País Vasco
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¿Seré yo también ETA?
La prohibición de Bildu y el delirio analógico
John Brown
"Lo que es uno lo es, o según el número, o según la especie. O según el género,
o según la analogía; es uno por el número aque- llo cuya materia es una; por la
especie, aquello cuyo enunciado es uno; por el género, lo que tiene la misma
figura de la predicación, y según la analogía, todo lo que es como una
cosa en orden a otra"
(Aristóteles, Met. V, 7)
La prohibición de Bildu lleva hasta las últimas consecuencias la lógica
del antiterrorismo, que constituye uno de los principios fundamentales de la "democrcaia
antiterrorista" heredera del franquismo. Efectivamente, los argumentos que
sustentan la prohibición de Bildu nada tienen que ver con los supuestos que
permitirían en una democracia capitalista "normal" prohibir una organización
política. En aras de la defensa de los derechos de asociación y participación
política, estos supuestos tendrían que ser sumamente limitados y no admitir
extensión alguna por analogía: sólo puede prohibirse, en efecto, una
organización que aporte una ayuda necesaria a un grupo subversivo armado para la
realización de sus actividades armadas. Se juzgan, por lo tanto, los actos y no
las intenciones, y aún menos las intenciones supuestas.
Toda extensión de ese motivo inicial de prohibición constituye un posible
atropello contra las libertades, pues, por extensión, la analogía del delito
termina por cubrir al conjunto de la ciudadanía. Si se utiliza el concepto
extrajurídico y antijurídico de "terrorismo" en el marco del derecho penal
normal, nos encontraremos con una completa subversión de su sistemática. Veamos.
Todo el mundo conviene en que es terrorista quien realice atentados armados
contra civiles con fines políticos e incluso en que también lo son quienes
aportan una ayuda material a la realización de las acciones armadas. Sin embargo
y mediante el uso sistemático del principio de analogía, el concepto de
terrorismo alcanza a toda persona que apoye moralmente o inspire
intelectualmente al terrorismo. Así, un partido que apoya los fines
independentistas y socialistas de esta "es ETA" como afirma brutalmente la
doctrina Garzón. También "es ETA" quien se niegue a condenar las acciones de ETA
en un país donde el actual partido del gobierno no ha condenado el terrorismo de
Estado y el primer partido de la actual oposición se niega a condenar, siguiendo
en ello al Jefe del Estado, la sangrienta dictadura del Generalísimo Franco.
El problema es que la cosa no para ahí, ni puede detenerse en ningún punto. El
principio de analogía, una vez se aplica como regla de método -la metafísica de
Aristóteles que en él explícitamente se sustenta, así nos lo enseña- termina
cubriendo el conjunto de la realidad. Todo el que no sea puro es sospechoso y,
por ser sospechoso, es ya en cierto grado culpable. Aplicado a la política, es
el principio de todo racismo, el que durante el nazismo imponía explorar
sistemáticamente hasta la más mínima conexión de un individuo con la raza judía.
Toda división toda ambigüedad, toda impureza eran inaceptables cuando se trataba
en el régimen nacionalsocialista de defender a la raza aria del complot judío
mundial y sigue siéndolo ahora, cuando se trata de defender al Estado de derecho
de la lacra terrorista. Todo el que no comulgue al 200% con las políticas y
legislaciones antiterroristas es cómplice del terrorismo y, en último análisis,
terrorista. Una correcta aplicación del principio de analogía lleva así al PP a
considerar que el PSOE es cómplice de ETA por haber iniciado con esta
organización hace años unas negociaciones de paz, por cierto abortadas por la
intransigencia del gobierno. A ello responde el PSOE que el PP también negoció
con ETA y que, si cabe, aún fue más cómplice, pues hizo toda una serie de
concesiones a las que el PSOE siempre se ha negado.
Por supuesto, cualquier ciudadano, que independientemente de su filiación
política no condene a ETA o no condene a los que no la condenan, también "es
ETA". Cualquier ciudadano que dé prioridad a la aplicación de las leyes penales
normales y critique la normalización de la excepción en nombre de los "derechos
de las víctimas", también será sospechoso de complicidad con ETA y, por analogía
"es ETA". Quien acepte que un condenado de ETA, una vez cumplido el máximo
efectivo de su pena tiene que quedar libre, digan lo que digan las víctimas,
pues en una democracia la dimensión universal y pública de la ley debe desplazar
a la esfera privada el comprensible odio y afán de venganza de víctimas y
parientes, también "es ETA". Quien se oponga a la práctica de la tortura y dé
crédito a quienes la denuncian "es ETA". Quien se niegue al linchamiento de los
militantes y supuestos simpatizantes de ETA "es ETA". Quien tenga algo que
objetar contra el lanzamiento de un bomba atómica táctica sobre las localidades
donde esté más representada la izquierda abertzale o incluso, de manera
preventiva, contra el conjunto del País Vasco -esta vez sí, incluida Navarra-
"es ETA". Nunca el odio y el afán de venganza será lo suficientemente puro. El
más extremista del antiterrorismo, si hace análisis de conciencia, terminará
encontrando dentro de sí algún pequeño escrúpulo que le haga dudar de la
"solución final". El también "es ETA". Yo, con todos estos cuestionamientos y
por mucho que me haya hartado de criticar la violencia de ETA y la del Estado
como sangrientos frutos de un mismo principio de soberanía, "soy ETA". Bildu,
sus listas y sus candidatos, aunque sean la única organización política del
Estado Español que rechace de manera explícita la violencia sin hacer
excepciones en favor de ETA, de FRanco o de los GAL, también "son ETA".Usted,
cualquiera de ustedes, "es ETA".
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