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Reportaje Especial: La Iglesia Liberadora en Ecuador

La Iglesia de los Pobres en Ecuador es fiel reflejo de lo que el Papa Juan XXIII hablaba de "una palabra viva de la realidad" sobre la cual la teología debía reflexionar. La Iglesia Liberadora emergió años antes del Concilio Vaticano II cuando identificó al indio como el más pobre de los pobres. El inspirador de esta Iglesia fue Monseñor Leonidas Proaño.

Por Mariana Neira* / ADITAL

Introducción

Hace 40 años el Papa Juan XXIII inauguró el Concilio Vaticano II para reflexionar sobre "una teología que partiera de la palabra viva de la realidad de nuestros pueblos" y América Latina empezó a hablar de la Teología de la Liberación con una iglesia que tuviera "opción preferencial por los pobres". Así emergió la Iglesia de los Pobres y en Ecuador sucedió algo singular: comenzó ese trabajo seis años antes, identificando al indio como el más pobre de los pobres. El adelantado que animó su proceso de liberación fue monseñor Leonidas Proaño Villalba.

Nacido el 29 de enero de 1910, en un hogar pobre de San Antonio de Ibarra, fue nombrado obispo de la Diócesis de Riobamba, al sur de Quito, el 18 de marzo de 1954. Allí encontró una población mayoritariamente indígena, abatida por un 80% de analfabetismo, miseria y abuso.

Convencido de que "Una contemplación, una espiritualidad, que no estén enraizadas en la misión liberadora de Cristo no son auténticas", empezó su trabajo en 1956: un año después de que se diera la Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro; seis años antes del Concilio Vaticano II; 12 años antes de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín que consagró los principios de la Teología de la Liberación; y 23 años antes de que la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla concretara la misión de la Iglesia de los Pobres.


Evangelización, alfabetización y reparto

El Concilio Vaticano II, de 1962 a 65, confirmó la visión de Monseñor Proaño, y lo llevó a formar, en Riobamba, las Asambleas Cristianas. Éstas realizaban una evangelización a domicilio, con lecturas bíblicas comentadas y respondiendo a las preguntas del pueblo: primero en hojas sencillas, después usando las Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador (ERPE) creadas en 1962 para que el indígena tenga acceso a la educación.

En 1964 la dictadura militar dictó la primera ley de reforma agraria, que en la práctica no se aplicó cabalmente, y monseñor Proaño creyó que era hora de empezar a hacer justicia. En 1965 entregó a los indígenas dos grandes haciendas de su Diócesis: Monjas-Corral y Zula.


La "Carta Roja" preocupa

Después de concluido el Concilio Vaticano II, monseñor Proaño mantuvo reuniones en la Conferencia Episcopal, después con los sacerdotes y equipos misioneros que ya estaban formándose en Riobamba y propuso "la iglesia que queremos". La nueva orientación fue anotada en "la carta roja" que circuló por 1966. Se llamó así, el documento, porque, "por cuestiones tipográficas salió escrito con tinta roja", dice el párroco de Guasuntos, Pedro Torres, que por pedido de monseñor estuvo antes en Alausí y Tixán. A este "cura subversivo", colombiano, nacionalizado ecuatoriano en julio de 2002, le acusaron de propiciar invasiones de haciendas cuando los conflictos no eran más que el resultado de un reparto injusto. Chimborazo, al sur de Quito, es una provincia con alta población indígena y la tierra se concentraba en pocos terratenientes dueños de las haciendas que explotaban al indio que las trabajaba.

La "carta roja", agrega, "terminó con los privilegios, los títulos, el dominio territorial para construir una Iglesia del Pueblo de Dios, de la comunidad. Esta ofrecería los ministerios (servicios) eclesiales mediante los equipos pastorales y no únicamente el párroco".

La idea se fortaleció durante la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín, 1968, cuando se dijo: "&la pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada por Cristo".

Y comenzaron a preocuparse Estados Unidos y el poder local, según se deduce de un dato de Francisco Enríquez: "En 1969, Nelson Rockefeller realizó una gira por América Latina y en su informe expresó, entre otras preocupaciones, su creciente inquietud ante el proceso de radicalización de la Iglesia, luego de la Conferencia de Medellín. Como recomendación para su gobierno propuso la promoción y fortalecimiento de las sectas religiosas conservadoras".

La Teología de la Liberación fue rechazada por instancias de poder porque planteaba la participación del pueblo en el proceso de cambio social. Es así como la entendieron las tres dictaduras: la civil de José María Velasco Ibarra, y las militares de Guillermo Rodríguez Lara y la Junta de Gobierno ("los triunviros") que proceden a reprimir a quienes la practican.


LOS 70: PERSECUCIONES

En los años 70, en una de las ex haciendas de la Curia, monseñor Proaño organizó el Instituto Tepeyac para formar líderes en áreas prácticas: agricultura, ganadería, y en capacitación, dirección (de grupos humanos). Y, según cuenta el padre Torres, "al finalizar una de estas reuniones, en 1974, se originó el Ecuarunari (Ecuador Runacunapac Riccharimui)". (1)

A quienes participaban en estos eventos, aduciendo promoción de invasión de tierras, les perseguían. En 1970 la dictadura de Velasco Ibarra expulsó a dos sacerdotes de la Diócesis de Barcelona, España. Poco después pretendió hacer lo mismo en Chunchi, 50 Km al norte de Cuenca, con cuatro religiosos extranjeros.

Durante la dictadura de Rodríguez Lara, el 26 de septiembre de 1974, la fuerza pública atacó a indígenas de la comunidad Toctezinin provocando la muerte de Lázaro Condo y 30 heridos. "El obispo fue reclamado por el ministro de gobierno, pero tres días después, en la misa del domingo, al empezar su sermón dijo: 'Lázaro, levántate y anda" (Revista Vistazo, octubre 4, 90).

