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País Vasco

El Gobierno español habla y promete pero no da pasos reales en la solución del conflicto vasco
El reloj sigue moviéndose


Floren Aoiz
Gara

Christopher Hitchens, en su libro sobre Kissinger, dice que en 1968 «Nixon y algunos de sus emisarios y subalternos se propusieron sabotear las negociaciones de paz en Vietnam, que se celebraban en París». Estas conversaciones se frustraron, efectivamente, aunque años más tarde se llegó a un acuerdo en los términos que antes habían sido puestos sobre la mesa. Hitchens llama la atención sobre lo ocurrido en el tiempo transcurrido entre las conversaciones saboteadas y las que llegaron a buen puerto: «Unos veinte mil norteamericanos y un incalculable número de vietnamitas, cam- boyanos y laosianos perdieron la vida». Y aclara que perdieron la vida «más inútilmente que todos los muertos hasta aquel momento».
Vietnam está muy lejos. Pero nuestro conflicto ofrece experiencias históricas que documentan la crueldad de unos agentes políticos que toman decisiones que sabotean expectativas de paz prolongando una dura confrontación que podía haberse superado hace muchos años. Recientemente se ha publicado un libro en el que uno de los jefes de los servicios secretos franquistas en Euskal Herria reconoce que cuando dialogaron con ETA en los años 70 su única intención era crear discordia, engañar e integrar en el tinglado de la reforma a los grupos que se negaban a abandonar la lucha. Por eso prosperó la «vía pm», la de los «arrepentidos», y por eso mismo se cerró la puerta a una verdadera negociación política que pudo poner fin al conflicto armado. Corcuera, por su parte, ha confesado que en la época de Argel su intención era hacer daño a ETA y eso se logró porque los «cabecillas» de ETA hubieron de abandonar el país. «Lo de Argel nos salió bien»: así lo ha resumido.
¿Cuál sería la situación actual si el Gobierno español hubiera apostado realmente en el pasado por la búsqueda de una solución política? ¿Cuántas muertes, cuánto dolor se podía haber evitado?
El clima que en estos momentos se vive en relación a la cuestión vasca no puede analizarse al margen de una trayectoria histórica que pesa sobre el presente, y ofrece enseñanzas que merecen ser tenidas en cuenta, pero también hipotecas que habrá que saber levantar. Entre tanto, el reloj sigue moviéndose, y la cadena del sufrimiento sigue activa mientras el Gobierno español habla y promete, pero no da pasos reales.