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Latinoamérica

16 de septiembre de 2002

Y pensar que fuimos aymaras

La génesis olvidada de los pueblos del valle de Cochabamba
Wilson García Mérida - wgm@bo.net
Rebelión

Cochabamba fue en su pasado no tan remoto un pueblo cerradamente aymara, donde según una génesis olvidada el hombre nació fruto de un árbol llamado kewiña. De acuerdo a esta concepción andina de la evolución, el hombre desciende de ese árbol llamado kewiña. Los dioses y sus mujeres, las diosas, derramaron sus fértiles semillas en pleistocénicos bosques kewiñales, como aquellos que aún existen en las serranías del Tunari.

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Al promediar el siglo XV de nuestra era, este mundo andino poblado por kewiñas fue escenario febril de dos naciones en pugna, de dos proyectos marcados por la dialéctica de la historia: Las repúblicas Colla del pueblo aymara que habían heredado la concepción comunitaria y politeísta del extinguido Tiahuanaco, y el imperio Inca del pueblo quechua que se hallaba en una etapa activa de centralización política y de constitución estatal al influjo de una tendencia monoteísta.

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Eran dos procesos paralelos, de origen común, pero diferenciados por la dinámica azarosa del desarrollo de las fuerzas productivas.

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Los aymaras del Collasuyo se resistían a ser sometidos por el centralismo del Estado Inca: luchaban por conservar su organización económica y social con rasgos aún matriarcales rigiéndose por divinidades masculinas y femeninas, sustentando instituciones fundamentales como el ayllu y el ayni donde los conceptos de producción comunitaria y reciprocidad laboral determinaban las características de la vida pública y privada.

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Los quechuas del Cuzco incaico, en cambio, pretendían dar el salto cualitativo del comunismo primitivo hacia un "socialismo de Estado" bajo la centralidad teocrática del dios Inti y su hijo directo el Inca. Este proyecto dinástico propendía a la expropiación del excedente en un proceso de formación de castas y división clasista del trabajo.

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La expansión monoteísta y militarista del imperio incaico tropezó con una fuerte resistencia civil y religiosa del pueblo aymara, cuya fortaleza radicaba en su sólida organización comunitaria protegida por mil dioses y diosas de la fertilidad.

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El Collasuyo aymara abarcaba una vasta extensión de señoríos como los Canas, Collas, Canchis, Lapacas y Callahuayas al norte del Lago Titicaca, y por el sur los Pacajes, Charcas, Soras, Chuis, Carangas, Quillacas, Urus, Chipayas, Yamparaes, Caracotas y Chichas que atravesaban los actuales territorios bolivianos de La Paz, Cochabamba, Oruro y Potosí, además de los territorios norte de Argentina y Chile.

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Los aymaras Soras por ejemplo, informa Teresa Gisbert, "poseían un extenso territorio que abarcaba la actual comunidad de Paria, llegando hasta Sipe Sipe y Tapacarí. Otro grupo, los Charcas, abarcaba una superficie de 30.000 kilómetros cuadrados incluyendo Sacaca, Chayanta, Tiquipaya, Tomata, Macari, Kanata y Santiago de El Paso". Otras zonas del valle cochabambino eran habitadas por aymaras Chuis y Cotas, tan indomables como los Soras y Charcas. *****

En 1440 el dominio quechua se circunscribía no más que a Cuzco y Quito. Así que para conquistarnos (apenas 30 años antes de la invasión española que extirpó sangrientamente esta memoria), los incas tuvieron que cruzar el Titicaca y el dios Inti debió pactar humildemente con las pachamamas aymaras fundando, en los ayllus más devotos y fértiles, ciudadelas-santuarios llamadas "llajtas".