VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL

"MIREN COMO NOS HABLAN DEL PARAÍSO"



¿Quién será el nuevo representante de dios en la tierra?
Los demonios que sobrevuelan la sucesión del santo padre

Argenpress.info

Luego de meses de agonía falleció el Papa Juan Pablo II. La ausencia del Sumo Pontífice en los festejos de Semana Santa adelantó su triste final.

La muerte del sacerdote polaco Karol Wojtyla rodeado sólo de médicos y una mínima corte ministerial del Vaticano puso fin a uno de los más largos reinados eclesiales. Juan Pablo II se encontraba debilitado por múltiples afecciones físicas que complicaron su recuperación tras

una reciente intervención quirúrgica. Luego de las pompas fúnebres los hombres de negro que revolotean por la curia romana empezarán la riña por la sucesión.

Septicemia

Los últimos años del reinado de Wojtyla fueron de recogimiento, pedidos de disculpas por los licenciamientos a las dictaduras militares y de una incipiente apertura hacia los problemas del mundo terrenal, no obstante lo cual no impidió que las alas más ortodoxas del integrismo católico marcaran el rumbo definitivo de sus acciones durante los 26 años de papado.

Durante los últimos tiempos muchos observadores internacionales se preguntaron si sólo fue la tenaz voluntad del vicario de Cristo de 84 años, mal de Parkinson e insuficiencias varias la que lo llevó a no pedir su retiro, o si en realidad se trataron de fuerzas internas vaticanas que necesitaban la vigencia del anciano para preparar una transición hacia la elección de un nuevo Papa conservador.

Su decrépita aparición en la plaza de San Pedro lo mostró en pésimas condiciones. Pálido, imposibilitado de hablar y con un gesto grotesco, se intentó mostrar a un Papa todavía en actividad.

¿Para qué este esfuerzo casi sobrehumano? Es que se está preparando la transición hacia un nuevo Papa y hay sectores integristas del Vaticano interesados en que la figura de Juan Pablo II pilotee la propuesta del nuevo jefe de la Iglesia y que este sea similar a Karol Wojtyla: es decir adalid del conservadorismo teológico, de mano férrea y vertical alejado del conciliarismo y la colegiación apostólica y con un discurso más o menos populista en cuanto a lo social.

La nominación de 31 cardenales que se confirmaron recientemente ha tenido en cuenta a eclesiásticos de talante conservador que se sumarán a los 106 cardenales participantes del no tan lejano cónclave.

Estanislao Dsiwisz, su amigo, asistente y protonotario apostólico; Piero Marini, maestro de liturgias y el prefecto de la Casa Pontificia, monseñor James Harvey, fueron incluídos en la nómina, y serán electores que llevarán el pensamiento wojtyliano a la gran asamblea.

Estas designaciones suponen reforzar las posiciones de tres cardenales conservadores, se trata del secretario de Estado, cardenal Angelo Sodano; el presidente de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Inquisición) el alemán Ratzinger y el miembro del Opus Dei, Eduardo Martínez Somalo, que ocupa entre otros cargos el de Camarlengo y como tal dirigirá la 'sede vacante' entre la muerte o renuncia del pontífice y la elección del sucesor.

Entre silencios y tensiones

Cuando se recorren los pasillos de los edificios vaticanos impresiona el silencio, de vez en cuando se ve pasar a algún eclesiástico o monja que rápidamente entra en una oficina y así vuelve la soledad sobrecogedora. Pero lo cierto es que detrás de esas paredes se vive intensamente, se discute, se formalizan alianzas, se rompen, se realizan inversiones económicas y financieras, se resuelven cuestiones relativas al gobierno de la Iglesia, se busca el poder no solo religioso.

La lucha por la sucesión del Papa Juan Pablo II ha desatado un agudo enfrentamiento entre conservadores y progresistas, particularmente entre los miembros del Opus Dei y los jesuitas, ubicados estos últimos en el ala más avanzada de la Iglesia.

La sucesión en el trono de Pedro tiene aspectos religiosos como máximo dirigente eclesiástico pero también bordea muy complejas cuestiones económicas y de poder político.

Las diversas líneas internas, integristas, centristas y progresistas, agitan estos días las aguas romanas. El Concilio Vaticano II trató de integrar a la Iglesia Católica a los tiempos nuevos, 'aggiornar' a la Iglesia sin que perdiera su perfil sagrado y tradicional.

Lo cierto es que Juan Pablo II canceló aquellas reformas. Con ayuda de la tecnología avanzada, de los medios de comunicación y con los viajes alrededor del mundo, impuso, con diferentes resultados, el paradigma del Medioevo, el poder papal como monarca absoluto.

