Medios y Tecnología
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En nombre de Jesús del Gran Poder y de Bush Imperator
Antonio Maira
Colectivo Cádiz Rebelde
Rosa Servil
Trabajar para Jesús Polanco no debe ser cualquier cosa. Las
palabras tienen que agruparse y cargarse de odio, servir a estrategias
establecidas, acudir a determinados frentes de batalla. Venezuela y Cuba son dos
de ellos. Así que, a la larga, de combate en combate, de objetivo en objetivo,
de mentira en mentira, trabajar para Polanco no sólo imprime determinado
carácter sino que define, constituye, conforma, determina. Rosa Montero de Jesús
del Gran Poder, por ejemplo.
Rosa es uno de los casos de determinación más extrema. El suyo es
un ejemplo de profunda y completa corrupción intelectual. Montero rinde tributo
periódico de vilezas a Jesús del Gran Poder que en el fondo transmite el
vasallaje a un poder superior: el de Dios Padre, el de Bush Imperator.
El ejemplo de Montero lo es también de cómo se manejan ciertos
medios de comunicación –El País en este caso- en los asuntos en los que sus
empresas tienen intereses directos, asumen los de la élite empresarial mundial
de la que forman parte, o en los que son cuestiones estratégicas para el
Imperio. Nada que se pueda calificar, ni remotamente, por una sola línea, de
"objetividad informativa": puro trabajo de manipulación y de diseño de opinión,
con técnica impecable y lenguaje para los "progres" que han acampado en el
antiguo territorio enemigo, que han pedido –como dijo de manera certera Belén
Gopegui- "que por favor les dejen estar en el sitio de los que han ganado".
Rosa Servil ha entrado desde hace muchos años en la disciplina
del Gran Poder y sus opiniones son tan previsibles como desvergonzadas. Repite
una y otra vez –ella sí- extremando cada vez más, la deshonestidad y el descaro.
Transmite injurias y rencores inducidos, y sin duda muy rentables, que se han
ido convirtiendo en obsesiones personales. Miente sin escrúpulo alguno mientras
nos adormece con un tonillo benévolo o nos recrimina con apelaciones y prédicas
a la pureza y a la verdad. Rosa Montero es uno de esos escritores que han
vendido su pluma, a tanto la injuria, a tanto la difamación, a tanto la mentira,
a tanto la reincidencia.
En campaña contra Chávez
Allá por enero de 2003, Rosa Montero
expresaba un odio irracional contra el presidente Chávez
–una de sus bestias negras-. Menudo disgusto se había llevado ya Rosa cuando el
presidente, apoyado por un pueblo enardecido, revirtió el golpe fascista de
abril; y se llevaría pocos días más tarde cuando Chávez resistió y salió de
nuevo triunfante del lock out empresarial y el sabotaje petrolero. Los héroes de
Montero –Carmona, militares de Altamira, Carlos Andrés Pérez, Coordinadora
Democrática- se manifestaron en abril como unos fascistas de manual: liquidación
de la Constitución y de todos los poderes del estado, incluyendo todos los
cargos representativos, proclamación de un poder ilimitado en manos de Carmona,
detenciones, allanamientos y apaleamientos; y como unos auténticos criminales
–bloqueando y saboteando la distribución de alimentos- en diciembre y enero.
En defensa de esos gorilas y oligarcas que expresan con un indisimulable y
escandaloso lenguaje racista y modos mafiosos, la Rosa Servil rompía sus propios
códigos: reclamaba un golpe militar, un gobierno fascista, contra un presidente
reelegido y reconfirmado en múltiples procesos electorales.
Por aquellos tiempos, 7 de enero de 2003, escribía Rosa Montero,
cosas como ésta:
"Y es que en nuestras dudas sobre el conflicto de
Venezuela se cuecen unas cuantas confusiones que los españoles arrastramos.
Como, por ejemplo, la pervivencia del viejo y raído tópico de la revolución
latinoamericana... Pero la confusión más importante es la de los límites del
juego democrático: si a Chávez le han elegido por mayoría, nos decimos, entonces
no hay nada más que hablar.
