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Latinoamérica

Sr. Presidente: Un fatalista le ministra una de sus Carteras

Carlos Barros Pons

Una vez más cabe el intento de insistir, hacia el Presidente de la República, cabeza de la Función administrativa, asalariado de privilegio en un Estado de salarios de miedo, respecto a que él asuma el contraloreo de las riendas.

No debemos compararlo con titulares de otrora, como Jorge Pacheco Areco, con Julio Mª Sanguinetti, con Luis Alberto Lacalle de Herrera, con el ulterior Sanguinetti II o con Jorge Batlle; reconozcamos que usted es un funcionario público sui géneris.

Después de tanto derivar por una larga vida, su subordinado como actual Sr. Ministro por usted mismo colocado [1], quien le lleva Cartera de agropecuaria, acaba de definir su último "... ismo".

En tiempos de C-A-M-B-I-O luego de haber pasado el funcionario de marras por un terrorismo de corte inconstitucionalista para ulteriormente pasarse al constitucionalismo respecto a idéntica Carta fundamental vigente con anterioridad a la Dictadura, supo mantener el izquierdismo incorporándose al frentismo hasta estacionarse en el nominalmente desaparecido progresismo que goza de excelente salud en lo expositivo.

Más recientemente pasó de la elevada jerarquía por respaldo electoral del Soberano, desde al menos un trigésimo del apoyo electoral nacional que le defería representatividad en elevadísima senaturía, al muy menor administrativo cargo público de confianza ministerialista por designación presidencial.

Seguramente carecemos de alguna otra referencia «... istas», de pasajes siempre principistas entre diversos naturales cambios por otras tiendas que no pudieran sostenerse por algunos, pero lo interesante –siempre– es saber respecto al mismo: ¿en qué anda?, acaso, "a la derniere».

Ahora, aunque un lector medio dude –ni él tampoco lo ingenie– se ha definido por un fatalismo; de lado quede toda inferencia sobre que los temas más espinosos se darán por finiquitados cuando una conocida Empresa de plaza en el rubro de Pompa Fúnebre se lleve a los actores todos.

En declaraciones a los medios televisivos –en los cuales siempre aparece como un convidado de piedra– declaró sin empacho alguno que en el Departamento de Artigas, se tiene «la última OPORTUNIDAD».

Todo queda en una salida a lo Mujica como tantas hubo y –a no dudarlo– restarán en puerta como hijas de un elevado potpurrí propio de cajón de sastre.

Se afilia, así, a una Doctrina según la cual todo sucede –por ineludible determinación del hado o destino– sin que exista libertad en ningún ser, ni tampoco albedrío.

Es el planteo extremo del divergente «Lo toma o lo deja», del populachero «Hay lentejas; si quieres...», que a poco que el colectivo de los seres pensantes lo intelijan hallará que en su Secretaría por Carteras no todas las conductas son lo cuerdas que se necesita para U-N C-A-M-B-I-O B-U-E-N-O, ni tampoco piolas los actores en tal dirección –y sentido– de concreción.

Por estos días, cuando un pequeñísimo grupo de artiguenses ocupó un predio inculto desde hace más de una década, y sin tener ni siquiera los dólares imprescindibles para invertir por hectárea para sembrar caña, también salió a los medios pero para peyorar sobre la actitud en iniciativa de esa gente.

Manifestó el Sr. Ministro Mujica en el tenor de Siempre que unos están gestando una idea, otros se enteran y se adelantan para aprovechar con ajenas conquistas.

Nada más lejos, dado que esos pocos adelantados lo eran respecto a la caña para la producción azucarera tradicional, y no para producir combustibles u otros derivados, dado que refería, su Sr. Ministro, a la explotación de la caña azucarera, pero para la producción sucroalcoholera.

En ese Acto, más que como frutillita fuese visto como sandía con vino de la torta, estaba muy sonriente el hijo de aquel hombre procurado en materia de Derecho que trajo consigo a los peludos desde aquel extremo geográfico nacional hasta esta Capital.

Lo increíble es que el delfín de aquel tan discutible hombre –como lo son todos los que emprenden en lo diverso– festejaba la situación sin haberse apeado a la realidad: con la sola producción de tales alcoholes la hambruna de tanta de esa gente –que hasta ha sido alimentada por colectas públicas– no cesa.

No es algo apostado al acaso el conjugar el verbo GOBERNAR. No se trata del aleatorio ruletero jugar las últimas tres bolas prestadas, en ámbitos que no se dominan y sin un patrimonio ocioso por sobreabundante.

Lejanos equivalentes contractuales consistentes en meras contingencias de suyo inciertas de ganancia o pérdida... cuando lo que está en medio es una millonada de dólares de un Pueblo en el cual muchos viven absolutamente en la calle, lavan sus ropas en las fuentes y cuelgan sus ropas en los parques... y siguen comiendo de los prolijos contenedores... y alimentando la morgue de la Facultad de Medicina [2] al no amanecer de varios en muchas madrugadas de invierno.

