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RECUERDOS, PARA QUE NO NOS CAMBIEN LA HISTORIA
 LISTADO
 

El poder y la gloria

Por Luis O. Saavedra*
Hipotesis Rosario (
19.07.03)

Hay momentos de gloria en la vida de los pueblos. No importa que suceda después, no importa lo que haya costado llegar a ellos. Hay momentos estelares, hitos en la historia, en que la acumulación de luchas y sacrificios producen triunfos inolvidables para las masas populares, momentos de alegrías inenarrables, en que toman conciencia de su propio poder, de su capacidad real para construir su propio destino, habitualmente negado por quienes entienden la potencia del ser humano, como poder sobre los otros, sobre el trabajo y la vida ajena y su alineación para sus propios, mezquinos fines.
 

La Comuna de París, Emiliano Zapata y Pancho Villa abrazándose en la capital mexicana en 1915; la Revolución Rusa, la República Española, la entrada del Ejército Rebelde a La Habana, el primer día de 1959; los sandinistas tomando Managua el 19 de junio de 1979.

Hace ya 24 años, casi un cuarto de siglo, que los hombres y mujeres que empuñaban la bandera roja y negra de Augusto César Sandino, terminaron con la dictadura de los tres Somoza.
 

Augusto César Sandino, el jefe del Pequeño Ejército Loco, que en 1933 arrojó de su patria a los marines norteamericanos, como Pancho Villa los había arrojado de México en la batalla de Zacatecas.
 

Porque vale la pena recordar, amigos oyentes, con todo el respeto que merece la heroica lucha del pueblo vietnamita, que las primeras palizas que recibieron las tropas del Imperio Americano, se las dimos nosotros, los otros americanos que vivimos al sur del Río Bravo.

Augusto César Sandino, que en 1934 cayó asesinado por la traición de Anastasio Somoza padre, Tacho, quien inició una sangrienta dictadura familiar de 45 años. Su hijo Luis lo sucedió, cuando en 1956 un valeroso estudiante arrojó una bomba al paso del asesino. Y más tarde, su otro vástago, Anastasio Somoza Debayle, Tachito, hijo, de Tacho.
 

El espíritu de Sandino sobrevivió en los hombres y mujeres que construyeron el Frente Sandinista de Liberación Nacional y entraron a Managua aquel jueves 19 de julio.

Y vale la pena también recordar, para cuando a los argentinos nos ataca la depre y decimos ¡este país es una mierda! ¡no servimos para nada! que, más allá de la figura paradigmática del Che, más allá de las grandes luchas libradas en nuestro propio territorio, los argentinos estuvimos presentes en las grandes batallas del siglo XX.
 

Argentinos pelearon en la Guerra Civil Española, argentinos entraron a Managua con las tropas sandinistas del Frente Sur. Manos argentinas empuñaron las armas que, en 1980, ejecutaron en Asunción al criminal de guerra y genocida Anastasio Somoza, hijo. Y el pueblo bailó en las calles de Nicaragua liberada.
 

Después vinieron los años malos. La CIA y el Pentágono sostuvieron a sangre y fuego la actividad criminal de los contras. También, desgraciadamente, hubo allí argentinos. Torturadores enseñando a torturar, a quemar primero la cooperativa campesina, la escuela y el hospital, cuando entraban en un pueblo. Argentinos de los dos lados, como en el Plan Cóndor.
 

Y, también desgraciadamente, muchos dirigentes sandinistas se volvieron corruptos y autoritarios, creándose así las condiciones para que perdieran las elecciones de 1990, contra Violeta Chamorro, que, a su vez, perdería cinco años después contra el ultraderechista Arnoldo Alemán.

Estos últimos hechos refutan, dicho sea de paso, las lecciones de doctores en democracia como Mariano Grondona. Dicen ellos que mientras se mantiene la democracia electoral no hay problema, porque cualquiera puede ganar. Pero cuando ganan los revolucionarios, instauran una dictadura y nunca más dejan el poder.
 

La historia del Siglo XX enseñó lo contrario. En todos lados donde los revolucionarios triunfaron, lo hicieron a costa de sangre, sudor y lágrimas. Pero en la Unión Soviética, en Europa Oriental, en Nicaragua, se retornó a la plenitud del capitalismo neoliberal mediante elecciones concedidas por los revolucionarios. O ex revolucionarios.
 

