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Zapatismo

El EZLN frente a la Cuarta Transformación

por Óscar García González

Los zapatistas lo volvieron a hacer. Igual que hace veinticinco años lograron atraer la atención de los medios y ahora de las redes sociales. También como entonces se les condenó por ser atípicos, anticlimáticos y aguafiestas. Sus atendibles señalamientos a los proyectos extractivistas continuadores de las políticas neoliberales que depredan los territorios de las comunidades indígenas y la pretendida militarización del país, no pudieron ser ahora eludidos por el presidente como ocurrió en su toma de protesta y en las ceremonias rituales posteriores como la entrega del bastón de mando o el inicio de la construcción del mal llamado Tren Maya, en el que aparecieron indígenas postrados de rodillas frente a los símbolos de la Cuarta Transformación.

Eso explica porque en ninguno de los dos eventos se invitó o mencionó siquiera al Congreso Nacional Indígena, a la vocera del Concejo Indígena de Gobierno, María de Jesús Patricio Martínez a quien los candados de la ley electoral mexicana le impidieron participar como candidata independiente. También hay cambios sustantivos, a diferencia de 1994, la contraofensiva de bombas, granadas y los disparos no vinieron esta vez de los aviones, los tanques y vehículos artillados de la fuerza del estado mexicano, tampoco de la derecha empresarial o los poderes fácticos (aunque estos últimos, oportunistamente alineados al gobierno en turno, atizan el conflicto), sino de un para nada extraño enemigo, los simpatizantes de Morena y el presidente, otrora aliados en momentos coyunturales.

Los discursos del inicio de año del EZLN y de la Cuarta Transformación no pudieron ser más contrastantes. AMLO desbordando optimismo citando a Franklin D. Roosevelt, con guiños a empresarios y eludiendo diplomáticamente la construcción y pago del muro fronterizo con EU y su política migratoria. Moisés, por su parte, el indígena tojolabal vocero de los rebeldes afirmando que van a resistir y a pelear si es necesario en contra de los megaproyectos del nuevo gobierno, aunque con la autocrítica que reconoce la soledad propia de los que han resistido y asumiendo los posibles errores con humildad y dignidad.

Las diferencias no son personales ha dicho el presidente, tiene razón en el fondo la disputa es por el proyecto de nación. El desarrollo en el capitalismo no puede prescindir de las materias primas y de los territorios donde éstas se encuentran, por muy buenas intenciones que alberguen los jefes de estado o por muy honestos que pudieran ser éstos, no pueden eludir las presiones del FMI o del Banco Mundial. Lo anterior explica porque en América Latina los movimientos sociales y los gobiernos “progresistas” no siempre han transitado por la misma vía o sendero, aunque los primeros casi siempre posibilitan a los segundos y éstos pocas veces reconocen sus aportaciones y una vez en el poder tienden a privilegiar las razones de estado y de las transnacionales sobre el interés colectivo. Habría que comprender que ninguno de los actores sociales debe subordinar o subordinarse al otro, porque la derecha y el neoliberalismo omnipresentes van a capitalizar las debilidades de uno o ambos. Sin embargo, tampoco es con chantajes como se construye la unidad entre los diferentes.

Cuando el tsunami de comentarios racistas, clasistas y desmemoriados concluya (sólo comparable a la reciente campaña xenofóbica en contra la caravana hondureña pero similar por el contenido de los mensajes de odio que desbordaron las redes sociales en beneficio de Trump y Bolsonaro), quizás habrá tiempo para recordar, guardando toda proporción, que estamos experimentando la misma oposición que Villa y Zapata tuvieron frente al gobierno del presidente Madero. Estemos alerta para no cometer los errores del pasado y para mirar lo que ocurre en el mundo.

Fuente:www.lafogata.org