De los peregrinajes espectaculares quedó poco aunque hubo tres cuestiones que hay que destacar. Juan Pablo II actuó eficazmente en la 'guerra fría' y contribuyó a la caída del régimen soviético aunque no debe magnificarse la cuestión, porque el comunismo se vino abajo por sus propias contradicciones, económicas, sociales y políticas.

Fueron positivos el reconocimiento de Israel, que el Vaticano había retardado medio siglo y la apertura de la Iglesia a las religiones del mundo, alentada por el encuentro de Asís en 1986, hecho que fue criticado por los católicos integristas y los protestantes fundamentalistas.

La rehabilitación de Galileo Galilei, con 400 años de atraso, sirvió poco, ya que luego no pudo corregir o no quiso, ni siquiera los errores de este siglo, primero que nada la Encíclica Humanae Vitae, a propósito de la discutida infalibilidad papal.

Sucesión, reforma y colegialidad

Juan Pablo II intentó dejar bien atado el paquete de la sucesión. El aparato administrativo vaticano, en el cual está encaramado el Opus Dei, busca un sucesor en el espíritu del wotjylismo. Sin embargo, otros sectores de la Iglesia, mayoritarios, tratan de garantizar que la elección sea sin manipulaciones. Se recuerda que Eugenio Pacelli, Pío XII, hizo todo lo posible para que se eligiera a un sucesor conservador pero el resultado fue el Papa Juan XXIII que cambió el rostro de la Iglesia. El historiador católico John Cornwell ha demostrado la orientación favorable al fascismo de Pío XII, en su obra El Papa de Hitler. La verdadera historia de Pío XII.

La nacionalidad del próximo Papa tiene una importancia relativa aunque, como dice el teólogo católico Hans Küng, sería más fácil encontrar un Juan XXIV en Italia que en Polonia y Alemania, esta última convertida en las dos últimas décadas en una diócesis ultraconservadora.

La postergación de una reforma, puede tener consecuencias devastadoras, como demostró la historia de los papas del Renacimiento y los fracasados concilios medievales, hecho que llevó al cisma luterano en el siglo XVI. Se tratarían de llevar adelante reformas -especialmente el acento en la colegialidad- impulsados por el Concilio Vaticano II. Porque lo que hoy amenaza a la Iglesia romana más que un cisma es un éxodo de millones de católicos de su seno. La nave no tocará fondo sino que irá acentuando su vaciamiento, inclusive en Polonia y España.

Las masas presentes en las visitas papales no deben hacer crecer ilusiones falsas. La tragedia de Wotjyla es que no pudo trasplantar el modelo de Iglesia polaca al resto del mundo y ahora también en Polonia, después de años de régimen neoestalinista no sólo hay una cierta apertura liberal sino que también esos aires han alcanzado a la Iglesia que pudo mantener el integrismo en épocas del comunismo pero no ahora que el catolicismo ha tomado contacto con otros sectores europeístas y con nuevas corrientes pastorales y teológicas.

Los temas pendientes

No son pocos los temas pendientes que el nuevo Papa deberá abordar y que pertenecen a la trama secreta del Vaticano. Los años ochenta pusieron a la vista cuestiones mucho más graves que el caso policial del asesinato del Guardia Suizo Alois Esterman y su esposa, y de un tercero en discordia, ocurrido hace tres años. La ligazón de las finanzas de Roma con la quiebra fraudulenta del Banco Ambrosiano, la crisis del IOR (Instituto de Obras Religiosas) y la estrecha relación del representante papal, arzobispo Paul Marcinkus, con los mafiosos Roberto Calvi, Michele Sindona y Umberto Ortolani, todos relacionados con el criminal Licio Gelli, un neofascista que regenteaba una logia seudomasónica vinculada a grupos de poder económico y a los terroristas de ultraderecha conocidos como las Tramas Negras.

Sindona corrió la misma suerte que Calvi, 'ahorcado' en un puente londinense, tal vez asesinado por orden de los jefes mafiosos que perdieron enormes cantidades de dinero por la quiebra del Banco Ambrosiano. Don Michele fue encontrado muerto por envenenamiento a fines de 1983 en la cárcel de 'máxima seguridad' italiana de Voghera, donde había sido extraditado desde Nueva York. Había participado en la estafa de 600 millones de dólares (aproximadamente 1.200 con la capitalización de intereses) que produjo la quiebra del Banco Ambrosiano.

En la intrincada trama de operaciones fraudulentas apareció la compra fraguada de 50 millones de acciones del banco a favor de sociedades comerciales ficticias de origen panameño. El objetivo era el control operativo del Ambrosiano. El IOR vaticano tuvo la función de cubrir mediante sus bendecidas letras de patronage, las operaciones que resultaron un fraude. Marcinkus y sus colegas eclesiásticos Mennini y de Stroebel nunca fueron removidos por Juan Pablo II. Es más, nunca fueron a la cárcel por la protección diplomática de la curia romana.

