País Vasco
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Macrojuicio 18/98 en Madrid
Sería de reír si no fuera de llorar .
Eva Forest
Gara
Los iraquíes, que son unos sabios de la resistencia, cuando nos describían el
comportamiento y las atrocidades que cometían las fuerzas de ocupación, los
inspectores, por ejemplo, abriendo a patadas las puertas de los laboratorios, en
busca de sustancias para la elaboración de armas de destrucción masiva, o cuando
negaban la compra de lápices para las escuelas porque el grafito podía emplearse
como "material de guerra", solían hacer el relato en un tono mezcla de ingenuo
asombro que traslucía una fina ironía, para terminar siempre con una frase muy
expresiva que tiene su equivalente en castellano: "Sería de reír, si no fuera de
llorar". De reír, porque no deja de ser cómico-grotesco que se destruya
la polvera de una funcionaria del laboratorio argumentando que "esos polvos
rosados podrían ser para la fabricación de explosivos"... Y de llorar
porque a continuación el que ha dicho esto puede pegarte un tiro.
Este aspecto entre surrealista, kafkiano, grotesco-esperpéntico de algunas
situaciones es muy propio de las democracias formales actuales en la medida en
que hay un abismo entre lo que predican y lo que realmente hacen, abismo que
tienen que estar equilibrando continuamente yendo de lo visible que muestran en
el escaparate a lo que ocultan en la trastienda y no se debe mostrar. Con lo
cual terminan cometiendo errores garrafales, que les muestran al descubierto.
Todo esto viene a cuento del macro juicio que ahora se va a celebrar en Madrid.
Un juicio en el que están procesadas -en esta primera fase, porque hay otras- 59
personas que, sin beberlo ni comerlo, se han visto implicadas de la manera más
irregular y extraña. Dicen los entendidos que durante la instrucción del sumario
se han cometido todo tipo de anomalías jurídicas. Y que siguiendo un cauce
normal, no podría conducir a ninguna parte. Pero aquí nada es normal, de no ser
la anormalidad. Y la experiencia nos dice que lo determinante va a ser la
política, y emplear este juicio como mejor convenga en cada momento. Esto tiene
también un gran peligro: que todo este teatro conduzca a una aberración final y
que la sentencia siente jurisprudencia y que quienes se sientan hoy en el
banquillo tengan que cumplir años de cárcel. Cosa muy grave. Un episodio más de
los muchos que venimos sufriendo en esta democracia. Un episodio grotesco y
trágico a la vez: "sería de reír si no fuera de llorar".
Pero, insisto, no el único. Para entender un poco lo que ocurre aquí habría que
remontarse a los años setenta, cuando muere Franco, hace ahora justamente 30
años, y seguir paso a paso ese proceso que se ha llamado transición y poner los
momentos ahí, para desmenuzarlos en una meticulosa disección que nos haría
comprender, no sólo la estructura de esta democracia que padecemos, sino la
estructura de muchas democracias formales que nada tienen que ver con la nueva
sociedad a la que aspiramos algunos.
Pero eso escapa a los límites de un artículo y voy a tratar de resumir.
He dicho en más de una ocasión y ahora me reafirmo en ello que Euskal
Herria era un gran laboratorio de la democracia europea en donde continuamente
se estaban ensayando múltiples, diversos y novísimos métodos de represión no
sólo para destruir el gran movimiento popular del propio país sino para
exportarlos a otras latitudes. No en vano los primeros asesores que fueron al
Iraq ocupado por los soldados de los EE.UU. eran expertos Guardias Civiles
forjados en la escuela de Intxaurrondo. Es bien sabido, porque durante décadas
lo hemos sufrido en nuestra propia carne, que esta compleja represión que se
despliega, en apariencia para perseguir al terrorismo, tiene como objetivo
eliminar cualquier atisbo de movimiento social, de carácter popular y
progresista que pudiera significar una real alternativa a los planes de doma y
sometimiento que el neoliberalismo necesita para conseguir sus objetivos. Cuando
el Presidente de los EE.UU., después del 11 de septiembre, lanza su gran campaña
contra el "terrorismo" y bajo este pretexto se lanza a perseguir a todos los
musulmanes sospechosos de serlo, ya aquí, en Euskal Herria, hacía años que bajo
el mismo pretexto estábamos sufriendo la persecución continua y sistemática de
la izquierda abertzale: ese gran movimiento popular que abrió tantas esperanzas.
Muerto Franco tenía que cambiar el escaparate en concordancia con la
transición. Lo que se ve y se muestra en él está puesto allí para la galería,
para ser visto. Y realmente es espectacular. Nadie osará decir que no hubo
cambios. La estructura es democrática y se ajusta a las exigencias formales y
llama la atención la rapidez con la que esa transformación ocurre. Más de un
observador foráneo se queda boquiabierto de la "madurez" de esos políticos. Pero
dentro, en la trastienda, sin depuración alguna, no sólo siguen los mismos y sus
herederos sino que, adaptados a la imagen que conviene, juegan el doble papel de
salir al balcón para el paripé de presentarse como "nosotros los demócratas",
para luego descender a las mazmorras y aplicar los electrodos en los testículos
del detenido al que están interrogando. Este doble juego al que lleva la
hipocresía, propio de muchas democracias formales, degrada el ambiente y a
quienes conviven o malviven en él. Se degrada el lenguaje, se degrada la moral,
se degradan los sentimientos, los pensamientos; la humanidad, en suma. Pero
volvamos a Euskal Herria.