El espacio a sembrar por la iniciativa oficialista no alterará losa números de la Economía nacional tanto como los millones de dólares que dispuso ese mismo Jerarca de la Administración Nacional.

Él es un integrante político al cual, como no le dio el cuero de los sufragios obtenidos para entrar al Palacio Legislativo, recibiera como premio consuelo el ser colocado en el Directorio de ANCAP; y, hace menos de una semana declaró –sin siquiera conmoverse– en un tono de Vamos a invertir unos dos o tres millones de dólares en la prospección en la plataforma argentina en sociedad con algunas Empresas petroleras privadas y Estados extranjeros... pero si tenemos suerte también compartiremos las eventuales ganancias.

Haramos, dijo el mosquito. El tema de ANCAP no es de una naturaleza de juego, apuesta y suerte, los de adentro macanean hablando de dos o tres millones de dólares... como si fuese fruta podrida que se arroja al río; todo sin haber internalizado que no es pavo ni habla de mucosidades.

Después de haber perdido decenas –y cientos– de millones de dólares en inversiones públicas aplicadas –a grosera pérdida adrede sostenida– a cadenas de estaciones de servicio gasolinero en Argentina, lo que costó más al Erario que una Torre de las Comunicaciones con llamadas adicionales y todo, ponerse en nombre de la Administración a llevar a cabo el jueguito del Financista o Banquero con menguados dineros del Pueblo, para lo cual se sigue tomando Deuda pública, es –antes que sólo poco serio– harto avergonzante.

Pero, si se quiere poner los huevos en varias canastas, elemental cuestión previa es hallar quién ponga la canasta y quién tenga los necesarios huevos. No vale darse pisto colocando escasos huevos que le han prestado a una tímida Sociedad oriental... en única Canasta administrada por tigres de bengala.

Señor Dr. (M.) Tabaré Ramón Vázquez Rosas: ingrese al resto de su período pisando la tierra. Relea sus discursos... al menos los de 2004, inclusive, en delante. Trate de acercar sus promesas a lo tangible; no se haga más trampas al solitario en ese entorno de adláteres que siempre le baten palmas y lo tienen muy lejos de la realidad que –sin embargo– usted bien paladea.

Si de tanto casting (con el reel de las cañas de pescar, no con esa nada objetiva Fundación ICI de Las Cañas fraybentinas) se le produjo una galleta... sepa que con paciencia los hilos se encaminan por adecuada senda si debe manejar a distancia... y sus manos trazarán lo adecuado si el control es directo.

No padezca de lo que personas de mal gusto ya denominan de «síndrome de los excavadores». Todo, desde que a partir de lo que se muestra en notas gráficas de dudosa ética, si los antropólogos son capaces de iniciar la búsqueda de pequeños huesillos de una mano o de un pie con una retroexcavadora... sepa que usted no tiene Ciencia que puede manejar a la masa a los ponchazos para sacar buena cosa de una conducción topadora.

Sepa que, al menos, más de una vez ha escuchado a alguien que le trasmite como se ve desde el llano lo que la torre de los panoramas de su nomenklatura no le permite atisbar entre muelles condiciones y absorto por cantos de cisne de Estados centrales y multinacionales de primer orden.

En definitiva: usted no está allí para tapujear sino para aclarar las cosas; y proceder en consecuencia.

Plantar caña para producir alcohol jamás será la última oportunidad que tendrá toda una población artiguense.

Poner millones de dólares a la mera suerte en una prospección extranjera contraloreada por otros, más allá de que el Canario Luna deba urgentemente acrecer la letra de su Todo es una timba, tampoco es un negocio para que el mismo ente (rectius: Ente energético) siga haciendo los deberes al golpe del balde.

Reconozca quiénes lo llevan por dónde. No se sienta molesto cuando otros habitantes y ciudadanos de a pie le hacen sonar la campanilla que opere como imprescindible llamado de atención a quién juega con lo nuestro.

Respetuosamente

Carlos Barros Pons [3] [25 de enero de 2006]

[1] Constitución de la República Oriental del Uruguay, artículo 174:
inciso 3º: «El Presidente de la República adjudicará los Ministerios entre ciudadanos que, por contar con apoyo parlamentario, aseguren su permanencia en el cargo».
inciso 5º: "Los Ministros cesarán en sus cargos por resolución del Presidente de la República, sin perjuicio de lo establecido en la Sección VIII".

[2] Giro que hemos tomado del ex sub rector de Codicen, formador en Sociología de tantas tandas de hombres que por décadas vienen dando fe pública en Uruguay, profesor Aldo Solari; realidad que el mismo Sr. Presidente habrá constatado –como hemos podido hacerlo en persona– que en las mesadas del sótano de la vieja Facultad –sobre Avenida General Flores– aparecen algunos personajes típicos que conocíamos de las calles cuyos cuerpos nadie reclama. Pues: eso, ¡DELO POR HECHO!, sigue igualito.
 
[3] REMITENTE:
cbarros@adinet.com.uy
cbarros@montevideo.com.uy
Carlos BARROS PONS [Dr. D & CCSS]
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Fuente: lafogata.org