Argentina: La lucha contin�a
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El trapo rojo
Por Osvaldo Bayer
Un episodio com�n en nuestros cuarteles. Ocurri� hace pocos d�as. Es una
costumbre bastarda. Hacerles jurar la bandera a alumnos de colegios en medio de
un desfile militar y ante militares. Justamente ante quienes fueron
constantemente infieles al honor de ser fieles y defensores de las instituciones
democr�ticas. Recordemos los fusilamientos de obreros por parte de Uriburu, el
bombardeo de la Plaza de Mayo desde arriba, con toda impunidad sobre indefensos
civiles, la Noche de los Bastones Largos del general estre�ido por excelencia,
Juan Carlos Ongan�a, los fusilamientos sin juicio por Aramburu, el asesinato de
prisioneros en Trelew por Lanusse, la desaparici�n, torturas, robo de ni�os,
masacre de adolescentes en la Noche de los L�pices, el arrojar a prisioneros al
mar de Videla y sus monstruos. Y todav�a los argentinos enviamos a nuestros
hijos a "jurar la bandera" a esos cuarteles, donde hasta ahora nadie ha
aprendido nada.
Porque un desaforado plant�ndose nada m�s que en sus botas y en su groser�a de
mand�n record� las haza�as nada menos que del general Bussi, matador de hasta
los mendigos de Tucum�n. Dijo que por esa bandera se luch� "contra el terrorismo
ap�trida que pretend�a cambiarla por un trapo rojo".
Es decir, volvi� a repetir la terminolog�a de los a�os nefastos. El "trapo
rojo". Claro, porque para nuestros uniformados, siempre, la bandera roja del
sindicalismo fue la que usaron nuestros primeros obreros que salieron a la calle
para luchar por las ocho horas de trabajo, fue signo de la antipatria. Ya emple�
el t�rmino el general Julio Argentino Roca, aquel de la cruel ley de residencia,
la 4144, que separaba para siempre a los obreros combatientes de sus familias,
expuls�ndolos a Europa. Y lo fue su polic�a al arremeter a balazo limpio contra
las manifestaciones de los 1� de Mayo, ocasionando as� el primer m�rtir porte�o
de las ocho horas de trabajo: el joven marinero Juan Ocampo, de apenas 18 a�os
de edad.
Pero los obreros no cejaron y siempre bajo la bandera roja del sindicalismo
volvieron una y otra vez a ocupar las calles por el derecho de no vivir para ser
explotados sino de trabajar para vivir con dignidad. Y ser� un coronel del
Ej�rcito, el zafio Ram�n Falc�n, el que seguir� meti�ndoles balas a nuestros
obreros, que siempre dieron el rostro. El coronel escondido en su autom�vil.
Y ser� el Ej�rcito el que har� la represi�n final de los metal�rgicos de Vasena,
en la Semana Tr�gica, dejando las calles de Buenos Aires manchadas para siempre
de pura sangre trabajadora. Y ser�a el Ej�rcito el que fusile impunemente a
nuestros gauchos de la Patagonia, los peones rurales del '21. Un Ej�rcito que en
las represiones defendi� siempre a los explotadores, en este caso a los
estancieros ingleses. Y luego al gigante brit�nico "La Forestal", meti�ndoles
bala a los sacrificados hacheros, los m�ximos explotados de nuestra historia.
El teniente coronel Roberto Augusto Vega, un nombre para no olvidar, nos habla
�l, ahora otra vez, tan luego, del trapo rojo. Cuando para todos sus cr�menes,
ese Ej�rcito al cual �l pertenece se escondi� en la bandera azul y blanca.
Prefiero a los obreros m�rtires de los 1� de Mayo con su trapo rojo y no a los
uniformados pintados de azul y blanco que cubrieron las calles porte�as de
cuerpos de obreros que desafiaron a los fusiles asesinos para llevarles un poco
m�s de pan a sus humildes hogares.
El trapo rojo. Jam�s en mis a�os en el exterior o� hablar as� de la que fue
bandera de los primeros movimientos obreros. S�lo se usa aqu�, pero siempre en
boca de gobiernos de origen militar o en se�orones como los que formaron la Liga
Patri�tica Argentina, fundada entre otros por el perito Moreno, hombre de
fronteras y racismos.
