|  
        
        Latinoamérica 
     | 
  
Morena Herrera (Las Dignas del Salvador):
"Ninguna causa es tan importante como para postergar los derechos y demandas de las mujeres"
Elo Mayo 
Hika
Morena Herrera participó en la guerrilla junto con el FMLN. Fundadora del 
grupo de mujeres Las Dignas de El Salvador, concejala de la capital, y creadora 
de la mesa de género del municipio, a partir de la década de los 90 se ha 
dedicado fundamentalmente a la lucha por la participación política de las 
mujeres. 
Haznos una breve historia de Las Dignas, un pequeño resumen de los 
orígenes y la trayectoria de vuestro grupo... 
MORENA HERRERA. Las Dignas (Asociación de Mujeres por la Dignidad y 
la Vida), actualmente es una organización no gubernamental feminista que ha 
transitado por distintos momentos. Surgió en 1990, formalmente en julio, aunque 
quienes la fundamos veníamos trabajando desde marzo-abril de ese año. Es un 
momento en el que la guerra civil aún no había terminadoen en El Salvador; sin 
embargo, los acontecimientos, tanto nacionales como centroamericanos e 
internacionales, indicaban que había un declinar de la opción armada como 
solución al conflicto político-social, y se imponía en varios sentidos la 
negociación. 
En el surgimiento de esta organización, confluyen dos procesos: la decisión de 
una de las fuerzas políticas que en aquel momento integraban el FMLN de crear un
gremio de mujeres, cuyas funciones principales serían las de aglutinar a 
sus bases femeninas, expresar a través de su voz los planteamientos 
revolucionarios y contar con un nuevo instrumento para la captación de recursos 
financieros. Por otro lado, estaba la reflexión de un grupo de mujeres que 
pretendíamos impulsar la construcción de un espacio que nos permitiera no seguir 
postergando nuestras demandas, intereses y necesidades en tanto que mujeres. Un 
dato es que todas teníamos una trayectoria de participación en el proceso 
revolucionario de aquellos años: algunas, desde la guerrilla urbana y rural, y 
otras desde organizaciones del movimiento popular. 
Los primeros años de vida de Las Dignas estuvieron marcados por los 
intentos de construir una organización amplia de mujeres; su base principal eran 
mujeres de las zonas de conflicto o repoblaciones en las que la RN (Resistencia 
Nacional, una de las cinco fuerzas que integraban el FMLN) tenía o había tenido 
presencia; los esfuerzos por construir autonomía respecto de esta organización 
política y de generar pensamiento propio, capacidad de decisión basada en las 
definiciones del grupo; y en la proyección hacia las mujeres se combinaba la 
capacitación en talleres de género con la gestión de pequeño proyectos 
productivos y de servicios de lo que se esperaba fueran herramientas que 
sirvieran para fortalecer la organización de las mujeres. 
El proceso de revisión de los resultados de las experiencias, el crecimiento del 
equipo que proyectaba institucionalmente a la organización, el acceso a recursos 
de la cooperación internacional, etc. dieron como resultado que, a partir de la 
segunda mitad de los noventa, Las Dignas se encaminaran por un proceso de 
institucionalización en el camino de convertirse en una ONG con un pensamiento y 
una estrategia feminista, que actualmente cuenta con cuatro programas que 
desarrollan programas de formación e incidencia política en diferentes campos de 
la vida socia,l en los que se busca transformar las relaciones de género que 
oprimen a las mujeres; y la prestación de varios servicios (documentación, 
atención a víctimas de violencia, etc.) 
Cuéntanos cuál fue la trayectoria personal de Morena Herrera en todo ese 
conflicto. 
