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Latinoamérica

El salto de los cabros

Conversación con Diego Ortolani por Nora Neko

En las últimas semanas, entre principios de mayo y comienzos de junio, una movilización de estudiantes secundarios marcó un antes y un después en la vida política chilena. El primer gran conflicto interno que tuvo que enfrentar el gobierno de Michelle Bachelet fue en verdad un tornado que removió la comodidad del neoliberalismo trasandino, pretendido modelo de progreso económico y social para América latina. Casi un millón de pibes movilizados a lo largo de todo el país lograron instalar en la primera plana de la discusión nacional la reforma integral del sistema educativo, lo cual puede poner en crisis, por efecto dominó, las regulaciones y valores que organizan todas las demás áreas de la producción y de la cooperación social. De fondo, el salto de los cabros y las cabras parece dibujar el pasaje desde un autoritarismo capilar modelado por la dictadura de Pinochet y prolongado durante los tres primeros gobiernos de la Concertación, hacia formas de confrontación e invención social tan inteligentes como impredecibles. De golpe, o de una buena vez, la imagen tranquila del Chile sensato, prolijo y satisfecho de sí mismo se astilla en mil pedazos, y reemplazando cada astilla se abren mil espacios para pensar, en acción, nuevas formas de resistencia en tiempos de mercado. Lo que sigue es la continuación de una conversación que iniciamos en Santiago de Chile en marzo, antes del movimiento, con Diego Ortolani –un amigo argentino que ha vivido largos años en Chile, vinculado a colectivos y experiencias de base, colaborador también del Colectivo Situaciones y la editorial Tinta Limón de Buenos Aires-, prolongación en la que fuimos registrando algunas de las cuestiones y debates que este movimiento hizo emerger o actualizó en estos días en Chile.

Nora Neko: Esta movilización estudiantil ha tomado a todos por sorpresa: al gobierno y a la oposición de derecha, pero también a los sindicatos, incluso a los universitarios, y a la sociedad en general. Sin embargo, sería superficial quedarse con la imagen de que el movimiento surgió de la nada. ¿Qué prácticas anteriores pudieron haberle dado esa fuerza de organización como para que llegara a interpelar con tanto impacto a los chilenos? ¿Cuál es tu relación concreta con esas prácticas?

Diego Ortolani: Los cabros y las cabras conocen algo de las luchas anteriores. Te das cuenta leyendo sus blogs y cadenas de mail, todos esos espacios de comunicación que fueron creando como parte misma del movimiento. Por ejemplo, hace un tiempo apareció un documental, Actores secundarios, que contaba la historia de las luchas secundarias durante la dictadura, en los ochenta; y te das cuenta, viendo los blogs y los diarios, que cosas como éstas estaban en el imaginario de este movimiento (incluso, varios de los protagonistas de la película anduvieron recorriendo los colegios en toma, invitados por los chicos y chicas). Por otra parte, para mucha gente que está activa, la sorpresa no ha sido tan grande. Sí sorprende la magnitud, y es una sorpresa muy alegre.

Nosotros no tenemos un contacto específico con el movimiento, a pesar de que ahora va a estar bueno buscarlo (cuando digo "nosotros", me refiero a una red medio difusa de grupos que viene trabajando la dimensión de la educación –entre otras cosas-, en experiencias que intentan ser autónomas, como escuelitas o guarderías comunitarias y talleres de autoeducación; y que por supuesto, es una red entre muchas otras que existen allá). En este plano de practicar otra educación, donde desarrollar prácticas de autonomía del pensamiento y la autoformación, hay mucha gente actuando en Chile. La educación popular en Chile, además, tiene una trayectoria larga. Esto es así ya desde los sesenta y principios de los setenta, y sobre todo en los ochenta, cuando emergen nuevos movimientos, que por un lado tienen algún tipo de cruce con la izquierda histórica, pero que ya empiezan a desbordarla.

Cuando hay una emergencia como la de los secundarios, todo esto otro se visibiliza un poco más (porque ahora transcurre en una fuerte invisibilidad). No sólo lo que se estaba cocinando entre los estudiantes, sino lo que pasa en muchos otros grupos y sectores que están trabajando en planos como el de la educación. Me imagino que ése puede ser uno de los efectos muy interesantes para seguir de cerca, y no sólo seguir, sino también protagonizar: qué aperturas de debates, qué derrames va a haber desde la emergencia de este movimiento hacia un montón de experiencias, algunas más articuladas, otras, menos. Ver si hay algún tipo de cruce con todo lo que se viene trabajando de manera por ahí precaria, difusa, fragmentaria, pero muy sostenida. Porque realmente están sucediéndose una miríada de experiencias de este tipo, de "educación popular" o educación comunitaria. Incluso ha empezado a haber coordinaciones de todo tipo entre muchas de ellas.


Este es un movimiento que ha mostrado súbitamente mucha fuerza, que ha desplegado, como no había sucedido en los años recientes en Chile (y sí hemos visto con los movimientos sociales en América Latina), una capacidad de reconfiguración del suelo social, al menos en algunas dimensiones; por ejemplo, en la reaparición de una discusión política pública y masiva, cuando en estos años en Chile lo público había estado muy adormecido, capturado por el sistema representativo, o directamente banalizado por los medios y el mercado. Un movimiento público que ha ejercido una capacidad –hasta ahora desconocida allá- de pensamiento, de toma de la palabra y de elaboración de una posición política propia, por fuera del sistema político representativo. Con la virtud, además, de que pudo mapear de súbito el estado de la cosa política en el país, la fractura estructural que hay entre el sistema político y lo que está sucediendo subterráneamente en la sociedad. Y justamente la clase política quedó muy descolocada con el movimiento, e incluso reaccionó muy tarde y muy torpemente cuando el movimiento empezó a hacerse oír.

NN: Hablabas de la genealogía del movimiento secundario actual. ¿De dónde surge, específicamente?

DO: En 2001, en la primera época del gobierno de Ricardo Lagos, hubo una primera aparición secundaria bastante fuerte, que los medios llamaron el "Mochilazo". Por lo que uno recuerda, ese momento fue importante porque dio una primera señal de que, entre los estudiantes, y específicamente entre los secundarios, estaba pasando algo relevante. Hubo movilizaciones callejeras que tuvieron el carácter de un reventón, incluso hubo enfrentamientos. Parece que los secundarios, para entonces, tuvieron una percepción muy fuerte de que las estructuras gremiales más antiguas del movimiento secundario estaban vaciadas. Estas formas organizativas hundían sus raíces en la época de la dictadura, e incluso más atrás. En los sesenta y los setenta, y en la época de la resistencia a Pinochet, fue muy importante una organización que era algo así como la federación de estudiantes secundarios, no recuerdo bien el nombre. Pero los sentidos que estas estructuras gremiales habían tenido antes (por ejemplo, terrenos gremiales como "frentes" de orgánicas de izquierda) parece que ya no andaban en 2001, y empezó a verse que había gérmenes activos de nuevas formas de organización. De hecho, es en ese momento que surge la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES).
Me acuerdo mucho de eso, porque fue el momento más activo de la Funa, en el que participé (las funas eran acciones como los escraches de HIJOS y la Mesa de Escrache Popular acá). La Funa estaba conformada como una asamblea, trabajando la horizontalidad y la autoorganización, y enunciándolas. En ese momento tuvimos contacto con estudiantes de la ACES, supimos que estaban trabajando mucho la autoorganización, la horizontalidad, la fundación de espacios donde pensar de manera colectiva e incluso generar una palabra de manera colectiva. En aquel momento lograron algunas demandas. Había un negociado muy jodido con el Pase Escolar –es una tarjeta que le dan a los estudiantes para tener acceso a una tarifa preferencial en la locomoción colectiva- que a la vez ponía en evidencia el tipo de negociados que hay en el campo de la educación. Con las movilizaciones lograron bajar el precio del Pase, y que el Estado regulara algo al sector privado que la manejaba.

