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Opiniones

28 de noviembre del 2002

Polemizando con Marta Harnecker

Malime
Rebelión

El 22 de octubre Rebelión en la página dedicada a Harnecker, bajo el título "
Hay que articular la izquierda de partido con la izquierda social", reproduce la entrevista que la realizaron durante su viaje a Chile.
Reproduzco alguna de las preguntas del periodista y su contestación, que me llamaron la atención y que han sido motivo de la polémica que da lugar a este escrito. Los interesados pueden acceder al texto completo de la entrevista en dicha página.
żEso implica una evolución de su pensamiento, porque hace algunas décadas los cambios se conseguían a través de la revolución?
"Pienso que ha cambiado la situación del mundo. No es que piense que ya la revolución no es necesaria. Es que la correlación de fuerzas del mundo hoy es muy distinta a la de la época de los 60. Esta correlación es muy negativa hoy. Lo que existía en aquella época era un campo socialista con una fuerza creciente, en expansión y que había llegado de alguna manera a competir económicamente en algunos sectores con el mundo desarrollado."
"Hoy ese campo desapareció y tenemos en el plano militar un imperio que decide por todos. Esa es una realidad que hay que tener en cuenta. Ante esta correlación negativa de fuerzas creo que tanto Chávez como Lula levantan un proyecto que se plantea tareas de corte antineoliberal: desarrollar pequeñas y medianas empresas para dar empleo y crear un mercado interno. Tanto el uno como el otro no se plantean dejar de pagar la deuda externa. El asunto es cómo crear una correlación de fuerzas articulando a muchos países que en un momento determinado permita negociar las condiciones del endeudamiento en una forma positiva".