M.H. Me incorpore muy joven al movimiento estudiantil de secundaria y a las 
comunidades eclesiales de base. Por esa vía, fui tomando conciencia de las 
injusticias sociales y de la fuerte represión con la que el gobierno respondía a 
las demandas sociales; primero, desde el movimiento estudiantil, apoyé huelgas 
del movimiento sindical, a organizaciones que luchaban por la defensa de los 
derechos humanos y también me acerqué a organizaciones de barrios y colonias. La 
represión fue un elemento central en mi vinculación en estructuras de milicia y 
comités de barrios y colonias; a partir de 1979, formé parte de la estructura de 
coordinación de organizaciones en este campo y, desde esa fecha hasta después de 
la ofensiva general de 1981, fui responsable de los Comités de barrios y 
colonias del área metropolitana de San Salvador. A partir de 1981, me incorporé 
a las estructuras de la guerrilla rural: los primeros cuatro años, trabajando en 
la atención de la población civil en el Frente de Guazapa; a partir de finales 
de 1984, asumí responsabilidades político-militares en diferentes zonas del 
país. 
En esos años, no tenía conciencia feminista, pero sí me daba cuenta de que las 
cosas no funcionaban igual si éramos mujeres y hombres; cuestioné en muchos 
casos las formas de proceder y asignar responsabilidades, que es la forma en que 
en ese terreno se expresa el reconocimiento. Fue en las reuniones iniciales 
cuando formamos Las Dignas cuando pude darme cuenta de que muchos de los 
problemas que yo sentía no tenían únicamente que ver conmigo: muchas, eran 
limitaciones y formas en que se expresa la opresión por el hecho de ser mujeres.
La falta de comprensión a la demanda de autonomía por parte de Las Dignas 
hacia la RN y el FMLN, y una mirada distinta a la situación del país, de las 
posibilidades de salida del conflicto armado y la relación con las 
organizaciones sociales, me fueron distanciando de la RN y del FMLN. En aquel 
momento, no aceptaron una propuesta que un grupo de mujeres hicimos, centrada en 
la militancia individual y el respeto a la autonomía de la organización de 
mujeres; esto me llevó a dejar mi militancia poco antes de que se firmaran los 
Acuerdos de Paz. 
A pesar de ese distanciamiento que tuviste justo antes de los Acuerdos de 
Paz, ¿no crees que el haber participado en el conflicto armado es lo que tuvo el 
efecto de generar en tí, como en otras mujeres, la conciencia de opresión como 
mujer? 
M.H. El conflicto armado tuvo diferentes impactos en la vida de las mujeres, 
dependiendo de dónde les tocó vivirla, de qué lado, en qué funciones, qué 
papeles asumieron, etc. Creo que no puede hablarse de un único impacto; es 
diverso. Con ese punto de partida, me parece que tampoco fue automático que 
participar en las estructuras guerrilleras y de apoyo, llevara a tomar 
conciencia de la opresión de género por parte de las mujeres. Creo que las 
mujeres y los hombres que participamos directamente en el conflicto, lo hacíamos 
por una convicción de que las situaciones de injusticia en el país podían 
cambiar por esa vía, y que no nos quedaba otro camino para intentarlo, dados los 
altos niveles de represión existentes en el país. 
Al decir esto, también es importante señalar que la guerra supuso cambios en la 
vida de muchas mujeres, asumiendo responsabilidades inimaginables en otros 
contextos, rompiendo en la práctica con asignación de funciones sociales que 
antes sólo estaban permitidas a los hombres. A muchas les y nos hacía sentir que 
éramos importantes. Muchas mujeres también modifican sus pautas de relación en 
otros terrenos relacionados con la intimidad, la sexualidad y la maternidad, sin 
embargo, la ausencia de una reflexión progresista y profunda sobre estos 
cambios, hacía que en la mayoría de casos, estos cambios se concibieran 
únicamente como producto de las circunstancias y no como oportunidades para 
transformar pautas de relaciones tradicionales. 
La mayoría de las mujeres que participaba en actividades de apoyo lo hacía desde 
su identidad de madres y cuidadoras, extendiendo esa función a todos lo 
muchachos, como llamaban a la guerrilla. Únicamente quienes tenían la 
oportunidad de reflexionar sobre lo que les pasó durante ese período lograban 
transformar su vivencia en fuente de transformación en términos de las 
relaciones de género; para muchas otras, al terminar la guerra, se cerró el 
paréntesis: volvieron a las tareas domésticas con una cierta presión social y 
por parte de sus compañeros de vida. 