En estos últimos meses, hubo señales de que de nuevo algo estaba pasando en el movimiento secundario. La ACES presentó petitorios en el Ministerio de Educación, y hubo tomas aisladas de colegios. Pero aún así, parecía que aquello de 2001 había quedado en poco y nada, y mirá lo que se estaba cocinando. Evidentemente fueron cinco años en que hubo algo así como un "silencio zapatista", si querés, un silencio productivo. Estaban pasando cosas que eran invisibles para los modos normalizados de percibir, pero evidentemente se fortalecía y expandía esta hipótesis asamblearia en los colegios y liceos. Estaban refundándose un montón de centros de estudiantes en estos lugares, e iban surgiendo asambleas de base.

NN: Y actualmente, ¿cuál es el o los ejes de fondo en sus interpelaciones y demandas?

DO: La situación que están cuestionando, en general, es la de una educación segmentada, una para ricos y otra para pobres, que reproduce las diferencias y fracturas sociales, en lugar de contribuir a una sociedad más justa e igualitaria. Esto es más o menos textual. Es muy literal que para ellos la educación tiene que ser un proceso de dignificación de los seres humanos, hablan de una educación digna. En Chile se venía hablando de un apartheid social, muy similar al que evidenciaron, por ejemplo, las revueltas de los suburbios franceses. Es cuestión de darse una vueltita por Santiago y sus barrios. Y se hablaba también de la extrema precariedad laboral y de la vida en general, que es un secreto ya mal guardado del modelo chileno. No casualmente fue un tema imprevisto de la campaña electoral última en que salió Bachelet, porque hubo movilizaciones bastante fuertes de trabajadores precarios y tercerizados para presionar por una ley que mejore esa situación (la ley está por salir ahora, muy lavadita, ya lejos de la refriega electoral). Aún más, los estudiantes cuestionan (literalmente) la mercantilización extrema de la educación en Chile, a la que ponen como una causa profunda de esa segmentación.

Esto hunde sus raíces en lo que hizo la dictadura de Pinochet. A principios de los 80, la dictadura municipalizó la educación escolar, y ya desde ahí viene la cuestión de que municipio pobre tiene escuelas pobres, y municipio rico escuelas mejor dotadas. Ya se sabe que Chile fue pionero en la ola neoliberal, en esa misma época empezaron a fragmentar la universidad pública y a fomentar las privadas, privatizaron las pensiones, instalaron el código laboral más regresivo del mundo en aquel momento, etc. Y se sabe que todo esto venía supervigilado por los organismos financieros internacionales, el Consenso de Washington y demás.

De hecho, la ideología neoliberal es clara en aquella reformulación del sistema escolar chileno. Por un lado, fragmentación y desfinanciamiento de lo que iba a quedar como sistema escolar público (municipalización, disfrazada de descentralización). Por otro lado, eliminación de todas las ataduras al sistema escolar privado, que había enfrentado trabas del gobierno de la Unidad Popular. La UP tenía un programa que se llamaba "Escuela Nacional Unificada", que suponía una reformulación de la currícula y del sentido de la educación hacia contenidos nacionales y populares (textual). Ahí se dieron unas pugnas tremendas con las elites - incluida la Iglesia -, que veían atacadas sus instituciones, donde formaban a sus hijos y también a muchos de los sectores populares con su orientación, etc. En las reformas neoliberales de principios de los 80 la dictadura tuvo todo esto muy presente. De ahí la noción clave en esas reformas de "libertad de enseñanza", claramente termidoriana.

Pero además, crearon una tercera figura de escuela: la particular subvencionada (además de la municipal y la privada). La idea ahí fue difuminar todavía más la educación pública, y que el principio de "libertad de enseñanza" llegara también a los sectores populares. Ellos tenían fuertemente esta idea de Friedmann y otros neoliberales, de que el Estado tenía que dejar de ser empresario (en este caso, educador), y pasar a ser subsidiario, subsidiario de la iniciativa privada, que como "sabemos", mediante el incentivo de la competencia resuelve mejor los problemas sociales. Entonces, decían, hay que pasar de subsidiar la oferta (escuelas públicas) a subsidiar la demanda (consumidores racionales bien informados, en este caso los padres). Tenían un sistema de "vouchers de educación" para implementar, para darle a cada "consumidor racional bien informado" que al elegir por calidad la fomentaría.

La realidad es que esos subsidios fueron para que los nuevos "sostenedores educativos", o sea, cualquiera que pusiera un capital junto al subsidio estatal, armaran el negociado de las escuelas "particulares subvencionadas". Y así se viene desde esa época, con este sistema tripartito profundizándose y empeorando año a año. Porque hay que hacerse una imagen: todo esto es muy trucho, hay cientos de escuelas que son unos galpones reacomodados. Cualquiera empezó a poner una escuela, como si tuviera un colectivo o un taxi. Las regulaciones todavía hoy son muy pocas en cuanto al armado de un cuerpo docente, de un proyecto educativo, etc. Y ahí estudian decenas de miles de cabros y cabras de los sectores populares. O lo hacen en escuelas municipales, muchas de las cuales están cada vez más deterioradas, y no hacen más que contener precariamente todos los problemas de abandono, de soledad, de violencia, etc., que viven los pibes cotidianamente. Esta es la realidad escolar que están cuestionando, que mezcla los ingredientes de transformación antropológica del neoliberalismo (fragmentación social y demás) con aquellos otros de negociados truchos, "tóxicos", como dicen los cabros allá.

Tan tóxico como que corporaciones de empresas, pero también el Opus Dei, los Legionarios de Cristo y otras falanges fachas, sostienen redes de colegios que reciben subvenciones del Estado. Muchos de esos colegios están en barrios populares: imaginate la operación que esto significa. Es más, los mismos partidos de la Concertación gobernante sostienen redes así, directa o indirectamente, y sacan guita de ahí para las campañas electorales y el funcionamiento de las máquinas. Es impresionante.