La mayor torpeza, y que dio la vuelta al mundo, la cometieron los "triunviros". El 12 de agosto de 1976 se llevaba a cabo en Santa Cruz, centro de reflexión del obispo de Riobamba, un encuentro de pastoral cuando por orden del ministro encargado de gobierno, Xavier Manrique, llegaron dos buses con más de 40 policías para violentamente apresar a dos arzobispos: Roberto Sánchez, de Estados Unidos; y Vicente Zaspe, de Argentina; y 14 obispos: Patricio Flores, Juan Arzube y Gilbert E. Chávez, de Estados Unidos; Mariano Parra León, de Venezuela; Caren González y Fernando Aristía Ruiz, de Chile; Antonio Batista Fragoso y Rubén Cándido Padín, de Brasil; Sergio Méndez Arceo, José Pablo Rovalo y Samuel Ruiz, de México; Víctor Garaigordobil, de España; Ramón Bogarin, de Paraguay; y Leonidas Proaño, el anfitrión.

Junto a ellos fueron detenidos unos 70 laicos y sacerdotes, entre ellos, el teólogo José Comblin y Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nóbel de la Paz en 1980.

Al siguiente día el gobierno les "invitó" a salir "por intervenir en asuntos de política interna con la finalidad de subvertir el orden" (diario El Comercio).

Los sectores conservadores de la sociedad complementaron la represión con acciones sutiles: consiguieron que el Vaticano enviara un Vicario Apostólico para que investigara a Proaño, sin encontrar nada en su contra; propiciaron la expansión de los grupos evangélicos que más tarde generaría enfrentamientos entre indígenas católicos y evangélicos; y los militares emprendieron en un programa de reforestación de los páramos, el punto de partida de su proyecto social de asistencia a los indígenas en salud, educación, obras públicas, con el cual pretendían frenar el avance de la Iglesia de los Pobres.


Se expande por suburbio y selva

La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla, 1979, "Consagra _según Jon Sobrino- la expresión 'opción preferencial por los pobres' en el contexto de la misión evangelizadora de la iglesia".

De inmediato, la iglesia ecuatoriana entró en un proceso de reflexión y surgió el documento "Las Líneas Pastorales de la Conferencia Episcopal" que en términos generales, "reconoce ya no solamente una pastoral de conjunto, sino una pastoral diferenciada para cada sujeto: niño, mujer, negro, indio. Así surge la Pastoral Indígena" (padre Torres).

Fue un formulismo, nada más, porque desde mucho antes la Iglesia de los Pobres ya estaba realizando una pastoral diferenciada en varios puntos del país. Veamos algunos ejemplos.

El guayaquileño José Gómez Izquierdo, quien estuvo entre los detenidos del 76, después de graduarse de abogado, se hizo sacerdote y le pidió al arzobispo que le asignara a la parroquia San Pedro de su ciudad natal, un suburbio ubicado junto al Estero Salado, donde "hay mucha pobreza, desempleo, madres que no tienen ni para comer, que lo poco que tienen se lo dan a sus hijos que se los ve cada día más pálidos, ya por la irresponsabilidad de los cónyuges o porque ganan muy poco", según dijo a la Revista Cosas, en abril de 1999.

Comenzó en 1968, primero, modificando las fiestas religiosas como la de San Pedro, considerada por él, poco cristiana. Ahora es sencilla. Luego buscó la forma de conseguir techo propio para inmigrantes que habían llegado a Guayaquil, centro este del país, empujados por la sequía. Lo consiguió en 20 años y fueron cerca de 700 familias. Actualmente la parroquia cuenta con: un centro de salud; una guardería modelo; el "Jardín de los mayorcitos Efrén Pontón" (Asilo de ancianos); una escuela para niños adolescentes en situación de riesgo que recibe contribuciones de la fundación "Su cambio por el cambio"; un comedor popular que se cerró por falta de recursos económicos.

En la Amazonía, también por los 70, sucedía algo parecido. Teodoro Arroyo Robelly, salesiano, vicario apostólico de Méndez, Gonzalo López Marañón, carmelita, vicario apostólico de Sucumbíos, y el capuchino Alejandro Labaca, vicario apostólico de Aguarico que murió a manos de los indígenas tagaeri que habitaban en el vicariato, emprendieron la evangelización de los shuaras y huaoranis a través de sus "comunidades cristianas de base". También, fomentaron la organización de la Federación Shuar que en 1980 se integró a la CONFENIAE (Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana). Años más tarde, en 1983, Proaño impulsó el acercamiento de ésta con el Ecuarunari. Así nació, en 1985, la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) (Recuadro 1).

Monseñor Gonzalo López Marañón, obispo español de Sucumbíos desde 1971, cuando llegó a Ecuador hizo de la evangelización un proceso más profundo, parecido al de Riobamba. "Hay similitud: la opción de las comunidades y el ver por la gente humilde, el estar cerca, el luchar desde la fe y el compromiso social. La diferencia podría deberse tanto al estilo de personas como al contexto en que desempeñaban su labor pastoral. En Chimborazo la opción fue concreta por los indígenas y aquí la opción es más generalizada: indígenas, campesinos, colonos, urbanos, etcétera".

"Los misioneros no están viviendo en los pueblos grandes sino mezclados en el medio de los indígenas, los que trabajan con los colonos, en el medio de los colonos. Hay una iglesia viva desde las comunidades de base. Son un grupo reducido de personas, pero vivo en el contexto social que le corresponde. Están sembrados por toda la región", afirma Monseñor Gonzalo.

Además, su Diócesis tiene algunas "tareas más visibles", como la oficina de los derechos humanos, la Pastoral Social, la Radio Sucumbíos y una organización para enfrentar el problema actual de los refugiados que huyen de la violencia en Colombia.

Monseñor López Marañón, a quien le preocupan los abusos de las compañías petroleras, abogó en 1993 por "Los 11 del Putumayo", campesinos acusados de matar en un río de la frontera con Colombia a once militares y policías. Un ministro de defensa los calificó de "guerrilleros de finca" y monseñor López le replicó enérgicamente que eran simples campesinos. La justicia le dio la razón, los campesinos fueron liberados y el caso fue reconocido como un "crimen de Estado".


