La semana pasada en un diario de Buenos Aires, que no menciono para no cometer
chivo, publicaron una nota sobre un joven de 19 años preso y condenado por
delito de secuestro; César González , autor de la frase que juega como título de
esta nota, quien cuenta cómo la literatura política le salvó la vida. Es un
artículo excelente firmado por Mauro Federico, el que nos relata que César usa
el seudónimo de Camilo Blajaquis; Camilo por Cienfuegos el comandante cubano y
Blajaquis por uno de lo militantes sindicales asesinados en Avellaneda, hecho
narrado en "¿Quién mató a Rosendo?" Además parece ser que la acusación es falsa
y el chico estaría injustamente condenado, sin sentencia firme, por un delito
que no cometió. La revisión está pendiente de la Corte Suprema.
Cómo digo, el artículo es excelente, pero debo ser sincero al confesar que lo
que más me impactó fue ver la ilustración de la publicación con una fotografía
de César en la biblioteca del Penal, con mi libro "Los Perros" en sus manos. Es
difícil explicar mis sentimientos; se podría imaginar cómo una noticia de una
venta record de ejemplares lo sacudiría a uno, podría fantasear que García
Márquez llegó a la Argentina y pidió darme un abrazo…la gloria para un escritor,
digo…sin embargo esa fotografía de Camilo Blajaquis leyendo "Los Perros", supera
cualquier satisfacción. Me hace sentir que valió la pena escribir y editar ese
libro solo para eso, para que lo leyera un joven víctima de la injusticia social
que dice que la literatura lo rescató para la vida.
Por una de esas grandes casualidades di muy rápido con su abogada, la muy
dispuesta María Florencia Arietto, y logré visitarlo en su prisión. Claro, él,
joven fanático del PRT, admirador de Santucho, no podía imaginar que el escritor
Luis Mattini fuera a visitarlo, estaba realmente emocionado. Lo que él
probablemente no supiera es que yo podía competirle en emoción.
Y mi emoción era perfectamente justificada, porque me encontré con un joven de
excepcional talento y, sobre todo, delicada sensibilidad. Una notable
sensibilidad para comprender las relaciones sociales que pone en tela de juicio
la epitesmología de las ciencias sociales dejando bien al descubierto la verdad
que se ocultaba detrás, aquello que los abrumadores "exitos" "científicos" de la
Modernidad empañó o relegó a la literatura y los filósofos marginales o no
académicos como Spinoza, y que hoy empieza a aparecer en las corrientes de
pensamiento: la primera :que toda teoría (al menos social) es una forma de
ficción.
Este chico ahora puede leer a Maquiavelo, Lenin, Foucaut , sobre las teorías del
poder, y los leerá con múltiple provecho porque será critico por naturaleza,
porque ya sabe qué es el poder y cómo éste se genera en las relaciones humanas,
y se reproduce en todo ámbito social. Lo que a otros nos costó cuarenta años
contrastando brillantes teorías con la tozuda práctica, él lo aprendió en su
maltratada adolescencia.
Una cosa que me llamó poderosamente la atención es el dominio del lenguaje, no
ya de su lenguaje comparado con sus pares de barrio o compañeros de infortunio,
sino comparado con la media de hoy en día, jóvenes y adultos instruidos que me
toca tratar y de quienes me espanta día a día la creciente pobreza. Me encontré
con gran riqueza de vocabulario y precisión expresiva. El chico es un escritor
en potencia y lo vuelca con mucha pasión en la poesía.
César edita una revista que se llama "¿Todo Piola?" Veamos por qué se llama así:
"Y el día llegó. Sí. Al fin ¿Todo Piola? Está en la calle. Al fin el sueño se
me hace realidad, aquel que nació una tarde calurosa en el pabellón tercero de
Belgrano. Meses y meses, noche y noches arquitecteando de qué se trataría, de
qué hablaría pero con una idea fija y que estuvo siempre: que esta revista sea
un grito que pide una oportunidad por más que los ganchos de las esposas
quiebren las muñecas. Que esta revista sea el abrazo segundero para el pibe que
esta re duro de pasta base y su alma desgarrada busca una salida.(…….) También
para que ese pibe ,que como yo está en una celda soñando con otra vida ,sepa que
se puede soñar, que a los sueños no los metieron en cana, Y por más que haya
formada una tela de mentiras impermeable que nos hace creer que nuestro destino
es la exclusión, la marginalidad y la delincuencia, nos paramos de manos y
exigimos otra vida. Lograr en otros lo que yo logré después de tanto esfuerzo,
sacarme la venda de los ojos que me impedía ver la realidad, la realidad que
todos los días vemos disfrazada. ". Esto es parte del editorial de
presentación escrito por él. Menciona al Instituto de Menores Manuel Belgrado
donde estuvo internado antes. Por otra parte está a punto de terminar el
secundario y su intención es estudiar sociología. Debo admitir que esta idea me
desencantó, porque a esa altura yo sentí que llevaba un par de horas hablando
con un poeta de 19 años, ya lo imaginaba dentro de unos años un gran escritor. Y
claro, he conocido poetas que se ganaban la vida, incluso participaban en
actividad social, como ingenieros, abogados, arquitectos, médicos, empleados
bancarios y hasta periodistas, ….profesiones no necesariamente incompatibles,
cuando mucho paralelas. Las tablas del derecho pueden compararse con fórmulas
matemáticas de aplicación práctica indiscutible, por así decirlo; es como decir
que abogados e ingenieros tienen algo útil en común y quizás ninguna relación
con la poesía, pero que tampoco es opuesto o contradictorio. Pero tengo para mí
que la sociología, como disciplina, como modo de conocer relaciones humanas,
puede devorar o castrar cualquier atisbo de poesía por antagónica.
De todos modos César, o sea don Camilo Blajaquis, es demasiado sensible e
inteligente y espero que, cuando se percate que los notables autores de
profesión sociólogos, que lo entusiasmaron con la sociología, lo hicieron en
carácter de pensadores y por facultades personales a pesar de sus lastres
académicos. Entonces decida estudiar un oficio más práctico y con menos riesgos
de "esposar ideas" como la sociología, para ejercer al máximo ese libre albedrío
mental y espiritual del que hoy puede gozar a pesar de su prisión física.