Y bueno, no muy distinto de lo que pasa en el resto de nuestros países, ¿no?, por eso se está empezando a hablar, creo, que este movimiento puede tener repercusiones en el resto de América Latina.

NN: Por lo que se pudo leer en los diarios y blogs, habría por lo menos dos orientaciones en las demandas de los estudiantes. Por un lado, exigen una educación pública de calidad, lo que supone que el Estado debe garantizar el derecho a la educación, y privilegiarlo por sobre el derecho a la libertad de enseñanza, que en los últimos años, al amparo de la LOCE, funcionó como una pantalla para dar vía libre a esta mercantilización extrema del sistema educativo. Pero por otro lado, algunos llaman a una autonomización de la educación, a que en cada localidad la gente, cualquiera sea, asuma el desafío de interrogarse cómo, con quiénes, trazando qué relaciones, con qué materialidades, quiere y puede desarrollar un proceso educativo participativo, cooperativo, en fin, un aprendizaje social. ¿Cómo se van desplegando estas dos orientaciones en medio del conflicto? ¿Dónde se cruzan? ¿Qué otras ideas juegan entre una y otra orientación?

DO: Lo que te diría es que es muy interesante así como lo planteás, y que lo dejaría más bien como una pregunta abierta y práctica. Creo que se ajusta a algunos de los dilemas más interesantes que van surgiendo con el movimiento, o que éste actualiza o visibiliza, aunque sea difusamente. Porque en el discurso del movimiento esto no es claro, aunque resuene desde él. Pero no tendría por qué serlo, ¿no?, porque me parece que son dilemas mayores que nos atraviesan a todos. De hecho, creo que en los discursos públicos del movimiento la idea de una educación digna y de calidad va de la mano más con una interpelación al Estado, de una democratización de los recursos públicos, una demanda genérica (pero muy fuerte y revulsiva) de igualdad y democratización, en un contexto de desigualdades, exclusiones e injusticias extremas e intolerables. Que una idea así se instale es de por sí muy fuerte, y sus declinaciones serán materia de otros debates por venir. La cuestión de la autonomización libre y cooperativa de la educación es algo difuso y potencial, pero es un elemento que ha sido parte de esta situación que ha abierto el movimiento.

También es claro que la reducción del deseo de una educación dignificante a una demanda al Estado le calza muy bien a muchos sectores (gremios, partidos, etc.) que no ven más acá del horizonte estatal. Entonces, se abre una ventanita para los discursos de recuperación de la educación pública, donde "pública" es igual a estatal, y mucha gente puede empezar a hacer política de nuevo con eso, que en un marco de mercantilismo salvaje es ambivalente por todos sus lados. Es muy loco, porque a su vez los mercaderes de la educación defienden –frente a cualquier posible cuestionamiento que el movimiento haya actualizado- su "autonomía", la "libertad de elección y enseñanza", etc. Ahí el movimiento mapea muy bien la realidad, porque aparecen rápidamente, defendiendo este último discurso, desde la derecha (que al principio se subía al carro del movimiento con una crítica muy hipócrita a la Concertación, "que no ha hecho nada en dieciséis años de Gobierno"), hasta la casta tecnocrática de la Concertación, pasando por muchos de los "expertos en educación" que ahora aparecen en los medios. Mucha gente dice: ¿dónde estaban todos ustedes expertos mientras la educación se volvía este desastre?

El tercer término, el verdaderamente novedoso, del que hablábamos, se mueve difícilmente en estos laberintos.

NN: En otro aspecto, y retomando un poco la línea genealógica, ¿qué micromovimientos, o movimientos a una escala mayor, son para vos los que allá producen, entre quienes luchan o quieren hacerlo, aquel pasaje del escepticismo a la confianza en las propias capacidades?

DO: Hay una cantidad de experiencias que vienen intentando constituirse en otros planos además del de la educación: en la contracultura, la comunicación alternativa, la economía alternativa, e incluso simplemente experiencias de pensamiento y de debate que muchas veces convocan a la gente a que cruce sus primeras armas en esta onda de activarse, de salir del inmovilismo, que era una característica tan marcada en los últimos años en Chile. Estaba y está el movimiento mapuche, que fue el primer actor social donde se dio el pasaje claro de la movilidad –de la mezcla de deseo y bronca, digamos- al movimiento social. El movimiento mapuche ha sido una interpelación fuerte a la sociedad chilena en cuestiones como la autonomía, la autoorganización, la capacidad de indignación y de dignidad. Y desde estas capacidades, el pasaje a la construcción. Creo que el movimiento mapuche (que empezó a configurarse más claramente hacia fines de los 90) fue y es muy importante. Y a la vez, quizás tanto por su naturaleza como por la naturaleza del contexto, la capacidad de derrame sea distinta a la de los secundarios, no sé. Lo cierto es que la educación es un problema que atraviesa a toda la sociedad, también a los mapuche.

Cuando estalló el movimiento estudiantil, la ACES se nucleaba sobre todo en la región metropolitana, que concentra al 45% de la población del país. Desde que el movimiento estalló, empezaron las tomas en todo Chile, pero hasta un momento la cosa era o aparecía más como un movimiento metropolitano, y desde otras regiones (acá se diría el interior) más bien se sumaba energía. A los primeros intentos del gobierno por quebrar o dividir el movimiento, los estudiantes respondieron conformando la Asamblea Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios. Me parece que con mucha inteligencia ética, y menos por cálculo político, la ACES u otras asambleas de coordinación esperaban –a veces durante muchas horas- a la gente de regiones para que pudiera participar de las negociaciones con el gobierno. Además, muchos sectores sociales respondieron con rapidez al movimiento: padres y madres, vecinos de las tomas escolares, gente suelta, grupos y colectivos de todo tipo, artistas, periodistas y reporteros…

Por todas estas y aquellas razones, se podría decir que el movimiento tiene la capacidad de refundar un piso, de correr los términos de la escena política y de generar un aprendizaje social muy rápido y de gran envergadura. A la vez, el movimiento secundario opera sobre un suelo ya trabajado, como decía, por el movimiento mapuche, pero también por otras movidas, como la de los grupos de derechos humanos, los contraculturales, etc.

NN: ¿Y qué tan explícitas son las conexiones entre los distintos grupos?

DO: Por ejemplo, en estas semanas se ha escuchado decir a muchos estudiantes, incluyendo a los voceros de la ACES, que ya ha habido otros sectores sociales que han protagonizado luchas, y que las saludan y reconocen. Los secundarios han tenido contacto con parte del movimiento de derechos humanos, con gremios de la salud, de trabajadores, con colectivos de todo tipo. Como los tienen ahora. Igual es todo un problema hacer la conexión, y ahí se ve que hay todo un campo de investigación práctica, de qué modos de vínculo y de coordinación pueden ser posibles. Pero sin duda hay y hubo resonancias. El lunes 5 de junio fue el paro nacional de la educación que ellos convocaron (al cual se sumaron universitarios y profesores), y el sábado 3 habían llamado a un "claustro social abierto", que se hizo en un liceo en Santiago. Hubo una miríada de grupos y sectores muy heterogéneos, que fueron a ver tanto qué podían sumar, como a tratar de prolongar mejor un diálogo entre distintas experiencias (y también otros que fueron con otras intenciones). Aprovechemos para remarcar que los dos paros nacionales que tiraron, uno este del lunes 5 y otro una semana antes, el martes 30 de mayo, fueron muy masivos entre los secundarios, en el primero participaron unos 600.000 cabros, y en el segundo 1.000.000.