Al que ensuci� la bandera obrera con su boca gritona de �rdenes y obediencias,
el teniente coronel Roberto Augusto Vega, le dieron un apercibimiento o varios
d�as de arresto. No se aclar�. Es lo mismo. Es decir que vamos a seguir
teni�ndolo en el nido de serpientes.
Un uniformado agreg�, haci�ndose el simp�tico: "Le dieron un coscorr�n".
Cuando en ese idioma en el cual se expres� dirigi�ndose a los soldados y a los
alumnos secundarios emple� ya el idioma de la ignominia.
Fue para demostrar que ellos est�n presentes siempre. Los Bussi, los Patti, los
Rico, los que deben tener en sus escritorios el retrato de la ya momia Su�rez
Mason. Y nosotros le damos apenas un coscorr�n, entre risitas disimuladas de una
picaresca torturada.
Pero no s�lo el teniente coronel Vega trata de mantener un lenguaje y una
consigna. En las publicaciones militares se siguen las mismas normas de siempre.
Por ejemplo, en el libro El Ej�rcito en el Sur del pa�s. Acci�n y presencia del
V Cuerpo de Ej�rcito Tte. Gral. Julio Argentino Roca, editado por dicho comando,
no se realiza ninguna autocr�tica sobre la denominada Campa�a del Desierto. Todo
estuvo bien. La matanza, el desalojo de los pueblos originarios, la conquista de
las tierras. No se sugiere que hubiera sido posible otra pol�tica.
No, se dice en forma contundente: "Se cumpli� el objetivo de fijar como l�mite
sur de la frontera los r�os Negro y Neuqu�n. Se ganaron para la civilizaci�n 15
mil leguas cuadradas. Se eliminaron totalmente los restos de las tribus
hostiles".
Creemos que ha llegado el momento de una discusi�n m�s amplia de lo que se
sostuvo durante la �ltima dictadura. Creemos que algo debe haberse aprendido.
Pero como libro de lectura oficial se sigue leyendo en los institutos militares
la Epopeya del desierto en el sur argentino, cuyos autores son casi todos
personajes colaboradores de dictaduras militares. Basta con leer el pr�logo para
darse cuenta: "Rendimos fervoroso homenaje de admiraci�n y gratitud no s�lo a
quienes participaron en la Campa�a del Desierto sino a todos los que en
diferentes �pocas y en todos los �mbitos del territorio nacional lucharon y se
sacrificaron para incorporar a la civilizaci�n la vastedad de ese brav�o
escenario de sus haza�as". Ni una palabra sobre la esclavitud, tortura y muerte
que sufrieron los pueblos originarios.
La realidad es que el 38 por ciento de los indios y de las "chinas y chinitos"
como dicen los comunicados pas� a poder privado de militares; el 18 por ciento,
a estancieros, y el 14 por ciento a pol�ticos. Roca existe la carta pide a uno
de sus generales que le mande "una chinita".
El viajero franc�s Emile Daireaux, en Vida y costumbres en el Plata, describe el
reparto de indios prisioneros as�: "Pobres indias viejas con sus cabellos grises
y lacios a los que seguro nadie habr�a de querer; mujeres j�venes que daban de
mamar o agrupaban en torno suyo a sus hijos y a numerosos muchachos y muchachas
extraviados y separados violentamente de sus madres, a las que hab�an perdido en
las revueltas y trastornos del desierto, y en el desorden de los embarques, en
los cuales se empujaba a todas aquellas pobres gentes, como si fueran bestias,
contando las cabezas, sin mirar los rostros ni atender a las l�grimas y
lamentos".
Todo bajo la bandera azul y blanca, no bajo el "trapo rojo". Un siglo despu�s,
la desaparici�n de personas. Para llegar a saber qu� es una democracia, donde lo
indiscutible debe ser el respeto a la vida humana, nuestros militares tienen que
aprender desde el principio.
Nuestra democracia no ganar� nada si sus oficiales siguen tomando como gran meta
pisotear el trapo rojo.
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