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País Vasco

Atado y bien atado: el continuismo franquista hoy

Alvaro Hilario
La Fogata

Cuando se cumplen treinta años de la muerte del sanguinario dictador Francisco Franco y de su sucesión como jefe de estado y de las fuerzas armadas por quien él mismo designó, Juan Carlos de Borbón, asombra que aún se dé crédito a la mentira histórica de la "Transición", a lo que Clarín y/o Fernando Savater denominan "cambiar el Régimen desde dentro"; esa misma transición que otros, en Sudamérica, cual es el caso chileno, alaban y dicen tomar como ejemplo (será porqué un dictador murió en la cama, y otro lleva idéntico camino).

Franco muere, aparentemente, un 20 de noviembre; aparentemente decimos, porqué parece ser que se le mantuvo con vida artificialmente para que su deceso coincidiera con el de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la fascista Falange Española (uno de los tres bloques políticos unificados por el Dictador para crear su partido único y del que la extrema derecha libanesa tomó el nombre) . Y muere Franco, acompañado de más muerte: semanas antes son fusilados tres militantes del FRAP, dos de ETA, y ajusticiado mediante el infame garrote vil el autónomo Salvador Puig Antich, miembro del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación).
La sociedad del estado español, a pesar de la felicidad, se encuentra adormecida por casi cuarenta años de miedo y represión; los partidos políticos son inexistentes y, en su mayoría, viven divididos entre la resistencia del interior y las cúpulas instaladas en el limbo del exilio; lo mismo sucede con los sindicatos, sustituidos por el franquista sindicalismo vertical y por la inevitable autogestión obrera, inevitable ante la inexistencia de otro tipo de estructuras más que por voluntad de abrir otros caminos a la lucha de clases.
Si 1975 terminó entre temores y muertes, 1976 comenzaría igual: cinco obreros son asesinados por la policía, el 3 de marzo, en el contexto de una huelga general que tiene a la ciudad vasca de Vitoria paralizada desde hace semanas; dos militantes del Partido Carlista (que ha derivado, bajo la tutela de Carlos Hugo de Borbón y Parma, el pretendiente carlista, hacía el socialismo autogestionario) son asesinados por la extrema derecha y la inteligencia del estado en la festiva celebración de Montejurra (País Vasco); el ministro del Interior era el ex-ministro franquista, ex-presidente de la Xunta de Galicia y actual senador Manuel Fraga, el mismo con el que, por razones de estado, se abrazó Fidel Castro: el aparato político-represivo y militar seguía (y sigue) intacto, sin depuración alguna. No hace falta decir que nadie fue procesado por estos asesinatos
Siguió el año con un refrendo para legitimar la sucesión dispuesta por Franco, elecciones constituyentes y una Constitución aprobada en referéndum en diciembre de 1978. Con el aparato represivo intacto, con los militares amenazando, nada se podía esperar de una carta magna que en el País Vasco, por ejemplo, fue rechazada por una abrumadora abstención.

Las leyes del continuismo.

La "Transición" se completaría, en estos niveles legales y políticos, con los Pactos de la Moncloa, donde la renuncia de la izquierda (Partido Socialista y Comunista y sus correas de transmisión sindicales, UGT y CC.OO) a transformar el legado franquista, a depurar responsabilidades convirtió a unos supuestos acuerdos para asegurar la estabilidad económica en una auténtica ley de punto final.
La única fuerza no susceptible de ser asimilada (sin contar con la disidencia vasca) y todavía entonces con una inmensa fuerza, la anarquista CNT-AIT, fue acosada por la represión, sin que faltaran las causas armadas (Caso Scala, caso Bultó). Más tarde, la escisión que dio paso a la CGT, facilitó la tarea de neutralización  de este combativo sector.
Otra guinda al pastel fue el nacimiento de las autonomías: cierta descentralización de la administración a través de la cual se quiso silenciar los reclamos de, especialmente, vascos y catalanes, con los ya conocidos insatisfactorios resultados.
Otro hecho concreto, de gran utilidad en los siguientes años para mantener el estado de las cosas, fue el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, el "Tejerazo" (intentona golpista en la que no se sabe a ciencia cierta cuál fue el papel de Juan Carlos de Borbón, quien se pronunció en contra tarde y tras conversar con mandos militares); éste es caracterizado de curiosa manera por el corresponsal de Clarín en Madrid, Juan Carlos Algañaraz (Clarín, 20/10/05): " La violencia de ETA puso a la democracia española al borde del abismo cuando el golpe de estado del 23 de febrero de 1981"; asombrosamente parecido a la teoría de los dos demonios.
  Tal como dejo escrito Franco en su testamento político, leído por el gimoteante Arias Salgado, "todo quedaba atado y bien atado".