Derechos Humanos

En la transición de la dictadura a un gobierno constitucional se vio la necesidad de conformar un grupo de defensa de los derechos humanos. El detonante más inmediato fue la masacre de alrededor de 120 trabajadores de un ingenio azucarero a manos de la fuerza pública. Miles de trabajadores y pobladores protestaron, pero no se hizo justicia. Meses mas tarde, con el fin de frenar los abusos de poder se reunieron un pastor luterano, un presbiteriano, personas de los sectores cristianos, representantes de las centrales sindicales, de organizaciones sociales y gremios; y así surgió la CEDHU (Comisión Ecuménica de Derechos Humanos), en 1978", cuenta Elsie Monge Yoder, su presidenta desde 1985, luego de años de trabajar con las comunidades negras de El Chota y cinco meses con los indígenas de Chimborazo (Recuadro 2).

Con la hermana Laura, su compañera en Maryknoll, congregación misionera de Estados Unidos, Elsie Monge confidencia: "comprendíamos que la dignidad y los derechos humanos son parte de la Buena Nueva del Evangelio y comenzamos nuestra labor de educación y defensa de los derechos del pueblo". La violación a estos derechos se agravó con el gobierno de León Febres Cordero (1984-1988) que empezó a desaparecer gente. "Venían para consultarnos qué podían hacer para localizar a su ser querido que había sido detenido por la fuerza pública. Entonces, hacíamos una serie de trámites ante las autoridades para que digan dónde estaba esa persona. La práctica común era que pasaban cinco hasta 30 días sin información y aparecía el detenido, golpeado, torturado, o no aparecía nunca".

Durante ese gobierno hubo 500 casos de detenciones ilegales, 240 casos de tortura, 120 asesinatos y 6 desaparecidos.

Continua Elsie Monge: "Yo tuve testimonios de los de Alfaro Vive (2) que fueron colgados para que digan que yo también era miembro de esta organización. Una vez detuvieron a un joven que iba a visitar a su hermana apresada en Colombia, le acusaron de ser correo de los Alfaro y mi secretario, lo cual era falso. Le detuvieron a nuestro mensajero para preguntarle si a esta oficina venía gente de Alfaro y a nuestro asesor jurídico por no portar documentos. Los pesquisas nos vigilaban, el teléfono estaba intervenido o hacían llamadas amenazadoras, con palabras soeces. Eran amedrentamientos".

No bajaron la guardia y la defensa de los derechos humanos se extendió por todo el país. Jesús Narváez, secretario ejecutivo de la Comisión Diocesana de los Derechos Humanos de Los Ríos, tuvo que enfrentar a bandas de civiles armados.

Las comunidades cristianas de base de la Diócesis trabajan desde los años 70 en catequesis, visita a los enfermos, programas para mejorar la situación social, arreglar vías, alumbrado público, centros de salud, educación. Todo lo realizan a través de un proceso de formación, capacitación, concientización.

"Fruto de los trabajos de organización y reflexión, el más pobre aprende a hablar y comienza a protestar por las situaciones de injusticia. En ese momento, los grupos que provocan esa injusticia reaccionan. Los Ríos es una de las provincias más violentas del país; ocurren muertes violentas, desalojos de tierras, muchas violaciones a los derechos humanos, y la iglesia con una postura de sensibilidad hacia los más pobres, desde 1980, puso al servicio de la gente la Comisión Diocesana de Derechos Humanos", indica Monge.

Por conflictos de tierras al norte de Guayaquil, grupos armados de Palenque, Vinces, pero sobre todo uno de Babahoyo, la banda de los Cedeño, mantuvieron amenazados a Narváez, al obispo y algunos sacerdotes , desde 1984 hasta 1988. "En 1989 presentamos ante el Tribunal Permanente de los Pueblos un estudio de asesinatos y desapariciones cometidos por este grupo (Cedeño), despojos de tierras que, desgraciadamente, la justicia no investiga a fondo o deja en la impunidad. Nuevamente se dieron amenazas que continuaron hasta el 98. Hubo una solidaridad extraordinaria a nivél nacional e internacional y las autoridades tuvieron que intervenir para que esos grupos dejen de amenazarnos".


LOS 80: UNA NUEVA VOZ

Con el retorno a la democracia (1979) llegó la esperanza de mejores días para los ecuatorianos y un estado de paz roto al poco tiempo por "medidas económicas". En esa ocasión, la bandera de los reclamos la llevaron las poderosas centrales sindicales.

En silencio, la Iglesia de los Pobres seguía trabajando y no llamó la atención el cambio de obispo en Cuenca. Llegado de la iglesia más elitista de Quito, a la ciudad más conservadora del país, Alberto Luna Tobar, de la Orden de los Carmelitas, era visto como un conservador más.

No fue así. Nacido el 15 de diciembre de 1923 en el seno de una familia de abolengo de Quito, siempre estuvo en contacto con la realidad porque con su padre, "cristiano, valiente, luchador, muchas veces preso y desterrado por sus afanes políticos, visitaba a los pobres" (Revista Spiritus).

En 1981 fue designado Obispo de Cuenca, provincia del Azuay, que a diferencia de Chimborazo, tiene una mayoría mestiza. "De los 500 mil habitantes azuayos, 62 mil son indígenas y 240 mil mestizos que viven en el campo. Ellos combinan la agricultura con la artesanía".

El primer impacto fue su franqueza y falta de miedo. Durante la campaña electoral presagió el riesgo de elegir a un gobernante de extrema derecha y se convirtió en el enemigo más visible y poderoso del candidato triunfador Febres Cordero.

La primera represalia contra Luna fue separarle de la misión oficial para la canonización en Roma de su pariente: Francisco Luis Florencio Febres Cordero Muñoz, "Hermano Miguel".

