que todavía se les saca jugo para regular el movimiento del trabajo lo cierto es que muchas veces las demarcaciones nacionales también entorpecen los movimientos del capital. Los gobiernos nacionales son, en cierto modo, dependientes de los cambiantes humores de la población que dado el vínculo electoral se ven obligados a atender algunas demandas de los trabajadores. En cambio, despojados de cualquier control electoral los organismos colegiados del capital global diseñan negocios en aparente desconexión con ninguna otra necesidad que no sea la propia.

Frente a esta situación, decíamos, los gobiernos nacionales se posicionan de distintas maneras. Algunos no ponen límite alguno a las pretensiones del capital y, a riesgo de perder adhesión en la población, le allanan a este el camino. Es el caso del actual gobierno uruguayo que pretende poner el territorio uruguayo a disposición del enclave forestal papelero. Distinta es la actitud del gobierno argentino que trata de ejercer algún control estatal sobre las pretensiones del capital mundializado al menos en el negocio forestal (sabemos que es distinta su actitud frente a la soja y la minería). Con este molde encaran la resolución del conflicto poniendo el gobierno uruguayo el acento en la libre circulación de mercancías y postulando como tribunal de la disputa a una entidad comercial como es el MERCOSUR. Argentina, en cambio, recurre a los estrados internacionales y conciben el problema como un problema jurídico / político.

Distintos son también los vínculos que tienen estos gobiernos con sus respectivos pueblos. En Uruguay no paso el vendaval del 2001 y los trabajadores creen en sus gobernantes, en cambio, en Argentina el vínculo representativo con los gobernantes está debilitado en un clima donde cunde la acción directa. Frente a las distintas posiciones que asumen los gobiernos frente a las demandas del capital, los asambleístas de Gualeguaychú descreen de este posibilismo e inventan su propio juego. Por lo pronto crean su propio territorio mediante la interrupción de la circulación de las mercancías de un espacio nacional a otro. No hay un tiempo de la producción sino un tiempo de la interrupción de la producción, se interrumpe la maquina social y se establecen lazos políticos. Mediante esta actitud, se instaura la diferencia en la repetición y se abre un nuevo campo de posibilidades. Claro que no todos los que sostienen el corte creen lo mismo, muchos otros sostienen que todo se resuelve si el gobierno nacional hace valer la soberanía sobre el río Uruguay y entienden lo que sucede en los términos que propone el patriotismo. Estos conciben al nuevo diseño fronterizo como la posibilidad de un nuevo discurso nacional de defensa de la soberanía y a la frontera como un modo del aislamiento.

De todas maneras no escapa a nadie (y menos que nadie al gobierno) que de algún modo la frontera se corrió, o se reterritorializó. Se constituyo un nuevo espacio y la nueva relación que este dispone pone en cuestión el trazado del capital sobre el territorio.
A su manera, Botnia también traza una nueva frontera y ordena los flujos productivos de la zona con la ingente ayuda del gobierno al punto de modificar en forma severa el entorno. Resulta toda una experiencia acercarse acercarse a Botnia desde el lado uruguayo..

El control del territorio parece ser una variable de la nueva cultura política que se viene perfilando. Pero el territorio no es sólo (ni siempre) un territorio geográfico sino también un ejercicio de soberanía con sus propios modos de enlazar lo social y lo político. Para ser más claros, lo que sucede en Arroyo Verde es el intento de evitar que la soberanía se separe de su origen cuando se trata de "disponer" de los recursos naturales. No delegar la toma de decisiones en los cuerpos representativos del estado ni en ninguna instancia ajena a la propia organización.

Fronteras difusas entre lo político y lo social

Así como los vecinos de Gualeguaychú intentan disociar los recursos naturales del control estatal ejerciendo una soberanía sobre estos sin mediaciones también articulan lo social y lo político de una manera distinta a como lo venían haciendo las organizaciones tradicionales. El estado trata de monopolizar las decisiones políticas y los asambleístas tratan de ampliar el radio de su acción política a áreas que antes le estaban reservadas a los funcionarios. Nos referimos a temas no menores como la relación con otros estados y el control del territorio. Si bien, en un inicio, las demandas eran dirigidas al gobierno y se trataba de llamar su atención para que resolviera los problemas, ahora parece ser mayoritaria la tendencia a hacer por si mismos y ensanchar todo lo que se pueda el radio de acción de su autonomía. Se podría decir que los entrerrianos en lo atinente a su medio ambiente "no dejan al presidente que gobierne"

Ni dejan que el gobierno los gobierne ni pretenden gobernar a quienes se acercan. Mucha de la gente que se acerca al corte trayendo su solidaridad y expresando su admiración se vuelve con un consejo que palabras más o menos dice así: "bueno ahora UD que ya sabe también tiene que informar de esto en su barrio, municipio o provincia, porque seguramente UD. en su barrio, municipio o provincia también están afectados, UD también tiene que organizarse con sus vecinos" Se trataría así de buscar en la situación particular que me toca el vínculo con situaciones mas generales El cuidado del medio ambiente y el control de los recursos naturales atraviesan cada acción contra las empresas contaminantes y pone en el tapete el tipo de relación que se va a establecer con la naturaleza.