Más tarde, llegarían los gobiernos del Partido Socialista Obrero Español, que, al igual que colaboró con la dictadura de Miguel Primo de Rivera en los años 20, también en estos tiempos fue funcional a los intereses del estado y del capital: ellos fueron los gestores de la "reconversión industrial", esa que desmanteló la industria vasca y asturiana, y que privatizó, al más puro estilo menemista, todo cuanto pudo, para mayor gloria del PSOE y de sus empresarios afines que se hicieron cargo, entre otras, de la Telefónica y Repsol, dando mayor empaque a su maquinaria partidaria de propaganda, el grupo PRISA, dirigido por el ex - director de El País, y antiguo falangista, Juan Luís Cebrian . Ellos crearon los GAL  , dejando decenas de ciudadanos vascos muertos en su camino. "No hay pruebas ni las habrá", proclamó desde la impunidad Felipe González, cuando se le señaló como la cabeza de tan macabra patota.
Y no, no escuchamos a Serrat, militante del PSOE, clamar en contra de la violencia (venga de donde venga), como si hizo al retar a Hebe de Bonafini (por su solidaridad con las madres de presos y presas vascas ) en una concentración, a fines del 2000, en Plaza de Mayo, junto a, entre otros, De la Rúa e Ibarra

Después, jugando al bipartidismo liberal, llegaría el Partido Popular (fundado por Fraga). Con tan poca diferencia ideológica en lo económico-social con el PSOE, el PP atrajo al electorado proclamándose campeón de lo español y de la indivisibilidad de la patria, amen de un discurso y actitudes de un fascismo declarado ambos basados en la manipulación informativa (recuerden qué sucedió con las bombas del 11 de marzo en Madrid) y la represión más brutal. Represión que ha afectado no sólo al País Vasco, si no también a ocupas, obreros de astilleros andaluces, objetores de conciencia y estudiantes, por nombrar algunos sectores; represión que, en todos los casos se justifica por la funcionalidad de todos ellos a la desestabilizadora estrategia de ETA.

Animados por tan buenos resultados, tanto PSOE como PP, se han dedicado en los últimos tiempos a recrear una perversa relectura histórica, tan perversa como la del franquismo. Este mecanismo, lleva a considerar como terroristas a todos los que optaron por la lucha armada contra Franco y como héroes y víctimas de la subversión a ilustres torturadores como Melitón Manzanas , condecorado póstumamente, el año pasado, por la democracia española. Es de reseñar, así mismo, las producciones televisivas como "Cuéntame", protagonizada por el servil Imanol Arias: siguiendo el modelo de la exitosa serie estadounidense "Aquellos felices años", se recrea una historia falsa del estado español de los últimos cuarenta años, tornando a los verdugos en "demócratas de toda la vida". El cine -que vive de los subsidios estatales- no se ha quedado atrás, destacando películas como "El Lobo" (2004), protagonizada por Eduardo Noriega: en la misma, un militar de la época franquista, Mikel Lejarza, infiltrado en ETA, se convierte en un avanzado de la democracia y la lucha contra el terrorismo. Otras producciones apadrinadas por Elías Querejeta e Imanol Uribe siguen la misma línea.
Al fin y al cabo, como dice Mariano Aguirre en su obra "El problema español" , en la que hace un repaso a la Historia de España, ésta no es más que la concreción y construcción de una ideología.

Será la española, como vocean los diarios y televisiones del nuevo régimen, una economía situada entre las diez principales a nivel mundial y su sistema político imitado en muchos estados americanos, pero difícilmente pueden ocultar a cuarenta mil presos (cerca de ochocientos por causas políticas), el abismo creado entre pobres y ricos, el brutal desempleo entre la juventud que no puede acceder a ningún tipo de vivienda; difícilmente pueden seguir ocultando los cientos de fosas comunes del 36, con miles de campesinos y obreros masacrados, aunque en Clarín, otra vez de la mano de Juan Carlos Algañaraz, simplemente "se cree que existen" (20/11/05), a pesar de que todos los meses se abre alguna (en ningún caso por iniciativa oficial).
No olvidemos, por último, que la tan cacareada prosperidad económica del estado español está basada en la especulación financiera y en la gestión de recursos que no le son propios; recordemos el Banco Francés-BBVA, Repsol, Endesa, la Telefónica, Aguas de Barcelona; recordemos dónde estaba Felipe González el 20 y 21 de diciembre de 2001, recordemos dónde está estos días el todopoderoso ex-ministro de Hacienda felipista, Carlos Solchaga.

Quisiera, para terminar, traer a estas líneas a Santiago Brouard y Josu Muguruza, diputados electos, asesinados en sendos 20 de noviembre por los escuadrones de la muerte armados desde la socialdemocracia española. Estos crímenes siguen impunes.