Quizás más que conexiones explícitas, estos sucesos muestran dos cosas: por un lado, la inteligencia política del movimiento, porque por ejemplo (todo esto fue muy vertiginoso), cuando ya empezaban los primeros intentos claros de reacción del gobierno, los medios y el sistema político, Bachelet había salido por fin en cadena nacional concediendo una serie de demandas, pero a la vez dando por cerrada con eso la negociación. Inmediatamente, tanto el sistema político como los medios empezaron: "cabros, no se suban por el chorro, en el país hay otras necesidades también, esto es lo máximo que se puede dar razonablemente, es mucho y lo consiguieron luchando y organizándose, gracias por darnos ese ejemplo, pero ahora hay que ser razonables", y así. Fracasado un primer intento por banalizar y/o criminalizar al movimiento, empezó esta operación de división con respecto a la "sociedad razonable". Y ellos respondieron con estas iniciativas de interpelación a la sociedad, mostrando que se daban perfecta cuenta del sentido de la operación. Tal inteligencia política el movimiento la mostró todo el tiempo, en todos los planos, y fue muy impresionante.


Lo otro que se mostró es justamente que todo tipo de conexiones y cruces libres son posibles al interior del cuerpo social, a condición de estar en movimiento o activándose. Creo que en estos días, en Chile, se ha hecho una experiencia de este tipo. Luego, ha habido todo un entramado de modos de comunicación interno al movimiento, pero en el que cualquiera que lo quisiera tenía acceso, al menos en parte. Blogs, fotologs, chateo, cadenas de mail, etc. Lavín, el candidato histórico de la derecha, dijo en El Mercurio que habían llegado a Chile las nuevas tecnologías sociales de movilización. Estas nuevas tecnologías sociales de movilización, que pasan también por las técnicas de comunicación –pero que no se reducen a eso, claro-, hablan de una capacidad muy grande que se genera cuando las potencias sociales ahora reveladas (epocalmente, quiero decir), inmateriales y fluidas, inmediatamente públicas, son resignificadas y retrabajadas por movimientos activos. Por ejemplo, como "soportes de resonancias", por decirlo así, pero no sólo eso. Cuesta mucho tratar de transmitir bien todo esto, ¿no? Tiene tanta intensidad... Y es difícil poder traducirlo desde la propia experiencia sin reducirlo un simple cuento, o sin caer en la trampa de hablar por otros.

NN: Lo que aparece ahora como nuevo es el hecho de que se reconoce un espacio potencialmente común, pero el problema es cómo desarrollarlo, ¿no?

DO: Claro, y es un problema muy interesante. Ahora bien, entre la gente que se siente interpelada por este movimiento hay, por ejemplo, actores articulados en gremios y organizaciones afines. Muchas de éstas son bien intencionadas, pero no han vivido el proceso de repensarse o de empezar a fundar experiencias de nuevo tipo de manera tan acentuada como ha sucedido con los secundarios. Entonces ahí hay un problema.

Por otra parte, los chicos y las chicas han mostrado una capacidad extraordinaria de hablar en los medios. Y a la vez está toda esa gran red de medios alternativos y sus técnicas de comunicación en tiempo real. Esto tiene una enorme fluidez, y de estas maneras apelan a otros. Ves todo el tiempo dando vueltas frases como "Cabros, súmense", "¿Y los demás dónde están?", "¿Qué estás haciendo tú?" Interpelan a muchísima gente suelta también. Incluso hay padres que deciden comprender que los chicos les están dando una lección de lo que es ahora autoorganización, movilización, actuar y pensar con cabeza propia.

NN: Vos por ahí no podés seguir en tiempo real el contenido de esta palabra, pero sí podés ver que aparece un tipo de interlocución nueva: como decías, de los hijos a los padres, de los estudiantes al gobierno, de los estudiantes a los gremios, al barrio y a la izquierda tradicional. Ahí podés mapear los rasgos más fuertes de este movimiento, y ver a la vez cómo el movimiento mismo dibuja su propio mapa de la sociedad chilena a medida que va accionando.

DO: Hay muchas preguntas cuya sola formulación te habla de la multiplicidad de situaciones que se dieron: ¿qué está pasando en cada uno de los colegios?, ¿cómo se está sosteniendo cada toma?, ¿cómo es la vida cotidiana de cada una de las asambleas?, ¿Qué formas concretas de cooperación y vínculos están experimentando esos cuerpos y esas mentes?, ¿qué está pasando en cada barrio donde hay uno o más colegios en toma? Eso no se sabe, está emergiendo. Es un fondo caótico y polifónico de actividad y de palabra que está tirando señales, pero que está en plena elaboración. Y vamos a tener que ponernos a pensar y a trabajar en torno a eso.

NN: ¿Te parece que veamos qué pasaba a nivel político, cómo las posibilidades concretas de construcción social en medio del avance a galope del neoliberalismo tenían un punto de choque en el autoritarismo de los gobiernos de la Concertación? Porque por un lado están estas leyes de amarre de la dictadura, tanto la LOCE como las que empiezan a causar efecto en los diferentes ámbitos de la organización nacional, aquello que en los 90 se llamaba en Chile "los enclaves autoritarios", y por otro, hay una lógica y un tono autoritarios de los gobiernos concertacionistas, incluyendo el de Lagos, que ponían trabas muy grandes ante los reclamos, las interpelaciones o las diferencias.

DO: Sí. Sobre todo en la primera mitad de la década del ochenta hubo resistencias fuertes al autoritarismo de la dictadura y al terrorismo de estado, y en defensa de la vida, pero también era una resistencia a todo lo que las nuevas fuerzas del mercado estaban empezando a operar en el país. La transformación antropológica, si querés, que iba a producir todo esto no era seguramente muy clara en ese momento. Luego los movimientos de resistencia de los ochenta son dispersados, sea por la vía de la represión y del terrorismo de estado, sea por la vía de la cooptación, que empieza a fines de los ochenta, cuando parte de las organizaciones y de los partidos se plegaron a la democracia neoliberal, y se funda y desarrolla la Concertación de Partidos por la Democracia, que no ha parado de ganar elecciones desde el plebiscito de 1988. Se está viendo ahora lo que hubo de miedo y de terror en esos años como para que luego pasara tan poco. Puede ser que éste sea un primer momento clave de ruptura con esos miedos y con el inmovilismo heredados de la dictadura. En los noventa no sólo se da un ataque fuerte a las organizaciones populares por parte de la misma democracia, sino también una serie de dispositivos de cooptación muy claros, desde la reorientación de los presupuestos públicos para captar a organizaciones de base, hasta la misma reconversión de partidos que fueron históricamente populares y de izquierda. Esto pasó incluso hasta principios de los 2000. En resumen, hay por un lado una herencia de la dictadura, y por otro una gestión muy inteligente, muy capaz, muy capilar, de los gobiernos de la Concertación y del sistema político en general, de gestión neoliberal, dispersora de las energías sociales.

