|  
        
        Latinoamérica 
     | 
  
|  
      
       | 
  
El matón del barrio
Chile armado hasta los dientes 
Roberto Ortiz
El anuncio de la compra en Alemania de un centenar de tanques Leopard-2 para 
el ejército chileno y la inauguración de la Feria Internacional del Aire y el 
Espacio (Fidae) con la intimidante presencia de los cazabombarderos F-16 de 
última generación adquiridos por la Fach, constituyeron hechos relevantes en el 
área de la defensa en los primeros días de gobierno de la presidenta Michelle 
Bachelet. 
La compra de los tanques se conocía desde hace tiempo, pero se alegaron 
inconvenientes burocráticos para que el anuncio oficial se retrasara hasta 
ahora. Al parecer, se quiso que la presidenta de la República enviara a los 
militares una señal potente de su compromiso con el proceso de modernización del 
ejército. Análogo sentido se atribuyó a su asistencia a la Fidae. 
La adquisición de tanques tuvo eco inmediato en Perú. No sólo en el gobierno del 
presidente Alejandro Toledo. El candidato a la presidencia que encabeza las 
encuestas, Ollanta Humala, un ex teniente coronel ultranacionalista, sostuvo que 
"hace tiempo que las adquisiciones chilenas ya sobrepasaron el principio de 
renovar el material obsoleto por un material nuevo". Agregó que interesaba saber 
"cuál era la política que lleva a los chilenos a comprar compulsivamente tanto 
material bélico". El gobierno chileno -la presidenta de la Répública y la 
ministra de Defensa, Vivianne Blanlot- reiteró que se trata sólo de renovación 
de armamento que permite dar de baja material obsoleto. 
Es discutible que Chile haya iniciado un proceso armamentista, porque 
históricamente es una constante que el presupuesto militar sea alto. 
PRIMERO EN GASTO MILITAR 
Desde hace tiempo el país tiene el primer lugar del gasto militar per cápita en 
Sudamérica. Lo que ocurre corresponde a una situación coyuntural de 
modernización militar y, en los últimos dos años, a una inusual disponibilidad 
de recursos por el mayor precio del cobre. No se trata, obviamente, de que el 
gasto militar chileno esté ajustado a las necesidades de la defensa de un país 
que no sufre amenazas externas. Es excesivo, pero lo es desde hace mucho tiempo 
y, salvo en la relación con Argentina, nada se ha avanzado en la homologación 
efectiva del gasto militar que permitiría en algún momento tomar medidas de 
desarme. 
Por otra parte, la renovación de material obsoleto necesariamente altera el 
equilibrio existente hasta el momento. Se dispone de armamento tecnológicamente 
más avanzado que, al romper el statu quo, desencadena una espiral de compras en 
los países vecinos. Tampoco éstos están libres de pecado. Perú, en algunos 
momentos, ha tenido puntos más altos que Chile en compras militares. A lo menos 
en dos ocasiones en los últimos treinta y cinco años: las adquisiciones hechas 
en la Unión Soviética y Estados Unidos por el gobierno del presidente Juan 
Velasco Alvarado y las compras realizadas por la administración del presidente 
Alberto Fujimori, especialmente a Rusia y Bielorrusia, que ocultaron comisiones 
ilícitas. 
Desde el término de la dictadura en Chile, y como consecuencia, en parte, del 
poder fáctico que representan las Fuerzas Armadas, se ha puesto en marcha un 
proceso de modernización que ha significado compras importantes de armamento, 
especialmente en los últimos ocho años. 
La Armada ha afrontado un proceso efectivo de obsolescencia de prácticamente la 
totalidad de la escuadra. Ocho barcos de superficie cumplieron su vida útil y de 
los cuatro submarinos, dos sobrepasaron los cuarenta años de actividad y los 
otros dos deberán ser reemplazados dentro de cinco o seis años. Para enfrentar 
esta crisis se adoptaron dos decisiones muy significativas, luego de largos 
debates que trascendieron a la opinión pública. En el gobierno del presidente 
Eduardo Frei Ruiz-Tagle se decidió la construcción de dos submarinos de tipo 
Scorpene, con tecnología de punta y un costo de 500 millones de dólares. Uno de 
esos submarinos, el O’Higgins, se incorporó a la escuadra hace pocas semanas y 
el siguiente llegará a fines de año. Se dieron de baja los dos submarinos más 
antiguos, pero obviamente aunque se mantenga el número de cuatro unidades, la 
presencia de dos submarinos nuevos con la tecnología más avanzada produce 
desequilibrio. 
En cuanto a la flota de superficie, inicialmente se consideró el Plan Tridente 
para construir en Chile ocho fragatas en asociación con un consorcio alemán. El 
elevado costo del proyecto -más de mil 500 millones de dólares- obligó a 
descartarlo. Finalmente se optó por la adquisición de ocho fragatas de segunda 
mano, cuatro inglesas y cuatro holandesas, reacondicionadas y con una vida útil 
de por lo menos veinte años, tecnológicamente avanzadas y a un costo del orden 
de 500 millones de dólares, la tercera parte del Plan Tridente. Las nuevas 
fragatas reemplazarán a los ocho barcos que componen todavía la flota de 
superficie y son un factor que preocupa a los vecinos. 
SUPER AVIONES 
Más ilustrativa ha sido la renovación de aviones. La Fach diseñó un plan para 
reemplazar sus envejecidos cazabombarderos de procedencia heterogénea (Mirage 
