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Recordatorios

La Batalla de Kursk decidió el curso de la II Guerra Mundial

Mario Hubert Garrido

Todavía están bien frescas las memorias del mariscal de la Unión Soviética, Alexander Vasilievski sobre la legendaria batalla de Kursk (1943).

Al menos, los apuntes que dejó el representante del Cuartel General del Mando Supremo en aquella

gesta son de obligada referencia para los interesados en desentrañar la importancia del más grande choque de tanques de la historia militar contemporánea.
Según varios historiadores, del 12 de julio al 23 de agosto de 1943, en esa región las tropas soviéticas decidieron el curso de la Segunda Guerra Mundial.

De acuerdo con estadísticas, en ese enfrentamiento participaron, por ambas partes, cuatro millones de personas, casi 70.000 armas de todo tipo, más de 13.000 tanques y piezas artilleras y unos 12.000 aviones.

Por el arrojo y valentía demostrados en el campo de batalla, más de 100.000 integrantes del llamado ejército rojo han sido condecorados y unos 180 merecieron el título de Héroes de la Unión Soviética.

Pero lo que en opinión de expertos tuvo un mayor alcance, es que con la victoria sobre las hordas fascistas, hambrientas de poder, se demostró la vulnerabilidad de la maquinaria hitleriana, hasta esa fecha invencible en su marcha arrolladora sobre Europa.

De otra parte, quedaba claro que ningún otro escollo político de envergadura, relacionado con el desarrollo futuro de esa conflagración, y la reorganización del mundo, podía ser ventilado sin la participación de Moscú.

En el Arco de Kursk, sostiene el alto oficial, un importante papel lo desempeñó la inteligencia militar, que supo desentrañar los pasos del enemigo, pero sobre todo fue cardinal la voluntad férrea de vencer del soldado ruso.

También el arte militar obtuvo un considerable desarrollo en esa contienda.

En declaraciones a la emisora radial La Voz de Rusia, Vasilievski puntualizaba recientemente que esa liza duró al menos dos meses, durante los cuales la dirección del país empleó casi todo su poderío en medios, recursos y personal.

El mando soviético lanzó fuerzas de seis frentes y la aviación de largo alcance, precisó.

En algunas etapas de la batalla, de uno y otro lado participaron unos 45.000 cañones y morteros, 7.000 tanques y cañones autopropulsados y seis mil aviones, un potencial mayor al de la defensa de Moscú y la norteña ciudad de San Petersburgo (antes Leningrado) juntas, añadió.

La ofensiva soviética dejó sin aliento a los alemanes, quienes a esa altura de la guerra ya no podían compensar las considerables bajas.

Así se conoce que en Kursk, el ejército rojo aniquiló 30 divisiones enemigas, entre ellas siete de tanques.

A saber, las bajas de Hitler se acercaron a medio millón de efectivos, 1.500 tanques, 3.000 cañones y más de 3.500 aviones.

Para otros expertos, el vuelco que tomó la Gran Guerra Patria a partir de la defensa de Moscú y la batalla de Volgogrado (antes Stalingrado) fue definitivo tras los combates en Kursk, en agosto de 1943.

Vasilievski también es del criterio que los alemanes partieron de un concepto errado al tratar de ganar esa justa con la concentración de casi todos sus refuerzos desde Europa, una iniciativa que además buscaba ganar la supremacía en cantidad de tropas.

A saber, el ejército alemán se vio obligado a pasar a la táctica de la defensa, muy deteriorada después de Kursk.

Lo que en realidad sucedió es que con ese ataque, los alemanes se empantanaron, al igual que otros pretendientes al territorio de la vasta nación euroasiática.

También influyó un factor histórico y nuevo: el Estado soviético no era técnicamente aventajado por otros países, todo lo contrario, era bien alto el volumen de la producción militar y la calidad de los armamentos.

Sobre aquella gesta, el hoy dos veces Héroe de la Unión Soviética, teniente general Valeri Popov, entonces piloto de combate, recuerda el papel decisivo de la aviación.

Según su testimonio, esas tripulaciones realizaban hasta seis u ocho incursiones aéreas al día frente a experimentados pilotos alemanes de la 52 escuadrilla, una de las más eficaces, según el mando nazi.

Los aviadores locales estrenaron modelos como el Me-109 o el FB-190, según las siglas en ruso.

A Popov le correspondió incluso conducir un La-7, aparato que venía hasta el frente directamente desde las fábricas ensambladoras en la retaguardia.

Después de las iniciativas estratégicas y el éxito de la ofensiva del Ejército Soviético en la Batalla de Kursk, Moscú no daría tregua a sus adversarios hasta izar la bandera roja en Berlín, un símbolo de la capitulación de Alemania, en mayo de 1945.

Desde hace una década, el 23 de agosto, fecha de la victoria definitiva en Kursk, en Rusia se celebra el Día de las glorias militares y se rinde un homenaje a los heroicos participantes en esos combates.