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Medio Oriente - Asia - Africa

Las relaciones entre Argelia y Marruecos han condicionado los intentos de integraci�n regional en el Magreb. Y ello seguir� siendo as� mientras no se resuelva el conflicto del Sahara Occidental
El Magreb mira al Sahara

Luz Mar�a Sela M�ndez
Gloobal Hoy

En 1994 se anunci� el bloqueo de la Uni�n del Magreb �rabe por las tensas relaciones mantenidas entre Marruecos y Argelia. Este mismo a�o, lo que parec�a un relanzamiento en el proceso de integraci�n regional (la prevista reuni�n en Tr�poli de los cinco jefes de Estado) se qued� de nuevo en impasse. �El motivo? Tambi�n, en este caso, los malentendidos y provocaciones cruzadas desde Argel y Rabat.

La jugada de tensi�n-distensi�n en la pol�tica de ambos pa�ses ha condicionado los intentos de potenciar un �rea de estabilidad y di�logo horizontal entre los vecinos magreb�es. La tesis del "enemigo exterior" explicar�a buena parte de las acciones de ambos pa�ses en los �ltimos a�os. Ni siquiera la llegada del presidente argelino Buteflika o el ascenso al trono de Mohamed VI pudo aliviar las tensiones. A pesar de que s� se han producido ciertos motivos para la esperanza -la retirada mutua de la exigencia del visado, la t�mida reapertura de fronteras, las conversaciones mantenidas entre sus l�deres pol�ticos- el tiempo sigue demostrando que ambos pa�ses practican m�s una estrategia de gestos que de hechos. A pesar de las promesas, la paralizaci�n del proyecto del Magreb resulta evidente.

El conflicto del Sahara Occidental (en la actualidad, en situaci�n de impasse tras la negativa de Marruecos a aceptar la propuesta del Plan Baker II) constituye el �nico factor capaz de hacer girar la situaci�n. La total divergencia de posturas que hist�ricamente han manifestado ambos pa�ses con respecto a esta cuesti�n da cabida al pesimismo: desde la simplificaci�n dual de Marruecos (para quien �nicamente existen posturas pro-marroqu�es o pro-argelinas) a la autoexclusi�n de Argelia (pa�s que, a pesar de apoyar al Polisario como �nico representante leg�timo de los intereses del pueblo saharaui, siempre ha renunciado a pretensiones sobre el territorio).

Para Rabat, que siempre ha reclamado la reintegraci�n de los territorios saharauis para lograr su ideal de "Gran Marruecos", el Sahara constituye un factor de legitimaci�n. Seg�n el r�gimen, es una "causa sagrada" para la que existe consenso entre la poblaci�n. Aunque los hechos han demostrado que el desacuerdo social es cada vez m�s evidente, no parece que el reino alau� est� dispuesto a ceder en su proyecto soberanista. La preocupaci�n por demostrar al exterior que Marruecos representa un paradigma de estabilidad en el escenario magreb� (a pesar del creciente impacto de la violencia integrista) ha condicionado siempre las relaciones con Argelia, acusado por Marruecos de "producir" terrorismo interno. As�, por tanto, Marruecos ha hecho valer la imagen hist�ricamente asentada de estabilidad como garant�a para lograr aprobaci�n a la anexi�n del Sahara. Y tambi�n para dialogar en las mejores condiciones con sus aliados Occidentales, pretendientes con los que Marruecos coquetea para conseguir beneficios sustanciales.

Argelia, por su parte, ha negado siempre constituir parte directa en el conflicto, m�s all� del innegable apoyo a las tesis polisarias. Por ello, las provocaciones de Marruecos han sido una constante en sus relaciones. A pesar de que la sociedad argelina reclama cada vez con mayor insistencia una relajaci�n de la postura oficial para promover un acercamiento a Marruecos en beneficio de la integraci�n, los �ltimos acontecimientos han demostrado que tambi�n por parte argelina las cesiones quedan lejos.

En cuanto a los apoyos occidentales, Espa�a y Francia han sido, hist�ricamente, los dos pa�ses que han desarrollado un papel m�s activo en la cuesti�n del Sahara. Bien podr�a decirse que ambos mantienen en la actualidad una pol�tica ambigua, caracterizada por los silencios y los equilibrios, en funci�n de los intereses coyunturales. La firma de diversos acuerdos bilaterales de tipo comercial o securitario hacen dif�cil que tanto Francia como Espa�a se posicionen con firmeza, si ello significa enemistarse con Argelia o con Marruecos.

No olvidemos que Espa�a ha contra�do con el Sahara (y por extensi�n, con el Magreb) una deuda hist�rica. El rechazo del actual gobierno al Plan Baker y la propuesta de un gran acuerdo en el marco de Naciones Unidas, con el consenso de Marruecos, Argelia y el Frente Polisario, no deja de evidenciar que los intereses en que se resuelva esta cuesti�n siguen estando sin clarificar. En el caso franc�s, tradicional aliado de Marruecos, los emergentes coqueteos con Argelia le han obligado a adoptar una estrategia de equilibrios, tendente a beneficiar, o a no perjudicar, a ninguno de los dos pa�ses.

En �ltimo t�rmino, resulta evidente que EEUU est� adquiriendo un protagonismo cada vez mayor en la regi�n, en el planteamiento de su proyecto de un Magreb unido y estabilizado (lo que significa, hidrocarburo y seguridad antiterrorista). Naciones Unidas, por otro lado, ha demostrado incompetencia en esta cuesti�n. No ha sabido gestionar las demandas, suavizar las pretensiones de Marruecos ni hecho valer la imposici�n a favor de una sociedad, la saharaui, que espera una soluci�n definitiva.

La mayor violaci�n del derecho internacional que se ha hecho en el caso del Sahara no ha sido siquiera dejar sin concluir la descolonizaci�n, sino prescindir, como se lleva haciendo durante m�s de treinta a�os, del factor humano. Los saharauis, m�s desencantados que convencidos, acabar�n, seguramente, cediendo en sus pretensiones. A�n as�, han conseguido no ceder en dignidad.

Instituto Galego de An�lise e Documentaci�n Internacional

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