El poder político divino

La estructura del poder político de la Santa Sede combina una legendaria política diplomática, casi milenaria, con un fuerte entramado económico-financiero, no hegemónico a nivel mundial, pero poderoso. Una vez le preguntaron a Stalin, durante la Segunda Guerra Mundial, sobre el poder del papado y el gobernante soviético respondió con picardía: '¿Cuántas divisiones y cañones posee?'. No tuvo en cuenta, sin embargo, el poder terrenal católico romano, acotado desde el Risorgimento cuando los sectores liberales derrotaron a Pío IX, un asesino y antisemita, canonizado por Juan Pablo II. Italia fue unificada, el Vaticano perdió las tierras romanas que detentaba y quedó reducido al espacio que ocupa hoy. Recién en los años del fascismo italiano, por el Pacto de Letrán, el papado pudo levantar algo la cabeza.

El 21 de diciembre de 1978, Egidio Viganó, superior de los salesianos, difundió en un boletín interno de la Orden, una conversación con el entonces nuevo papa Juan Pablo II. Viganó le había expresado que los salesianos eran unos cien mil miembros activos, a lo cual Wojtyla respondió: 'Entonces, ¡sois más poderosos que el Opus Dei, que sólo tiene setenta mil'. Le respondió el salesiano: 'Santidad, nosotros no somos poderosos, sino humildes e inquietos trabajadores' a lo cual Juan Pablo II contestó con énfasis: '¡No, no!, para realizar el bien es necesario el poder, ya lo decía Santo Tomás de Aquino'.

El poder político, de eso se trata. Pero ese poder no cae del cielo, no lo articula la diplomacia, por más que sea óptima. Tampoco lo dan los ejércitos. Ese poder lo suministra la información y el poder económico y se potencializa en una estructuración operativa. En siglos anteriores, los papas utilizaron como base, después de la reforma luterana, a la Compañía de Jesús, y desde el reinado de Wojtyla, al grupo integrista Opus Dei, organización surgida y desarrollada en tiempos del totalitarismo franquista.

Dinero y crisis

La crisis estalló a fines de los setenta y principios de los ochenta. La quiebra fraudulenta del banquero Michele Sindona, amenazó seriamente arrastrar las finanzas de la Santa Sede, comprometidas por el cardenal Tisserant, socio-colaborador de las aventuras del inefable Marcinkus, quien decidió comprar acciones a grandes multinacionales como Coca Cola, IMB o ITT y revenderlas con ganancias. Pero, como reveló Richard Hammer en su obra The Vatican Connection, para que esas inversiones fueran más fructíferas, se recurrió a falsificaciones de la mafia norteamericana. Sin embargo, los duplicados fueron tan malos que no lograron convencer a ningún comprador. La historia fue relatada en varios estudios y ensayos, entre otros, Le Vaticand au clef en main. Les dossiers du Canard, París, 1982; Wojtyla, el último cruzado, por Javier Pérez Pellón y El Vaticano santifica los medios. El asesinato del 'banquero de Dios', por Heribert Blondiau y Udo Gümpel.

El gobierno central de la Iglesia Católica se debatía a la llegada de Juan Pablo II con serias dificultades financieras, cuya solución no estaba totalmente en manos del Vaticano, ni siquiera en las del papa. El Vaticano, que es una bomba financiera aspirante y no expelente, logró contar con la ayuda del Opus Dei y sus conexiones en los Estados Unidos y España (Continental Illinois Bank, Banco Popular Español, Esfina, Banco Atlas, Bankunión, Fundación General Mediterránea, Rumasa, entre otros), a fin de ir remontando la pendiente financiera. El experto en cuestiones vaticanas, Gianni Baget Bozzo ha explicado con detalle que fue la misma Iglesia el organismo sobre el cual el Opus Dei 'ha aplicado el poder real de su organización y la estructura social sobre la cual ha ejercido su influencia'.

¿Cuál será el perfil del nuevo papa? ¿Adónde va el Vaticano? Los cardenales, reunidos en el cónclave se harán estas preguntas. Luego vendrán los acuerdos, las polarizaciones, el juego de tendencias. El Vaticano necesita un estadista, como lo fue León XIII, y una personalidad que una lo tradicional con la renovación, de cara al siglo XXI, como los fueron Juan XXIII y Pablo VI. La designación no solo va a influenciar a la Iglesia romana. Tendrá repercusión en el cristianismo en general y en el mundo escéptico y desacralizado actual.