5 de agosto del 2002
Medicina tradicional, patentes y biopiratería
Silvia Ribeiro  
  
  Se calcula que 80 por ciento de la población rural del Tercer 
  Mundo hace uso de plantas medicinales y recursos de la medicina tradicional 
  para la atención de su salud. Esto tiene sus raíces en el conocimiento 
  indígena y tradicional a través de siglos, y en la diversidad 
  de culturas que han cobijado y promovido su desarrollo. Siempre ha sido un conocimiento 
  colectivo y para el bien común, aun cuando se puede diferenciar conocimientos 
  generales - los que manejan la mayoría de los integrantes de una cultura-, 
  conocimientos especializados -los que tienen las personas que han desarrollado 
  particularmente este conocimiento, como parteras, yerberos, hueseros y otros- 
  y conocimientos sagrados -por ejemplo los de los chamanes-. Pero aun los conocimientos 
  de circulación culturalmente restringida, como el considerado sagrado, 
  son bienes colectivos y públicos en el marco de sus culturas, ya que 
  tienen funciones sociales. 
  Las plantas medicinales y los conocimientos sobre ellas no solamente son componentes 
  importantes de las culturas tradicionales, las comunidades rurales y una gran 
  parte de las poblaciones urbanas, sino que además han sido asiduamente 
  utilizados para el desarrollo industrial de medicinas. Entre 1950 y 1980, el 
  25 por ciento de las medicinas de receta vendidas en Estados Unidos se basaban 
  en fármacos derivados de plantas. Actualmente, 40 por ciento de las medicinas 
  que se encuentran en pruebas clínicas son también derivadas de 
  plantas. De éstas, tres cuartas partes están basadas en plantas 
  que eran utilizadas por indígenas, lo que permitió su posterior 
  "descubrimiento" por parte de empresas farmacéuticas. Se estima que el 
  valor económico total de los fármacos derivados de plantas en 
  Estados Unidos es mayor de 68 mil millones de dólares anuales. 
  Para las multinacionales farmacéuticas estos recursos y el conocimiento 
  asociado a ellos son una mina de oro, ya que los ven como la fuente potencial 
  de nuevos medicamentos para aumentar sus ya jugosas ganancias. El conocimiento 
  tradicional les significa un enorme ahorro de investigación, ya que les 
  indica qué recursos son más útiles y qué caminos 
  pueden tomar. En las últimas dos décadas, varios factores han 
  llevado a las empresas a intensificar la biopiratería de recursos y conocimientos 
  tradicionales. Uno de ellos son los cambios tecnológicos. Las nuevas 
  biotecnologías, la genómica, la bioinformática, la nanotecnología 
  y otras, han multiplicado las posibilidades de encontrar nuevos componentes 
  y/o nuevas aplicaciones de éstos. Otro factor es la universalización 
  del sistema de patentes, impuesto por medio de los acuerdos de propiedad intelectual 
  de la Organización Mundial de Comercio, que les permite privatizar mediante 
  el patentamiento recursos que eran públicos y colectivos, con sólo 
  alegar una transformación o adecuación de éstos en sus 
  laboratorios. Un tercero es el alto nivel de fusiones empresariales, que está 
  uniendo las multinacionales de semillas, agroquímicos, químicos 
  y farmacéuticos en un puñado de "gigantes genéticos" que 
  controlan cada vez más porciones de mercado. 
  Complementariamente, el Convenio de Diversidad Biológica, la Organización 
  Mundial de la Salud y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual 
  recomiendan a los países "proteger" en sus normativas nacionales el conocimiento 
  tradicional, no por medio de lo que sería lógico, que es afirmar 
  la existencia de las culturas tradicionales y sus derechos integrales a la cultura, 
  la tierra, el territorio y los recursos, para que éstos sigan siendo 
  comunales y no puedan ser privatizados, sino mediante normar la firma de acuerdos 
  que permitan "compartir los beneficios" derivados del uso de estos recursos 
  y conocimientos por parte de las multinacionales u otras instituciones. Es decir, 
  legislando la privatización de los recursos, para obtener algún 
  mínimo porcentaje de regalías por las patentes sobre los recursos 
  que les roban. Yendo más lejos, estas instituciones internacionales también 
  proponen que los países propicien que las propias comunidades indígenas 
  y tradicionales patenten sus conocimientos y recursos, para poder comerciarlos, 
  o como "defensa" antes de que las multinacionales lo hagan. 
  Esta última es una recomendación particularmente perversa, porque 
  ha llevado a algunos grupos indígenas a creer que podría ser un 
  mecanismo útil. Esto nunca será así, porque los sistemas 
  de propiedad intelectual están diseñados para que solamente los 
  más grandes y poderosos puedan utilizarlos a su favor. El costo de registro 
  y mantenimiento de una sola patente en su vida útil es de varias decenas 
  de miles de dólares, o de cientos de miles si se registra para que sea 
  válida en Estados Unidos, Japón y Europa. Esto no garantiza de 
  todos modos que la patente no sea violada -¿como podría controlarlo una 
  comunidad?-, o que no se registren otras muy similares, con apenas algunos cambios, 
  o que otros levanten juicios contra la validez de esa patente y que para defenderla 
  haya que entrar en litigios costosísimos. Además, aunque lo hagan 
  personas indígenas (no puede ser una comunidad), seguiría siendo 
  una privatización, que incluso puede llevar a más conflictos entre 
  comunidades, ya que en general un remedio tradicional o un conocimiento o un 
  recurso no existe sólo en una comunidad o en una sola área, y 
  muchas veces ni en una sola cultura. 
  No se puede luchar contra la biopiratería negociando con los ladrones 
  un reparto de beneficios de lo que robaron, o usando sus mismos sistemas. Es 
  necesario combatir las causas que la sostienen, por ejemplo los sistemas de 
  propiedad intelectual y el avance y dominio de las multinacionales en la medicina 
  y la alimentación. Y afirmando al mismo tiempo los derechos integrales 
  de las culturas indígenas, campesinas y tradicionales, que son las que 
  verdaderamente pueden proteger esos recursos y seguir cuidando y produciendo 
  conocimientos para el bien común.