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Latinoamérica

10 de septiembre del 2002

La lucha de los productores de coca en Bolivia contra el Ejército erradicador financiado por Estados Unidos
Luis Cutipa y las tropas excedentarias

Wilson García Mérida
Rebelión
Mientras los cocaleros persisten en una vigilia pacífica para impedir la erradicación militarizada de sus cultivos, las FF.AA. mantienen al gobierno bajo la espada del chantaje exigiendo no ser replegadas del Chapare so pena de sumarse a la oposición que exige Asamblea Constituyente Podría ser el hermano de Juan Cutipa, aquel personaje de la historia cantada en acuarelas por Alfredo Domínguez. Como Juan, Luis Cutipa también nació en una choza rural del valle, fue pastorcillo en su niñez, asistió a una escuela a 20 kilómetros sin camino de su comarca, hizo el cuartel sirviendo como jardinero en un chalet del coronel y ancló su destino como peón de bocamina. Igual que Juan, Luis Cutipa también tuvo que emigrar de tanto emigrar. El Cutipa de Alfredo Domínguez migró a la Argentina con las golondrinas hambrientas, y el Cutipa que hoy nos ocupa migró al Chapare cuando el Estado cerró el estaño para abrir la coca.
Luis Cutipa es Secretario Ejecutivo de la Federación de Productores de Coca de la Provincia Carrasco, una de las más importantes entre las seis organizaciones cocaleras del trópico cochabambino. Encabeza el fuerte brazo sindical del movimiento reinvindicativo liderizado por Evo Morales a través del Movimiento al Socialismo (MAS).
Mientras Evo desarrolla su estrategia defensiva en el Parlamento, Luis Cutipa es el encargado de dirigir la acción directa de los cultivadores de coca en una resistencia pacífica y desarmada contra la erradicación forzosa que batallones oficiosos del Ejército vienen realizado desde hace más de tres años en los campos cocaleros de Eterazama, Izarzama, Vueltadero, San Andrés y Alto San Juan.
La existencia y la acción de las llamadas Fuerzas de Tareas Conjuntas, que adquirieron notoriedad durante la administración Banzer-Quiroga en una agresiva política de erradicación forzosa de coca excedentaria, son absolutamente ilegales e ilegítimas.
Estas Fuerzas de Tareas Conjuntas, integradas por nutridos batallones de infantería y artillería de la Séptima División, además de tropas especiales del CITE y unos cuantos soldados de Ingeniería, vienen desnaturalizando el rol militar en la lucha contra el narcotráfico, pues se concentran exclusivamente en labores de erradicación de cocales exponiéndose a choques cuerpo a cuerpo con los campesinos agredidos, y sin embargo no han mostrado eficacia alguna en la incautación de droga y la captura de capos pichicateros (que andan felices en las ciudades lavando dólares edificando supermercados, cinemas de lujo, "barras americanas" y otras narco-arquitecturas).
Las Fuerzas de Tareas Conjuntas terminan por subalternizar y debilitar la labor de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn), la entidad armada de origen policial llamada por ley a reprimir al narcotráfico y donde los militares participan de manera institucional y legal brindando apoyo logístico con su Fuerza Aérea (los "diablos rojos"), su Armada (los "diablos azules") y su Ejército ("los diablos negros"). La participación militar en el marco de la Felcn, resulta suficiente para el Chapare. Lo demás debía concentrarse en el Desarrollo Agrícola Alternativo como única y real opción a la coca-cocaína.
Pero el Ejército exige una mayor participación en este escenario, pretende competir con la Policía en la obtención de los millonarios privilegios que provee el Gobierno de Estados Unidos, y en ese afán los militares quieren volver a los tiempos de García Meza, cuando la coca ilegal comenzó a monopolizarse en una estructura de encubrimiento a la cocaína. El Alto Mando Militar ejerce presiones constantes para impedir el repliegue de las Fuerzas de Tareas Conjuntas del Chapare. Se opuso tenazmente al nombramiento de Álvaro Moscoso como Ministro de Defensa y forzó al gobierno del MNR a un viraje diametral en su oferta electoral de desmilitarizar la erradicación de cocales. Uno de los argumentos con el que los militares se niegan a salir de Chapare es que "las FF.AA. tienen potestad de ocupar cualquier zona en el territorio nacional cuando la patria está en peligro". Con esa potestad, los militares ocuparon los centros mineros cuando el peligro eran los sindicatos proletarios.
Luis Cutipa es el nuevo peligro para la "institución tutelar de la patria". El dirigente cocalero encabeza una vigilia pacífica con que los campesinos, sus mujeres y sus hijos intentan impedir que las Fuerzas de Tareas Conjuntas sigan destruyendo cocales.
Si Luis Cutipa y sus compañeros logran la expulsión de los militares excedentarios del Chapare, y si antes no son masacrados, células y logias eneferistas en el seno del Ejército ya tienen una respuesta escrita en un documento clandestino: las FF.AA. se sumarán a la exigencia de Asamblea Constituyente.
wgm@bo.net