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Latinoamérica

5 de octubre del 2003

Los pobres del mundo dejan de aceptar cuentas de vidrio a cambio de oro
De la desesparación al desafío

Naomi Klein
Masiosare
De pronto los países pobres echan a perder las reuniones comerciales, se enfrentan al Fondo Monetario Internacional y le dicen "no" a la inversión extranjera. ¿Qué está pasando?

SI HABIA ALGO en lo que uno antes podía contar en asuntos de comercio internacional era en la desesperación de los pobres. No importaba cuán malo fuese el acuerdo, siempre era mejor que nada.

Pero de pronto los países pobres echan a perder las reuniones comerciales, se enfrentan al Fondo Monetario Internacional y le dicen "no" a la inversión extranjera. ¿Qué está pasando? ¿Es posible que cuando hayas perdido suficiente, la desesperación se torna en desafío?

Tomemos como ejemplo a la población de Esquel, una pequeña ciudad en el sur de Argentina. Hace un año, Meridian, una compañía minera de oro estadunidense-canadiense, compró Bancote Holdings, de Gran Bretaña, el cual era dueño de un depósito de oro en Esquel, con un valor aproximado de mil millones de dólares. Parecía ser el momento preciso para construir una enorme mina a cielo abierto: el oro se vendía caro y Argentina, con una economía deshecha, se vendía barato. La compañía informó a la ciudad de Esquel que estaba a punto de ser la afortunada receptora de 400 empleos mineros. Armó una Evaluación del Impacto Ambiental, le aseguró a la comunidad que usar 2 mil 700 kilogramos de cianuro al día no era más riesgoso que manejar al trabajo, y se preparó para comenzar a escarbar.

Y también la comunidad. Pero no para escarbar en busca de oro, sino de información. Vender recursos naturales y servicios públicos a multinacionales extranjeras no le ha funcionado muy bien a Argentina. Estas inversiones, lejos de traer la prometida prosperidad, han dejado al país con menos empleos, deudas desorbitantes, servicios caros y políticos sospechosamente ricos. Cuando Meridian dijo "confíen en nosotros", Esquel no pudo acceder a su petición.

Esquel está localizado en una impresionante zona de la Patagonia, rodeado de ríos con una espectacular pesca con mosca, montañas que presumen de un esquí de primera clase y el Parque Nacional Alerces. La mina estaría a tan sólo siete kilómetros de la ciudad de 32 mil personas, lo cual ha incrementado la preocupación respecto al impacto que puede tener el uso de cianuro y otros tóxicos en el suministro local de agua, así como en las industrias del rancho y del turismo.

Con tan pocos detalles proveídos por la compañía, la comunidad buscó a sus propios expertos en minas. Aprendió que la minería de oro a cielo abierto usando cianuro está prohibida en Montana. Que después de que el cianuro es descompuesto usando el proceso de "destrucción" INCO, sigue teniendo toxinas, y los derrames siguen siendo desastrosos.

Greenpeace Argentina ayudó en mandar hacer un estudio independiente para evaluar lo afirmado en la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) de Meridian. El doctor Robert Moran, un estadunidense experto en minería, declaró que "esta es la EIA más 'indefinida' que he revisado en más de 30 años de experiencia hidrogeológica".

Según el doctor Moran, la información era tan "nebulosa" que "definitivamente no sería aceptable para los reguladores en países de Europa Occidental, Estados Unidos o Canadá". En entrevista, el doctor Moran dijo que "el asunto más importante es el suministro de agua" -la compra de los derechos al agua llevaría a alzas en el precio y a escasez.

Más allá de estas preocupaciones en torno a la salud y la ecología, muchos en Esquel simplemente creen que la mina es otro pésimo negocio para Argentina. Los opositores dicen que la compañía, con oficinas centrales en Reno, Nevada, no pagará impuestos durante los primeros cinco años (el proyecto sólo está programado para durar nueve). También aseguran que el gobierno pagará más en devoluciones a la exportación de lo que recibirá por los derechos mineros. Más preocupante aún, si comienza a haber derrames en el sitio tras el cierre de la mina, podría ser que la comunidad tenga que enfrentar los gastos de limpieza.

