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22 de julio del 2002
Diario estadounidense 
El revolcadero de los cerdos – No basta con un populismo de pacotilla 
Alexander Cockburn
  Counterpunch 
  Traducido para Rebelión por Germán Leyens 
  
  ¿Cuándo comenzó realmente el gran revolcadero de los cerdos 
  con las opciones para ejecutivos? Se puede volver al impulso desregulador bajo 
  Carter a fines de los años 70, pasar luego a los años 80 de Reagan 
  cuando comenzaron realmente las compras corporativas de acciones. Fue la era 
  de las adquisiciones con financiación ajena y la manía de las 
  fusiones, facilitadas por leyes tributarias que favorecían los beneficios 
  del capital por sobre los dividendos de los accionistas, y que permitían 
  que las corporaciones amortizaran por completo los pagos de intereses. 
  Entre 1983 y 1990, un 72,5 por ciento de todas las compras netas de acciones 
  en EE.UU. fueron realizadas por corporaciones no financieras. Al terminar esta 
  parranda las corporaciones endeudadas se retiraron a sus cuarteles durante tres 
  años para limitarse y descansar, hasta que en 1994 volvieron una vez 
  a la ofensiva, cargándose de deudas para financiar sus compras de acciones. 
  Fue el comienzo del juego de las opciones. 
  Entre 1994 y 1998, las compañías no financieras se sumergieron 
  en deudas volviendo a comprar sus propias acciones, o adquiriendo acciones resultantes 
  de fusiones. El valor anual de las readquisiciones se cuadruplicó, un 
  testimonio de la orgía más agitada y sostenida de auto engrandecimiento 
  de una clase ejecutiva en la historia del capitalismo. 
  Debo sobre todo éstas y las siguientes reflexiones y cifras específicas 
  al profético "El boom y la burbuja" de Robert Brenner, publicado esta 
  primavera con una oportunidad impecable por Verso, así como el tan esperado 
  libro de Robin Blackburn (también de Verso) sobre el pasado y el futuro 
  de las pensiones, "La banca de la muerte". 
  ¿Por qué estos Presidentes, y Tesoreros, y los consejos de dirección 
  prefirieron agobiar a sus compañías con deudas? Debido a que los 
  precios de las acciones iban subiendo, las compañías que necesitaban 
  dinero podrían haberlo conseguido emitiendo acciones, en lugar de prestarse 
  dinero para readquirir acciones. 
  Los funcionarios corporativos superiores tuvieron la oportunidad de hacer vastas 
  ganancias con sus opciones, y gracias a los esfuerzos generosísimos de 
  legisladores como el Senador Joe Lieberman, se les ahorró la inconveniencia 
  de tener que informar a los accionistas sobre el costo de esas mismas opciones. 
  Legisladores esclarecidos habían sido suficientemente juiciosos para 
  rescribir las leyes tributarias de manera que se permitía a las corporaciones 
  que descontaran los mismos costos de los ingresos de su compañía. 
  
  Como señala Brenner, la ley de EE.UU. "alienta de esa manera a las corporaciones 
  a exagerar sus utilidades en público frente a sus accionistas, mientras 
  las desvalorizan en privado frente a la Dirección General Impositiva". 
  