¿Cuál fue, en resumen, la experiencia de las mujeres en el tiempo del refugio 
y la guerra? 
M.H. Las mujeres asumieron muchas responsabilidades en ámbitos que antes de 
la guerra no conocían y, aunque muchas estaban relacionadas con tareas asignadas 
a la feminidad tradicional (como la salud, la enseñanza, la administración de 
alimentos, etc.), quizá lo más importante es que en los refugios desempeñaron 
cargos de dirección, tomaron decisiones sobre sus vidas y sobre las formas de 
convivencia en el seno del refugio. 
Con el retorno, que fue diferenciado y escalonado, las mujeres regresaron a sus 
comunidades y en muchos casos lograron su sueño de recuperar su propia tierra. 
Paulatinamente, y a veces con muchas presiones familiares y de pareja, también 
fueron abandonando papeles protagónicos ya que, en la mayoría de comunidades, 
eran los combatientes hombres que se desmovilizaban quienes asumían las tareas 
de dirección comunitaria. 
La falta de consideración específica de las necesidades de reinserción de 
mujeres y hombres llevó a que los planes de reinserción no tuvieran en cuenta a 
las mujeres de manera explícita (ya hubieran sido combatientes o colaboradoras); 
esto fue criticado por las organizaciones de mujeres, sobre todo en algunos 
casos como en el Programa de Transferencia de Tierras, donde, por el mecanismo 
de colocar en las listas a jefes de familia, se ignoró que en muchos casos 
habían sido las mujeres las tenedoras de tierras y quienes por años la habían 
hecho producir. 
Después, el conflicto se acaba... ¿Para qué les sirve a las mujeres lo que 
han aprendido durante ese tiempo? 
M.H. Quizá el aprendizaje más importante es que ninguna causa es tan 
importante como para postergar los derechos y demandas de las mujeres, teniendo 
claro la importancia de construir la propia agenda, con cabeza propia, con 
autonomía. Las demandas y propuestas generales nos contienen y no nos contienen; 
sólo la acción autónoma permite que las mujeres no subsumamos nuestros intereses 
en el afán de cambios globales para la sociedad pues, si son tales cambios, 
deben contemplar en forma explícita los cambios en las relaciones entre mujeres 
y hombres. 
Cuando se firmaron los Acuerdos de Paz, se realizaron actos de cierre y 
formaciones militares simbólicas; allí no estábamos las mujeres con sus 
diferentes aportes; sólo se logró en algunos casos en que grupos de mujeres nos 
organizamos para asistir y visibilizar el aporte de las mujeres y también de 
muchos hombres que trabajaron desde estructuras de apoyo. Las mujeres, en 
particular, eran rápidamente despojadas del reconocimiento y el prestigio por 
sus aportes. 
Y después de la guerra, en tiempos de paz, ¿cómo mantener y aumentar las 
conquistas que las mujeres hicieron durante la guerra y el refugio? 
M.H. La única alternativa es tomar conciencia de la situación específica de 
subordinación genérica en cada campo, en cada localidad, en cada espacio 
organizativo; desarrollar al mismo tiempo esfuerzos de organización autónoma que 
permitan contar con las fuerza para presionar por la incorporación de las 
demandas propias. Nadie lo hace si no lo hacemos las mujeres. 
Otro aspecto importante es la construcción de alianzas entre mujeres, a partir 
de reconocer que independientemente de un conjunto de situaciones que nos 
diferencian, compartimos el destino común de la subordinación genérica, y aunque 
ésta se expresa de manera diferente de acuerdo a situaciones económicas, 
sociales, lugar de origen y vivienda, etc., a la hora de analizar las relaciones 
de poder entre hombres y mujeres, las mujeres compartimos vivencias relacionadas 
con la opresión. Las alianzas son también un largo camino de aprendizaje porque, 
aunque las mujeres tenemos un elemento estructural en común, también tenemos 
muchas cosas que nos dividen y nos diferencian. Lograr que las que estuvieron en 
un refugio se relacionen y compartan un espacio asociativo con otras mujeres que 
no salieron de sus comunidades durante el conflicto, ha sido un proceso que en 
algunos casos ha requerido años de trabajo. 