Después trataron de involucrarlo con rebeldes militantes de AVC (Alfaro Vive Carajo), e incluso, intentaron matarlo. En el momento de mayor violencia, el "Obispo comunista" fue perseguido por un agente del gobierno que al comienzo se presentó como israelita, pero era chileno. Descubierto en su tarea de espionaje, desapareció e inmediatamente apareció otro rebuscando la oficina del obispo que recuerda: "Lo agarré del cuello para que me dijera qué buscaba y como la corbata había sido postiza, se me quedó en la mano. Luego me la quitó y se cayó. Desde el suelo intentó dispararme. Entonces me lancé sobre él para que no me hiriera. Como era más ágil, consiguió huir. Se hizo humo".


El compromiso se mantiene

Cuando por el respeto a los derechos humanos la pugna con el gobierno social cristiano se encontraba en el punto más alto, llegó el Papa Juan Pablo II (enero 1985) y no visitó Riobamba, la cuna del movimiento de liberación indígena. Su único encuentro con 250.000 indios ecuatorianos fue en Latacunga, en donde Proaño celebró una misa "en quichua& al son de pingullos, guitarras y tambores". Durante la liturgia dijo una frase que resumió el resultado de su trabajo y pronosticó el futuro: "Los indios han recuperado su palabra. Ahora los indígenas se están organizando con la ayuda de la iglesia y otros sectores, buscando una sociedad nueva que les permita implantar una política propia con liberación económica" (diario El Comercio). Fue su despedida porque ese mes y año cumplía 75 años y se retiraba.

Proaño escogió a Víctor Corral para que le sustituyera, pero por presión de los conservadores que no querían para Riobamba un obispo de la misma línea del saliente, pasó algún tiempo como Administrador Apostólico antes de asumir esa dignidad. Cuando se dio el levantamiento indígena de 1990 el obispo Corral dijo: "Monseñor Leonidas Proaño hizo un trabajo de 30 años para hacerles ver a los indígenas que tienen dignidad y valores, y a mí me ha tocado continuar y responderé desde mi posición de fe y evangelización a las nuevas coyunturas que la historia presente".

Una vez que se hubo retirado, monseñor Proaño fue designado por la Conferencia Episcopal Ecuatoriana a la presidencia del Departamento Pastoral Indígena del Ecuador y creó el Centro de Formación de Misioneras Indígenas de Pucahuayco, en Imbabura. En 1986 fue candidato al Premio Nobel de la Paz. Murió de cáncer el 31 de agosto de 1988.

Monseñor Luna dijo entonces: "Él era un maestro, sin otra cátedra que la de su propia vida, abierta a toda luz". Señalado como su sucesor, se confesó "un fiel seguidor de monseñor Proaño", pero, "me duele mucho que me pongan en el nivel de él. Él fue un hombre excepcional, un profeta. No hay punto de comparación".

La vocación de servicio de monseñor Luna se puso a prueba por un caso fortuito, natural. El 29 de marzo de 1993 el cerro Nuzhuqui se derrumbó y represó los ríos Cuenca y Jadán armando un gigantesco embalse en el sitio La Josefina, entre Azogues y Cuenca. La catástrofe aumentó un mes más tarde, luego de que un misil de guerra abriera paso al agua que corrió furiosa destruyendo todo aquello que se encontraba en el curso del río Paute. Miles de campesinos se quedaron sin casa para vivir ni tierra para cultivar y monseñor Luna estuvo ahí, recorriendo centros de refugiados, pueblos, el campo, como un jovencito, primero con las donaciones que le encargaron distribuir entre los damnificados que llegaron a nueve mil; luego, para reconstruir. Su diócesis participó en la compra de tierras, la construcción de 502 casas y la reconstrucción de otros centenares. Completó el proceso con un programa de microempresas agrícolas y artesanales.

La gestión de Monseñor Luna también se dirigió a "organizar grupos de mujeres para que tengan presencia, voz y fuerza en la organización social. He trabajado para que la iglesia comunitaria logre un mayor nivel cultural en los grupos, en las comunidades y que ese nivel cultural y organizacional se proyecte en un desarrollo económico más sustentable".

Luego de estas experiencias diría: "Los pobres me han evangelizado, han aumentado mi condición original de coraje y riesgo" (Revista Spiritus).

Cumplidos los 75 años, en 1998, presentó su renuncia al obispado de Cuenca y Roma no se pronunciaba. El 11 de enero del 2000 se instaló el Parlamento de los Pueblos Indígenas y monseñor Luna aprovechó la ocasión para renunciar públicamente a su cargo de obispo y empujó a la jerarquía católica a tomar una decisión. Actualmente dirige la Pastoral Social de Cuenca.

Muchas personas que pensaban igual que monseñor Luna, contribuyeron a su tarea de obispo. Así, los padres Pedro Soto, Hernán Rodas, Román Malgiaritta, Alberto Henríquez.

El padre Soto trabajó en la parroquia Guarainag (75-85), según cuenta: "promoviendo el desarrollo de la comunidad con una toma de conciencia sobre la base de lo que llamamos las Asambleas Cristianas. Fue un trabajo lento, difícil, conflictivo. Ahí me quemaron el carro, me echaron bala".

El padre Hernán Rodas trabajó por más de 25 años en la parroquia Pucará-Shagli en "acompañar el proceso de despertar la conciencia ciudadana, cristiana". En tiempos de la dictadura, por la reforma agraria "hubo gente pudiente que contrató gente para matarme", recuerda el P. Hernán. En Paute, desde 1992, le tocó participar en la reconstrucción y con 27 organizaciones dio forma a una inmensa cooperativa. También armó una escuela de formación de agentes de pastoral y redes de mujeres, jóvenes, niños.

El padre Román Malgiaritta propició en su parroquia San Roque, de Cuenca, varios proyectos sociales con lecturas bíblicas de concientización, por lo cual, con su grupo fue puesto en la "lista negra" del gobierno socialcristiano.

El padre Alberto Henríquez trabajó en el área suburbana y con acompañamientos a las asambleas y comunidades en procesos de reflexión. Se opuso a la condecoración a Febres Cordero y fue sacado de la lista de candidatos a obispo.