Creo que hay algo de la insubordinación, de la ruptura con el autoritarismo en los ochenta, que quedó trunco y se reengancha con las formas actuales de la resistencia a través de flujos subterráneos. Al menos para enunciar el problema, diría que de alguna manera el bacheletismo, con su apelación a lo ciudadano, a lo participativo, incluso a lo femenino, a lo no patriarcal, recoge parte de esa insatisfacción que uno podía ver durante los noventa en Chile. De alguna manera complicada, ambivalente, contradictoria, el bacheletismo es un síntoma de eso: no de movimiento pero sí de movilidad, de resistencia que no opera a nivel visible, pero que está. Y a la vez, es un intento de reabsorción de eso que está, como lo fue el gobierno de Lagos, que supo reorientar y reabsorver descontentos y resistencias. Además, el descontento de la gente con el sistema político se palpó en todos estos años. Hay, por ejemplo, un enorme porcentaje de jóvenes –unos dos millones- que no está inscripto en los registros electorales. De hecho, en estos días se está hablando de la generación del "No estoy ni ahí", que era la frase juvenil clave en los noventa. Ahora se está diciendo que hay un paso del "No estoy ni ahí" a la movilización. Igualmente no es que el que "no estaba ni ahí" ahora se organiza, porque los cabros y las cabras que hoy están en las tomas, en los noventa recién estaban naciendo. Pero existían, digamos, flujos sociales de memoria distribuidos y subterráneos. Esto ha eclosionado ahora.

NN: A la vez, lo que parece bastante claro es que aquellos que hasta hace poco eran los que, en razón de su edad, tenían que obedecer, ahora son los que hablan según su propia ley y por ende ponen en cuestión todas las formas de autoridad que regían a otras generaciones de estudiantes.

DO: Absolutamente. En Chile, como en todas partes, está claro que la experiencia escolar o familiar ya no es lo que era, que toda institución históricamente constituida con las funciones de disciplinamiento y homogeneización para una inclusión subordinada, hoy está destituida. También allá es evidente que no sólo hay una educación para ricos y otra para pobres, sino que las escuelas se transforman en depósitos de cabros y cabras sin futuro, o con uno muy precario. Era muy evidente en el contenido y el tono de las discusiones que se abrieron con el movimiento, y se puede rastrear en el discurso de los estudiantes, en lo que se dijo en los diarios, etc. Un problema grande al respecto es que cuando las nuevas fuerzas mercantiles, neoliberales, logran reorganizar –de maneras nunca del todo cerradas- las fuerzas liberadas por las resistencias a la disciplina, toda esta destitución en cierta medida es vivida como un padecimiento. La escuela y la familia siguen teniendo quizá un costado disciplinador, pero está retrabajado por otras fuerzas, mercantiles, globales.

Una clave es que este movimiento secundario en Chile, como otros movimientos, logra tocar algunas de estas dimensiones de la vida contemporánea, y no sólo el problema de que "la política ya no pasa por lo político", como lo concebimos hace un tiempo. Ellos decían, por ejemplo, que esta lucha no es sólo por ellos, sino por sus hermanos chicos y sus futuros hijos, que la vida que hoy se les aparece no es digna. Es muy impresionante que piensen estas cosas. Se da, aunque sea por un rato, muy iluminador, otra experiencia de lo familiar y de lo escolar.

En un momento como éste, uno ve mejor que el mercado fue el nombre de ciertas fuerzas que reorganizaron las energías liberadas por las resistencias a la disciplina, para controlar y matar esas potencias de expansión y de liberación, y que durante un período muy largo esto generó impotencia, destrucción de lazos, atomización de la sociedad, que eso es el neoliberalismo en el sentido más profundo. Y fijémonos cómo pasa que hay movimientos en América latina, y en todos lados, en los que la incertidumbre generada por la destitución es tan grande que se produce como un llamado al redisciplinamiento, medio imposible porque lo social está hecho pedazos, o mejor dicho, ese llamado ("un país en serio", "no se suban por el chorro", etc.), encuentra una recepción y se producen reflujos de los movimientos o las energías.


NN: A mí me impactó muchísimo el cambio de paisaje de la Santiago de 2001 a la de 2006. La de 2001 todavía era una ciudad bastante gris, monocorde, cerrada, con un autoritarismo cotidiano que se manifestaba en la escasa heterogeneidad de expresiones en la calle –por dar ejemplos, en los modos de vestirse de la gente, en los modos de hablar, de caminar-, y en el hecho abrumador de que pocos se animaban a decir lo que pensaban…Ya la publicidad mostraba ciertos cambios en los modelos sociales, a la vez que los estimulaba, pero la impresión era que había muchas prohibiciones trabando las formas de intercambio. Y eso se proyectaba en los medios, porque el único diario que realmente "existía" era El Mercurio, con la excepción de un pasquín ya algo molesto en aquel entonces que era The Clinic. El año pasado y éste volví a Santiago, y me encontré con que la calle es una explosión de heterogeneidad. En marzo, justo para la época de asunción de Bachelet, vos hablabas de que en estos últimos seis u ocho años se había producido una acelerada posmodernización de la subjetividad, y que eso ya estaba presentando otras condiciones, con toda la ambigüedad que tiene la movilidad social misma. Y de ahí tu hipótesis de que si se venía un gobierno con una relación de mayor horizontalidad con la gente, lo que iba a pasar es que la gente no iba a sentir tanto una identificación con ese gobierno –aunque eso también ocurre-, sino que más bien iba a ser el momento en el que todo lo que estaba contenido iba a aflorar en forma de conflicto.

DO: Sí, está bueno como lo panteás. Y diría que si la vida cotidiana en todas sus manifestaciones tiene un tono gris, es porque hay modos de gestión y modos de poder autoritarios. Si las diferencias, ni positivas ni negativas, sino en sí mismas, afloran, el tono de la gestión, de los dispositivos del poder –desde el estado a la publicidad- ya es posmoderno. Algo te dice, por ejemplo, cuando aparece la explosión del diseño. Hoy Santiago es una ciudad design, como lo es Buenos Aires, y eso se ve en la vida cotidiana, en los mobiliarios, en la ropa, en la diferencia de las mercancías que se ofrecen, y sobre todo en la publicidad. Antes, la publicidad era medio boba, y expresaba muy bien este autoritarismo de la vida cotidiana, que un poco era una herencia y otro poco era este plus de represión de la heterogeneidad que tuvo la Concertación. En los últimos años, en cambio, la publicidad se versatilizó a extremos insospechados. Y si incorporó como temática la diferencia sexual, la diferencia de los modos de vida, es porque eso ya se estaba dando en la vida cotidiana. Por eso decía que me parecía que el bacheletismo es como una cierta readecuación del sistema político a la nueva movilidad social.