  Es divertido leer ahora a todos los jubilosos entendidos que apoyan a los demócratas 
  fustigando a Bush y a Cheney por la manera en la que hicieron sus fortunas, 
  mientras lamentan las glorias del boom de Clinton, cuando el dólar era 
  poderoso y las clases medias contemplaban sus ahorrillos de 401 (k) con la devoción 
  de Volpone de Jonson contemplando su tesoro. "Buenos días al día; 
  y ahora, mi oro. Abre el altar, para que pueda ver a mi santo". 
  Bush y Cheney merecen el castigo. Pero cuando hablamos de partidos políticos, 
  la sordidez es de una pieza. El boom de Clinton fue propulsado en gran parte 
  por el helio de la burbuja contable. Brenner cita un estudio de Bear, Stearns, 
  analizando a todas las 500 compañías del S&P en 1999 que calcularon 
  que sus ingresos netos en ese año hubieran sido un 6 por ciento más 
  bajos si las opciones de acciones hubieran sido contabilizadas como gastos. 
  Los beneficios en Yahoo, Broadcom, JDS Uniphase y otros o hubieran desaparecido 
  o hubieran pasado a ser profundamente negativos. 
  A fines de 1999, el pago anual promedio de los Presidentes de 362 de las mayores 
  corporaciones de EE.UU. se había inflado a 12,4 millones de dólares, 
  más de seis veces lo que era en 1990. El máximo pago en opciones 
  fue el de Charles Wang, jefe de Computer Associates International, que recibió 
  650 millones en acciones restringidas, ascendiendo mucho más lejos que 
  el escuálido salario de 5,4 millones de dólares de Ken Lay y las 
  acciones por 49 millones de dólares que éste recibiera. Cuando 
  se extinguieron los años 90, la cultura corporativa, aplaudida todas 
  las semanas por ranas mugidoras de la burbuja como Thomas Friedman, testimonió 
  el aumento del ingreso promedio de los Presidentes de las 362 mayores compañías 
  de EE.UU. a un nivel 475 veces más elevado que el del trabajador industrial 
  promedio. 
  Las oficinas ejecutivas de las mayores compañías de EE.UU. se 
  convirtieron en un inmenso revolcadero de cerdos. Los Presidentes y los Tesoreros 
  pedían prestados millones de algún banco cómplice, y utilizaban 
  el dinero para inflar el valor de las acciones de la compañía, 
  inflando así el valor de sus opciones. Brenner nos ofrece la memorable 
  cifra de 1,22 billones de dólares como la suma total pedida en calidad 
  de préstamo por corporaciones no financieras entre 1994 y 1999, inclusive. 
  De esa suma, las corporaciones utilizaron sólo un 15,3 por ciento para 
  gastos de inversión. Utilizaron un 57 por ciento de esa suma, 697.400 
  millones de dólares, para readquirir acciones y así enriquecerse. 
  Seguramente el más atrevido robo por efracción en la historia 
  del latrocinio corporativo. 
  Cuando reventó la burbuja, se abrieron los paracaídas, dorados 
  en un cielo oscuro. Blackburn cita los paquetes de dos ejecutivos de Lucent 
  que dejaban la compañía. Richard McGinn y Deborah Hopkins, Jefe 
  de la Dirección Financiera. Mientras se dedicaba menos de una página 
  en el informe trimestral de Lucent de agosto de 2001 al despido de 10.500 empleados, 
  requirió un suplemento de 15 páginas para describir los tesoros 
  entregados a McGinn (algo menos de 13 millones de dólares después 
  de dirigir Lucent durante sólo tres años) y a Hopkins (en Lucent 
  durante menos de un año, y que partió con casi 5 millones). Michael 
  Bonsignore, destituido como jefe de Honeywell, recibió un arreglo final 
  de 9 millones de dólares, más el compromiso de que se continuaría 
  tratándolo como Presidente, con "transporte ejecutivo" y con "servicios 
  financieros y de planificación de los impuestos" para el resto de su 
  vida. 
  ¡Hace hervir la sangre, no? ¿No es hora de que tengamos un "Nuevo Contrato de 
  cambio económico que le dé poder a la gente"? ¡Sí, señor! 
  "Nunca más debiera Washington recompensar a los que especulan con papel, 
  en lugar de los que ponen a la gente por sobre todo." ¡Hurra! Tararee la canción 
  y memorice las palabras (de Bill Clinton en 1992). Prepárense para un 
  ataque de populismo retórico, necesario para calmar la indignación 
  popular. 
  Hay malos en esta historia, toda una elite de pirañas. Y hay víctimas, 
  las personas cuyos fondos de pensión fueron dejados secos para inundar 
  de botín el revolcadero de cerdos. Un gran campo de batalla de las próximas 
  décadas en gran parte del mundo tendrá que ver con las pensiones 
  y con temas de seguridad social basada en activos para las crecientes filas 
  de los que envejecen. Aquí en EE.UU., la privatización de la Seguridad 
  Social ha sido aplazada sólo porque Bill Clinton no pudo apartar su mano 
  de su bragueta y después porque las credenciales de George Bush como 
  protector de la ética de la empresa privada han sufrido demasiado. 
  Pero los lobos volverán, y el populismo de la pistola de aire comprimido 
  (una Comisión de Control de Acciones y Valores más fornida, etc., 
  etc.) no podrá contenerlos. Los demócratas no serán mejores 
  defensores de la gente contra las depredaciones del capital que de la Declaración 
  de Derechos. (En la ley de fisgoneo más reciente que pasaron por la Cámara, 
  sólo tres votaron contra una medida que permite sentencias a cadena perpetua 
  por "piratería maliciosa de ordenadores": Dennis Kucinich, y dos republicanos, 
  Jeff Miller de Florida y el gran libertario de Texas, Ron Paul.) 
  Fueron los demócratas del senado de EE.UU., quienes, a principios de 
  julio, se unieron en defensa de los "principios" de contabilidad que permiten 
  el actual trato engañoso de las opciones de acciones. No sólo 
  Joe Lieberman, la prostituta de Connecticut, sino Tom Daschle de las planicies 
  del Norte. 
  El populismo con la pistola de juguete no basta. ¡Hay que socializar la acumulación! 
  Los detalles seguirán más adelante. 
  19 de julio de 2002