El trabajo silencioso de las mujeres

El trabajo urbano de las comunidades eclesiales de base se extendió por varios lugares. La hermana Elina Guarderas, de la comunidad Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, fiel asistente a los cursos de formación en Santa Cruz, Riobamba, empezó en 1980 a poner en práctica lo aprendido en el sur de Quito donde las mujeres de la Iglesia de los Pobres realizaron un trabajo intenso, poco difundido.

"Allí están 3/4 de la población de Quito, en situación de pobreza. El padre José Carollo, eje fundamental de la inserción de la Iglesia de los Pobres en Ecuador, cuando párroco de la iglesia (de clase alta) El Girón, con gente del norte fundó el Banco de la Providencia para obras sociales en el sur y creó la Fundación Tierra Nueva. Dejó de ser salesiano para convertirse en sacerdote diocesano y Vicario del sur. Convocó para su trabajo a las comunidades religiosas femeninas: dominicas, hermanitas de la Asunción, hermanas de Fátima, hermanas franciscanas de Estigmatina y Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. Ahora son 40 comunidades femeninas y dos masculinas".

En el barrio Marcopamba las religiosas llegaron a una casita pequeña y para aprender: "en el primer año nos planteamos como objetivo no hacer nada, solamente salir a la tienda, compartir con la gente y fuimos bien acogidas. Nos invitaban a sus casas, venían a la nuestra y nos contaban sus problemas. Vino el siguiente planteamiento: la organización. En ese momento aprovechamos la organización existente, muy típica de los barrios: el Comité pro Mejoras, los clubes deportivos. Después iniciamos la misión de concientización. En el barrio había una quebrada donde un niño cayó y murió por perseguir a su pelota, nosotros les hacíamos notar que los niños no tienen un espacio para jugar; que esa quebrada es un foco de infección y hay un hospital que pese a haberse terminado su construcción hace siete años, no funcionaba".

En ese momento la misión fue hacerles sentir la necesidad del hospital y, para exigir que las autoridades le pongan a funcionar, se unieron 60 organizaciones populares del sur.

Luego hicieron proyectos "para rescatar a una mujer terriblemente domesticada", abrieron guarderías, talleres de costura, manualidades. En este momento planifican un programa de atención a los familiares de los emigrantes.


Se organizan

El proceso de organización en el campo empezó al finalizar el gobierno de Febres Cordero. La comunidad de Totoras tomó las minas de mármol de Tixán y casi secuestra al gobernador para bañarlo y ortigarlo, castigo común de los indígenas. Se salvó escapando en su carro con las llantas bajas. La toma de ocho meses concluyó durante el mandato de Rodrigo Borja, de la centrista Izquierda Democrática.

"La lucha por la mina de mármol fue el detonante para la organización. Llegamos a movilizar 120 comunidades de la provincia. Les fue adjudicada la mina y se formó la ATAMZICH (Asociación de Trabajadores Autónomos Minas de Mármol Zula Indígenas de Chimborazo), para la explotación. En ese momento el indio emergió como sujeto y actor", dice el padre Torres.

Simultáneamente los indígenas de Chimborazo continuaban los reclamos de tierras. El Estado incumplía o ponía trabas a la adjudicación de suelos improductivos, como ordenaba la ley de reforma agraria y para su defensa crearon la organización Inca Atahualpa.

Así unidos, incluso acabaron con las bandas de cuatreros y su prestigio aumentó tanto que "católicos y evangélicos terminaron sus rencillas que en 1985 eran profundas. Ahora, en las directivas de las organizaciones se alternan. Desde entonces, todo el sector fue considerado por los militares zona roja de alta peligrosidad".


LOS 90: CAMINAN SOLOS

En agosto de 1989 se celebró el primer aniversario de su muerte con la toma pacífica del IERAC (Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización) y nació la Coordinadora Nacional de Comunidades en Conflicto de la Tierra que lidera una secuencia de actos que culminan con el primer gran levantamiento indígena de 1990.

En octubre de 1989, en Bogotá, se lanzó el slogan: "500 años de resistencia indígena". En febrero de 1990 la Coordinadora Nacional le pidió una cita al presidente Borja para exponerle los conflictos de tierras y no tuvo respuesta. El 28 de abril la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) decidió el levantamiento indígena para el 4 y 6 de junio. Para amainar la situación, ese mismo abril el gobierno resolvió donar a los huaoranis miles de hectáreas en la Amazonía.

A comienzos de mayo, la Coordinadora Nacional volvió a solicitarle audiencia al presidente. La displicencia les llevó a planificar un acto audaz: la toma de la iglesia de Santo Domingo, de Quito. La escogieron porque Fray Bartolomé de las Casas fue el primer dominico que denunció en América las atrocidades cometidas por los españoles en contra de los nativos.

La estrategia fue ingeniosa. Miembros de la Coordinadora Nacional habían solicitado una misa para las 6h00 del lunes 28 de mayo. El padre Torres relata: "Alrededor de 120 personas, unas 90 de Tixán, entraron a la iglesia con cocinas, sacos de arroz, papas, ollas. Al terminar la misa los compañeros se fueron a la sacristía y les dijeron a los sacerdotes: Nosotros no vamos a salir de aquí. Comenzaron a gritar y empezó la negociación con los dominicos que a las 12:00 aceptaron. A la plaza llegaron campesinos de diversos lugares del país con más denuncias de conflictos de tierra. Sumaron 70. A las 16:00 fuimos a tratar de hablar con el presidente Borja, Manuel Imbaquingo, presidente de ECUARUNARI, yo en representación de las comunidades, y Napoleón Saltos por la Coordinadora de Movimientos Sociales de Quito. La CONAIE aún no decidía su posición. El presidente no nos recibió. Los compañeros que estaban adentro estaban enfermos por los nervios. El miércoles empezaron las manifestaciones de respaldo. Intervino la comisión mediadora integrada por: el obispo de Riobamba, Víctor Corral; Elsie Monge, de la CEDHU ; y Nelsa Curbelo, del SERPAJ (Servicio Paz y Justicia). La toma terminó a los 10 días (7 de junio de 1990)".