La experiencia de Gualeguaychú construye estos vínculos comunes a la vez que desconfía de las promesas del gobierno que busca reducir la cuestión política a sus aspectos judiciales y hacia las corporaciones privadas de la comunicación que buscan preservar los intereses del mercado. En el conflicto de las pasteras resulta evidente el capital entiende lo político en términos judiciales y lo social en términos de mercado. No es fácil desembarazarse de estas tenazas pero algo de esto sucede cuando sólo se confía en la movilización de las propias fuerzas y se toman las decisiones en forma colectiva. Se busca un tipo de acción pública que no se confunde con el estado, algunos autores hablan de la emergencia de lo común como una alternativa que deja en el mismo plano lo público (estatal) y lo privado (empresarial) hablan de un " interés común (que) es un interés general no reducido a la abstracción por el control del Estado"
Algo de este "interés común" parece respirar en la manera en que se "confunde" lo social y lo político en las acciones contra Botnia. Especialmente cuando se evita cuidadosamente separar la soberanía política en la toma de las decisiones de la fuente de la que emanan, y aquí nos referimos a la deliberación asamblearia. Pero en este camino, los asambleístas se enfrentan a los políticos que por izquierda o derecha intentan formatear el reclamo en los moldes de la democracia representativa. El movimiento de Gualeguaychú opera corriendo permanentemente las fronteras entre lo privado y lo público de manera tal que cada vez mas cuestiones que según la lógica imperante debieran dirimirse en el mercado entre privados ahora son llevadas al espacio público para que este se pronuncie. La radicación de una empresa que siempre fue un tema que manejaron quienes gestionan el estado sin mayores consultas populares ahora es una suerte de causa regional donde ningún ciudadano que se precie se priva de opinar. La lógica desprivatizadora que opera en este conflicto es la misma que lleva a los trabajadores a considerar que su salario no es un asunto entre particulares sino uno que incumbe a toda la comunidad. La huelga o el piquete logran concentrar la atención pública sobre un conflicto que se pretendía resolver entre privados, una vez instalados en la esfera pública se enfrentarán con la burocracia estatal que pretende monopolizar las decisiones. Estos son los movimientos del común para imponer sus reivindicaciones. Parece que un movimiento político se ha conformado en el conflicto de las pasteras y lo es en la medida en que "viene a confundir la distribución dada de lo individual y lo colectivo, al igual que la frontera admitida de lo político y lo social".

Y el pueblo: ¿Dónde está?

Si hasta ahora pudimos anotar un par de características significativas de lo que este movimiento aporta a la emergencia de una nueva cultura política, tenemos que decir que todavía no mencionamos la menos explorada de las novedades que nos traen los entrerrianos. Y nos referimos al tipo de movimiento que constituyen. Claramente no es la clase obrera en tanto tal la que se da cita en este conflicto y basta esta percepción para que las diversas formaciones de izquierda (con las excepciones ya destacadas) no lo consideren en sus análisis. Y si bien podría emparentarse al nivel de su extracción social con las asambleas vecinales no son exactamente las mismas reivindicaciones las que los reúnen.

Movimientos como los de Esquel, Gualeguaychu, Famatima o San Juan constituyen la tercera generación (o la cuarta si consideramos las empresas recuperadas) de movimientos sociales que emergieron o cobraron fuerza luego de las crisis del 2001. En este caso el motivo de su encuentro es la preocupación por las cuestiones ambientales que nunca conocieron en este país un desarrollo tan amplio. Puede emparentarse o no este movimiento con aquel de envergadura latinoamericana que disputa el control del agua, el gas o el petróleo a la voracidad constitutiva del capital. Pero en torno a los recursos naturales se recrea la lucha de clases. La última declaración zapatista es emblemática en este sentido.

Justamente desde la aparición del zapatismo a la fecha asistimos a la emergencia de movimientos sociales que intentan autogobernar áreas cada vez más crecientes de la vida social. En general, le dan potencia política a sus reivindicaciones sociales esquivando en la medida de lo posible la injerencia estatal. Si en los 40 y 50 los movimientos sindicales y políticos buscaban ampliar la ciudadanía a cuestiones sociales y encontraban gobiernos populistas dispuestos a este pacto, hoy la cosa parece transitar por otros carriles. Ya no parece haber un pueblo dispuesto a dejarse representar en un estado. Justamente esa renuencia a representarse constituye también una dificultad a la hora de comunicarse horizontalmente entre movimientos. El carácter incomunicable de las luchas obedece en gran medida al rechazo a la vieja manera de encuentro que fueron las internacionales obreras que comenzaron a organizarse en base a un partido principal y terminaron haciéndolo en torno a un estado. Queda pendiente una nueva invención que recupere la comunicación secuestrada por el capital en su rostro estatal o mercantil.

[1] Imposible este artículo sin la colaboración de los que vienen acercándose al corte de Gualeguaychú  y hacen informes. Valga el reconocimiento a Maxi, Paula, Karla, Isolda. y Hernán.

[2] A no ser por Socialismo Libertario, últimamente el PCR, alguna mención del Colectivo Situaciones o algún escrito de Luis Mattini, Gualeguaychú no tiene quien le escriba.

[3] Arroyo Verde es el lugar donde están instalados los asambleístas que garantizan el corte de la ruta.

[4]Parece estarse cumpliendo en este caso algunas de las advertencias sobre el carácter incomunicable de las luchas que  hacen Negri y Hardt quienes comentan que "Una de las paradojas políticas  esenciales y más apremiantes de nuestra época: En nuestra tan  celebrada era de las comunicaciones, las luchas han llegado a ser casi incomunicables."  en Imperio, Negri-Hardt, Buenos Aires, Paidos, 2002, Pág.65.

[5] Salvo el estimulante ejemplo de Esquel no se registran movimientos masivos en el tema ambiental. Si consideramos como parte del mismo asunto la batalla que los bolivianos entablan por la soberanía de sus recursos naturales podemos tender un insospechado hilo que une Cochabamba y Entre Ríos. Sin embargo así como los entrerrianos no se reconocen como parte de los movimientos latinoamericanos que intentan ejercer soberanía sobre los recursos naturales tampoco bolivianos o venezolanos ven en Entre Ríos una lucha similar a la propia.

Fuente: lafogata.org