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"MIREN COMO NOS HABLAN DEL PARAÍSO"




Ratzinger: Licor benedictino, Malaquías, celibato y fraudes financieros en el Vaticano

Fernando Del Corro
Argenpress

Las profecías sobre los papas venideros realizadas presuntamente por el irlandés San Malaquías, casi un milenio atrás, han tenido tradicionalmente una justificación en la historia católica, de manera que sus acertijos latinos siempre fueron explicados en función de las características de los sucesivos pontífices por lo que cabe ahora preguntarse por qué Benedicto XVI debiera ser 'Gloria olivae' (la gloria del olivo) luego se haber demostrado la mayor de las intolerancias.

Claro que las justificaciones no fueron siempre tan sencillas y hasta hubo casos en que postulantes antes de los concilios trataron de acomodarse a las predicciones, como el cardenal estadounidense Francis Spellman cuando luego de la muerte de Pío XII realizó una travesía por el río Tíber como para adaptarse a aquello de 'Pastor et nauta' (pastor y navegante), que correspondía al futuro papa, que fue Juan XXIII de la marinera Venecia.

Para los seguidores de la profecía una rápida justificación puede estar en el nombre adoptado Joseph Ratzinger para su pontificado, Benedicto XVI, habida cuenta que el olivo es símbolo de la paz. El anterior Benedicto, el XV, el italiano Giácomo Della Chiesa, estuvo al frente de la Iglesia Católica Apostólica Romana entre 1914 y 1922, período durante el cual se pronunció contra la Primera Guerra Mundial e hizo propuestas, en 1917, rechazadas por los aliados, para ponerle fin.

Benedicto XV tuvo una política aperturista en materia diplomática respecto de países con los que había una tradición de conflictos. Por ejemplo con el Reino Unido, después de que desde comienzos del Siglo XVII quedaran rotas las relaciones entre el papado e Inglaterra tras el derrocamiento del rey Jacobo II, lo que puso fin a la dinastía escocesa de los Estuardo. También entabló relaciones con Francia y los nacientes estados del este europeo.

Por su parte a Benedicto XIV, el también italiano Próspero Lorenzo Lambertini, papa entre 1740 y 1758, del mismo modo se le puede buscar un halo pacifista, como que realizó el primer intento de apertura de la jerarquía católica al mundo y, aunque fue firme en los dogmas tradicionales, mereció elogios de sectores de las iglesias reformadas, tras más de dos siglos de duros conflictos desde los tiempos de Martín Lutero, aunque fue quién condenó a la masonería.

Así como Benedicto XIV se había pronunciado contra usura en su encíclica 'Vix pervenit', Benedicto XIII, el italiano Pietro Francesco Orsini, papa entre 1724 y 1730 (tomó ese nombre para borrar de la lista al antipapa Luna de igual nombre elegido en 1394), permitió que durante su pontificado se produjo una gran estafa contra el tesoro vaticano que estuvo a punto de quebrar, por lo que a su muerte fue encarcelado su hombre de confianza, el cardenal Nicola Coscia.

Otro motivo esgrimible a favor de la certeza de las profecías del santo irlandés por los defensores de las mismas es que la orden de los benedictinos, la más antigua de carácter monacal, fundada por San Benedicto de Nursia (que no fue papa) en el Siglo VI, tiene como norma la 'pax' (paz) y establece normas muy estrictas para la vida en los monasterios que son las que habitualmente utilizan las diversas órdenes, aunque no se solacen con el famoso 'Licor de los benedictinos'.

Ratzinger es el primer Benedicto (bendito; de bene dictus, bien dichoso), no italiano en 670 años. Su antecesor fue el francés Jacobo Fournier, Benedicto XII (1335-1342), quien en su papado se enredó en una serie de guerras con alianzas cambiantes entre Francia, Inglaterra y el Sacro Imperio Romano Germánico, en las que fracasaron sus mediaciones; también fracasó su intento de promover una nueva cruzada terminando envuelto en las guerras religiosas en España.

Previos fueron los italianos Nicola Bocassini (1303-1304); Giovanni Mincio (1058-1059), depuesto por los propios cardenales; y Teofilacto de los Condes de Tusculum, Benedicto IX (según su nombre pontificio), sobrino de Benedicto VIII y Juan XIX, que llegó al papado cuando tenía unos 15 años, cuando el pontificado era casi de propiedad familiar, y gobernó de 1032 a 1048, siendo destituido y repuesto dos veces hasta que una rebelión popular lo expulsó de Roma.

Benedicto VIII, cuyo nombre, al igual que el de su sobrino, era Teofilacto de los Condes de Tusculum, fue papa de 1012 a 1024. Su pontificado tuvo importancia para el futuro del clero católico ya que fue quién estableció el celibato sacerdotal con el propósito de evitar que los bienes de los religiosos, heredados o acumulados en vida, se diluyeran entre sus descendientes y, en consecuencia, hacer que los mismos quedaran en manos de esa Iglesia.

Los anteriores, cuyos nombres civiles en muchos casos se pierden en los registros históricos, fueron los italianos Benedicto VII (974-983); que vivió envuelto en luchas por el poder con otros pontífices que luego fueron declarados antipapas; Benedicto VI (964-966), quién a la muerte del emperador Otón I fue asesinado por los güelfos en el castillo de Santángelo; y Benedicto V (964-966) que, presionado por el Imperio, se trasladó a Hamburgo, donde falleció.

Italianos, fueron Benedicto IV (900-903); Benedicto III (855-858) y Benedicto II (684-685), nacidos en Roma; en tanto que Benedicto I (575-579) fue quién inauguró la serie que ahora se extiende con Ratzinger, tomando su nombre del santo de Nursia, fundador de la referida orden, quién no llegó a ser pontífice, aunque su obra se haya perpetuado a lo largo del tiempo, con el agregado de que el nuevo papa es un manifiesto partidario del clero monacal.