El levantamiento

Fue el detonante del primer gran levantamiento indígena nacional que comenzó el 4 de junio de 1990 y terminó el día que dejaron la iglesia. El millón y medio de indígenas tomaron carreteras, calles, plazas, haciendas.

"El 5 de junio, la Radio Latacunga, perteneciente a la Curia, dirigió la acción y daba instrucciones en quichua y español", protestó la Asociación de Ganaderos de la Sierra. El canciller de la curia, padre Edmundo Viteri Moscoso contestó: "Los agentes de pastoral de la Diócesis nos alegramos que los indígenas hayan levantado su voz con planteamientos en gran parte justos".

También se quejaron que en "las Casas Campesinas donde se imparten cursos cristianos, se da alojamiento a los indígenas y se forman líderes campesinos, durante el levantamiento sirvieron de centro de reunión de los indígenas. Incluso los administradores brindaron refrigerios a los sublevados" (Vistazo, octubre 4, 1990).

Efectivamente, "a la Casa Campesina los indígenas vienen trayendo su cocina, su comedor, su dormitorio", dice Elina Guarderas quien trabajó en Saquisilí, en una de las nueve "Casas Campesinas" creadas por monseñor Mario Ruiz cuando era obispo de Latacunga, 80 Km al sur de Quito.

"El estado actual de la organización indígena proviene, en un inicio, de la orientación misionera de las congregaciones de la iglesia progresista, quienes imprimieron en las comunidades indígenas el espíritu de unión y organización para resolver sus problemas de supervivencia. Todo nace a partir del concilio Vaticano II", dijo un informe de inteligencia militar y tenía razón. El día del levantamiento ya existía alrededor de una decena de grandes organizaciones indígenas y campesinas: FEINE (Federación Ecuatoriana de Indígenas Evangélicos), FENOCIN (Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras del Ecuador), FEDECAP (Federación de Desarrollo Campesino de Pastaza), FEPTACH, UNICE, FIIS (Federación Interprovincial de Indígenas Saraguros), UOCACI (Unión de Organizaciones Campesinas de Cicalpa). Las más poderosas, por su número de afiliados, eran CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), CONFENIAE (Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana) y ECUARINARI.

Esta última organización era, para los ganaderos, parte de un "plan subversivo nacional, ¡dirigido por la iglesia!" (memorando enviado a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana). El cardenal Pablo Muñoz Vega les dijo a los propietarios: "Son exageraciones, la iglesia ha avanzado por el camino correcto. Lo que hizo monseñor Proaño estuvo bien hecho".


Tendencia desarrollista

Luego de esta demostración de organización y poder de los indígenas, la cúpula de la iglesia y el gobierno optaron por una línea mas bien "desarrollista" frente a una anterior de cambio social.

El 18 de septiembre de 1990, la Junta Monetaria le autorizó a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana una compra de 28 millones de dólares de deuda externa en condiciones ventajosas. La iglesia se comprometió a destinar 10 millones a la compra de tierras para los indígenas y el resto sería para financiar programas de servicios integrados a las comunidades indígenas, promoción de patrimonio artístico religioso, servicios educativos, de salud, y de desarrollo social.

Al asunto se le dio un tinte regionalista: ¿por qué a los indios sí y a los pobres de los suburbios de la Costa no? Monseñor Ruiz, obispo de Puertoviejo y presidente de la Conferencia Episcopal, dijo: "Para mí los pobres de los pobres son los indígenas". (Vistazo, mayo 27, 1999).

Para ayudarlos, han aparecido últimamente muchas ONGs, incluso auspiciadas por religiosos. Informes reservados del Estado mencionan casi un centenar de ONGs vinculadas a los indígenas. Han puesto de moda la palabra "autogestión" y los movilizan alrededor de proyectos micro empresariales. Observamos dos en Riobamba auspiciados por la Diócesis y un grupo de evangélicos con resultados interesantes. Los indígenas a quienes los comerciantes mestizos les arranchaban sus productos y les pagaban una miseria, ahora obtienen mejores ingresos.

Otras ONGs hacen proyectos sociales y de defensa del medioambiente.

"Se ha mitigado el discurso liberador promoviendo trabajos con fundaciones, ONGs, con promoción, atención a problemas concretos de la gente: vivienda, salud, migración", dice el padre Henríquez.

"El pueblo tiene que bastarse por sí mismo" y cuidarse porque "muchas organizaciones con la pantalla de beneficencia u ONGs se aprovechan de la gente para sacar provecho" (padre Soto).


De nuevo juntos

Cuando se creía que, por propósitos "desarrollistas", y por la política, los indígenas se habían alejado de la Iglesia de los Pobres, un evento demostró que no es así. En diciembre del 2000 el gobierno de Gustavo Noboa aumentó el precio de los combustibles y los indígenas le amenazaron con un levantamiento que menospreció.

El 29 de enero de 2001, unos 10.000 indígenas llegaron a Quito y recordaron el 21 de enero de 2000 cuando de la misma manera contribuyeron a la caída del presidente Jamil Mahuad.

En enero de 2001 la fuerza pública les impidió tomar el Parque El Arbolito de Quito y se instalaron en los patios y corredores de la Universidad Salesiana. Esa trinchera fue facilitada por los salesianos con el pro rector del centro educativo, padre Eduardo Delgado quien aparecía en escena como una voz consecuente con las ideas de la Teología de la Liberación. "Nosotros siempre hemos asistido a los indígenas y esta vez no podía ser la excepción a pesar de las presiones que recibimos hasta de parte de la Iglesia", dijo a la prensa este religioso que antes se destacó por su proyecto de ayuda a los niños de la calle y otros de carácter social en el populoso barrio La Tola, en Quito.


¿HACIA DÓNDE VA?

