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Latinoamérica

14 de octubre del 2003

Obreros y militares en la historia de Chile

Ivan Ljubetic Vargas
Punto Final
"Hemos sido, somos y seremos siempre antimilitaristas, porque estamos convencidos que el militarismo es afrenta a toda civilización, es la carga más inútil y más pesada que soportan los pueblos, y es la amenaza permanente a todos los derechos... El militarismo será siempre la fuerza opresora con que la clase capitalista explote al pueblo", escribió Recabarren en el periódico Justicia, de Santiago, el 5 de octubre de 1924.

El líder comunista tenía razón al caracterizar así al ejército. Entre 1903 y 1922, éste había perpetrado 16 masacres durante los gobiernos de los presidentes Germán Riesco, Pedro Montt, Juan Luis Sanfuentes y primera administración de Arturo Alessandri Palma. Sus víctimas habían sido obreros del salitre y del carbón, de fábricas, portuarios, cesantes y mujeres.

Un mes antes de la publicación del artículo de Recabarren, el 3 de septiembre, se había producido el llamado "ruido de sables": protesta de la oficialidad joven del ejército contra las intenciones de aprobar la dieta parlamentaria.

El 5 de septiembre, se constituyó la Junta Militar y Naval (JMN), en la que quedó representada la mayoría de las unidades de la guarnición de Santiago, a través de sus comandantes y ayudantes, con la participación, además, de un gran número de capitanes y tenientes. Con la inclusión de oficiales de la marina y la policía, llegó a tener 41 miembros. Fue presidida por el teniente coronel Bartolomé Blanche y ofició de secretario el teniente Alejandro Lazo.

En la reunión del día 6, el capitán Carlos Millán propuso la formación de una Comisión de Difusión Obrera, que tendría por finalidad contactarse con los sectores populares y organizaciones sindicales. La idea fue aprobada y el propio capitán Millán encabezó esta comisión que tuvo numerosas reuniones con la Foch, dirigentes anarquistas y anarco-sindicalistas.

El 11 de septiembre tomó el poder una junta militar derechista constituida por los generales Luis Altamirano y Juan Pablo Bennett, más el vicealmirante Francisco Nef. Ese mismo día se conoció el "Manifiesto del 11 de septiembre", de la JMN.

El 12 ya era evidente la profunda disputa entre ambas entidades castrenses. La nueva junta de gobierno nombró un gabinete compuesto en su mayoría por políticos de la Unión Nacional, coalición derechista.

El 13 de diciembre de 1924 fue disuelta la JMN. Durante sus 99 días llevó a cabo -a través de la Comisión de Difusión Obrera- numerosos contactos con las organizaciones sindicales. Recabarren participó en ellos, a pesar de su posición antimilitarista.

El líder obrero se suicidó el 19 de diciembre de 1924. Treinta y cinco días después, el 23 de enero de 1925, un nuevo golpe militar derrocó a la junta encabezada por Altamirano. El Partido Comunista y la Foch respaldaron ese movimiento. Ambas organizaciones emitieron un manifiesto conjunto -publicado en Jusiticia el 24- que decía:

"Corresponde ahora a los militantes de todo el país, velar por la estricta disciplina de cada organismo y prepararse para cualquier eventualidad en que sea necesario tomar las armas para defender el mantenimiento de los postulados revolucionarios de la juventud militar.

Mientras tanto, el deber es tomar las armas para defender la revolución.

Los Consejos Federales del país están frente a la responsabilidad que ha echado sobre sus espaldas su organismo superior directivo, obligados a estar atentos a la primera orden de un paro general o tomar las armas".

