PARAGUAY. 
Elecciones en Paraguay. 
  Adolfo Giménez. 
  El Partido Colorado cumplió 56 años en el poder en el Paraguay y tiene  asegurados cinco años más con el triunfo en las elecciones del 27 de abril  pasado de su candidato, el periodista Nicanor Duarte Frutos, pero este hecho  produce más incertidumbre que certezas sobre lo que ocurrirá. 
  Se acerca un periodo marcado por una grave crisis económica (un tercio de la  población es pobre), la fuerte disputa entre fracciones de la clase  dominante, el descreimiento de la población (40 por ciento de abstención en  los últimos comicios) y los reclamos de las organizaciones populares. 
  Duarte Frutos, quien ganó los comicios con el 37 por ciento de los votos,  conoce lo que se acerca y sus primeros discursos estuvieron cargados de  palabras de unidad, de paz y de populismo. Pocas horas después de conocerse  ganador mencionó que es necesario negociar una moratoria de la deuda  externa, copiando al argentino Rodríguez Saa en sus pocos días de gobierno,  y que declarará la guerra al neoliberalismo. 
  El panorama después de las elecciones muestra a un viejo partido navegando  en tempestades ante una oposición descalabrada y sin rumbo, un movimiento  popular  desmovilizado y una izquierda que no termina de aparecer. 
  NUEVO PERIODO, NUEVA ESTRATEGIA. 
  Cuestionado y atacado por todos lados, el Partido Colorado sin embargo  sostiene la estructura del poder y sigue siendo el principal referente del  imperialismo estadounidense por los siguientes motivos:    -Logra articular en una relación conflictiva a los principales grupos  económicos (empresariales y mafiosos). 
  -Coopta a través del Estado a dirigentes de la oposición y del movimiento  popular en base a prebendas, negociados, impunidad y cargos públicos. 
  -Mantiene una alianza estratégica con los principales jefes y comandantes de  las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional y    -Sostiene una amplia clientela política electoral con los empleados del  Estado, los jubilados y con los sectores más pobres, no organizados,  mediante una eficiente red de locales partidarios (llamadas seccionales) en  todo el país que durante la dictadura de Stroessner (1954/1989) colaboraba  con la represión. 
  Una estrategia para cambiar esta situación desde el campo popular y la  izquierda socialista pasa en primer lugar por un prolongado proceso de  organización y de movilización de masas para ir torciendo una correlación de  fuerzas muy desfavorable. 
  Al mismo tiempo, combinar las reivindicaciones gremiales con una crítica  radical al sistema  capitalista de explotación. Y si bien todos los reclamos  van siempre a parar al Estado,  crear heroicamente la autogestión y la  autonomía con vistas a un poder popular en ciernes. 
  El bajísimo resultado electoral obtenido por la izquierda (menos del 1 por  ciento) muestra que aún falta mucha organización al movimiento popular en su  conjunto y que sin movilización nunca se alcanzan victorias;  tampoco con un  movimiento sindical desarticulado y un movimiento campesino dividido en  varias partes. 
  Fue evidente que no era la mejor época ni estaban dadas las mejores  condiciones para entrar en una disputa electoral, pese a la experiencia  importante surgida en todo el continente americano (Bolivia, Brasil,  Ecuador, El Salvador), con sus luces y sus sombras. 
  EL GREMIALISMO Y LA POLÍTICA. 
  El crecimiento de las organizaciones gremiales, la participación masiva en  las movilizaciones con un carácter combativo y consecuente, no  necesariamente aseguran un avance en la conciencia política de las masas. 
Esto último dependerá siempre del trabajo de una organización de cuadros  revolucionarios y de la posibilidad de articular una unidad programática  amplia entre diferentes sectores comprometidos con la causa del pueblo. 
  Queda un largo periodo por delante con un ³escenario político² que viró  varios grados a la derecha. Las dos cámaras del congreso están copadas por  los dos partidos tradicionales (Colorado y Liberal) y los componentes del  nuevo movimiento Patria Querida, una articulación de empresarios y miembros  de organizaciones católicas. 
  Pero de ninguna manera se puede asegurar que el régimen se ha consolidado,  apenas ha logrado renovarse y se prepara para las turbulentas crisis del  régimen de dominación  que se avecinan como consecuencia del agravamiento de  la pobreza y de la miseria en todo el país. 
  El movimiento popular está desmovilizado, con problemas internos, pero no  está vencido por lo que sería  interesante que comience un  periodo de  evaluaciones y autocríticas sobre lo que pasó, algo que sin embargo está muy  ausente de nuestra práctica cotidiana y que estrecha el camino hacia la  unidad de todos los que anhelamos aportar algo para transformar esta injusta  realidad    Asunción, abril 2003. 
  * Periodista, militante del Partido Convergencia Popular Socialista (PCPS).