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Perú

Señal de Alerta por Herbert Mujica Rojas

Izquierda caviar, no es izquierda democrática, sino izquierda degenerada

 

por Eduardo Bueno León

En un reciente artículo en el diario La República, el ex ministro de educación represivo y ex miembro del PUM Nicolás Lynch, llamaba por enésima vez a la constitución de un partido de izquierda democrática, sobre la base del informe de la CVR donde supuestamente se demuele a la clase política y a los partidos políticos democráticos.
En una conferencia de prensa, el ex senador de IU Enrique Bernales clama a los cuatro vientos que él nunca fue marxista y que no entiende porqué se le quiere descalificar en su trabajo de la CVR.
Otro comisionado de la CVR, Carlos Tapia, sale en auxilio del Gral Ketín Vidal, señalando que la CVR no quiso decir lo que efectivamente dijo en el informe. Que el Gral Ketín es causante de denuncia penal por el secuestro de un empresario, afirmando que el informe " puede estar infiltrado ".
El doctor Salomón Lerner, ex-presidente de la CVR, la emprende ácidamente contra los "políticos" y comienza a mover a algunos grupos de la Universidad Católica para lo que podría ser la formación de un nuevo partido.
Poco a poco van aflorando las verdaderas intenciones de los comisionados y sus compañeros de ruta : formar un nuevo partido de izquierda democrática sobre la base del impacto mediático y político del informe de la CVR. O dicho en otras palabras, los comisionados han utilizado la CVR para crear y promover la formación de un frente o partido que reproduzca el experimento de la fenecida IU de los años ochenta.
Para ello uno de los objetivos estratégicos ha sido intentar liquidar moral y éticamente a los partidos democráticos y la clase política, a los cuales se responsabiliza por la tragedia de la violencia, casi al mismo nivel que SL y los grupos genocidas de las FFAA.
Hace ya casi veinte años atrás, el periodista francés Daniel Benoits, acuñó el término de "izquierda caviar" para designar al oportunismo de izquierda que detrás del miterranismo asaltaba el poder, no para impulsar la transformación de la sociedad francesa, sino para dar rienda suelta a una auténtica feria de egos personales y reducir la ideología socialista a puro pragmatismo y posibilismo, con total ausencia de un proyecto social-democratizador y solidaridad internacional. La derecha había vencido sin necesidad de dar la batalla. Bastó que la extracción de clase, la vanidad sutilmente inflada por la derecha mediática, el desplazamiento de los viejos luchadores socialistas y el maquiavelismo de Miterrand hicieran lo suyo.
La pérdida de identidad de la izquierda francesa no se recuperaría sino hasta la llegada de Lionel Jospin al poder y tampoco su recreación prosperó.
En el Perú, nuestra izquierda caviar, la conforman aquellos miraflorinos y ex estudiantes y profesores de la Universidad Católica que participaron en IU y que en su mayoría, poseídos por una inagotable arrogancia intelectual, traicionaron a don Alfonso Barrantes Lingán, ya sea disputándole el liderazgo (caso de Henry Pease) o criticándole a mansalva, destruyendo su legitimidad (caso del PUM), o practicando el oportunismo, tratando de "terciar" entre corrientes (caso de los cristianos de izquierda como Rolando Ames).
Al final a Izquierda Unida la destruyó Sendero Luminoso y el MRTA que pusieron en evidencia sus contradicciones, la caída del Muro de Berlín y la derrota del sandinismo, que destruyeron sus mitos movilizadores, la crisis del gobierno aprista, al cual dejaron solo cuando se enfrentó a la burguesía bancaria e industrial transnacional, negándole los apoyos necesarios y jugando suicidamente al antiaprismo, sin reparar que parte importante del discurso sociológico radical de Alan García provenía de sus teóricos y sin considerar que el hundimiento del APRA abría las puertas a proyectos fascistoides como el ultra neoliberalismo del Fredemo y el nuevo poder chicha que se encarnó en Fujimori.
Nuestra izquierda caviar ha demostrado ser oportunista, ser arrogante, cuenta con un mercado de financiamiento propio a través de las ONG´S, fundaciones norteamericanas y también recibieron fondos del fujimorismo (Diego García Sayán, Enrique Bernales). Se consideran a sí mismos los oráculos de la sociedad peruana, aunque sólo produzcan lugares comunes (Julio Cotler) y en su mayoría han transitado del marxismo-leninismo y el mariateguismo al neoliberalismo con zapato y todo (Fernando Rospigliosi).
Algunos han sustituido el troskismo y el marxismo apocalíptico por el multiculturalismo (Eliane Karp y Rodrigo Montoya). Otros dejaron el maoísmo y recalaron en la expresión más frívola de la socialdemocracia (Carlos Iván Degregori, Nicolás Lynch). Y otros han tenido una trayectoria sinuosa moviéndose entre el ejército y lo que fue la izquierda (Carlos Tapia).
Transitan de un país a otro, mopolizando los intercambios académicos usando el financiamiento transnacional y fantaseando con un discurso que exhibe al Perú en todas sus miserias. Han convertido al estado nacional de objeto turístico-revolucionario a objeto turístico-académico y viven de eso. Ahora quieren su partido, o mejor dicho desean su partido propio. Susana Villarán por ejemplo pontifica contra la corrupción y emplaza constantemente al APRA, pero salvo el espacio que le conceden un par de periódicos ¿qué ha hecho esta señora por los sectores populares peruanos?, ahora trata de dar vida a un pequeño partido de nombre Democracia Social, cuyos mayores mentores viven en el extranjero.