Esta "posmodernización de las subjetividades" tiene un plano muy inmediato, descriptivo, que implica la emergencia de toda esta diferencia que estaba comprimida y la apertura a su variación, a nuevas diferencias. Pero toda esta heterogeneidad ya se empezó a insinuar en los años ochenta con el movimiento rock, la contracultura, los movimientos de mujeres y las expresiones de autoorganización poblacionales, entre otras. Gente como Pedro Lemebel, Diamela Eltit y otros artistas y escritores expresan muy bien estas cuestiones. Por eso me parece que hubo cierta tristeza en mucha gente que se asomó en una época a todo eso, lo protagonizó, y después vivió el desierto neoliberal de los noventa. Hace pocas semanas, Lemebel publicó dos crónicas en La Nación Domingo, de Santiago, que se titulaban: "Me gustan los estudiantes", y al domingo siguiente, "Me siguen gustando los estudiantes". Son unas crónicas hermosas, donde ves ciertas continuidades entre unas y otras experiencias de insubordinación. Entonces la posmodernización de las subjetividades alude, a otro nivel, al paso de formas de subjetividad marcadas por la disciplina y por las resistencias antidisciplinarias, a una forma posmoderna donde, por más que sigan existiendo elementos de disciplinamiento, todo está fluyendo y siendo acompañado muy de cerca por el mercado. También para mí tenía que ver con que en Chile había algo medio esquizofrénico en los 90, un contraste muy grande entre un neoliberalismo y mercantilismo muy fuerte en el aspecto económico-social, y una represión muy fuerte en los planos de la cultura, de los valores, de los discursos que las subjetividades en juego tenían sobre sí mismas. Y en los últimos años esa represión cultural viene estallando, afloran más claramente los tipos subjetivos de una sociedad de mercado, que van a tener que ser gestionados de otra manera (desde el punto de vista de los poderes).

NN: En ese sentido, la Jornada Escolar Completa (JEC) aparece como un régimen de escolaridad bastante híbrido entre una forma de encierro –con su disciplinamiento más o menos posmodernizado- y una especie de sala de espera por la que tenés que pasar antes de probar de entrar al mercado y/o quedar excluido. ¿Cómo elaboraron los estudiantes este régimen en su lucha?

DO: Pienso que no por nada la JEC es para ellos una demanda importantísima. Primero porque el mismo contenido educativo y las mismas técnicas pedagógicas de la mañana, casi sin sentido para los cabros, se repiten a la tarde. En la JEC hay un intento imposible pero presente de una vuelta a la disciplina. La diferencia es que antes el disciplinamiento también suponía la inclusión, y ahora, este neoliberalismo trucho ya no es más inclusivo, ni lo va a ser. Por eso los estudiantes dicen en sus carteles: "Hoy estudiantes, mañana cesantes". La experiencia de vida del ochenta por ciento de estos chicos es la de la precariedad laboral de sus viejos, o la de la expectativa de hacer la escuela –y con suerte la universidad- sabiendo qué después van a quedarse en bolas. Acá se va a poner en juego una actualización de estos problemas que estamos viendo en otros campos, cómo se posmodernizan las relaciones entre resistencia y poder dentro de la escuela. Y eso es algo que va a haber que elaborar, supongo, porque rápidamente te pueden dar vuelta la situación. Como le decía el gobierno a los mapuches: "¿Ustedes quieren autonomía? Perfecto, pero ahora autónomo es ser microempresario". Entonces viene la ONG, trae la plata, gestiona la intermediación entre el Estado y los organismos internacionales, y el mapuche ya no es más el campesino pobre, oprimido por la policía y el latifundista, pero está subordinado de una nueva manera. Esto es algo que los mapuches están resistiendo.


Los chicos creo que tienen una percepción de esto. Porque si se trata de mejorar las condiciones educativas para que haya una competencia más pareja (como pedía una rubiecita del barrio alto que solidarizaba con sus compañeros secundarios de abajo), entonces mañana igual va a haber ganadores y perdedores y volvemos a cero, digamos.
O sea que, ahora mismo, la escuela en el mejor de los casos es un lugar para proveer armas para la competencia en el mercado. Se reemplaza la educación cívica por la formación continua, como decía Deleuze. Es decir, se pasa del ciudadano a un trabajador mercantilizado que necesita formarse toda la vida para poder adecuarse a las variaciones permanentes de los flujos de capital a los que se vaya subordinando. Y además esta formación continua, al menos acá, es sólo para el que la puede pagar. En este contexto es que la escuela, para muchos chicos, pasó a ser simplemente un depósito, porque el mercado es excluyente. La gente ya está excluida o, si es que tiene un trabajo precario, entra y sale del mercado laboral. Que los cabros tengan como demanda la JEC me parece extraordinario, porque habla de una percepción sobre el hecho de que el tiempo de vida es un tiempo relevante.

NN: Ese es un cambio político fundamental, ¿no? Implica una idea "hiperrealista" de la política, porque la política ahora depende de uno, no del representante, en el que ya nadie cree.

DO: Y eso significa que los tiempos de vida son tiempos políticos. Uno podría minimizar todos estos aspectos, como lo hacen los medios, como seguramente lo harán muchos de los expertos convocados al Comité Asesor Presidencial en Educación que le tiró Bachelet al movimiento ahora, o incluso como puede pasar si todo queda en que la JEC no sea la misma mierda a la mañana que a la tarde, sino que sea más entretenido. O simplemente que bajo el discurso de que en los colegios pobres se provean conocimientos y recursos que se proveen en los colegios ricos, termine siendo una gestión inteligente de la diferencia.

De última, los paros, las tomas y las asambleas, la autoorganización y la vida riquísima que está habiendo entre ellos –porque están haciendo experiencias de socialización: que me voy de la casa, que no estoy por ocho días, que mi vieja ni me dio permiso ni no me lo dio, porque yo me lo tomé, y al final me vino a apoyar, que hay que cocinar, cuidarse, hablar con los periodistas, recibir a los que vienen a apoyar- todo esto, ¿no es una suerte de JEC auto-organizada? Creo que una experiencia así deja una marca extraordinaria, de la que es difícil volver.

NN: En ese sentido, me parece muy significativo que los pibes hayan privilegiado las tomas y los paros por sobre las movilizaciones. Porque en la movilización no hay esta capacidad tan sostenida, propia de las asambleas de estos pibes, de encontrarse para ver qué está pasando, para discutir, para experimentar más abiertamente qué sería crear y recrear una comunidad, para probar –sin ideales ni imágenes fijas de cómo actuar- si efectivamente la comunidad funciona.