El dirigente comunista José Vega Díaz, elegido diputado en 1932, cita este manifiesto en un artículo escrito en 1969, y agrega: "Para reafirmar esta posición política tan grave, una comisión integrada por Luis Víctor Cruz, Salvador Barra Woll, Carlos Sepúlveda y Manuel Hidalgo Plaza, se entrevistó con los miembros de la nueva junta de gobierno y con Carlos Ibáñez del Campo, siendo congratulada efusivamente por una y otro. Los partidarios de los militares organizaron después una manifestación de simpatía y adhesión al capitán Carlos Millán. En esa ocasión Salvador Barra Woll, director de Justicia, fue el orador oficioso y terminó diciendo: 'Si es verdad que la junta militar está sanamente inspirada, debemos formar el Frente de la Espada y el Martillo para hacer que en nuestro país reine la igualdad, la justicia y la libertad'".

José Luis Díaz, en su libro Militares y socialistas en los años veinte (Santiago, 2002), relata ese acto:

"El 26 de abril de 1925 líderes obreros pertenecientes a la Foch, la Federación Ferroviaria, la Unión de Empleados de Chile y la Unión del Transporte, efectúan un homenaje al recientemente ascendido mayor Millán. La manifestación tiene también por objeto realizar un reconocimiento a la oficialidad del ejército, protagonista de los hechos de septiembre y enero pasado, y que en el proceso se acercaron a las clases 'explotadas'. Los convocantes destacan el aprecio personal al uniformado, a quien agradecen, en primer lugar, su empeño en obtener la dictación de la ley de amnistía a los reos por cuestiones sociales. Las declaraciones de respaldo a la actividad indican que este oficial es visto como líder del movimiento militar; merecedor de la gratitud ciudadana.

Al masivo acto -añade-, efectuado en el local ferroviario, asiste una nutrida e importante delegación del ejército, encabezada por el coronel y ministro Carlos Ibáñez". En esa oportunidad estuvieron presentes también otro coronel, un comandante, cuatro mayores, siete capitanes y dos tenientes. Concurrieron en calidad de invitados el director de La Nación, Juan Emar, y el director de Acción, el poeta y periodista Vicente Huidobro.

Entre los oradores hubo varios dirigentes sindicales: Luis Víctor Cruz, por la Foch, y Salvador Barra Woll, por el PC, entre otros.

El festejado señaló que no le resultaba extraño el local de los ferroviarios, pues allí "se han efectuado una serie de encuentros entre militares y trabajadores"; también se lamentó del desaparecimiento del "gran idealista obrero Luis Recabarren".

A propósito de esto, Carlos Millán sostuvo en la revista Ercilla, del 28 de julio de 1965:

"Usted me comprenderá si le digo que la noticia de la muerte de Recabarren, cuando se quitó la vida, me produjo una honda impresión y visité el local en que velaron sus restos como una respuesta personal a la cordialidad de su trato y la amplitud de su criterio social, que me hicieron respetarlo como hombre y antagonista, aun cuando él era el jefe de una doctrina que no acepto y que rechazo".

Más allá de las buenas intenciones, el sistema buscaba el reacomodo. Y las fuerzas determinantes no fueron los trabajadores ni los sectores modestos.

Un mes antes del homenaje al mayor Millán, regresaba de Europa, llamado por la nueva junta militar, el presidente Arturo Alessandri Palma, que había abandonado el cargo y el país en septiembre de 1924. Reasumió el 20 de marzo de 1925. Como ministro de Guerra se impuso el coronel Carlos Ibáñez, uno de los líderes de los "jóvenes oficiales revolucionarios" que encabezaron los movimientos de septiembre y del 24 de enero de 1925. Ambos -Alessandri e Ibáñez- fueron los autores intelectuales de una nueva masacre en que el ejército, fiel a su tradición, asesinó a dos mil pampinos, incluso utilizando artillería, el 4 de junio de 1925.

Una vez más, la espada caía brutalmente sobre los que empuñaban el martillo. En la pampa resonó el eco de las palabras de Recabarren:

"El militarismo será siempre la fuerza opresora con que la clase capitalista explote al pueblo"

Agosto de 2003