En Portugal, los socialdemócratas de Soares ganaron las elecciones y volvieron atrás las reformas progresistas de los militares que hicieron la Revolución de los Claveles, en abril de 1974. En Chile ganó la Unidad Popular de Allende. Vino el golpe de Pinochet. En España surgió la República en 1931, ganó el Frente Popular las elecciones de 1936 y el 18 de julio se alzaron los militares rebeldes. Tres años de Guerra Civil con el apoyo de los nazis alemanes y los fascistas italianos y la traición de los demócratas ingleses y franceses. Después, 45 años de dictadura de Franco.
 

Pero el espíritu de Sandino ya renació una vez y volverá a renacer; como renació Emiliano Zapata en las montañas de Chiapas. Donde fuego hubo, cenizas quedan. Y el viento del pueblo en algún momento sopla y reaviva las brasas que se conservan en la ceniza.

Otro 19 de julio, pero de 1976, caía en combate Mario Roberto Santucho, figura paradigmática de la militancia de los años setenta, de la generación que supo decir basta y, viendo cerrado los caminos de la democracia, por la recurrencia de los golpes militares, se decidió a conquistar por la lucha abierta una nueva sociedad, una nueva forma de vida y de trabajo.
 

En la edición del martes 15 del periódico digital "La Fogata", escribe Luis Mattini, quien sucediera a Santucho en la dirección del P.R.T. – E.R.P.

"Uno de los rasgos políticos más originales de Mario Roberto Santucho fue su persistencia en la necesidad del Partido obrero como instrumento indispensable para una política de poder revolucionario inscripta en la certeza de vivir la época del tránsito del capitalismo hacia el socialismo.

"Lo notable de Santucho, en este aspecto, consistía en que, siendo impulsor de las líneas más radicalizadas de las concepciones político-militares de los años sesenta, el más auténtico seguidor y recreador de Guevara, discrepara sustancialmente con los elementos que distinguían el llamado «foquismo». (...)

"Para Santucho, en cambio, el Partido de la clase obrera, como órgano colectivo dirigente de la revolución, debía ser el mando supremo de la fuerza militar. Y esto tenía una profundidad y consecuencias mayores que las sospechadas a simple vista, pues el objetivo de Santucho no era el partido en sí, sino éste como medio de formación del sujeto. Es decir, para el jefe del PRT-ERP, el problema del sujeto era el problema fundamental de la revolución" .

En esta última frase de Mattini, está sintetizada la mayor virtud y el talón de Aquiles, de la generación revolucionaria de los sesenta/setenta. La construcción del sujeto revolucionario, la determinación de luchar y vencer, fue para ellos lo fundamental.
 

Y esa determinación los puso más cerca de la victoria que nunca nadie antes en nuestro país. Pero eso funcionó mientras hubo una dictadura enfrente, que expresaba con claridad al enemigo y unificaba fuerzas. "Todos los guerrilleros son nuestros compañeros" gritaba la columna de 40.000 personas que el 25 de mayo de 1973 marcharon a liberar a los presos políticos que estaban en Devoto.

Esas mismas personas habían participado, horas antes, de la gigantesca manifestación que saludó al doctor Héctor Cámpora recibiendo la banda presidencial e impidió a los militares desfilar.
 

Fue uno de esos momentos de gloria, de euforia popular, en que las masas se creían verdaderamente en el poder. Regresaría el general Perón, anhelo mayoritario durante sus 18 años de exilio. Los combatientes habían contribuido decisivamente a la victoria. Todo parecía estar bien. Pero no.

Ahí la determinación revolucionaria operó en sentido inverso. No se entendió que era el momento de la tregua, de forjar nuevos acuerdos para acumular fuerzas. Vino Ezeiza, el lopez-reguismo, el asesinato infinito de la triple A, la masacre de experiencias de lucha obrera como las de Córdoba, Villa Constitución, el cordón industrial del Gran Rosario. Y finalmente, la noche de la dictadura y el terrorismo de estado.

En estas dos caras de una moneda: la revolución argentina derrotada, la nicaragüense perdida, se encuentran con claridad los elementos de uno de los grandes debates de este nuevo tiempo. El debate acerca del sujeto revolucionario, de la cuestión del poder, de cuáles son las nuevas formas que conduzcan a la transformación social.
 

Pero ese es otro y extenso tema. Las jóvenes generaciones del siglo XXI sabrán encontrar su propio camino. Hoy sólo queremos rendir homenaje a quienes, con aciertos y errores, en la Argentina y en Nicaragua, en el mundo entero, a lo largo del siglo XX, lucharon por la justicia y la libertad. Entre ellos a Envar "Cacho" el Kadry, que murió otro 19 de julio, el de 1998


*Nota: "Memoria histórica", columna de opinión emitida el sábado 19.07.03 en Hipótesis, LT8 Radio Rosario, Argentina

Fuente: lafogata.org