Un figura visible de la Iglesia de los Pobres es actualmente monseñor Luna. Atrás de su figura están los líderes de las diferentes pastorales y de la comunidad que hacen un trabajo de hormiga para mantener la estructura. Quiere decir que estamos frente al nacimiento de un "liderazgo horizontal", nuevo, surgido del trabajo realizado por las comunidades eclesiales de base durante las últimas cuatro décadas, dicen algunos conocedores del movimiento.

Pero en algunas partes, el trabajo es duro. "En este momento tenemos la impresión de que el voluntariado, el compromiso personal, se ha venido abajo. Es difícil atraer a la gente porque hay una influencia desde afuera que dice que eso de organizar no tiene sentido. Y lo que está por venir va a ser muy fuerte: los movimientos, dizque, espirituales, cada uno con un tinte extremadamente individualista y espiritualista, sea alrededor de una imagen de la Virgen o alrededor de una práctica puntual dentro de la Iglesia" (Malgiaritta).

Por lo tanto, la Teología de la Liberación "necesita más que un eslogan, una inspiración " (padre Soto). Y "un buen equipo de producción sobre la base de los 60 y 70 que son los Coordinadores de los Agentes de Pastoral, la Iglesia de los Pobres, los Movimientos Eclesiales de Base Urbana y Rural" (padre Rodas).

A comienzos del 2002 empezaron los diálogos políticos para escoger candidatos a la presidencia de la república y sorprendió que uno de estos, para buscar un candidato de consenso de centro izquierda, se diera en la Universidad Salesiana. El encuentro fue presidido por dos connotados líderes de la Iglesia de los Pobres: monseñor Alberto Luna y el padre Eduardo Delgado.

Esta reunión levantó una controversia entre quienes veían mal la militancia política activa de dos religiosos y quienes se preguntaban: ¿acaso la jerarquía eclesiástica no hace política cuando hace sus pronunciamientos?

En cambio, el padre Torres ve un intento de utilización de la Iglesia de los Pobres: "En este momento una ideología de izquierda, en desuso desde los años 90, con la caída del muro de Berlín, está buscando para sobresalir, líderes que tienen reconocimiento".


...E ganan la presidencia

Tras las exitosas jornadas de los años 90, los indígenas fraguaron un proyecto político para captar el poder y lo consiguieron. Desde enero de 2003 comparten el gobierno con el coronel Lucio Gutiérrez, quien ganó la presidencia de la república con el apoyo de Pachakutik, el brazo político de la poderosa CONAIE. Fiel a su compromiso, Gutiérrez asignó a los indígenas cargos administrativos importantes, como los ministerios de relaciones exteriores y agricultura, tradicionalmente manejados por aristócratas y latifundistas.

La alianza de los indígenas con Gutiérrez está condicionada al cumplimiento de las ofertas más importantes durante su campaña electoral: lucha contra la corrupción y ataque frontal a la pobreza. Las primeras decisiones del coronel no han sido totalmente aceptadas por la dirigencia indígena que amenaza con retornar a la lucha en las calles si el mandatario viola sus promesas.

Sobre lo que puedan hacer los indígenas en el poder ejecutivo, hay expectativa, pero a nivel regional han demostrado ser buenos. Organismos internacionales premiaron la excelente gestión administrativa de municipios manejados por los indígenas desde 1996. Eso despertó el interés del electorado que con su voto les dio la oportunidad de aumentar su presencia en el Congreso, captar 19 alcaldías, una prefectura y centenares de concejalías y consejerías regionales.

Redactora Especial de la Revista Vistazo. Autora de los libros "Los desaparecidos en el Ecuador", y "Crimen de Estado: caso Restrepo".


Notas
1. Ecuarunari es un nombre que mezcla el prefijo Ecua, de Ecuador, con palabras en quichua. Su significado en español es "El despertar del indio ecuatoriano". Es un movimiento integrado exclusivamente por indígenas de la Sierra y forma parte de la CONAIE. Se preocupa por defender sus derechos étnicos y por ser tratados igual que cualquier ecuatoriano. Lucha contra actos discriminatorios de parte de mestizos hispano-indios, defiende su propiedad sobre la tierra y reclama servicios de salud, educación y toda obra pública estatal.

2. Alfaro Vive Carajo es un grupo guerrillero de la década del ochenta. Sus líderes fueron asesinados durante el gobierno de León Febres Cordero 84-88 y el movimiento se desarticuló


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Recuadro 1: LA CONAIE: UNA NUEVA VISIÓN DE ESTADO Y CIUDADANÍA
Por Alfredo Vitieri*

La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), creada en 1986, es la máxima organización que representa a los doce pueblos indígenas del Ecuador.

En el transcurso de los últimos años las nacionalidades y pueblos indígenas han marcado la evolución de la política ecuatoriana, polarizada hasta entonces por las posiciones dogmáticas de derecha e izquierda que poco aportaron a la superación de la exclusión de estos pueblos. La irrupción del movimiento indígena, liderado por la CONAIE, significó un profundo cuestionamiento para la conciencia nacional y las viejas prácticas de partidos políticos, gremios, sindicatos y organizaciones religiosas, insensibles a la presencia viva de los pueblos indígenas y al carácter mismo de la sociedad ecuatoriana. Con su aparición en la escena política se replantean las visiones y conceptos de identidad, dignidad, soberanía, estado, democracia y desarrollo con que se afirma y construye el país.

Gracias a la movilización de los pueblos indígenas, la CONAIE ha logrado el reconocimiento de gran parte de los territorios ancestrales de las nacionalidades indígenas que habitan la amazonía y la costa ecuatorianas. Igualmente, ha logrado solucionar en gran parte el problema de la tenencia de las tierras de las comunidades quichuas en las provincias más conflictivas de la región andina. Los territorios indígenas del Ecuador son los que actualmente conservan los ecosistemas de mayor biodiversidad; el uso y manejo racional de estos recursos garantiza la seguridad alimentaria, la salud y el desarrollo sostenible de los pueblos indígenas.

El reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos indígenas en la Constitución ecuatoriana a partir de agosto de 1998, y la ratificación por parte del gobierno ecuatoriano del Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes (N° 169) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), son otras conquistas trascendentales de la CONAIE.