DO: Es cierto que se pasó de la calle a la escuela, pero también en parte porque en este conflicto, el ocupar más que nada la calle abría la posibilidad de que la lucha se desvirtuase. Los cabros no quisieron que la cuestión estuviese teñida por el descontrol y la violencia callejera, porque creo que sintieron que si eso pasaba iba a haber un flanco de criminalización del conflicto. Entonces, al menos por lo que han dicho, ese pasaje de la calle a la toma de la escuela estuvo muy signado por la necesidad de cuidarse. Como que hubo una mezcla de necesidad y virtud. Ahora, lo que está en la escuela ya estaba antes: en los cinco años de invisibilidad del movimiento, el cuerpo asambleario ya se venía forjando, y en esta experiencia de movimiento parece que se enriquece y se amplía.

NN: Claro. Pero por ejemplo, el hecho de que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) fuera a salir a la calle, hizo que una de las voceras de la ACES dijese algo así como: "Que ellos se hagan responsables de la movilización, nosotros vamos a quedarnos en las escuelas". En cierto momento del conflicto la movilización callejera es menos importante, porque encuentran mucho más riqueza en la escuela, y también porque ciertas formas de movilización callejera, tipo FPMR, han llegado a un punto de desgaste que más que colaborar con el movimiento, podrían ponerlo en jaque.

DO: Ellos lo tienen muy claro eso. Y además, en muchos sectores sociales está habiendo una percepción de que es necesario fundar maneras de organizarse que trabajen este problema de la instrumentalización por aparatos, por orgánicas, que ya aportan muy poco y que ni siquiera rozan las condiciones de dominación. Ahora, tampoco vimos que los estudiantes se erigieran en una suerte de autoridad que dice cómo tiene que ser la movilización. Justamente porque están hablando con la sociedad, decían que lo que querían es que su experiencia transcurriese a su manera. Ellos se desmarcan tanto de los efectos indeseados que puede generar una movilización de aparatos, como del hecho de que en una movilización así va de suyo el intento de sumar agua al molino propio por parte de algunos. Los estudiantes parece que tienen la autopercepción muy fuerte de que están fundando algo de nuevo tipo. Por ejemplo, los voceros de la ACES marcan todo el tiempo que ellos no son representantes, sino sólo voceros. Hay incluso una percepción de que la ideología no es algo tan importante en esta lucha. Uno de los voceros decía el otro día que no quería hablar de su ideología, porque eso era parte de su vida privada. Uno podría pensar que lo interesante no es la ideología –que corresponde al campo de la representación-, sino un pensamiento colectivo muy práctico como el que ellos desplegaron en las asambleas, a un costado de la ideología.

NN: Retomando la hipótesis que tenías en marzo de que se iban a abrir espacios para el pasaje de la movilidad al movimiento, ¿te parece significativo que el primer gran conflicto social que tiene que enfrentar Bachelet sea protagonizado por una generación que se forma justamente en estas condiciones de posmodernización de la subjetividad, que nació en los noventa y crece sin vivir en carne propia una experiencia autoritaria?

DO: Es cierto que no tienen amarras subjetivas tan fuertes con ese autoritarismo, y que lo pueden cuestionar de una manera más clara. De eso se está hablando muchísimo. De hecho, ése es uno de los elementos de transversalidad en el debate, y que a la vez transversaliza, porque colabora a que el miedo de cada cual pueda ser pensado. Se habla, por ejemplo, de que la pérdida del miedo es muy importante. Tienen menos memoria del miedo. Pero no nos olvidemos de que ésa es una cuestión capilar, y como chicos de 15, 16, 17, vivían en ámbitos donde la pasividad del miedo tenía efectos (y sin duda los sigue teniendo ahora). También se habla que ahora el educado se convierte en educador. Lo cual dice mucho no sólo de las nuevas generaciones, sino también de las capacidades que tenemos todos cuando transformamos el deseo en movimiento.


NN: Una amiga de Valparaíso, Vanessa Grimaldi, me decía el otro día que los estudiantes –la cito literalmente- "establecen un diálogo desde la vulnerabilidad y ejercen poder desde la vulnerabilidad. Ellos nacieron sin esperanzas, al contrario que nosotros. Y buscaron la proporcionalidad de la lucha desde la desproporción de sus recursos". Esto que ella señala, además de ser una lógica opuesta a la de la acumulación de fuerzas clásica, habla de una forma de lucha según la cual esa vulnerabilidad es revertida como fuerza, y de una manera muy desconcertante además: los estudiantes lograron percibir las zonas de inestabilidad del gobierno –y de los medios- y las manejaron volcándolas a su favor. No buscaron parecerse al enemigo –en el sentido de que no intentaron hacer "bien" lo que el enemigo hizo "mal"- y, a la vez, evitaron quedar atrapados en su juego. Todo este combate se da en una situación de total fluidez, completamente móvil y rápida. Volver proporcionales los propios recursos es un logro al que se llegó en plena acción, no programáticamente, y creo que fue justamente esto lo que consiguió provocar una identificación en mucha otra gente, que sintió que su vulnerabilidad también podía transformarse en fuerza.

DO: Sí,
creo que esta percepción de la vulnerabilidad, de la fragilidad de las condiciones de existencia de los estudiantes, se ve en muchos gestos que el movimiento emite. Hay como una urgencia por preocuparse de que no haya desmanes, por cuidar las tomas, por apoyarse unas a otras. Incluso bajaron los secundarios del barrio alto a colaborar en las tomas, o también se dio una colaboración de hormiga de padres, madres, vecinos. Los cuidados que tienen entre ellos son clave, porque justamente es una actitud antagónica a la lógica de la seguridad (algo que se ha pensado bastante acá en Argentina, ¿no?). Lo digo porque, fijáte qué loco, en estos mismos días también ha surgido una movida en Santiago de las "víctimas de la delincuencia", como se autodenominan, que también se tiraron a la calle, emitiendo enunciados, y los medios le han dado mucha bola. Es todo este discurso de la seguridad ciudadana, de la guerra contra la delincuencia, de basta de garantismo jurídico, etc. ¿No es impresionante que las dos movidas surjan en paralelo, en el mismo suelo? Pero en un caso hay una elaboración colectiva asamblearia, y en el otro un grupo de presión de "la sociedad civil" para que el Estado meta mano dura.

Volviendo, la urgencia de los cabros es medio paradójica, porque por un lado buscaban que lo asambleario no saliera en ningún momento del centro de la atención y de la acción, y por otro, porque cuando el dispositivo asambleario transcurría, ellos se daban todo el tiempo del mundo para sí mismos ahí adentro. Y en el diálogo con el propio gobierno se han dado también reuniones interminables, que los medios interpretaban como soberbia estudiantil, pero muchos creemos que tenía más que ver con la gestación de tiempos propios. Creo que la urgencia está conectada de algún modo con la sensación de fragilidad tanto del movimiento como de las condiciones generales de existencia. Y a la vez, en el momento álgido del conflicto, han sabido operar con mucha sabiduría táctica, porque manejaron los tiempos de los medios, del gobierno, y tuvieron una rápida percepción de por dónde se empezaba a elaborar una operación de desarme del movimiento (fomentando divisiones internas, separándolos de la sociedad, etc.).

