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Latinoamérica

EL CERCO SE ENDURECE: LA PAZ SE QUEDA SIN GASOLINA

Redacción de Econoticiasbolivia.com (La Paz, octubre 10, 2003).- Largas filas de vehículos en las pocas gasolineras que aún tienen combustible marcaron el ritmo del tercer día del cerco que sufre la ciudad de La Paz, bloqueada en todos sus accesos terrestres por miles de trabajadores, campesinos, estudiantes, cocaleros y vecinos de los barrios más pobres que claman por la renuncia del presidente Goni Sánchez de Lozada.
El paro total de actividades en la ciudad de El Alto, situada en la cabecera de La Paz y el bloqueo de las vías que unen ambas ciudades cortó el suministro de carburantes a la sede de gobierno.
"Hay desabastecimiento. Los cisternas no han podido salir de las plantas de Senkata. Los bloqueadores han cavado zanjas de un metro de ancho y no se puede pasar", explicaron dirigentes de la Asociación de propietarios de surtidores de gasolina.
En uno de los surtidores de la zona residencial en el sur de La Paz algunos transportistas intentan, sin suerte, comprar bidones adicionales de gasolina, para no quedar sin reservas. Nadie sabe lo que puede pasar después de la violenta jornada del ayer jueves en Ventilla, en las afueras de la ciudad de El Alto, donde cayeron acribillados dos civiles y fueron heridos a bala más de 20, según los últimos recuentos.
La comunicación terrestre también ha sido cortada con los Yungas, por el bloqueo de los cocaleros, y tampoco hay transporte público estable hacia las ciudades de Oruro, Potosí y Cochabamba. Lo propio ocurre con las poblaciones fronterizas con Perú y Chile.
PARÁLISIS Y DOLOR
Sin gasolina, La Paz, una ciudad de más de un millón de habitantes, va hacia la paralización, tal como lo anuncia el dirigente de los transportistas, Angel Villacorta, que se queja de la falta de combustible y por la destrucción parcial de 130 vehículos apedreados en los bloqueos de El Alto, del Altiplano y los Yungas..
Villacorta advierte que su sector ingresaría al paro decretado por la Central Obrera Boliviana (COB), a partir del lunes o martes, si el Presidente no anula el proyecto de exportación de gas a Estados Unidos, que es rechazado porque reportará anualmente 1.300 millones de dólares para las transnacionales petroleras y apenas entre 40 a 70 millones de dólares para el Estado boliviano.
Este mismo sentimiento se expresa en otras manifestaciones en el centro de la ciudad. Unos, con banderitas blancas, piden paz y el inicio de negociaciones entre el gobierno y los rebeldes. Otros, repiten una y otra vez la consigna que se escucha a cada paso: el gas no se regala, que renuncie Goni.
Las radios abren sus micrófonos a la ira y dolor popular ante la masacre de mineros y campesinos. Al mediodía, una feminista (María Galindo, del grupo "Mujeres Creando") lanza pintura roja en el frontis de Palacio de Gobierno para marcar a quienes están ensangrentando al país. que tiene un tercio de su población pasando hambre y otro tercio con apenas lo suficiente para alimentarse con lo mínimo y nada más.
Precisamente son estos sectores, compuestos por campesinos, obreros, desocupados, jóvenes y vecinos de las zonas más deprimidas, los que quieren que las reservas de gas y petróleo, valuadas en más de 80 mil millones de dólares vuelvan a dominio y control de Estado y sean el pasaporte para arrancar de la pobreza extrema a más de tres millones de bolivianos. Algo que no parece posible, si el gas y el petróleo siguen en manos de las transnacionales.
"El gas es la última riqueza que tiene Bolivia y no podemos perderla, como pasó con el estaño, la plata y la goma en siglos pasados", dice el dirigente de la COB, Jaime Solares, afectado por la balacera que recibieron sus compañeros de trabajo del distrito minero de Huanuni, que llegaron a La Paz para impulsar la lucha popular y ahora controlan la ruta que une La Paz y El Alto con el resto del país
TENSA CALMA
En los caminos y barrios de El Alto aún son visibles las huellas de la masacre de mineros. En cada esquina de las avenidas troncales de esta empobrecida ciudad, que alberga a 800 mil almas, flamean banderas bolivianas y wiphalas multicolores (las banderas del pueblo andino) con un crespón negro en señal de duelo. Llantas quemadas y piedras grandes sobre el asfalto acompañan a muchos vecinos que cargan hondas, palos, dinamita y fierros, listos para el enfrentamiento. Los militares carapintadas y en traje de combate están atrincherados en la entrada de la ciudad de El Alto y controlan la ruta que lleva al aeropuerto, la única vía que comunica a La Paz con el resto del país.
Hay una tensa calma y solo leves escaramuzas donde corre algo de gas lacrimógeno y muchos carajazos. Todos parecen esperar lo que definan desde Palacio de Gobierno, si abren el diálogo o deciden meter mucha bala y represión. Los rumores sobre un "estado de sitio" son cada vez más intensos al igual que los preparativos para la resistencia civil.
"La reunión ampliada de la COB de anoche ha instruido radicalizar las medidas y enfrentar en las calles al Ejército si se declara el estado de sitio", dice uno de los dirigentes de la Central Obrera de La Paz, que presuroso marcha al barrio fabril, en las laderas del norte de la ciudad, de donde saldrán al anochecer miles de obreros de la textileras en una marcha de teas.
En otras ciudades, como Oruro, Sucre, Potosí, Cochabamba y Santa Cruz, también se realizan manifestaciones y marchas de protesta. Todos, como en El Alto, son campesinos, obreros, colonizadores, desocupados, jóvenes, jubilados y vecinos de los barrios pobres. Y todos piden lo mismo: que el gas y el petróleo beneficien a los bolivianos y que se vaya Sánchez de Lozada, el millonario que sigue pensando en la soledad de Palacio que son apenas ocho mil los que quieren destruir la democracia