El hecho de que a la muerte de Franco un sector importante de la
población vasca no hubiera aceptado la reforma y siguiera luchando en pro de una
ruptura, necesaria e imprescindible para poder iniciar el deseado proceso
democrático, sembró la inquietud en quienes deseaban que la transición fuera un
paso dulce y sin problemas. Una inquietud que muy pronto, en la medida en que la
izquierda abertzale iba creciendo en número y energías, fue despertando miedos
mayores en aquellos que no deseaban y hasta temían que se produjeran cambios
realmente profundos y revolucionarios.
La izquierda abertzale empezó a configurarse como un gran peligro para el
sistema cuando en 1979 alcanza, por la vía pacífica -es importante destacarlo
porque en su discurso falseador aparecerá siempre como violenta-, un número
elevado de parlamentarios y se sitúa como la segunda fuerza del país. Y es a
partir de esta gran sorpresa cuando desde los distintos gobiernos empieza la
gran represión, en múltiples y diversas formas, científicamente planificada,
para destruir al disidente. La tortura es el gran eje de esta represión, unas
veces en forma directa en cuartelillos y comisarías durante la detención, otras
de una manera más crónica en cárceles especiales que culminan, en 1987, en la
política de dispersión.
La tortura es el gran eje de esta represión. Con ella no se trata tanto de
indagar como de producir miedo en la población civil: amedrentar, retraer,
disuadir... La tortura encaminada a frenar, a paralizar, a destruir cualquier
intento de disidencia. La tortura hasta la muerte si la víctima no claudica.
Pero no es sólo la tortura. También la manipulación informativa. Se miente
descaradamente, se tergiversan los datos, se silencian otros, "los bulos y las
mentiras conviene que sean creíbles", dice uno de los apartados del Plan Zen que
trajo el PSOE en 1982.
Cuando uno se acerca a observar aspectos concretos de este proceso tan
destructivo, descubre la gran imoralidad desde la que se han llevado a cabo.
Contra la izquierda abertzale, una vez criminalizada como violenta y terrorista,
se justifica todo: se cierran periódicos, emisoras de radio, tabernas
solidarias, centros culturales... Aparece el siniestro GAL, que asesina a 29
militantes. Y un sinfín de agresiones que van desde la vergonzosa ley especial
que ilegaliza un partido hasta los desatinos del Juez Garzón que, como un
poseso, interviene obcecado con el propósito de acabar con ETA -a la que imagina
artífice de un prodigioso tinglado con múltiples departamentos: el de Finanzas,
el de Solidaridad, el de la Lengua..., con múltiples dependencias a su vez que
se ramifican por el mundo- y que, a juzgar por la numerosa gente que procesa,
domina todo el país y tiene conexiones ilimitadas más allá de sus fronteras.
Cientos de personas son detenidas por formar parte del "entorno" de ETA. Decenas
y decenas de otras por ser el "entorno" del entorno de ETA. Otras muchas por ser
el entorno del entorno del entorno. Y así hasta llegar a una viejita que vende
miel por las casas y que es sospechosa de contribuir con ello al aumento de
caudales del departamento de logística encargado de comprar armas. Se diría que
estamos en manos de un paranoico furibundo, formando parte de su delirio
sistematizado y que está empeñado en demostrar. Pero no hay que caer en esa
tentación. Sería caer en la trampa. No es un loco. Es un juez del sistema, con
su personalidad muy adecuada al sistema. Y así hay que verlo.
No es nada fácil contar con detalle lo ocurrido en estos años y tampoco es fácil
resumirlo en un artículo. Pero habrá que hacerlo algún día: Escribir la historia
de cómo se lleva a cabo la destrucción de un proyecto –o de cómo se está
intentando, porque la resistencia sigue-, y de en qué medida colaboraron todos
los políticos a ello y de cómo hasta nosotros mismos estamos implicados por el
hecho de consentirlo.
Pero llegado a este punto prefiero pensar en quienes heroicamente se
resisten a la doma en medio de esta democracia podrida, en quienes todavía
conservan sus ideales, sus sueños, sus ganas de luchar por ellos y no han
perdido la sensibilidad, ni la capacidad crítica, ni la fe en que es posible un
mundo mejor en este planeta. Pienso, naturalmente, en nuestros presos, y en
quienes les apoyan, y me siento fuerte, muy fuerte y muy orgullosa de formar
parte de esta izquierda abertzale que contra vientos y mareas camina con la
cabeza muy alta mirando al futuro con esperanza..