Hablas constantemente de autonomía. ¿Qué entiendes por autonomía de las 
mujeres y de las organizaciones de mujeres? 
M.H. Capacidad de tener sueños propios tanto individual como colectivamente; 
capacidad de tener proyecto y programa de lucha propios; capacidad de decidir 
con cabeza propia y no esperando línea de otras estructuras que se 
consideren superiores. Autonomía para las mujeres significa decidir sobre su 
propia vida. 
Autonomía en las organizaciones significa también que la pertenencia de una 
persona está relacionada con su identificación con los objetivos y misión de 
esta organización, y no porque otra estructura se lo indica. El sentido de 
pertenencia es individual, producto de su toma de conciencia y compromiso 
personal con la causa. 
¿Y eso, cómo se logra? ¿Cómo se negocia con los hombres del partido la 
demanda de autonomía de las mujeres? 
M.H. Creo que la autonomía es una condición que se logra y se conquista en 
relación con los otros actores. Si en este caso es con los hombres del partido, 
un aspecto importante es dejar claro que la demanda de autonomía de las mujeres 
no implica un abandono de las luchas y los compromisos que puedan tener en 
común; al contrario, que cada mujer se vuelva sujeta de sus propias decisiones 
significa que tiene también mayor compromiso con las propuestas que comparte con 
los hombres. 
Pero esto también significa que los partidos necesariamente tienen que cambiar 
en su pretensión de representar a todas las demandas e intereses 
sociales; respetar que las mujeres, por una realidad específica determinada por 
la realidad estructural de su relación con los hombres, requieren de espacios 
propios, tener su propio programa de trabajo. Esto no necesariamente significa 
que las mujeres deberán abandonar los espacios y luchas comunes. 
También implica reconocer que, en la mayoría de casos, la representación y la 
dirección de esfuerzos colectivos y partidarios se caracterizan por un monopolio 
masculino, y esto, no sólo en presencia sino en pautas de funcionamiento y en el 
ideario. Reconocer y negociar la autonomía de las mujeres requiere también 
asumir como reto el impulso de acciones afirmativas que lleven a que las mujeres 
compartan en igualdad de oportunidades, condiciones y beneficios, los cargos de 
representación, reconocimiento y prestigio. De otra manera, las mujeres seguirán 
conociendo sólo el lado negativo de las responsabilidades y, cuando 
puedan, las abandonarán. 
Comprender la autonomía de las mujeres es reconocer que las mujeres no somos un
sector, como tradicionalmente se nos trata desde los partidos políticos; 
somos la mitad de la población, que, como producto de las relaciones y los 
condicionantes sociales con la otra mitad –los hombres–, vivimos situaciones de 
desventaja en todas las esferas de la vida social. 
Estuviste en Vitoria en los encuentros con Mujeres Saharauis, compartiendo 
una realidad social bien distinta, tanto en la distancia, como en la cultura, 
tradiciones, etc. Pese a ello, se pusieron en evidencia características y 
elementos comunes de las mujeres en todos los conflictos... 
M.H. Cada conflicto tiene sus características de acuerdo al contexto y las 
circunstancias en que se produce. Para las mujeres saharauis, un período tan 
prolongado de 28 años en el refugio en el desierto es una circunstancia muy 
especial. Sin embargo, más allá de las diferencias, encontramos también muchas 
similitudes, sobre todo en lo que se refiere a las respuestas masculinas frente 
a la demanda de las mujeres de mayor reconocimiento y espacios de 
representación. 
