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Medios y Tecnología

20 de abril de 2004

La mentira, arma de destrucción masiva

Juan Marrero
Cubadebate

En este mundo de globalización neoliberal, en la misma medida en que se van haciendo más pocos los que controlan los medios de comunicación, se hacen más serias las preocupaciones sobre exclusiones de importantes puntos de vista, falsedades, manipulaciones y vacíos informativos. Esos ingredientes, por lo general, están presentes en la información relacionada con Cuba que es ofrecida por los grandes medios de comunicación. Señalo un ejemplo bien elocuente: Desde hace algunos años están presos en Estados Unidos cinco cubanos por oponerse al terrorismo. Cuatro cadenas perpetuas y 75 años de cárcel fueron impuestos en total a esos cubanos que obtuvieron evidencias sobre los planes de los terroristas de Miami, dentro de los cuales trabajaron para proteger y salvar vidas inocentes de cubanos y norteamericanos.

El gobierno de Cuba entregó al FBI toda la información, pero en lugar de arrestar a los terroristas de la mafia anticubana, encarceló a los cinco cubanos que obtuvieron la información. La gran prensa ha guardado cómplice silencio sobre este caso. Para dar a conocer esta información de servicio público al pueblo de los Estados Unidos, hubo que recolectar centavo a centavo, por parte de organizaciones de solidaridad y distintas personalidades internacionales, 50 mil dólares para pagar una página en el diario The New York Times. Tal página se publicó a principios de marzo y, al menos, logró romper temporalmente con el cerco informativo de los grandes medios norteamericanos sobre todo lo relacionado con ese caso. La guerra de Iraq ha sido un termómetro para medir el comportamiento de los medios, de cómo se han alejado de los principios éticos. En medio de los bombardeos a Bagdad, las grandes cadenas de televisión y radio y los grandes periódicos asumieron el triste papel de repetir lo que los jefes militares de Estados Unidos y Gran Bretaña, tras pasar por el departamento de maquillaje, decían ante las cámaras desde territorios vecinos o desde Washington y Londres. Periodistas viajando montados en los tanques invasores del territorio iraquí y transmitiendo sólo lo autorizado por el mando militar. Las imágenes y las versiones provenientes de Iraq mostraban una guerra salvaje donde nadie moría. El descontento de muchos periodistas norteamericanos se ha hecho público. El veterano reportero Seymor Hersh, ganador de un Pulitzer, consideró que la prensa había jugado el papel de ser complaciente con el poder en una guerra por unas armas de destrucción masiva que no existen. Peter Arnett fue despedido de la NBC por criticar la marcha de esa guerra.

Escandaloso fue, en particular, el comportamiento de la norteamericana CNN. Una de sus estrellas en coberturas informativas, Christian Amanpour, confesó que los medios de su país, incluida la CNN, fueron intimidados por la administración Bush durante la guerra. "Pienso –dijo—que la prensa estaba amordazada y pienso que se autoamordazó". La dirección de CNN le reprochó esas declaraciones. "Sus comentarios –dijo Jim Walton, redactor-jefe de CNN, no reflejan la realidad de nuestra cobertura".

Muchos años de mentiras se descubren de repente de vez en cuando. Recientemente, quedaron al descubierto las mentiras escritas durante cuatro años por el reportero del New York Times, Jayson Blair. Plagiaba y fabricaba declaraciones y lugares de sus reportajes. "Mentí y mentí, y después mentí un poco más. Mentí sobre a donde había estado, mentí sobre donde había obtenido información y mentí acerca de cómo escribí la historia", confesó Blair. Y eso ocurrió en el The New York Times, presentado como modelo de la prensa norteamericana.

