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Latinoamérica


2 de octubre del 2003

También el caballo de Troya fracasó en Cancún

Héctor Mondragón
Znet
Cuando uno tras otro, los delegados a la conferencia ministerial de la OMC en Cancún confesaban que la reunión había fallado y no había ningún acuerdo, había fallado también el ministro de Comercio Exterior de Colombia Jorge Humberto Botero, al fracasar su trabajo para dividir a los países periféricos y abrirle el paso a un acuerdo en torno a las propuestas e intereses de las transnacionales de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.

Colombia, se había sumado antes al G-21, la heterogénea alianza que llegó a reunir 23 países y donde Brasil marchó al lado de estados con regímenes tan diferentes como Cuba, Malasia, China, Ecuador, Sudáfrica, Argentina o Egipto y donde enemigos jurados como la India y Pakistán se unieron contra los poderosos de la tierra. Si India y Pakistán están unidos ¿quién no? La unidad estaba marcada por un punto principal: no negociar otros temas si Estados Unidos y la Unión Europea no aceptaban un compromiso concreto sobre la eliminación de los subsidios a sus exportaciones agropecuarias. Programa nada revolucionario por cierto, pues es una declaración coincidente con el libre comercio, sin competencia desleal. Pero es un programa que saca a la luz toda la falsedad del "libre comercio" al demostrar que es un engaño para pobres, que los ricos no se aplican jamás. Como se dice en Colombia: " la ley del embudo, lo ancho para ellos, lo angosto para uno".

El G-21 fue apenas el símbolo de una rebelión general de la periferia, que se expresaba en la confluencia del África - Pacífico - Caribe y en otros grupos, como el que se constituyó también con 23 países para exigir tratos especiales para ciertos productos o casos. Al decir de Lula, se extendió la convicción de que nadie respeta a quien negocia como un lacayo y en cambio con las cabezas levantadas se puede abrir espacios nuevos.

Pero el gobierno de Colombia trabajaba en otro sentido. Su misión era romper el bloque periférico. Pero era una misión imposible, por la contradicción de intereses, evidenciada en la ira de los delegados africanos, uno de los cuales, el de Kenia, fue el primero en abandonar la reunión. Afuera los manifestantes derribaron las cercas que protegían la cumbre y expresaron la protesta de millones de gentes lesionadas por la OMC y el neoliberalismo. Enfrentados al "libre comercio" miles de campesinos, indígenas, jóvenes, mujeres, trabajadores, estudiantes, en un mosaico combativo sacudieron la cumbre con el programa de La Vía Campesina y levantaron sus rieles.

"La OMC mata campesinos" coreaban los manifestantes recordando a Lee Kyung Hae, el granjero coreano autoinmolado. ¿Cómo aceptar vagas declaraciones de Estados Unidos y la Unión Europea sobre el fin de los subsidios a sus exportaciones a cambio de abrirle a los inversionistas y proveedores transnacionales nuevos regímenes de garantías y patentes? ¿Cómo aceptar que sigan liquidando a los campesinos, sin que fijen siquiera un cronograma para eliminar los subsidios? El Ministro de Agricultura de Colombia es el expresidente de la sociedad que agrupa a los empresarios agrícolas. Su gremio aspiraba a que el presidente Uribe representara sus intereses en Cancún y creía que la participación en el G-21 tenía ese objetivo. Pero no, el Ministro de Comercio Exterior tenía otra misión y tras el fracaso, declaró que "el resultado adverso no puede ser atribuido a los países integrantes de la Unión Europea ni a Estados Unidos" sino a "la inflexibilidad mostrada por ciertos países en desarrollo". Apenas el Ministro Lacayo de El Salvador se atrevió a apoyar públicamente esta traición, diciendo que no se sentía representado en la posición de Brasil.

El gobierno de Colombia, mientras jugaba en el G-21 y, desde antes en la reunión de Quirama con los países andinos y Brasil al paso del caballo del presidente Uribe, mientras jugaba a comprometerse con fortalecer la Comunidad Andina y acercarla al Mercosur, en realidad apostaba al tratado bilateral de libre comercio TLC con Estados Unidos.

El Representante Comercial de Estados Unidos Robert Zoellick estuvo en Bogotá el 8 de agosto preparando las negociaciones del TLC con el Ministro de Comercio Exterior y se reunió con el presidente Uribe. Tras el fiasco de Cancún, Zoellick escribió en el "Financial Times" que Estados Unidos no va a esperar a ver que pasa en la OMC para seguir adelante en el libre comercio con los países que clasifica como "podemos hacerlo", en contraposición a los países del "no queremos hacerlo", a la cabeza de los cuales señala a Brasil.

Está claro que con Colombia "pueden hacerlo". No solamente Zoellick visitó Bogotá para comprobarlo, sino que diez días después Donald Rumsfeld llegó para afianzar los planes militares de "estabilidad regional", irrigados el 27 de agosto con más dólares entregados por el nuevo embajador en Colombia William Wood. Rumsfeld, un hombre de negocios, estuvo ligado a compañías que ahora hacen parte de Monsanto y General Dynamics, transnacionales con importante participación en el Plan Colombia: las fumigaciones y los helicópteros. Pfizer, que hace parte con Monsanto del mismo complejo corporativo había felicitado en julio a Colombia por ser el único país andino en aprobar las normas "correctas" sobre propiedad intelectual. Uribe promociona el algodón transgénico Bt de la Monsanto al que atribuye la propiedad mágica de proteger al agricultor del algodón subsidiado de Estados Unidos.

Zoellick espera que el peón colombiano le sirva más de ahora en adelante y que el inútil papel que cumplió en Cancún sea superado, aunque hay dificultades y el 30 de septiembre Uribe viajó a Washington a enfrentar las críticas a su proyectado acuerdo con los paramilitares. Pero Bush cuenta ya con los tratados firmados con México y Chile y el que se negocia con los países centroamericanos. Las campañas para ablandar gobiernos uno por uno se verán fortalecidas en Suramérica por la intervención militar en Colombia. Harán lo posible para que India y Pakistán recuerden sus conflictos.

Pero a nadie se le olvidará lo que pasó en Cancún, que un día se unieron los débiles y se atrevieron a ser fuertes y no quisieron dejarse dividir, a pesar de que la delegación colombiana les dijo que "podían hacerlo".