Inclusi�n financiera y dominaci�n de espectro completo
Por Ra�l Zibechi
La Jornada
Siendo la inclusi�n financiera una de las principales iniciativas neoliberales, es dif�cil aceptar el escaso debate existente entre quienes se proclaman enemigos de ese modelo centrado en el dominio del capital financiero. El Banco Mundial (BM) es el principal impulsor de la inclusi�n financiera, con el objetivo de que toda la poblaci�n del mundo sea dependiente del sistema bancario que, en paralelo, se propone eliminar el dinero f�sico.
El argumento inicial consisti� en que la inclusi�n financiera es necesaria para el combate al lavado de dinero y al narcotr�fico. Luego el mismo banco fue agregando nuevos argumentos, muy similares a los que utiliza para el combate a la pobreza. En 2015, en su p�gina web dec�a: Dos mil millones o 38 por ciento de los adultos en el mundo no utilizan servicios financieros formales y un porcentaje aun mayor de pobres no tiene cuenta bancaria (http://goo.gl/3Tf0Nt).
El BM defiende la tesis de que la inclusi�n financiera contribuye a reducir la pobreza, a empoderar a las mujeres e impulsar la prosperidad compartida. Entre sus objetivos figura que todos los ingresos y gastos de los sectores populares se realicen por v�a electr�nica y promueve que las prestaciones sociales no se paguen en efectivo, sino a trav�s del sistema bancario, como ya viene sucediendo en varios pa�ses.
A corto plazo, el BM se propone llegar a otros mil millones de personas que hoy se encuentran excluidas del sistema financiero, utilizando incluso la palabra clave, exclusi�n, para dar la impresi�n de que son personas carenciadas y que el acceso a los servicios financieros es clave para su inclusi�n como ciudadanos (http://goo.gl/NCpYqp). El presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, impuso metas para brindar acceso universal a los servicios financieros a todos los adultos en edad de trabajar a m�s tardar en 2020.
El objetivo es avanzar en la bancarizaci�n en los pa�ses emergentes y del sur del mundo. En Estados Unidos y en Europa las personas que no tienen cuenta bancaria son menos de 20 por ciento, cifra que trepa en Am�rica Latina a 50 por ciento y en varios pa�ses de �frica supera 80 por ciento de la poblaci�n.
Lo que resulta llamativo, por decir lo menos, es que los gobiernos progresistas hayan adoptado esta pol�tica sin abrir previamente un debate. En Brasil, el salario creci� 80 por ciento entre 2001 y 2015, pero el cr�dito individual aument� 140 por ciento. El resultado es un crecimiento exponencial del consumismo y del endeudamiento de las familias: en 2015, 48 por ciento de sus ingresos se dedicaban al pago de deudas, frente a 22 por ciento en 2006.
La inclusi�n financiera es el primer paso para la eliminaci�n del dinero f�sico, con lo que todos seremos dependientes de la banca y el sistema financiero, anulando o dificultando en extremo nuestra autonom�a individual y colectiva. Es una modalidad micro de la dominaci�n de espectro completo. En varios pa�ses, como Uruguay, ya se imponen limitaciones a la cantidad de dinero a extraer de los cajeros autom�ticos y este a�o los viajes en taxi deber�n ser pagados con tarjetas de d�bito o cr�dito.
En Alemania hay una campa�a contra la extinci�n del dinero f�sico bajo el lema El efectivo te protege de la vigilancia del Estado. Varios grupos pol�ticos condenaron las limitaciones al dinero efectivo. El diputado del partido verde Konstantin von Notz explic� las razones en su Twitter: El efectivo nos permite permanecer en el anonimato durante las operaciones del d�a a d�a. En una democracia constitucional, es una libertad que tiene que ser defendida (http://goo.gl/CD53LE).
Los datos muestran una clara divergencia en el comportamiento de los alemanes respecto a otros ciudadanos de pa�ses desarrollados. S�lo 18 por ciento de los pagos en Alemania se hicieron con tarjetas en 2013, comparado con 59 por ciento en Reino Unido, 54 por ciento en Estados Unidos y 50 por ciento en Francia. Cuatro de cada cinco facturas las pagan con billetes y monedas (http://goo.gl/CD53LE).
Encuentro dos razones para que la inclusi�n financiera y la desaparici�n del dinero f�sico no sean parte de los debates necesarios en el pensamiento cr�tico latinoamericano, en las izquierdas y en los movimientos populares.
La primera es la opci�n por no cuestionar las bases actuales del capitalismo, o sea, poner en la mira al uno por ciento, aunque los discursos digan otra cosa. El capital financiero juega un papel central en el mundo actual y disputarle poder implica jugar fuerte, al punto de poner en riesgo la conservaci�n de los sillones presidenciales y los beneficios que suelen tener los dirigentes pol�ticos, ya que ese sector cuenta con enorme capacidad para provocar crisis y precipitar la ca�da de cualquier gobierno.
Atravesamos un periodo de acomodamiento de las izquierdas y del progresismo al sistema. Es m�s f�cil criticar al imperialismo en abstracto que trabajar con las propias bases sociales que est�n entrampadas en el consumismo �y por lo tanto con el capital financiero a trav�s de la banca� para que superen la cultura del consumo. La derrota cultural del campo popular ha llevado a desestimar el conflicto como fuente de los cambios y a sobredimensionar la cuesti�n electoral.
La segunda afecta de lleno al pensamiento y a los pensadores cr�ticos. Puede definirse como la incapacidad de ir contra el sentido com�n, adaptarse a la realidad y no poner en cuesti�n las ideas hegem�nicas entre los sectores populares por falta de compromiso con ellos. Es imposible avanzar si no se es capaz de nadar contra la corriente, lo que evidentemente implica cierto aislamiento, tanto de las instituciones estatales como de la parte de la poblaci�n que a�n cree en ellas.
Si el capital consigue consolidar un tipo de sociedad basada en el consumo de masas, habr� solucionado la principal traba para su dominaci�n: la existencia de heterogeneidades estructurales y sociales. Aunque una parte de la izquierda cree que son resabios del pasado, sin tianguis, tequio y reciprocidad no podemos siquiera so�ar con superar el capitalismo.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/04/15/opinion/017a1pol