Más reciente y más escandaloso aún es el caso de un reportero de USA Today, el periódico de mayor circulación de Estados Unidos. Candidato al Premio Pulitzer durante cinco veces, Jack Kelley resultó que era un fantasioso inventor de historias, plagió y en el mejor de los casos adornó muchos de sus reportajes con que deleitaba a sus lectores y a sus "inocentes" jefes. Una de esas historias inventadas por Kelley, que el propio periódico ha considerado una de las peores, refiere la supuesta muerte de un grupo de inmigrantes ilegales cubanos que navegaban hacia la Florida y que naufragaron en medio de una tormenta. Para dar más sabor al melodrama, el artículo de USA Today iba acompañado por la imagen de una joven cubana, identificada como Jacqueline, fotografiada en La Habana por el sagaz reportero Kelley, según él, poco antes de que la desgraciada muchacha perdiera la vida arrastrada por la furia del mar. Las investigaciones del propio USA Today probaron que ese día no hubo tal intento migratorio ni tormenta ni naufragio alguno. Y que Jacqueline no es tal, sino que se llama Yamilet, la cual vive en Miami, a donde había emigrado tranquila y legalmente. Ese reportaje mentiroso no sólo salió en USA Today, sino que se reprodujo en Selecciones de Reader Digest. Por la muerte de Jacqueline lloraron no pocos norteamericanos engañados. La mafia anexionista de Miami también armó un gran escándalo por esa muerte. Miles de ejemplos similares podríamos señalar, pues así han mentido sobre la realidad cubana desde la Casa Blanca para abajo, incluyendo los más reputados medios de prensa norteamericana, en los últimos 45 años.

El fenómeno del control y concentración de los medios, y junto a él la política de engaños, se da también fuera de las fronteras de Estados Unidos. Más de 70 empresas dedicadas al negocio de la comunicación y telecomunicación son propiedad del grupo Cisneros, de Venezuela. Cisneros fue uno de los patrocinadores del efímero golpe de Estado que encabezó el empresario Pedro Carmona contra el presidente Hugo Chávez en abril del 2002, y no hace mucho apareció involucrado en el manejo de 18 millones de dólares transferidos a las organizaciones políticas venezolanas de la oposición. Alejándose de los compromisos éticos, todos los medios de comunicación que controla el grupo Cisneros, entre ellos Venevisión, la mayor red televisiva de ese país, forman parte de la guerra mediática, que incluye todo lo sucio que podamos imaginar, contra la legitimidad democrática que representa el gobierno de Chávez, elegido en las urnas en 1998.

El gran poder mediático acostumbra a manipular las palabras y las utiliza como arma política para deformar la realidad. Hemos visto recientemente como hoy, gracias a que unos pocos grupos corporativos controlan las noticias, se pueden pasar como verdades ante el mundo que en Haití hubo la renuncia de un presidente elegido democráticamente y que, en lugar de un secuestro gangsteril, efectuó un viaje voluntario, a bordo de un avión, hasta un país africano.

Hay un lenguaje tramposo, prostituido, no ético, que nos lleva a suscribirnos a una reciente declaración de Carl Bernstein, uno de los reporteros que puso al descubierto el escándalo Watergate, de que el periodismo actual, con su chismorreo, sensacionalismo, polémicas prefabricadas y lenguaje tramposo, "insulta a la inteligencia, ignora la vida real y hace triunfar la epidemia de la cultura idiota".

La mentira y los ingredientes que la acompañan, en fin, son armas de destrucción masiva, se han convertido en la peor agresión contra la libertad de expresión en el mundo.

Algunas organizaciones que se identifican como periodísticas y defensoras de la libertad de prensa, y que cuentan con fondos millonarios, no son más que instrumentos del gran poder mediático. Cito a dos de ellas: la SIP y Reporteros sin Fronteras. A la SIP todos la conocemos suficientemente por su historial de servidora de los grandes empresarios periodísticos y sus arteros y miserables ataques contra los países que adoptan posiciones de independencia alejándose de la línea imperial. Reporteros sin Fronteras se presenta como una organización no gubernamental, pero, al igual que la SIP, sólo defiende los privilegios de los propietarios de los medios, incluso los de la prensa neofascista. Estas instituciones, en fin, enfocan sus objetivos según el camino trazado por Estados Unidos, y aportan a la caza de brujas que se ha desatado en muchos países bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.

