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Medios y Tecnología

Nadezca Mújica plantea, con razón, más quisicosas


Jesús Prieto
Cádiz Rebelde

Uno de las muchas ventajas que proporciona Internet a sus usuarios es que las personas que leen los artículos que colgamos en la Red los periodistas, pueden entablar relación directa con nosotros. Y nosotros con ellas. Interactividad se llama la figura. Así, este modesto articulito, continuación del publicado en el anterior número de Cádiz Rebelde, mejor que yo, debería firmarlo la compañera Nadezca Mújica, lectora venezolana que tuvo a bien escribir a mi dirección de correo electrónico sugiriéndome el planteamiento de algunas otras quisicosas.
Dice textualmente:

¿Cómo es posible que los españoles madrileños votaran por el PP de nuevo?
¿Cómo es posible que una ENORME parte -por no decir la totalidad- de los españoles emigrados a Venezuela huyendo de la dictadura de Franco y del hambre de la guerra civil, engrosen las filas del apoyo más fanático a los golpistas y desprecien profundamente y con marcados tintes racistas a los venezolanos que les dimos refugio?
¿Cómo es posible que en España se mienta, se ofenda, se insulte, se tergiverse, se manipule la realidad venezolana y, salvo algunas honrosas y minoritarias excepciones, todos callen y ayuden a difundir tanta basura?
¿Cómo es posible que boten [expulsen] a un director de la mal llamada "Casa de las Américas" por presentar La Revolución, que no será transmitida, y ningún movimiento social proteste enérgicamente y con presencia efectiva ante tal asquerosidad?

Cuenta Nadezca Mújica que su bisabuelo era canario y su marido nació en Sevilla. Y añade, profundamente digna y orgullosa, que, como la inmensa mayoría de los venezolanos, es mestiza y que por sus venas circula sangre indígena, negra, blanca y amarilla; es decir, sangre roja y caliente, como la de cualquier otro ser humano. Y se pregunta qué somos nosotros, habitantes del imperio encogido, y a quién representamos. Más quisicosas.
Nuestra ya buena amiga –de ustedes, de mí y de todos los que hacemos Cádiz Rebelde-, desbordante de intención constructiva, nos pide una autocrítica. ¿En qué nos hemos dejado convertir a manos, primero, de los autodenominados socialistas y, más tarde, de la derecha franquista que tanto monta?
Con horror, ve Nadezca cómo en el reino borbónico avanza -¿o continúa?, ¿o se destapa?- la naturaleza fascista, reaccionaria y racista que, a su entender, nunca dejó de existir en las españas y que sólo parece haber estado aletargada en espera de tiempos y escenarios más propicios.
Mete el dedo en la llaga al cuestionarse, con el tino infalible que proporciona el sentido común, la sinceridad de las manifestaciones contra la agresión al pueblo de Iraq, cuando, a la vista de los hechos, traducidos en los recientes resultados electorales –Elecciones Generales y a la Comunidad de Madrid-, éstos son los que son. ¿Qué sustancia había en la postura antiimperialista más allá de la frívola moda? Más y más quisicosas.
Lamenta Nadezca –y al hacerlo se entristece- la involución que está protagonizando la sociedad del conjunto del Estado español. Desde el otro extremo del océano, contempla apesadumbrada la regresión hacia la ultraderecha, también de los españoles emigrados a Venezuela y de sus descendientes ya venezolanos. La enfermedad del fascismo se revela ante los ojos de nuestra lectora como crónica y hereditaria, pues ha visto cómo se transmite de generación en generación con silenciosa eficacia.
Lo dice una mujer luchadora, una venezolana combativa que ha vivido entre los españoles que fueron acogidos como hermanos en su país y a la que duele asistir ahora al resurgimiento del desprecio y del racismo, disimulados por necesidad en el pasado y de nuevo emergente, en esa comunidad de emigrantes ingratos. Sabe de lo que habla, pues lo sufre en su carne y en la de sus familiares y amigos mestizos como ella. Desde Barquisimeto, Nadezca nos envía, envuelto entre sus quisicosas, un pedacito de su gran corazón. Acusamos recibo.