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        Argentina: La lucha continúa | 
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La política antipolítica
Fernando Riesco
Las últimas elecciones legislativas han puesto de manifiesto nuevamente un 
fenómeno post crisis del 2001, que merece nuestra mayor atención.
El sociólogo y asesor del diputado electo Mauricio Macri, Jaime Durán Barba, 
diseñó una estrategia de campaña basada en la aparente negación de la política y 
del debate ideológico propiamente dicho, y su reemplazo por los conceptos de 
gestión y eficacia del Estado respecto a la satisfacción de demandas puntuales.
Los marcados intentos de ubicar a su candidato/cliente en el centro del espectro 
político-ideológico, lugar por excelencia del pensamiento antipolítico, 
constituyeron una posible respuesta al dilema de cómo hacer política en tiempos 
de crisis de los partidos y la representación.
Ante una sociedad que mayormente descree y repudia la actividad política y a 
quienes actúan en ella, el desafío del candidato de Propuesta Republicana (PRO) 
consistía entonces en presentarse como una opción que interpele al sistema 
político por fuera del mismo, abandonando la disputa propiamente ideológica y 
filosófica que el ciudadano común considera lejana e  intrascendente, para 
concentrarse definitivamente en la pragmática resolución de los problemas 
cotidianos de la gente.
En la actualidad, pareciera ser que la política, los dirigentes y las ideologías 
son vistos incluso como meros obstáculos para la consecución de una mejora en la 
calidad de vida de la población. Por lo tanto, no resultaría aconsejable para 
cualquier candidato que pretenda obtener un resultado electoral favorable, y 
tampoco para un asesor que aspire a mantener su empleo, la reivindicación 
teórica de dichos conceptos, y menos aún su práctica explícita.
De acuerdo a lo recién expuesto, Durán Barba ha considerado oportuno elaborar un 
discurso centrado exclusivamente en lo micro, y lo hizo estableciendo ciertas 
prioridades dentro del universo de problemas que aquejan a la ciudadanía, 
tomando aquellos de mayor difusión mediática, como por ejemplo, la seguridad, 
los piquetes y los baches. Evidentemente, eligió los que le resultasen 
importantes o redituables electoralmente según su propia percepción, pero 
también sobre la base de las ideas que detenta y los intereses que representa 
tanto él como su candidato. 
La campaña de PRO no trató cuestiones macro o de alta política, no tan sólo 
porque éstas son consideradas aburridas e inconducentes por el común de la 
gente, sino principalmente debido a que política e ideológicamente no existen 
diferencias sustanciales entre el modelo de país que propone el oficialismo y 
los intereses de quienes conforman esta fuerza política. Para decirlo con mayor 
claridad, dicha omisión no es casual, por el contrario, constituye también una 
propuesta de campaña que podríamos traducir como un deseo de no innovar y 
mantener el statu quo. En palabras de Jean Paul Sartre: "El hombre es 
responsable hasta de lo que no hace. Todo silencio es una voz, toda 
prescindencia es una elección." 
Por lo tanto, la selección de los conflictos a tratar, aquellos que van a ser 
omitidos, y también el análisis de sus posibles soluciones, son resultados de 
definiciones y decisiones políticas previas, las cuales dejan al centro 
antipolítico como una creación del marketing electoral.
Además, la presente estrategia concibe a la política como un negocio y a los 
ciudadanos como simples clientes, a los cuales resulta necesario satisfacer para 
obtener los resultados esperados. En este marco, donde "el cliente siempre tiene 
la razón", los dirigentes políticos se transforman en meros representantes de 
los variantes estados de ánimo de una sociedad, dejando a un lado su tarea de 
conducir a la nación por los senderos apropiados, los cuales no siempre 
coinciden con aquellos esbozados por la inefable "opinión pública".
Es precisamente en situaciones en las cuales, sometiéndose a innumerables 
difamaciones públicas, la racionalidad del político debe contrariar el 
sentimiento popular y tomar las decisiones adecuadas, cuando entra en escena el 
valor, una de las mayores virtudes humanas que ha sido tratada en profundidad 
por John F. Kennedy en su libro Perfiles de Coraje.  
Al respecto, Friederich Nietzsche consideraba que en estos casos era necesaria 
cierta aptitud heroica para la soledad, ya que medía el valor de cada persona 
por la soledad que pudiese soportar. En otras palabras, la distancia a la cual 
el espíritu valeroso es capaz de colocarse con relación a la muchedumbre, muchas 
veces expresiva de los intereses creados.  
En fin, esta es otra muestra de que no es recomendable el traslado de las 
lógicas propias del ámbito empresarial hacia la vida pública, como tampoco su 
ingenua recepción, lo cual no quiere decir que ello sea imposible, experiencias 
al respecto nos sobran, sino que no resultan apropiadas y producen hechos 
desgraciados que se encuentran a la vista de todos los argentinos.