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21 de junio del 2002
Llamamiento de intelectuales y artistas estadounidenses contra la guerra:
  No en nuestro nombre 
  Que no se diga que en Estados Unidos la gente no ha hecho nada cuando 
  su Gobierno ha declarado una guerra sin límites y ha instaurado nuevas 
  medidas represivas. 
  Los firmantes de este llamamiento invitan a la población estadounidense 
  a resistir a las políticas y a las directrices generales que han emergido 
  tras el 11 de septiembre y que ponen en grave peligro a los pueblos del mundo. 
  
  Nosotros creemos que las personas y las naciones tienen derecho a determinar 
  su propio destino, libres de cualquier coerción militar de las grandes 
  potencias. Creemos que todas las personas detenidas o perseguidas por el Gobierno 
  de Estados Unidos deben tener los mismos derechos. Creemos que plantear preguntas, 
  criticar y disentir son actitudes que deben ser valoradas y protegidas. 
  Creemos que las personas con conciencia deben asumir la responsabilidad de las 
  acciones de sus gobiernos, y ante todo debemos oponernos a las injusticias cometidas 
  en nuestro nombre. Invitamos a todos los estadounidenses a resistir frente a 
  la guerra y la represión que ha sido lanzada sobre el mundo por la administración 
  Bush. Es injusta, inmoral e ilegítima. Decidamos hacer causa común 
  con los pueblos del mundo. 
  Nosotros también hemos contemplado con angustia los terribles acontecimientos 
  del 11 de septiembre de 2001. Nosotros también hemos llorado los miles 
  de víctimas inocentes y nos hemos horrorizado ante la terrible carnicería, 
  que nos ha traído a la memoria escenas similares en Bagdad, Panamá 
  o, hace una generación, en Vietnam. Nosotros también nos hemos 
  preguntado, como millones de estadounidenses, cómo es posible que algo 
  así haya ocurrido. 
  Pero mientras el dolor estaba apenas en sus comienzos, las más altas 
  instancias han desencadenado su espíritu de venganza. Han acuñado 
  una consigna simplista: "buenos contra malos", que inmediatamente ha sido adoptada 
  por unos medios de comunicación sometidos y acobardados. Nos han dicho 
  que el mero hecho de plantear preguntas sobre estos terribles sucesos rozaba 
  la traición. No debía haber debate alguno. No había lugar 
  para las dudas éticas o políticas. La única respuesta posible 
  era la guerra en el exterior y la represión dentro de casa. 
  En nuestro nombre, la administración Bush, con la casi unanimidad del 
  Congreso, ha atacado Afganistán y se ha arrogado, junto con sus aliados, 
  el derecho de destruir fuerzas militares en cualquier lugar y momento. Las brutales 
  repercusiones se han hecho sentir desde Filipinas hasta Palestina, donde los 
  tanques y los bulldozer israelíes han trazado un terrible sendero de 
  muerte y destrucción. Y el Gobierno se dispone ahora a emprender una 
  guerra total contra Irak, un país que no tiene ninguna relación 
  con los hechos del 11 de septiembre. ¿Qué clase de mundo será 
  éste si se permite al Gobierno de Estados Unidos lanzar comandos, asesinos 
  y bombas dondequiera que se le antoje? 
  En nuestro nombre, el Gobierno ha creado en Estados Unidos dos clases de ciudadanos: 
  aquellos a los que al menos se les prometen los derechos básicos del 
  sistema legislativo y aquellos que ahora no parecen tener derecho alguno. El 
  Gobierno ha arrestado a más de mil inmigrantes y los ha encarcelado en 
  secreto y sin límite de tiempo. Centenares de personas han sido deportadas 
  y centenares siguen en prisión. Por primera vez en décadas, los 
  procedimientos de inmigración someten a determinadas nacionalidades a 
  un tratamiento desigual. 
  En nuestro nombre, el Gobierno ha desencadenado una oleada de represión 
  en la sociedad. El portavoz del presidente ha intimidado a la gente diciendo 
  que "tengan cuidado con lo que dicen". Los artistas, los intelectuales y los 
  profesores disidentes ven sus puntos de vista distorsionados, atacados y eliminados. 
  El llamado Patriot Act, junto a un sinfín de medidas similares 
  en los diversos estados, da a la policía nuevos y más amplios 
  poderes de investigación y secuestro, con la cobertura de procedimientos 
  secretos. 
  En nuestro nombre, el ejecutivo ha usurpado constantemente los papeles y las 
  funciones de las otras ramas del Gobierno. Una orden ejecutiva ha puesto en 
  funcionamiento los tribunales militares. Una firma presidencial basta para definir 
  como "terrorista" a un determinado grupo de personas. 
  Debemos tomarnos muy en serio a los gobernantes cuando hablan de una guerra 
  que durará una generación y cuando hablan de un nuevo orden. Nos 
  hallamos frente a una nueva política imperial hacia el mundo y una política 
  interior que genera y manipula el miedo para limitar los derechos. 
  Hay una estrategia mortal en los acontecimientos de los últimos meses, 
  que debe ser vista como lo que es y frente a la cual hemos de resistir. Demasiadas 
  veces en la historia la gente ha esperado para resistir hasta cuando ya era 
  demasiado tarde. 
  El presidente Bush ha declarado: "O con nosotros o contra nosotros". Ésta 
  es nuestra respuesta: nos negamos a que hable en nombre de todos los estadounidenses. 
  No entregaremos nuestras conciencias a cambio de una huera promesa de seguridad. 
  Decimos NO en NUESTRO nombre. Nos negamos a ser parte de estas guerras y rechazamos 
  todas las acciones emprendidas en nuestro nombre o por nuestro bienestar. Tendemos 
  la mano a quienes en el mundo sufren como consecuencia de estas decisiones. 
  Mostraremos nuestra solidaridad con las palabras y con la acción. 
  Los firmantes de este llamamiento invitamos a todos los estadounidenses a unirse 
  a este desafío. Aplaudimos y apoyamos las propuestas en curso, a la vez 
  que reconocemos la exigencia de hacer mucho más para poner fin a esta 
  locura. Nos inspiramos en la decisión de los reservistas israelíes 
  que, asumiendo un riesgo personal, declaran que hay un límite y se niegan 
  a servir en Gaza y en los territorios ocupados. 
  Nos inspiran los numerosos ejemplos de resistencia y de conciencia que nos ofrece 
  la historia pasada de Estados Unidos: desde los que combatieron la esclavitud 
  hasta los que pusieron fin a la guerra de Vietnam incumpliendo las órdenes, 
  negándose a incorporarse a filas y apoyando a los que resistían. 
  
  No permitamos que el mundo que hoy nos contempla se desespere por nuestro silencio 
  y nuestra incapacidad de acción. Hagamos que el mundo pueda sentir nuestro 
  compromiso. Resistiremos frente a la máquina de la guerra y la represión 
  y haremos todo lo posible para detenerla.