Sin embargo, a mí me parece que una democracia no es sólo un sistema de
votaciones, sino sobre todo un sistema de derechos. Esto es, una democracia no
consiste únicamente en que gane el representante de la mayoría, sino que además
los derechos de la minoría han de ser respetados. No hay que sacralizar las
urnas sin más; Hitler subió al poder por medio de los votos, pero perdió toda la
legitimidad democrática por sus crímenes. No estoy diciendo que Chávez haya
llegado ni mucho menos a los excesos del nazismo; pero su desgobierno y su
demagogia autoritaria están hundiendo el país; los medios de comunicación están
amenazados y los círculos bolivarianos, próximos al régimen, aterrorizan a media
población. La crisis venezolana no es un asunto de pobres contra ricos, sino de
una incipiente clase media democrática contra el caudillismo."
Rosa Servil se lanza furiosa contra el "viejo y raído tópico
de la revolución" –que al parecer le quita el sueño- y calla sobre otros tópicos
mucho más protegidos y dañinos que ella conoce muy bien, como el de la
democracia representativa o el de la libertad de prensa.
A partir de ahí elimina del aceptable "juego democrático" a
Chávez con el razonable recurso de compararlo con Hitler. Con total abstracción
de la impunidad absoluta con la que, según todos los observadores
internacionales mínimamente imparciales, trabajan los medios de comunicación
–los "Cuatro jinetes del Apocalipsis"- que participaron directamente en el
diseño virtual y real del golpe de abril, Montero recuerda con solidaridad a los
medios de comunicación venezolanos –amenazados según dice-, y a "media población
aterrorizada" por los Círculos Bolivarianos.
"Aquí no hay ricos contra pobres –seguramente esa división social
es para Montero otro tópico como el de la revolución latinoamericana- sino una
incipiente clase media democrática contra el caudillismo".
Sólo le faltó a Rosa Montero cerrar su artículo con un rotundo
¡Viva Carmona!
Rosa Acorralada
Otro momento culminante del trabajo de Montero –esta vez
en el pellejo de Rosa Acorralada- fue su columna: "Incorrección" contra
Belén Gopegui. El cinismo en el que flota la periodista de Polanco es
probablemente insuperable. Montero coloca la "corrección política" –las
opiniones sostenidas por el poder- en el campo de la izquierda. Nada menos. Y
del apoyo a la revolución cubana. Otra vez el "espejismo del paraíso
revolucionario" vuelve a atormentarla. Rosa Acorralada no concibe otro ideal que
el del capitalismo neoliberal.
Se refiere primero a Gopegui, a la que acusa falsamente de imitadora y
reiterativa: "Asegura Gopegui que defender tal cosa –la revolución cubana- hoy
es políticamente incorrecto, una frase que ha sido repetida hasta la saciedad
por periodistas y críticos" –por cierto en la entrevista que le sirve de base
para la diatriba, Gopegui no emplea la expresión que le atribuye Montero-.
Seguidamente la acusa por "ese afán suyo de adoctrinar al mundo".
Frases manoseadas y adoctrinamiento, no está mal para empezar.
Después Montero habla de sí misma y aconseja con total desvergüenza:
"Para mí el sentido de la literatura consiste precisamente en intentar
descubrir el sentido de las cosas. Es un viaje de conocimiento, y ha de ser lo
más puro y radical posible: uno no puede comenzar ese viaje de exploración
llevando ya las respuestas previamente. Los novelistas deberíamos ser como el
niño del cuento que se atreve a decir (y a ver) que el Rey está desnudo; pero si
estás cegado por tus propias ideas y tus inevitables prejuicios, lo único que
conseguirás es ver solamente un tipo de traje".
El contraste entre lo que dice aquí y lo que se deduce de la cita anterior
sobre Venezuela es extremadamente violento pero ninguna contradicción limita el
"trabajo" de demolición en el que se emplea a fondo Rosa Acorralada.