El caso de Enrique Bernales es patético. Dice que nunca fue marxista (pero usaba las categorías del marxismo en sus clases y libros) y aunque eso no lo descalifica, pues algunas categorías del marxismo son válidas, como por ejemplo el conflicto entre clases, lo cierto es que ha sido velasquista, barrantista, sanromanista, perezcuellerista, paniaguista y ahora suponemos será lernista o dieguista. Ha transitado de capilla en capilla siempre buscando acomodarse, no para defender los derechos humanos o la democracia, sino para mover contactos para sus proyectos vía ONG.
Bernales dice que no fue marxista, pero defendió a los países del socialismo real, viajó cuantas veces quiso a conocer dichos regímenes, los elogió y al igual que una cáfila de izquierdistas -que ahora reniegan- disfrutaron del apapacho y buenos vinos de las nomenclaturas. ¿Ya se olvidó Bernales de su folleto editado por la agencia Novosti titulado Revolución en la Revolución, donde hace la defensa del sistema soviético bajo la perestroika? Ese panfletito era el obligado obsequio personal, tras un largo viaje por tierras soviéticas bien turisteado por la agencia de prensa propagandísta del régimen comunista de la URSS.
La izquierda caviar no tiene nada que ver con los luchadores sociales que formaron el cuerpo histórico de Izquierda Unida, con los sindicalistas que fueron asesinados por el paramilitarismo, como Pedro Huillca y Saúl Cantoral. La izquierda caviar no le llega a los talones a los dirigentes izquierdaunidistas de los barrios urbano-marginales que fueron asesinados por SL, a los dirigentes campesinos y agrarios que sufrieron persecución y arresto bajo los gobiernos militares y el fujimorismo. A profesionales que pusieron su inteligencia al servicio de los trabajadores mineros o campesinos como Ricardo Díaz Chávez, Daniel Estrada, Laura Caller.
¿Alguien, con un mínimo de decoro, no puede más que expresar respeto por la figura de Jorge del Prado -y el recientemente fallecido Guillermo Herrera-, que en sus últimos años se reafirmaba en sus ideas comunistas cuando la izquierda caviar iniciaba su reconversión liberal y neoliberal? Mientras el yelsinismo reaccionario y autoritario en Rusia declaraba ilegal al Partido Comunista y aplastaba incluso a Gorbachov, ¿dónde estaba la izquierda caviar con Bernales a la cabeza que aprovechó de los rusos comunistas para sus viajes, sus escritos y multitud de congresos turísticos? Cuando la Cuba de Fidel se hundía con el período especial ¿qué hizo la izquierda caviar? ¿dónde estuvo su solidaridad? Traicionaron a la revolución y a los cubanos que durante años cobijaron sus visitas. Los cubanos pusieron a su disposición lo mejor de la revolución, los auparon como la vanguardia progresista sudamericana, sus editoriales publicaron sus libros (especialmente de poetas) o reprodujeron sus ensayos. Al primer atisbo de crisis la izquierda caviar denunció a Fidel y la revolución cubana como una dictadura y una tiranía más. ¿Pensaban lo mismo cuando los cubanos los hospedaban en los hoteles de cinco estrellas, cuando los paseaban por La Habana y el Vedado, cuando les obsequiaban los placeres de los cabarets, mientras los cubanos de a pie vivían en la austeridad, buscaban dólares y algunos creían que todo era soportable por la solidaridad? La forma cómo la izquierda caviar aprovechó de los cubanos para luego abandonarlos y denunciarlos cuando las papas quemaban, ha sido una verdadera infamia digna de aparecer en la Memoria del Fuego de Eduardo Galeano.
Y ahora esa izquierda caviar pretende resurgir con el informe de la CVR.
¡Habráse visto tamaña desfachatez! La democracia peruana reclama una clase política limpia, moralmente sana y no envenenada, que no haya claudicado ni se haya vendido a ideologías de moda del tipo supermercado. Y el Perú necesita de una izquierda crítica, socialmente comprometida, moderna en su discurso y procedimientos, pero consecuente con sus valores, que no rehuya el malestar indígena y campesino, que no oculte los reclamos obreros, que escuche a la sociedad civil, que fiscalice a las empresas privatizadas, que combata la corrupción, que recupere el sentido de futuro de las utopías posibles, que entienda que la globalización también abre oportunidades y la modernidad será incluyente o no será modernidad.
La izquierda democrática moderna es el espacio que debe ocupar el APRA y todos aquellos actores que expresen lo nacional y lo popular luchando por una modernización incluyente, es decir por una profundización de la democracia. Con tolerancia, con flexibilidad, con aquello que se ha dado en llamar centro político, pero con valores y no desideologizado como lo pretende el mundo tecnocrático que rechaza las diferencias entre izquierda y derecha por decreto. Pero, sobre todo, la izquierda democrática es el espacio de construcción de proyectos de cambio y de crítica y denuncia de los privilegios, como por ejemplo las exoneraciones tributarias, los contratos de estabilidad jurídica, la defensa del canon.
La sociedad peruana es quizás más conservadora y escéptica que hace dos décadas, pero la impulsa un sentido de progreso que debe liderar la izquierda que es incluyente y no la derecha neoliberal que es excluyente.
La izquierda caviar entonces no puede aspirar a representar el espacio del progreso social, no tiene el discurso, ni los actores ni los medios políticos y ha claudicado frente al neoliberalismo. Está desahuciada moralmente por su transfomismo y oportunismo. Ella en realidad representa la degeneración de la izquierda, su perversión más manifiesta, por el uso de la simulación, el peor de los cánceres de la política latinoamericana.