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Opiniones

Los mitos y la racionalidad
Nuevo poder popular: ¿doble poder?

por José Vazeilles
el-profe67@yahoo.com.ar

En la nota de coyuntura del número anterior dijimos que parece necesario que las izquierdas debatan sobre los atisbos de nuevo poder popular que se ven en la sociedad argentina desde diciembre del 2001, justipreciando su alcance como alternativa a la participación en las instituciones de la democracia burguesa.
No planteamos esto como exclusivo, sino en que tal comienzo se justifica porque es un problema candente de la actual crisis.
Pero no debiera olvidarse que aún cuando el debate resulte productivo -lo que está por verse- no solucionará las incógnitas propias de la escasa elaboración acerca de la experiencia del último medio siglo argentino y de lo ocurrido con los "socialismos reales".
Doble poder
En nuestro país, hasta ahora, no se ha verificado un fenómeno de doble poder de manera plena, sino incipiente. El doble poder es pleno cuando los sectores populares se hacen cargo de amplias funciones sociales, habitualmente atendidas por relaciones de mercado y de funciones institucionales importantes, por lo común atendidas por el Estado. Es decir, cuando unidades industriales, comerciales o aún financieras -en lo atinente al sector urbano- dejan de ser administradas -internamente y en sus relaciones con otras unidades- por sus propietarios y las administraciones bajo su dominio y pasan a serlo por consejos de trabajadores, usuarios o mixtos, generando también órganos de coordinación más generales.
Asimismo, cuando hospitales, escuelas, comisarías y otras entidades habitualmente a cargo de poderes municipales, provinciales o nacionales, son ocupados por consejos profesionales o territoriales democráticos, vinculados entre sí y con las unidades originariamente mercantiles antes descriptas.
Va de suyo, entonces, que un pleno nuevo poder que coexista con el viejo poder estatal, llegará a cobrar impuestos y administrará y gastará los fondos consiguientes, así como establecerá una nueva propiedad estatal o social sobre el flujo de compras, ventas, servicios y créditos, restándolo de la órbita de la propiedad privada.
También hay un fenómeno de doble poder en el campo, cuando junto con un proceso de reforma agraria que altera la propiedad tradicional de la tierra (generalmente latifundista), los campesinos y los trabajadores rurales generan organismos armados, inicialmente guerrilleros y a veces tropas regulares, que asumen un control territorial efectivo más o menos esporádico o permanente.
Doble poder y revolución
El doble poder, hasta hoy, ha sido una condición necesaria de toda revolución, pero nunca condición suficiente, y basta hacer un listado de irrupciones durante el siglo XX (con antecedentes franceses en el XIX) para advertirlo: Rusia, Alemania y Hungría de la primera posguerra, España en los '30, China desde la pre a la post Segunda Guerra Mundial; Grecia, Yugoeslavia, Vietnam, Cuba e Indonesia en esta última. En el siglo XXI permanece un fenómeno indeciso de doble poder en Colombia.
A su vez, las revoluciones trastocantes del orden anterior han sido condición necesaria del intento de construir el socialismo, pero no suficientes. Sin embargo, una ligera mirada comparativa a las actuales realidades de China, por un lado, y de India, Pakistán y Bangla Desh, por el otro, alertan contra juzgar que la revolución china haya sido lisa y llanamente un fracaso, digresión que hacemos sólo para insistir en que un buen debate sobre el doble poder estaría lejos de suplir la elaboración sobre la experiencia de los "socialismos reales".
El actual cambio histórico
No obstante lo dicho, los cambios que se están precipitando en la Argentina en los últimos dos años son importantes. Si los medimos -y debemos medirlos- por las características de un auténtico doble poder, no caben dudas de que su alcance es menor. Si en cambio comparamos su realidad con la que vivimos en las dos décadas anteriores, ella configura un salto cualitativo.
