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Reportajes

2 de octubre de 2003

Radio "El Reloj" entrevista a James Petras
Chile 1973. En un lado estaban los militares golpistas y del otro millones de obreros desarmados

El Reloj, FM Urbana, 88.3, Sábados de 17:00 a 19:00.
Desgrabación y edición: Mario Hernandez, revista La Maza.


ER: ¿En qué contexto asume el gobierno de la Unidad Popular?
JP: Desde el primer día de la victoria ocurren incidentes de violencia, primero matan al Gral. Schneider en un rapto fracasado de la derecha, antes la campaña de desestabilización del Presidente Frei tratando de provocar el caos, luego tenemos a EE.UU. intentando comprar congresistas que voten en contra de Allende porque la Constitución establecía que sino había una mayoría, como ocurrió, podían votar entre los 2 primeros candidatos. Toda una serie de incidentes que indicaban que la vía electoral tenía serios problemas, incluso grupos terroristas de derecha estaban planificando una serie de atentados que gracias a la infiltración del MIR fueron denunciados. Eso indicaba que las autoridades, supuestamente los carabineros, que guardaban la institucionalidad, supuestamente profesionales y neutrales, ya eran en alguna forma un riesgo grave para el gobierno.
ER: Ud. estaba en Chile días antes que se produzca el golpe ¿cómo veía la situación y cuál era la relación que tenía con los funcionarios del gobierno?
JP: Yo era muy amigo de Orlando Letellier que era Ministro de Defensa. Cuando nos encontramos en Washington, en julio, siendo embajador en EE.UU., me insistió en colaborar y hacer estudios sobre la población, las posibilidades de defender la democracia y qué condiciones existían para la continuidad del proceso político en Chile. Hacia fines de agosto yo pensaba que la mayor posibilidad que existía era una guerra civil. Eso le parecía a muchos sectores electoralistas, particularmente al PC, como muy destructivo. Mientras el gobierno tuvo el apoyo de algunos generales constitucionalistas, tenía la posibilidad de armar al pueblo frente a los golpistas. Yo tenía información del tipo de funcionarios que entraban a la embajada norteamericana y todos eran asesinos de Vietnam, Centroamérica, Guatemala y Camboya. Gente con experiencia paramilitar, golpistas, etc., y no viajaban a Chile por razones diplomáticas. Recuerdo claramente haber estado con Pedro Vuscovich -Ministro de Economía y luego Director de la Corporación de Fomento- y otras 2 personas. Fuimos a almorzar y cuando salíamos el diario de la tarde tenía grandes títulares anunciando la renuncia de los 3 generales defensores de la constitucionalidad que quedaban, entre ellos Prats. Les dije gritando: '¡Estamos fritos!, todo termina con esto. La posibilidad de dividir al ejército y abrir una posibilidad de defensa del gobierno han acabado'. Esa misma tarde concurrí a La Moneda para hablar con Letellier porque ya no existía la posibilidad de guerra civil. En un lado estaban los militares golpistas y del otro millones de obreros desarmados. Hablamos en el patio porque no podíamos hablar en la oficina del Ministro de Defensa. Cuando me dijo: 'las paredes oyen', confirmé lo que pensaba.
ER: Después del tiempo transcurrido, ¿cuáles son las opciones que a tu juicio podría haber tomado el gobierno de Allende para evitar el desenlace que finalmente tuvo?
JP: En 1972 cuando, mediante un lock-out, los capitalistas tratan de paralizar la economía, los obreros ocupan las fábricas y ponen a trabajar la economía. Era el momento de descabezar a los principales cabecillas del golpismo empezando por El Mercurio. Cuando los obreros tomaron las empresas era el momento de avanzar sobre una sólida base socio-económica. Además, había muchos oficiales, no sólo Prats, que no recibieron ningún apoyo del gobierno que actuaba como si todos fueran iguales mientras los derechistas estaban conspirando. En junio, hay un golpe prematuro que fracasa, el Tancazo. En esa oportunidad casi 30.000 obreros marcharon pidiendo armas para defender el proceso y Allende, en una actitud muy frívola, los manda a su casa diciendo que el gobierno sabía cómo defenderse. Inmediatamente, aprueba una ley para desarmar a los sectores civiles que el Ejército y la policía aprovecha para desarmar a los obreros, dejando a la clase dominante y los sectores golpistas con el monopolio de las armas. Finalmente, yo creo que poner a Pinochet en el gobierno, era fortalecer cada vez más la política de la derecha. En vez de expulsarlos y hacer una limpieza, hicieron una política de conciliación, pensando en más concesiones, que eran una indicación de la debilidad del gobierno y las instituciones, pero fuera de la institucionalidad no tenían ninguna política. Lo peor eran el PS y el PC. No tenían ninguna preparación para la lucha. El secretario general del PS, un flaco aristocrático, Carlos Altamirano, tenía un discurso incendiario pero hueco, atrás no había nada, ni entre los militares, ni en ninguna parte, ni siquiera tenía casa segura. Cuando ocurre el golpe estaba caminando por la calle. Una irresponsabilidad total que termina con la política de Allende de luchar como individuo en La Moneda, un acto heroico, memorable, pero que realmente no cambió nada. Allende y sus seguidores pensaban que la institucionalidad era parte de la historia de Chile, pero la historia había cambiado. Yo lo aprendí muchos años antes. La burguesía en Chile nunca puso en cuestionamiento sus privilegios y poder. Cuando uno les preguntaba a los latifundistas sobre la reforma agraria, todos decían lo mismo: 'antes de entregar las tierras preferimos un gobierno dictatorial'. Eso era 6 años antes del golpe y si yo lo pude averiguar como visitante, como observador, me pregunto cómo la clase política de izquierda en Chile no podía entender que la institucionalidad democrática estaba condicionada por el capitalismo y el latifundismo como precondiciones.