NN: Una pregunta final: ¿quiénes son estos pibes?

DO: ¿Quién puede decirlo? Estos días se dijeron muchas cosas: que son la primera generación desatada del miedo heredado, que crecieron en democracia viviendo cierta experiencia de la diferencia y la tolerancia, que han conocido la onda de las nuevas luchas globales... Por otro lado, todo aquello de que vienen haciendo la experiencia de la incertidumbre de vida, la precariedad de la existencia, el sinsentido del mundo adulto. De todas maneras, lo que es claro es que es una pregunta abierta, una que ellos y ellas mismas están elaborando al estar en movimiento. Es menos "quienes son" y más en qué están deviniendo al moverse. Es extraordinario que sea una pregunta abierta, porque así nos interpela a todos.


Buenos Aires, 7 de junio de 2006

Posdata, dos semanas después de la entrevista (por Diego Ortolani)

Si me preguntaras cómo sigue la cosa, podríamos conversar varias cuestiones. Por un lado, el viernes 9 de junio una asamblea general de la ACES resolvió, después de varias marchas y contramarchas, llamar a bajar los paros y tomas y volver a clases. Según cuentan ellos mismos, en esta decisión pesó mucho el desgaste que supuso sostener los paros y sobre todo las tomas en muchos casos por varias semanas, en medio del frío creciente, del gradual hostigamiento del gobierno y los medios, y con el enorme gasto de energía que supuso mantener esas acciones durante tanto tiempo. También se fue viendo que en la ACES se diferenciaron posiciones, entre quienes estaban de acuerdo con los logros obtenidos y les parecían suficientes, y quienes querían seguir yendo más fondo, con un cantidad de matices intermedios. Los medios empezaron a fogonear esta supuesta división entre duros y blandos (atravesada a su vez por supuestas o reales tendencias ideológico-políticas y hasta de clase), pero la realidad parece ser (como siempre) más compleja y rica, aunque en parte estas diferencias existan y se manifiesten, como es natural en un movimiento tan masivo y heterogéneo.

Los logros inmediatos, igualmente, no fueron pocos. El movimiento, superficialmente, tenía una "agenda corta" y una "larga". La corta eran las demandas más inmediatas: Prueba de Selección Universitaria (PSU) gratis, Pase Escolar Gratis, Tarifa Escolar gratis, y otra serie de demandas como un aumento grande de las raciones de almuerzos, arreglo de infraestructuras, equipamiento, etc., muchas de estas últimas matizada según cada realidad local. Pues bien, obtuvieron PSU gratis para un porcentaje muy alto de estudiantes (de los "quintiles" más pobres), Pase gratis para todos, tarifa gratis para un cierto porcentaje, un incremento dramático de los almuerzos, un plan de mejoras de la infraestructura para muchísimos colegios. Incluso, los colegios industriales obtuvieron cuestiones como práctica laboral pagada (hasta ahora era ad-honorem), etc. Una cantidad de demandas que, si no se hubieran movido, ni hubieran figurado en la agenda pública. Me parece que además esto ha tenido un valor que puede traer cola, porque hasta ahora Chile era un país donde el verso neoliberal de la responsabilidad presupuestaria y fiscal era intangible, y éste es el primer movimiento acá, en estos años, que muestra en una escala extendida la falacia de aquello, y le abre un boquete muy grande por donde es muy probable que se van a empezar a colar otros conflictos. Pero además, hay que ver que cuestiones como los almuerzos, que van relacionados con la JEC, también enlazan con la discusión sobre el tiempo escolar como tiempo de vida (y sus requerimientos) que el movimiento abrió.

En cuanto a la "agenda larga", el Gobierno abrió un Consejo Asesor Presidencial sobre Educación, donde los estudiantes tienen cierta representación, para iniciar un "diálogo ciudadano" que culmine más o menos pronto en reformas a la JEC y a la LOCE. Esto es un logro y también una trampa, porque ese Consejo está saturado de "expertos en educación" y representantes del modelo educativo que ellos cuestionaron con el movimiento. Así que esto augura unos debates y tensiones (sobre los cuales el movimiento mismo ya ha empezado a hablar), en los cuales se van a jugar probablemente algunas de las cuestiones futuras más importantes.

El movimiento ya salió de la escena que construyen los medios (que de todas maneras, hay que decir que se vieron atravesados y tomados por él en el momento más álgido), esa escena "pública" de la normalidad, que ahora está dominada por los 100 días del gobierno de Bachelet y por el tema de la seguridad ciudadana y la delincuencia, repuesto por esta movida que contábamos antes. Y es increíble, parece que no hubiera pasado nada o muy poco, y ya se los ve a los pingüinos y a las pingüinas de nuevo luchando con las micros y el frío y las carencias de las escuelas de siempre. Seguro que esto es una apariencia, porque ni los pingüinos ni las escuelas volverán a ser lo que fueron.

Algunos cabros con los que hemos estado conversando cuentan que tanto en la ACES como en otra cantidad de instancias de coordinación o asamblea menos visibles y más fluidas que se han ido dando por acá y por allá (algo muy interesante de seguir, porque habla quizás de una multiplicidad viva del movimiento, una imagen distinta a la que empieza a dejar fijada el lenguaje mediático); en esos espacios, decía, el debate sobre la JEC y la LOCE, pero también una cantidad de demandas heterogéneas y sectoriales, van a ser seguidos muy de cerca, y si no hay avances reales dicen que habrá nuevas movilizaciones e iniciativas, incluso acciones de nuevo tipo. Por otra parte, parece que este mismo debate se verifica casi en cada asamblea de base que hubo, sea cual sea la forma que esos cuerpos colectivos tengan ahora. En fin, hay como una vuelta a la invisibilidad, a un flujo subterráneo que quién sabe si no volverá a ser un nuevo silencio paradójico, un repliegue a los tiempos distintos a los de la explosión pública pero a su manera productivos. Como decía una amiga mexicana, desde siempre hay tiempos del cotidiano y tiempos de la fiesta y el juego, y los movimientos viven muy bien ambos tiempos. La eclosión de estos días tuvo mucho de fiesta y de juego, ¡y no podía ser de otra manera tratándose de chicos y chicas! Como decía esta amiga, la gente no aguanta siempre en ese estado de conmoción que es la fiesta pública. Por ahora ésta ya pasó, pero fue muy alegre y subversiva, y quién sabe si no se vienen luego nuevas fiestas, mientras ahora transcurren los tiempos del cotidiano, que ya no es el que vivimos hasta hace muy poco.

Santiago de Chile, 22 de junio de 2006

Fuente: lafogata.org