Pantera, Mirage Elkan, F-5, etc.). A diferencia de las otras fuerzas aéreas del 
continente, decidió, con el respaldo del gobierno, adquirir una partida de 
aviones nuevos de última generación. La presión del gobierno de Estados Unidos 
determinó que se optara finalmente por diez aparatos F-16 construidos por la 
firma Lockheed Martin a un precio del orden de los 600 millones de dólares. Ya 
llegaron dos y el resto lo hará en los próximos meses. 
Están dotados de los últimos adelantos, entre ellos cohetes aire-aire con 
tecnología superior a los cohetes aire-aire de que dispone Perú desde hace años. 
Los diez F-16 -que reemplazarán a un número mayor de aparatos antiguos- alteran 
radicalmente la situación. Debe agregarse que se comprarían a Holanda 18 -que 
pueden ser 28- aviones F-16 de segunda mano, pero con altos estándares 
operativos. 
En el ejército la situación es diferente y el gasto ha sido menos espectacular. 
La racionalización y modernización aplicadas han dado mayor eficiencia operativa 
a esta fuerza a través de la constitución de unidades en que se han integrado 
las diversas armas y los respectivos regimientos. Se ha incrementado la 
movilidad y la potencia acorazada de las tropas con transportes blindados de 
personal, nueva dotación de tanques y aumento de la potencia de fuego. En ese 
contexto se inscribe la compra reciente de 93 tanques Leopard-2 -de segunda 
mano- considerados entre los mejores del mundo. Junto a los 93 tanques 
operativos se dispondrá de otros 25 para fines de entrenamiento y suministro de 
repuestos. Está en marcha una reorganización del material blindado, que 
significará una reducción de 350 a 280 unidades que por ser más modernas 
representarán un mejoramiento de la eficiencia bélica. 
La modernización de las Fuerzas Armadas chilenas las ha hecho más eficientes, 
más caras y también más peligrosas. Constituyen un factor objetivo de 
preocupación para los países vecinos que los llevará a realizar cuantiosas 
compras militares. Así ha ocurrido antes y seguirá pasando, con la consiguiente 
penuria para los pueblos que ven aumentar el gasto militar en detrimento de la 
satisfacción de sus necesidades más apremiantes. 
NUMEROS ABRUMADORES 
El gasto militar en Chile es excesivo a juicio de la mayoría de los analistas, 
porque no hay conflictos previsibles dado el panorama internacional. Anualmente 
el gasto militar en Chile -sin considerar la adquisición de armamentos- se sitúa 
entre los dos mil cien y más de tres mil millones de dólares, si se consideran 
los recursos destinados a Carabineros que todavía depende del Ministerio de 
Defensa. A ello hay que agregar el diez por ciento de las ventas del cobre de 
Codelco, que tiene un piso de 260 millones de dólares que se reparten en sumas 
iguales entre las tres ramas de las Fuerzas Armadas. El alto precio del cobre ha 
provocado un aporte adicional que se distribuye según las necesidades que se 
estiman prioritarias. En 2004 el diez por ciento del cobre representó 556 
millones de dólares, es decir casi 300 millones de dólares adicionales. En 2005, 
por ese concepto llegaron 800 millones de dólares, 540 de los cuales fueron 
adicionales. De continuar la actual tendencia en el precio del cobre, en 2006 la 
suma sería aún mayor. Sintetizando, en los últimos dos años hubo 840 millones de 
dólares de superávit en relación al piso de 260 millones. 
No se trata solamente de una inesperada cantidad de recursos disponibles. Los 
gastos en armamentos tienen, a menudo, un carácter que ha sido calificado de 
"incoherente". Hay dos ejemplos socorridos. La Armada ha descartado las 
hipótesis de conflicto vecinal, y se concentra en su estrategia de "aguas 
azules" mucho más allá de las fronteras y de la zona económica exclusiva. Se 
propone un desarrollo orientado a la defensa y apoyo de los intereses chilenos 
en ultramar (exportaciones, buques mercantes) y de intereses compartidos con 
potencias como Estados Unidos, que explican su creciente participación en 
maniobras en zonas cercanas al Canal de Panamá, Oceanía e incluso, zonas 
asiáticas. La Fuerza Aérea, en cambio, trabaja con hipótesis de conflicto 
vecinal: de ahí su opción por los cazabombarderos, de preferencia F-16. 
Los compromisos derivados de las adquisiciones de armamentos de los últimos años 
se empinan por sobre los dos mil 500 millones de dólares. Como en una espiral 
interminable, deben visualizarse nuevas -y muy costosas- adquisiciones. En los 
próximos años deberán reemplazarse los dos submarinos alemanes que entrarán en 
osbsolescencia. La Armada posiblemente aspire a adquirir otros dos Scorpene, si 
dan buenos resultados. Pronto debería definirse la compra de helicópteros de 
ataque -como los que tiene Perú- como apoyo a los tanques, los blindados de 
transporte y la infantería. Pero hasta ahora no se ha producido consenso acerca 
de cuál aparato pudiera satisfacer los distintos requerimientos de las Fuerzas 
Armadas. Será necesario, también, de acuerdo a las planificaciones actuales, 
adquirir nuevos cazabombarderos que idealmente deberían ser de última 
generación. La Armada no se queda atrás. Y el ejército tiene planes que llegan 
al 2010 y comprenden nuevos y mejores armamentos.