La Constitución reconoce que los Pueblos y Nacionalidades indígenas son parte constitutiva del estado ecuatoriano y como tales son sujetos de derechos específicos. Además establece el sistema de circunscripciones territoriales indígenas (Arts. 224, 228, 241), a las que define como entidades del régimen seccional autónomo dentro de las cuales se organizará el ejercicio de la autoridad, la administración de justicia, la prestación de servicios públicos y la promoción del desarrollo de las nacionalidades y pueblos indígenas.

Este nuevo panorama jurídico y político es el resultado de la madurez alcanzada por el movimiento indígena del país, constituyéndose en sujeto de la sociedad civil. El movimiento viene proponiendo la construcción de un nuevo tipo de Estado plurinacional capaz de impulsar profundas transformaciones de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales de la sociedad ecuatoriana.

Con esta perspectiva, y una vez conseguido el reconocimiento formal de los derechos colectivos, el desafío de la CONAIE es desarrollar un plan estratégico orientado al fortalecimiento de capacidades políticas, institucionales y organizativas indígenas a nivel local y nacional para asegurar el ejercicio de los derechos colectivos de los pueblos indígenas.

Por otra parte, es necesario desarrollar nuevas políticas de alianzas estratégicas que permitan fortalecer vínculos equitativos, transparentes y sostenibles con los diferentes actores de la sociedad civil nacional a fin de concertar nuevas políticas, estrategias y objetivos que signifiquen alternativas reales a la globalización neoliberal.

Todo ello implica, en consecuencia, promover un amplio diálogo nacional que involucre la diversidad sociocultural del Ecuador alrededor de un nueva visión de estado, desarrollo, ciudadanía y democracia que potencie tal riqueza y diversidad cultural. Propuesta de construcción de un estado plurinacional que sólo será posible desarrollar con la participación concertada de todos los pueblos que conforman el Ecuador, esto es: las nacionalidades y pueblos indígenas, la población afro-ecuatoriana y blanco-mestiza.

Ciertamente, ésta será la tarea principal de la nación ecuatoriana después de la victoria de Lucio Gutiérrez para Presidente de la República.

*Fundador de la Organización de Pueblos Indígenas de Pastaza y Miembro del Consejo de la CONAIE.


Recuadro 2: EN DEFENSA DE LA VIDA Y LA DIGNIDAD HUMANA
Por Laura Glynn, Maryknoll*

El abuso de poder y la solidaridad con las víctimas es lo que motivó la creación de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU), en 1978. Meses antes habían sido asesinados a manos de la fuerza pública alrededor de 120 zafreros quienes participaban en una huelga legal en reclamo de estabilidad laboral y mejores remuneraciones. A pesar de constituir un crimen de lesa humanidad, el encubrimiento y tergiversación de voces oficiales lograron la exoneración de los responsables. A raíz de esta masacre que conmocionó al país, sectores eclesiales y laicos vieron la necesidad de crear un espacio de protección de los derechos humanos.

Desde su fundación la CEDHU, integrada por representantes de organizaciones de trabajadores, campesinos, indígenas, mujeres, jóvenes, comunidades de base, grupos eclesiales y gremios profesionales, ha tratado de acoplar su trabajo a la necesidad de exigir el respeto a los derechos humanos en las diversas coyunturas y bajo los diferentes gobiernos. Considerando que la verdadera y más efectiva defensa de los derechos humanos reside en el grado de conciencia y organización del pueblo, realizamos cursos básicos de derechos humanos en diferentes lugares del país y promovimos la formación de Comisiones de Derechos Humanos en las provincias. Actualmente existen 22 comisiones que se coordinan a través del Frente Ecuatoriano de Derechos Humanos, FEDHU.

En los primeros años una de las prioridades estaba dirigida a la legalización y apoyo a los exiliados políticos del Cono Sur y de Centro América, cuya situación era muy precaria. Debido a la ampliación de la represión a grupos de oposición al orden establecido en el país en la década de los 80, la CEDHU concentró su acción en la denuncia pública, asistencia legal y acompañamiento a los familiares de las víctimas, procurando a romper el cerco del temor, develando el carácter represivo del Estado y su política de impunidad.

En el área denuncia y asesoría legal se pudo constatar la indefensión de personas de escasos recursos frente a ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, tortura, agresiones físicas, privaciones arbitrarias a manos de miembros de la fuerza pública. La corrupción y parcialidad presentes en la administración de justicia impiden garantizar de manera efectiva los derechos de todas las personas. A partir de la década de los 90, en los casos mencionados, una vez agotados los recursos legales que prevé la legislación doméstica, la CEDHU ha acudido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH. El apoyo de esta Comisión ha sido decisivo, pues en varias demandas el gobierno se ha visto obligado a admitir que se trataba de crímenes de Estado y asumir mecanismos de reparación.

Por otro lado, a raíz de la detención-desaparición de dos menores de edad, se conformó el Comité de Familiares de Víctimas de la Represión para demandar verdad y justicia. Desde entonces, se ha mantenido, con el apoyo de la CEDHU los plantones semanales frente al Palacio Presidencial. Este espacio se ha convertido en una tribuna para dar a conocer a la ciudadanía los abusos de poder. La participación de artistas populares concita la atención de los transeúntes y provee un espacio para la práctica de la solidaridad.

En nuestra experiencia, la administración de justicia se vuelve más ágil y efectiva cuando se ha logrado levantar opinión pública en torno a un caso de flagrante violación a derechos humanos. Esto es lo que denominamos el "derecho del tambor" ya que en nuestro medio los derechos humanos, tanto como la ley, deben ser reclamados. En este contexto la CEDHU mantiene una relación fluida con los movimientos populares. A través de la campaña del Grito Continental de los Excluidos iniciada en Ecuador en 1999, hemos constituido un espacio de confluencia de organizaciones sociales en torno a acciones de defensa de los derechos básicos.

*La autora es miembro de la CEDHU.