Energía y recursos naturales:
Las lecciones de Bolivia
Sara Larraín* ALAI-AMLATINA
Paradójicamente el  pasado 12 de octubre, Día de la Raza, se produjo la más  dura confrontación entre manifestantes indígenas y  fuerzas armadas en Bolivia, uno de los países con más  población originaria de América del Sur. 
 Luego de un saldo de más 30 muertos y el pliegue de  gremios, sindicatos y organizaciones sociales al paro y  bloqueo de la capital y las rutas nacionales, el  Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, se vio obligado a  anunciar que el proyecto de Pacific LNG, que pretendía  exportar gas boliviano a EE.UU. a través de un puerto  chileno, se suspendía hasta realizar una consulta a la  población, la que debiera hacerse antes del 31 de  diciembre de 2003. 
 Pero este anuncio fue demasiado tarde. Las organizaciones  sociales y el diputado del MAS, Evo Morales, anunciaron  que las manifestaciones no cesarían hasta lograr la  renuncia de Sánchez de Lozada y el castigo a los  culpables de la matanza de El Alto el domingo pasado. 
 Y sus dichos tuvieron eco. Ayer, lunes 13, las peticiones  de la calle pasaron hacia las esferas políticas  gubernamentales: la bancada parlamentaria oficialista  Nueva Fuerza Revolucionaria (NFR), se sumó a la petición  de renuncia del Jefe de Estado y ordenó el repliegue de  los ministros de su partido. 
 Lo que dejó completamente aislado a Sánchez de Lozada,  fue la renuncia de Carlos Meza, Vicepresidente de la  República, quien señaló no estar de acuerdo con las  medidas del ejecutivo para reprimir las manifestaciones. 
 El punto de quiebre de la crisis política boliviana es el  proyecto de exportación de gas, lo que es rechazado por  razones geopolíticas en base a problemas territoriales no  resueltos; pero fundamentalmente, lo que está detrás, es  que el pueblo boliviano mantiene una fuerte posición de  defensa de sus recursos naturales –ya lo anunciaron  frente a la exportación de agua para la minería en Chile- , y ahora desean usar el gas natural para la  industrialización y el desarrollo nacional. 
 Adicionalmente, tanto las organizaciones sociales como  los funcionarios públicos han declarado que el precio del  gas acordado con la Pacific LNG, que representaría poco  más de 200 millones de dólares por año (0,70 US$/Mcf,  millar de pies cúbicos), no significa un precio aceptable  para los bolivianos. Frente a estos hechos, además de la  solidaridad con las víctimas de la represión en Bolivia,  las organizaciones chilenas, entendemos y apoyamos la  defensa de sus recursos naturales. Esta defensa,  representa una lección y un desafío para Chile, no sólo  frente a la desnacionalización del cobre y otros recursos  naturales, sino porque no es claro que el gas boliviano  será una alternativa para enfrentar nuestra  vulnerabilidad energética. 
 La dependencia por parte de nuestro país mayoritariamente  de hidrocarburos, entre los que destaca el gas natural  (más del 60% de la generación termoeléctrica en el SIC);  representa un problema que Chile aún no ha enfrentado a  fondo, aumentando, por el contrario, el uso de  combustibles importados para el sector eléctrico; incluso  teniendo como antecedente la crisis en los embalses que  generó la escasez de lluvia y, por ende, la baja en  nuestra generación eléctrica. 
 Chile no tiene un proyecto de mejorar la confiabilidad y  seguridad energética en base a sus propios recursos  naturales. Hoy día, la crisis boliviana es un signo de  que no será fácil confiarnos en futuras importaciones de  gas desde dicho país hacia Chile y, simultáneamente,  nuestro abastecimiento de gas natural de Argentina,  especialmente de la zona de Neuquén, hoy enfrenta  dificultades para los próximos años, por la falta de  inversión en nuevos gaseoductos y para la exploración de  nuevas reservas. 
 Una respuesta adecuada a esta inseguridad por parte del  gobierno y del sector político chileno, sería elaborar  rápidamente un detallado catastro de los recursos  energéticos renovables -que el país posee en grandes  cantidades-, como la geotermia, las microcuencas  hidrográficas, la biomasa y la energía eólica; y avanzar  en una legislación e instrumentos económicos que  promuevan su utilización, a través de la concreción de  proyectos que logren incorporar a la matriz energética,  mayor cantidad energía generada mediante recursos  propios. 
 *Sara Larraín es Directora del Programa Chile Sustentable