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3 de junio del 2002
Refugiados en Australia: El negocio de los campos de detención
Marta Caravantes
  
  Centro de Colaboraciones Solidarias 
  En su equipaje cargan con el espectro de la guerra y la violencia, de 
  las dictaduras y la tortura. Llegan a las costas y aeropuertos australianos 
  con la esperanza de encontrar refugio. Sin embargo, sus anhelos de libertad 
  quedan frustrados desde el primer instante: las autoridades australianas encierran 
  durante tiempo indeterminado a los solicitantes de asilo como si fueran criminales, 
  violando las legislaciones internacionales en materia de refugiados. Los campos 
  de detención creados para tal fin y gestionados por una multinacional 
  estadounidense han sido definidos por algunos de los refugiados como un "infierno 
  en la tierra". Las duras condiciones de vida que tienen que soportar se suman 
  a la incertidumbre y a la desesperación por un encierro injustificado 
  que puede durar años. 
  Detención indefinida y sin cargos  
  Australia considera que su historial en materia de derechos humanos es insuperable. 
  Sin embargo, según Amnistía Internacional, no puede decirse tal 
  cosa de un país donde millares de solicitantes de asilo son encerrados 
  de manera arbitraria en lugares remotos y aislados, y donde ningún tribunal 
  tiene facultad legal para excarcelar a una persona detenida por los servicios 
  de inmigración. Australia obstenta el galardón de ser el único 
  país del mundo que tiene este tipo de detención automática 
  e indefinida, sin cargos ni opción a revisión judicial, y el único 
  país del denominado "mundo desarrollado" que encierra en campos de detención 
  a las personas que llegan a sus fronteras solicitando asilo. Hace cinco años 
  la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas determinó que 
  la política australiana en materia de refugiados era arbitraria e ilegal. 
  Según Kenneth Roth, Director de Human Rights Watch, "en los últimos 
  años el gobierno australiano ha promovido un clima de xenofobia y hostilidad 
  hacia los refugiados y los inmigrantes". 
  Paradójicamente, un país cuya historia está trenzada con 
  los sueños de los inmigrantes que llegaron en el pasado se distingue 
  hoy por su dura política en materia de inmigración y asilo. Desde 
  el 1 de septiembre de 1992 todas las personas que llegan a Australia sin documentación 
  apropiada son detenidas y confinadas en los distintos campos de detención 
  a los largo del inmenso país. Port Hedland, Curtin y Woomera son tres 
  de los más aislados y encierran tras sus muros episodios de graves violaciones 
  de derechos humanos. Woomera también es conocido como "el gulag del desierto". 
  Fue construido en 1999 y tiene capacidad para 1.200 personas que soportan en 
  ocasiones temperaturas de más de 40 grados. En noviembre de 2000, 46 
  refugiados de Woomera se cosieron los labios en señal de protesta. Los 
  médicos del centro de detención afirmaron que las condiciones 
  del campamento eran angustiantes e infrahumanas. Un refugiado iraquí 
  describía así su estancia en Woomera: "No hay nada que hacer. 
  Es casi indescriptible. Cada día es el mismo, cada minuto pasa lentamente. 
  Tu vida es como la de una planta, duermes, comes y dejas pasar el tiempo para 
  volver a dormir de nuevo. Dejas de pensar y sientes que no puedes respirar". 
  Las organizaciones de derechos humanos afirman que las personas que buscan asilo 
  en Australia son tratadas peor que los presos del sistema penitenciario. 
  Muchos de los refugiados confinados proceden de situaciones traumáticas 
  en sus países como persecuciones políticas, guerras, torturas, 
  encarcelamientos, etc. Cuando son detenidos, a esos traumas se añaden 
  la incertidumbre, la pérdida de libertad, el aislamiento, el miedo y 
  las duras condiciones de vida. El gobierno australiano, además, demora 
  meses o años sus resoluciones de asilo. La desesperación es incontenible 
  y desemboca en intentos de suicidio, autolesiones y huelgas de hambre. Según 
  Amnistía Internacional, algunos niños han estado más de 
  cinco años detenidos a la espera de su visado. 
