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Manuel Talens

Muerte de un río

MANUEL TALENS

La sensata carta de un lector que no es ni valenciano, ni catalán, ni español y ni siquiera europeo, sino libanés, en la que el otro día abogaba aquí por la salvación del padre Ebro, me decide a reincidir en este asunto.
El falso debate sobre los metros cúbicos por segundo que se pueden trasvasar desde el Ebro a las empobrecidas cuencas del Júcar y el Segura hace que a uno le hierva la sangre en las venas. Los más hábiles entre los políticos centran su argumentación en si la gigantesca tubería tiene que ir por aquí o por allá o en si el trazado molestará a una determinada colonia de estorninos. Los unos, mientras tachan de manirrotos a los potenciales receptores del agua, aducen que el delta y su fauna piscícola se hundirán con el trasvase. Los otros hablan de puestos de trabajo y de la sed de los agricultores que se podría saciar con el caudal sobrante del Ebro. Pero, incluso enfrentados, hay una cosa que los hermana: todos ellos consideran el agua como un bien de consumo con el que se puede comerciar. Por último, Aznar dicta en Bruselas la sentencia de muerte: habrá trasvase. Y, en la retaguardia, al abrigo de la pelea, las mafias de la construcción y de la electricidad esperan agazapadas su turno: el negocio va a ser una mina de oro.
Entre el barullo de cifras tergiversadas que los políticos se lanzan entre sí, altas o bajas según las cuenten unos u otros, llama la atención que nadie se pregunte cómo ha sido posible que el caudal del Ebro haya menguado en un 50% durante los últimos cuarenta años, ni extrapole que, de seguir así, en otros cuarenta no quedará agua que trasvasar, pues el Ebro estará muerto, como ahora ya lo está ese otro río que fluye entre EE UU y México -Río Grande para los unos, Río Bravo para los otros-, con su desembocadura absolutamente seca; o como también lo está el Río Colorado, cuya agua ya no llega al Golfo de California (el lector puede comprobarlo si lee en mi página web el artículo Why the Colorado River Doesn't Meet the Sea o su traducción), pues alimenta en su recorrido por el desierto a ociosos multimillonarios de Las Vegas o a la colonia de ultraderechistas hollywoodenses de Palm Spring, donde juegan al golf en verdes campos artificiales.
Aquí, como si se tratase de una imagen especular, nuestras autoridades discuten de si el caudal mínimo permisible en el Ebro es de 100 o 120 metros cúbicos por segundo, pero se cuidan de no criticar un sistema socioeconómico de desarrollo continuo, devorador insaciable de agua. Por lo visto, habrá que esperar a que el delta del Ebro muera y sea historia como los de los ríos Bravo y Colorado para darnos cuenta de que es el modelo de crecimiento capitalista en que vivimos, antinatural, salvaje e infinito, lo que agota los recursos naturales. ¿Para qué sirve el PSPV, si no lo pone en entredicho?
El Tajo, trasvasado hace tiempo hacia el Segura, bajaba este año con unos ocho metros cúbicos por segundo a la altura de Aranjuez, muertecito el pobre. Pero a ver quién les dice ahora a los habitantes de la cuenca del Segura que renuncien a un derecho que, hoy en día, consideran como de origen divino, pues alimenta infraestructuras ya irreversibles, creadas a raíz del propio trasvase.
Suma y sigue