Justo es que mencionemos que alrededor de 700 colegas latinoamericanos han sido asesinados en América Latina en los últimos 25 años por ejercer un periodismo ético e identificado con las causas más nobles de la sociedad. El periodismo es en América Latina la profesión más peligrosa y también la que tiene el primer lugar en bajas con relación a otras regiones del mundo. Sólo Cuba está ausente en la lista de países donde el crimen y la impunidad imperan o han imperado. Pero incluso sobre esto también mienten. A cada rato el poder mediático habla de periodistas muertos o torturados en Cuba. Ellos saben muy bien que el último periodista asesinado en Cuba fue el colega ecuatoriano Carlos Bastidas, en mayo de 1958. Lo asesinó la policía del régimen de Batista, dictadura que apoyó y sostuvo el gobierno de los Estados Unidos.

Cuba enfrenta hoy los más violentos ataques y calumnias de ese gran poder hegemónico mediático. La libertad de prensa, los derechos humanos, la democracia, los presos, la alimentación, la economía, las elecciones, la solidaridad, la emigración, los dirigentes, la salud pública, la educación, en fin, cualquier tema, es objeto de informaciones y opiniones mentirosas y tergiversadas en los grandes medios. Nada de lo que ocurre en Cuba es bueno.

Nadie de los que gobiernan a Cuba es bueno. Todo es demonizado, satanizado. Por eso es lógico que cada vez que pisamos tierra fuera de nuestras fronteras lo primero que advertimos es la desinformación existente sobre Cuba, incluso entre gente que no son hostiles a la revolución. Eso es resultado de la labor que han realizado en los últimos 45 años los grandes medios de comunicación hegemónicos que, minuto a minuto, envenenan a los pueblos sobre la realidad de Cuba.

La concentración y control de esos medios por menos manos ha contribuido, en los últimos años, a que la mentira organizada contra Cuba se haya convertido en una verdadera arma de destrucción masiva. Hoy, las tres grandes mentiras para la guerra con Iraq se usan contra Cuba: armas de exterminio masivo, vínculos con el terrorismo y el deseo popular de recibir con alegría la intervención militar estadounidense. Por un lado, Condolezza Rice dice que "no debe dudarse de la firmeza de la política de Bush con respecto a Cuba"); por otro, Roger Noriega amenaza diciendo que "la Administración está comprometida en hacer caer a Fidel Castro"; por otro, Colin Powell asegura que "Cuba ya no es tolerable"; por otro, John Bolton afirma sin prueba alguna que "Cuba tiene capacidad para producir armas biológicas"; por otro Bush no oculta la entrega de partidas de dinero millonarias para los grupos ilegales dentro de Cuba y para las trasmisiones de televisión y radio contra Cuba; por otro, se dictan decretos para castigar y reprimir a los norteamericanos que viajen a Cuba sin el permiso de Washington; por otro se crean comisiones para diseñar una estrategia de cómo actuar en una denominada "Cuba libre"; por otro, se suspenden unilateralmente las conversaciones migratorias entre ambos países; por otro, se niegan visados de entrada a Estados Unidos de artistas, científicos y deportistas cubanos alegándose que eso forma parte de la lucha contra el terrorismo; por otro, se prohíbe que en la prensa de Estados Unidos aparezcan artículos o reportajes sobre los éxitos científicos de Cuba.

Esos hechos, más el diluvio de mentiras que los acompaña, ¿no es acaso más que suficiente para que los cubanos estemos preocupados? Hay quienes nos calman diciéndonos que eso es lenguaje propio de las campañas electorales. Y les respondemos: "La guerra también es propia de las campañas electorales que tienen lugar en Estados Unidos".

(Versión de la ponencia "La ética periodística en el mundo globalizado"presentada por el autor, vicepresidente de la UPEC, en el seminario "Periodismo, democracia y libertad de prensa", efectuado en Santiago de los Caballeros, República Dominicana, los días 2, 3 y 4 de abril, bajo los auspicios de la Asociación Millenium Press, que reúne a los periodistas dominicanos que viven en Estados Unidos, el Colegio Dominicano de Periodistas y la Asociación de Periodistas Profesionales de ese país.)