  Un gran negocio  
  Las denuncias de las organizaciones humanitarias respecto a los campos de detención 
  son constantes: carencia de servicios básicos, falta de empleados, tratamiento 
  inhumano, vulneración de derechos democráticos, violencia y abusos 
  sexuales. La empresa que gestiona estos campamentos es la compañía 
  Australasian Correctional Management (AMC) creada en 1991 y subsidiaria de la 
  multinacional estadounidense Wackenhut Corrections Corporation (WCC). La WCC, 
  como señala la revista Forbes, es una de las empresas más grandes 
  de EEUU [en el área de prisiones]. Posee 56 cárceles y centros 
  de detención en EEUU, Europa y Australia donde 'alojan' a más 
  de 40.000 personas. 
  Según informes oficiales, el mantenimiento de los campos de detención 
  le cuesta al estado australiano 117 dólares por día y persona 
  confinada. El gasto medio anual para el Departamento de Inmigración y 
  Asuntos Multiculturales australiano (DIMA, por sus siglas en inglés) 
  es de 150 millones de dólares. Según la propia Wackenhut Corrections 
  Corporation, el DIMA es su tercer mejor cliente en todo el mundo. En un informe 
  de la compañía se refleja que en el año 2000 la DIMA había 
  pagado a la Wackenhut 98 millones de dólares, un negocio -según 
  las organizaciones humanitarias- sustentado en la detención de personas 
  inocentes y en la vulneración de sus derechos. "żEstán realmente 
  dispuestos los australianos a pagar en cifras humanas o económicas el 
  precio de mantener una política de detenciones que ha fracasado en su 
  intento de frenar la acción desesperada de los que buscan asilo?", afirma 
  Amnistía Internacional. Una pregunta que también se hace una buena 
  parte de la población australiana que observa con desagrado cómo 
  ingentes cantidades de dinero público se desvanecen en una política 
  agresiva hacia los solicitantes de asilo y en unos campos de detención 
  que ensombrecen la trayectoria australiana en materia de derechos y libertades. 
  El gobierno se defiende alegando que es necesaria un política estricta 
  y disuasoria hacia aquellas personas que se planteen emigrar hacia su país. 
  Sin embargo, Amnistía Internacional ha demostrado el "fracaso rotundo" 
  de esta política, pues los inmigrantes y solicitantes de asilo siguen 
  llegando a tierra australiana: de 650 personas en 1992 se ha pasado a casi 6.000 
  en el año 2000. 
  Exportar refugiados  
  Australia también "exporta" sus solicitantes de asilo a los países 
  o islas vecinos como las islas Christmas, las Ashmore, las Cartier o las Coco. 
  En Naurú, el país más pequeño del mundo con 21 kilómetros 
  cuadrados de extensión, viven en campos de confinamiento alrededor de 
  1.100 refugiados, principalmente afganos e iraquíes que viajaban en el 
  famoso carguero "Tampa" que Australia se negó a acoger en sus costas 
  en agosto del año pasado. John Pace, delegado de Amnistía Internacional, 
  afirma que "desviar los barcos hacia otros países a cambio de dinero 
  y promesas de ayuda al desarrollo es comerciar con el sufrimiento humano. El 
  gobierno australiano debe tratar a los solicitantes de asilo con justicia y 
  humanidad, en vez de sacar a empujones a los barcos que se acercan a sus aguas". 
  
  La política australiana en materia de asilo revela una preocupante tendencia 
  de los países más ricos. Mientras que en los grandes foros enarbolan 
  causas solidarias a favor de pueblos azotados por la guerra o las dictaduras, 
  en sus trastiendas nacionales se empeñan en cerrar los resquicios que 
  permiten acceder a una vida digna a los refugiados que consiguen llegar a sus 
  fronteras. El caso del carguero "Tampa" puso de relevancia esta cuestión. 
  La mayoría de los inmigrantes eran iraquíes y afganos que huían 
  de sus países y solicitaban asilo pero Australia prefirió dejarlos 
  a la deriva, enfermos y sin comida, antes que acogerlos. Según los datos 
  de ACNUR (Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados), entre 1989 y 1998 
  se registraron en Europa 99.350 de peticiones de asilo por parte solicitantes 
  afganos, pero sólo se concedió estatuto de refugiado a 39.436. 
  La directora para cuestiones de refugiados de Human Rights Watch ha denunciado 
  cómo "los países europeos, al igual que los de América 
  del Norte y Australia, han diluido sistemáticamente sus responsabilidades 
  hacia los refugiados en los últimos 10 ó 15 años". La omisión 
  de ayuda también es un delito y, en este caso, los países más 
  ricos tienen grandes cuentas pendientes con la justicia.