Giro a la izquierda: Luchó por Bogotá y ganó

El Espectador, Bogotá

No le gusta que le digan doctor Garzón, prefiere que lo llamen Lucho, según él porque la mamá se peleó el nombre, ³no el apellido². Tampoco es muy amigo de los protocolos o de la corbata. ³Hacen perder el tiempo y el interés de las personas en los aspectos realmente importantes².
Esa sencillez es una de las principales características de la personalidad de Luis Eduardo Garzón, el nuevo alcalde de Bogotá, que desde enero de 2004 regirá el destino de los capitalinos.

Lucho nació hace 52 años en Bogotá, y desde muy pequeño padeció las desigualdades sociales que supone nacer en un hogar pobre y sin figura paterna. De la mano de su mamá, doña Eloísa Garzón, quien para ese entonces trabajaba como empleada del servicio doméstico, comenzó a entender la vida y a trasegar por ella con muchas dificultades, que a la postre se convirtieron en fortalezas.
Su niñez transcurrió en el hogar de los Bieler, una familia alemana que los acogió en un apartamento de la calle 46 con carrera 13. ³Mi cuarto quedaba en la que hoy es la sala de velación número 14 de la Funeraria Gaviria².
Siempre la izquierda A los 7 años, Lucho comenzó su vida de colegial en la escuela Palermo, mientras los hijos de sus patrones estudiaban en un colegio privado. Y fue en uno de los salones de esa escuela de Teusaquillo donde, sin saberlo, entendió que la izquierda lo marcaría para siempre.
Y no era para menos, pues recuerda que por el hecho de ser zurdo sus profesores lo tildaron de ³diabólico², y para alejarlo de ese mal le amarraban el brazo izquierdo a la espalda. Lo único que lograron con eso fue convertirlo en ambidiestro, y con el paso del tiempo en uno de los líderes sindicales más reconocidos del país.
Años más tarde llegó al colegio Camilo Torres, gracias a los oficios del profesor Camacho, un santandereano quien lo ayudó a ingresar a quinto de primaria. ³En esa época sólo podían entrar al Camilo los hijos de los profesores, pero él me dejó hacer el examen de admisión y saqué el quinto puesto entre 150 aspirantes².
El horario era extenuante, pues estudiaba de 8:00 de la mañana a 12:00 del mediodía, y de 2:00 a 4:00 de la tarde. En las dos horas que le quedaban libres le ayudaba a un conocido a vender queso con bocadillo en las cercanías del Camilo Torres. ³Ese fue mi almuerzo durante mucho tiempo².
Para ese entonces su vida transcurría de inquilinato en inquilinato, en el centro y el sur de la ciudad. ³Me mantenía solo en la casa casi todo el tiempo, porque mi mamá trabajaba en una panadería de 3:00 de la mañana a 8:00 de la noche. Recuerdo que me tocaba calentarme la comida en una estufa Coleman, de gasolina, y una vez casi incendio la casa tratando de prenderla².
En 1962 se empleó como caddy en el Country Club, y en medio de las propinas que le daban los miembros más prestantes de la sociedad bogotana que practicaban el golf, comenzó a tomarle amor a ese deporte. ³Cada vez que podía, capaba clase en el Camilo para ir a jugar. Luego opté por estudiar de noche en el Colegio Carrasquilla².
Entre el golf, el estudio y el trabajo, Lucho comenzó a pulir sus gustos musicales ­que aún hoy abarcan desde los Beatles hasta Daniel Santos­ y a meterse de lleno en la bohemia capitalina de finales de los sesenta.
Incluso, trabajó algunos años en la guía de espectáculos de Bogotá, un listado de lugares que solía frecuentar y que hoy recuerda con nostalgia.
En 1968 intentó sin éxito ser maletero en El Dorado, ³donde aprendí cómo funcionan los monopolios²; vendió telas con un turco en un carrito que recorría los almacenes del centro, cargó bultos para el Idema en Mosquera, fue acólito y hasta hizo las veces de carpintero en un taller que pulió las maderas del barrio Andes y de la Gobernación de Cundinamarca.
En 1965, cuando tenía 14 años, Lucho enfrentó al que sería su destino sindical, tras conocer a Camilo Torres Restrepo. ³Mi mamá era la portera del edificio donde vivía la madrina de bautizo del cura. Allí lo conocí y me impactó mucho cuando murió, porque comprendí los alcances de la política².
Cuatro años de oscurantismo En 1969, el jefe de personal de Ecopetrol le ofreció trabajo como mensajero en la Oficina de Relaciones Públicas. ³Esos fueron mis cuatro años de oscurantismo. Me daba pena hablar de mi pasado, usaba corbata y era arribista. Por fortuna eso cambió y hoy soy mi propio asesor de imagen².
Con el tiempo, Lucho se fue consolidando como líder de la Unión Sindical Obrera (USO), hasta convertirse en su vicepresidente, y durante tres años estudió derecho en la jornada nocturna de la Universidad Libre.
Gran parte de su vida sindical, 10 años, la vivió en Barrancabermeja, en donde dirigió nueve paros, y hasta le quedó tiempo para adelantar una campaña presidencial como candidato en las elecciones de 2002 por el Polo Democrático, el mismo partido que ayer lo llevó a la Alcaldía Mayor de Bogotá.
También se desempeñó como dirigente social y encabezó la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) en los últimos seis años de su carrera sindical. Su esfuerzo se vio recompensado una vez más cuando recibió el Premio en Derechos Humanos George Meany-Lane Kirkland, otorgado por una importante organización sindical norteamericana.
No obstante el reconocimiento del que goza, Lucho aseguró que de 1986 a la fecha su vida ha estado amenazada constantemente. De hecho, posee una colección de 19 sufragios, a los que hace alusión cada vez que los miembros de su equipo de escoltas exceden las medidas de seguridad.
El nuevo alcalde de los bogotanos es amante de la rumba, le encanta el vallenato, es un excelente bailarín y cuando encuentra un micrófono cerca se convierte en cantante de trova cubana y, por supuesto, de música protesta.
Pero Lucho disfruta de la rumba sana, porque reconoce que en sus años de bohemia se dejó tentar por los excesos del licor y el cigarrillo, vicios que minimizó cuando sus dos hijos lo hicieron entrar en razón en 1988, un día del padre al que no llegó.
Y son precisamente sus dos hijos, Eduardo Andrés y Ricardo, los que reflejan su manera de ver la vida. Eduardo, estudiante de ciencias políticas, le enseñó las bondades de una buena administración, y Ricardo, estudiante de filosofía, le alimenta su gusto por Saramago, Kant y el Real Madrid. La buena relación con ellos es la misma que comparte con su ex esposa Candelaria Torres Posada, con quien se casó en 1978.
De cinco años a la fecha comparte un apartamento en el centro de la capital con la sicóloga Marcela Hernández, su actual compañera, y con doña Eloísa.
Ahora Lucho se propone, desde el Palacio Liévano, construir un modelo social de ciudad, ³al que están invitadas todas las corrientes políticas, porque esta alcaldía es de todos².
Anoche, en el emotivo discurso que improvisó en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, se comprometió con todos los capitalinos a adelantar un gobierno diferente, conciliador y sobre todo con un marcado sentido social. ³De ahora en adelante mi problema será gobernar bien, no echarle la culpa a nadie².