Montero después de señalar que es el pensamiento de izquierda el que enmarca la
corrección política, pide la cabeza de Rafael Conte, el responsable de
concederle la palabra a Belén Gopegui. La cita no tiene desperdicio:
¿Qué es lo políticamente correcto? Pues aquel conjunto de valores
convencionales que el poder sostiene en un momento dado. La cultura de este país
y de Occidente ha estado en manos de la izquierda desde hace décadas. Y ese
poder de izquierdas siempre apoyó a Cuba. Quienes fueron de verdad políticamente
incorrectos fueron aquellos que, en años mucho más ortodoxos, se atrevieron a
criticar a Castro, como Vargas Llosa o Solzhenitsyn; y pagaron un elevado precio
por ello. Las críticas a Cuba, dentro de la izquierda más formal, empezaron sólo
el año pasado, a raíz de las últimas y ya escandalosas barbaridades represivas
del régimen castrista. Y esas críticas han sido y son débiles, titubeantes,
dolorosas, porque a esa izquierda le apena perder el consolador espejismo del
paraíso revolucionario. En EL PAÍS del sábado, Rafael Conte alababa del libro de
Gopegui, sobre todo, esa reivindicación castrista, con la que dice estar de
acuerdo. Y es el crítico literario más importante del periódico más importante
de España. O sea, que los mandarines culturales siguen creyendo, contra toda
evidencia, en el Edén de la revolución cubana, que es lo mismo que creer en el
cielo cristiano, una cuestión de dogma y de fe. ¿Que la opinión de Gopegui es
políticamente incorrecta? Hombre, pues no. Eso, precisamente, no.
Rosa Mil Veces Infame
Las expresiones más duras sobre la falta de respeto a la verdad
resultan débiles ante la penúltima hazaña de Rosa Montero.
En un artículo publicado el día 26 de octubre: "Linda", la
"periodista" Montero recoge un dramático suceso ocurrido en Venezuela y lo
manipula de tal manera que queda en evidencia su absoluta degradación.
El secuestro durante tres meses, las violaciones sistemáticas y las terribles
torturas a las que fue sometida Linda Loayza, una mujer de 21 años, y el
resultado del juicio en el que un tribunal absuelve al seguro culpable, le sirve
para lanzar una soflama antichavista desmesurada e indigna.
La enumeración de las torturas que sufrió Linda –en las que vuelca un
comprensible y fácilmente compartido horror humanitario- "mordeduras,
quemaduras de cigarrillos, golpes, cortes y mutilaciones varias, fractura severa
del maxilar, labios arrancados con un alicate, pabellones de las orejas
destruidos, un ojo desviado, costillas rotas, pezones cercenados, desgarro
vaginal. Le han tenido que hacer nueve operaciones y las secuelas aún son
evidentes, empezando por sus dificultades para hablar por la falta de un pedazo
de lengua.", le sirven para la increíble inculpación de alguien
absolutamente ajeno a esas brutalidades: Hugo Chávez.
También le sirve a este fin denigratorio la increíble actitud de los jueces que
Montero califica de "acomodaticio miedo ante el poder". En el contexto que
dibuja Rosa Infame, tal calificación es una segunda referencia acusatoria al
presidente Chávez. No le importa a la periodista que ese mismo poder judicial
sea el que declaró la inexistencia del golpe del 11 de abril, una sentencia
escandalosa dirigida precisamente contra el presidente de Venezuela que fue
emitida por el Tribunal Supremo. En aquél momento los secuaces de Polanco
celebraron como prueba de inocencia de los golpistas –habían ocupado cívicamente
un "vacío de poder"- aquella sentencia que chocaba con multitud de pruebas
distribuidas por el mundo.
Con las siguientes palabras construye una falsa y terrible acusación:
"A menudo, la crónica de sucesos de un país puede ofrecer un fiel retrato de
la situación de esa sociedad y de su nivel democrático."
"Un caso terrible, en fin, que retrata a la perfección la Venezuela de hoy: el
machismo atroz de los militarotes como Hugo Chávez, el acomodaticio miedo de los
jueces ante el poder, la estructura social caciquil y abusiva."
Esa infamia, absolutamente insuperable, es sostenida y apoyada por el medio
–El País- que se negó durante días a publicar una carta de indignada protesta de
Yolanda Rojas Urbina, la Cónsul de Venezuela en España(1). El apoyo de
Falsimedia es absolutamente necesario. Una canallada como ésta necesita de una
absoluta impunidad incluso ante lectores ya "socializados" por columnistas tan
deshonestos como Rosa Montero.
La carta de Yolanda Rojas Urbina puede verse en Rebelión:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=6862; el texto
del artículo de Rosa Montero, está publicado:
http://www.cadizrebelde.com/internacional.htm