Las mujeres son las que más trabajan, las que conocen la parte "dura y difícil 
de las responsabilidades", y las que están más ausentes a la hora de tomar 
decisiones para el conjunto de su pueblo. Hay tres respuestas que terminan 
siendo comunes: que a las mujeres les falta preparación y formación (lo cual no 
se justifica con las saharauis, porque han dedicado mucho esfuerzo a su 
formación); que les falta experiencia política (cuando justamente esta 
experiencia sólo se adquiere en la práctica política de asumir responsabilidades 
y, si no tienen el espacio para asumirla, no podrán superar este déficit, que 
además nunca se aduce en el caso de la elección de los hombres); y que las 
mujeres tienen la responsabilidad de cuidar a los hijos y las hijas, lo cual es 
bastante común en términos de cómo las sociedades se organizan para cubrir las 
necesidades reproductivas. 
¿Crees que se pueden generalizar las características de los conflictos y del 
papel de las mujeres en ellos? 
M.H. Creo que hay que tener cuidado con las generalizaciones, porque muchas 
veces tienden a simplificar la complejidad que tienen los procesos particulares. 
Acotado esto, sí creo que en el Encuentro se pudieron advertir elementos 
comunes, porque la subordinación de género es común; y porque, pese a los 
esfuerzos que la UNMS ha realizado, ésta sigue siendo una estructura que carece 
de autonomía en la estructura de la RASD y el F. Polisario, lo cual la debilita 
para que las mujeres puedan acceder a mejores condiciones de negociación con los 
hombres de su entorno. 
¿Se pueden apuntar estrategias de las mujeres para mantener en tiempos de paz 
las conquistas que se realizan mientras duran los conflictos? 
M.H. No conozco las condiciones de los refugios en que se encuentran, pero 
me parece que la UNMS debería trabajar por la conformación de grupos específicos 
de interés de las mujeres, aprovechando la condición que tienen; fortalecer los 
niveles de conciencia de las mujeres en relación a su situación; incorporar su 
visión en el ideario de la RASD como una sociedad que se construye en equidad; y 
eso significa abrir oportunidades para las mujeres en igualdad de condiciones 
que los hombres. Como sabemos que hay desigualdades (que pueden estar más allá 
de las voluntades particulares), eso también significa que la RASD asuma el reto 
de diseñar una estrategia de equidad de género como parte integrante de sus 
propuestas de sociedad, que se exprese en los diferentes ámbitos de trabajo y de 
representación social y política. 
Las mujeres también deberían tener una representación en las instancias de 
negociación del conflicto; si ellas no están presentes, no se garantizará que 
sus intereses estén presentes. Esto es lo que puede asegurar que el retorno sea, 
además de la conquista del sueño de recuperar las propias comunidades y sus 
tierras, el regreso a una vida más equitativa. Las instancias internacionales 
que apoyan esta negociación y que son solidarias con la RASD deberían promover 
esta participación de las mujeres. Creo que esto sería un gran aporte para que 
la solución del conflicto resuelva tanto el problema de ocupación por parte de 
Marruecos, la independencia del Sahara, y al mismo tiempo un apoyo para sentar 
las bases de una sociedad más solidaria y equitativa entre mujeres y hombres.
Otro aporte importante que se puede realizar desde espacios solidarios, sobre 
todo en el Estado Español, es promover encuentros entre mujeres saharauis y 
mujeres de Marruecos que luchen por cambios equitativos y solidarios en su 
sociedad. Así como advertimos elementos comunes en la situación de las mujeres 
saharauis y las centroamericanas, creo que debe haber elementos comunes con 
mujeres de Marruecos; no es automático encontrarlos, pero se pueden buscar para 
que las mujeres puedan tener un protagonismo mayor en los procesos de 
negociación. A otro nivel y teniendo en cuenta las circunstancias, se trata de 
construir alianzas solidarias entre las mujeres. 
¿Cómo valoras este Encuentro? 
M.H. El encuentro ha sido muy enriquecedor; me ha permitido conocer y 
acercarme a una realidad que no conocía. Reitero mi respeto por las mujeres 
saharauis, por la UNMS y su compromiso con su lucha.