El pasado 23 de marzo, el pueblo de Esquel realizó un referéndum sobre la mina. Setenta y cinco por ciento de la población participó; 81% votó "no" a la mina. A pesar de que los resultados del referéndum no tienen carácter vinculatorio, con las elecciones municipales y provinciales cerca, sí son persuasivos. Los políticos locales no han otorgado los permisos que Meridian necesita para comenzar la construcción y el proyecto está parado.

¿Alcohólicos arrepentidos?

Meridian, tan cerca de su premio de los mil millones, está haciendo todo por mostrar que ya aprendió de los errores del pasado. Inmediatamente después del referéndum, contrató a Business for Social Responsibility (BSR, Negocios a favor de la Responsabilidad Social), con oficinas centrales en San Francisco, para "ayudar a la compañía a escuchar y comprender las preocupaciones de la comunidad". El mes pasado, Meridian dio a conocer los hallazgos de BSR. El reporte de BSR, descartado por muchos en Esquel como un truco de relaciones públicas, no hace referencia a los asuntos sustanciales ecológicos y económicos. En vez, critica a la compañía por su "asombrosa falta de compromiso amplia y consistente". Según el reporte, aceptado por Meridian, sus empleados mostraron "una actitud de indiferencia" hacia la comunidad y fueron "defensivos y desestimaron" las preocupaciones, incluso fueron llanamente groseros. "La compañía se mostró reticente a compartir información sobre la mina que se propone... es más, a veces dificultó la obtención de la información", declara el reporte.

Meridian aceptó los latigazos y se comprometió a ser transparente y a compartir la información en el futuro. La compañía dice que sus actividades están "en pausa" y que no seguirá hacia delante "sin el apoyo de la comunidad de Esquel".

Estos días, los ejecutivos de Meridian sí que suenan a arrepentidos alcohólicos anónimos. Con voz suave, la gerente de relaciones de inversión, Deborah Liston, me dice que la compañía ha aprendido una "dolorosa lección... ahora es un momento callado". Su jefe, Peter Dougherty, vicepresidente, gerente de finanzas, también habla sobre "esperar a la comunidad" y dice que "a veces, cuando hay luchas, éstas definen quién eres al final del día".

Pero hay evidencia de que Meridian no ha cambiado por completo. A pesar de sus afirmaciones de que el desarrollo esté "en pausa", Meridian registró, de manera callada, un nuevo sitio minero a sólo cuatro kilómetros de la ciudad de Esquel, más cerca que la anterior.

Y a pesar de todo su hablar acerca de una total transparencia, puede ser que la compañía aún esté reteniendo información estratégica. Meridian prometió desde hace mucho producir un amplio e independiente estudio del agua, crucial para que la comunidad pueda evaluar los riesgos de la mina. Cinco meses después de la fecha límite, Esquel continúa esperando. Así que me sorprendió que Liston mencionara que había visto ese estudio, que los resultados eran favorables a la compañía, pero que "aún no lo damos a conocer. No es el tiempo correcto. Ahorita no quiere [el público] escuchar eso".

Cuando le pregunté a Dougherty respecto a los comentarios de Liston, negó que la compañía estuviera interfiriendo en el dar a conocer el estudio, ya que eso "comprometería su independencia". El lo dijo, no fui yo.

¿Y qué pasa si, tras todo el escuchar y el agarrarse de las manos, la ciudad sigue sin querer una mina de oro a cielo abierto? ¿Se irá Meridian de Esquel, como demanda la comunidad, respetando los deseos democráticos de sus ciudadanos?

"Mire", dijo Dougherty, alejándose del new age, "estamos en esta tierra, y si no crece, vamos a tener que minarla... nuestro planeta entero se ha formado sobre la base de la habilidad del oro para formar imperios. A través del tiempo, el oro ha sido un factor estabilizador".

Es un recordatorio histórico apropiado. Meridian llegó a Esquel como un moderno conquistador, convencido de que la población desesperada estaría agradecida de poder darle de comer al imperio de alguien más. Pero la crisis económica no sólo ha hecho a los argentinos más desesperados, también los ha hecho más abusados, más propensos a mirar más allá de las deslumbrantes promesas de futura prosperidad y a proteger lo que aún tienen.

Después de todo, cuando han minado a todo tu país, sueles mostrarte receloso ante los salvadores que usan sombreros duros.

(Traducción: Tania Molina Ramírez. Copyright 2003, Naomi Klein)