Ambas verdades se compatibilizan si tomamos en cuenta que esa situación anterior era desastrosa: el país estaba siendo destruido, las rentas se concentraban y fluían hacia el exterior mientras las mayorías se empobrecían agudamente y esas mismas mayorías prestaban consenso al desastre, creyendo patrañas y votando a los corruptos que legitimaban el festín de los ricos y el sufrimiento de los pobres.
Hoy la política neoliberal está quebrada y arruinados los mecanismos y las ilusiones que alimentaban ese amplio y fácil consenso social.
Razón y mito ante el cambio
No necesariamente este fuerte contraste entre el mediano y el corto plazo del pasado alimentará el mito de que las novedades son los Signos del Adviento de la Gloria Revolucionaria que nos llevará a la Luz Socialista, de la mano de la Historia como un Dios omnipotente.
Tal vez, por el contrario, el advenir (con minúscula) de condiciones de un debilitamiento inédito del poder instalado, ponga también en cuestión algunos de los mitos que han alimentado el falso debate adelantado y sin comprobación empírica posible de a quién (o a cuál camiseta) le correspondería el papel de Mesías.
A quien está instalado en el poder, los mitos le sirven para conservarlo. A los opositores populares o de izquierda, sólo para mantener un cemento identitario sobre agrupaciones pequeñas, cuya disolución puede convenir para buscar identificaciones más sólidas, pero que tiene el aspecto negativo de perder esfuerzos militantes acumulados durante años.
Por eso no sólo es importante no dejarse llevar por las ilusiones de que las novedades son Signos del Adviento Revolucionario, sino, por la positiva, juzgarlas racionalmente de acuerdo con la observación de los hechos y la experiencia histórica que sirvan de base para acciones comunes.
El nuevo poder incipiente
Cuando los movimientos de base de trabajadores desocupados toman en sus manos la administración democrática de los Planes Trabajar, por un lado generan autoorganización propia y, por el otro, embotan el último tramo de la maquinaria estatal y de sus partidos en cuanto al uso clientelístico de esos fondos, con sus aspectos de compra de votos y de voluntades y enriquecimiento corrupto de los integrantes del "aparato".
Cuando esos mismos movimientos cortan una ruta, o estudiantes, docentes o vecinos cortan las calles en una ciudad, intervienen bajo la forma de la huelga, el boicot o la resistencia pasiva sobre el flujo del transporte, que es esencial al de mercancías, mano de obra, caudales y demás aspectos de la vida social, pero no se apoderan de él.
La gran movilización de diciembre del 2001 tuvo por efecto principal anular la decisión oficial de instaurar el estado de sitio, ya que el haber obligado con eso a la renuncia de De la Rúa, para que a la postre sea reemplazado por Duhalde, no puede ser considerada más que una victoria menor y transitoria. La consigna "que se vayan todos", en efecto, puede juzgarse como un adelanto en la conciencia, pero no una conquista de política efectiva.
Punto de partida
En la medida en que las masas populares se desmovilicen y cada uno de sus integrantes caiga en el pasivo individualismo de juzgar lo que pasa a través de lo que mira en la pantalla del televisor, estos cambios se diluirán, de manera que es de capital importancia para las izquierdas mantener los mejores niveles posibles de movilización y lucha, pues desde allí es donde cobran fuerza los trabajadores y el pueblo.
Pero el interés de los trabajadores y el pueblo pasará necesariamente por las cuestiones acuciantes del salario, el desempleo, las condiciones de trabajo, la distribución del ingreso, la salud pública, la educación y demás condiciones materiales de la existencia, que en la medida en que no se resuelvan en un poder nuevo, seguirán a manos del poder viejo.
Esto habrá de tenerse en cuenta a la hora de resolver si se debe o no participar en los procesos electorales y también para juzgar si las aseveraciones en boga sobre el "contrapoder" son un camino real o un nuevo mito, tal vez más infantil que los anteriores. Pero esos temas merecen, cada uno, notas aparte.
octubre de 2002