De acuerdo que el enemigo principal es la oligarquía imperialista mundial y que ello genera contradicciones dentro del propio bloque burgués que debemos aprovechar mediante un programa antioligárquico y antimonopolista que rompa ese bloque dominado por la oligarquía financiera y multinacional. Sin embargo, la alianza institucional circunstancial que pudiera realizarse, no debe hacernos olvidar el planteamiento clasista de la estrategia de lucha anticapitalista. Hoy más que nunca las contradicciones entre países y dentro de cada país entre las clases sociales en pugna, se han agudizado. Hoy más que nunca se dan las condiciones objetivas para el triunfo socialista. Sin embargo, hoy como nunca, las condiciones subjetivas han estado tan alejadas.
La lucha política por la vía institucional en alianza con la pequeña o la burguesía nacional, no debe llevarnos a confusión y creer que esa vía nos conducirá finalmente al socialismo. Tenemos experiencias históricas recientes que lo niegan. La conquista del gobierno no es la conquista del poder: 1936 España, 1973 Chile. A esas experiencias debemos añadir, la experiencia venezolana. El triunfo del golpe de estado contra Chávez no cuajó por la división del ejercito y por el grado de organización popular conseguido por el movimiento bolivariano en las fábricas y barrios que permitió la organización de la respuesta popular antigolpista. Hoy día, en la fase imperialista dictatorial del capitalismo, pensar que se pueden ganar elecciones, conquistar gobiernos y realizar transformaciones anticapitalistas sin más apoyo político que el que puedan dar los votos, y más o menos parlamentarios apoyando al gobierno, es una peligrosa utopía.
La batalla ideológica respecto a la cuestión del poder mantenida por Marx y Lenin con los reformistas sigue abierta. El estado y la democracia que impera en los países imperialistas responde a la estructura económica conseguida en esos países, en relación con los demás países que consideran dependientes, con el comercio y el expolio que realizan permanentemente. Esa superestructura ideológica y política, toda la maquinaria estatal del moderno imperialismo responde a la realidad económica, a las contradicciones que ese poder ha generado a nivel nacional e internacional. El derecho internacional amparado en NN.UU. es papel mojado, normas de cajón que no se corresponden con las nuevas relaciones de poder impuestas por el imperialismo mundial. Los derechos de los países son vulnerados por el nuevo derecho que le da la fuerza al imperialismo que le permite declarar estado o movimiento terrorista, cualquiera que piense diferente y que ellos le acusan de antidemocrático o terrorista.
La democracia formal, -cada día menos formal-, nos lleva a plantearnos y retomar la polémica antirreformista mantenida por Lenin con el renegado Kautsky. El triunfo circunstancial de aquellos socialdemócratas antiguos, se mantiene cerca de dos siglos con el apoyo actual de los modernos reformistas de distinto pelaje, que parecen diferentes, pero coincidentes en el proyecto estratégico y filosófico.
Desde otro ángulo, con los condicionantes históricos que interfieren el análisis, podríamos explicarnos como fue posible la caída de aquel socialismo soviético que creíamos real por el nombre, pero no por la superestructura ideológica, política y organizativa que mantenía. Conviene recordar que la constitución soviética, que solo funcionó al principio del proceso revolucionario en Rusia, fue derogada por Stalin el 11 de junio de 1.936, formalizando la superestructura política y organizativa aceptada e impuesta por el PCUS que venía funcionando al margen del pueblo. De soviético solo existía el nombre, lo que funcionaba era el formalismo democrático al estilo capitalista mediante la delegación de la responsabilidad política del pueblo en la clase política. Con el tiempo aquella superestructura política que respondía a los intereses de una casta que controlaba el poder, era una contradicción y freno para el desarrollo de la estructura económica existente, donde los medios de producción eran de propiedad social, aunque administrados por una casta que anteponía sus privilegios particulares a los del conjunto del pueblo. Aquella caótica situación solo podía resolverse de dos formas, recobrando la superestructura leninista soviética, retornando la administración del bien socializado al pueblo o destruyendo la estructura económica, adaptándola a la superestructura impuesta, es decir, retornando a la estructura capitalista. Engañando al pueblo con la alternativa capitalista, la posibilidad de que todos fueran ricos y no solo los privilegiados y corruptos aparatichis. Aquellos personajes, aparatichis defensores de un socialismo abstracto, sin participación directa del pueblo, por arte y gracias de un espíritu "nuevo y democrático", no tuvieron ninguna dificultad para apropiarse personalmente de los medios de producción, y administrarlos ya directamente sin ningún tapujo en su interés personal. Yelsin, aquel borracho, supo aprovechar la oportunidad, la crisis en que vivía el país. Subido a un tanque prometió acabar con el burocratismo, hizo creer que todos los ciudadanos se podrían hacer capitalistas y disfrutar de los "manjares" occidentales que solo disfrutaban los grandes funcionarios corruptos del estado y del PCUS. Aquel pueblo que teóricamente era propietario de la riqueza del país, demostró en la práctica que no lo era. Permitió que la caída del "socialismo real", se produjera tan fácilmente sin práctica oposición, como caen los castillos de naipes.
Decía que sigue abierta la polémica sobre la función histórica del estado y la democracia. Democracia delegada en la clase política como la que tenemos o democracia directa defendida por Marx y Lenin ante la experiencia espontánea del pueblo que el primero supo apreciar con el intento de la Comuna de Paris, y Lenin con el de 1905 en Rusia y el surgimiento del soviet.
La lucha por el poder tiene que ser organizada en primer lugar desde los lugares donde se producen las contradicciones sociales, es decir, desde los centros de producción, desde los lugares donde el pueblo vive, padece y conoce los efectos de la sociedad dividida en clases sociales. Esa forma de organización de defensa y de lucha, es la que derrotado el enemigo permite al pueblo constituirse en clase dominante, ejercer y administrar el poder. Lenin dijo que no se daban las condiciones objetivas para que la revolución soviética pudiera consolidarse, pero hoy si dan, lo que no se dan son las condiciones subjetivas que lo permitan, por esa razón cualquier batalla que realicemos pasa por la coherencia ideológica de los que queremos contribuir a acabar con el caos capitalista.
Pero como el pueblo no nace con conciencia comunista, corresponde a los comunistas consecuentes hacerles llegar ese conocimiento científico que es la teoría marxista de lucha anticapitalista. El pueblo a lo sumo podrá adquirir por su papel en el proceso productivo, conciencia economicista, pero como decía Gramsci, hay que ligar a la lucha económica y política, la lucha ideológica. No se pueden crear las condiciones subjetivas necesarias en todo proceso revolucionario de lucha anticapitalista, si no existe un proyecto firmemente cohesionado ideológicamente.
Marta Harnecker se acerca a ver la necesidad de la acción política institucional y la participación directa del pueblo, reconoce la necesidad de que se constituyan en comunas, en alcaldías cierta participación donde la clase política de izquierdas en esas alcaldías, de cuenta de las buenas acciones que son posibles realizar. Pero administrar más eficazmente alcaldías capitalistas no termina con el poder capitalista. Es necesario abordar los grandes problemas estructurales económicos que no permiten dar solución a los grandes males. El que se arreglen algunas calles, o se administre más eficazmente el dinero que dejan para hacer las pocas actividades sociales, está bien. Pero no es suficiente, incluso puede ser peligroso y contribuir a falsas expectativas liberadoras, puede quedarse en una lucha parcial, al estilo del sindicalismo reformista mediante la lucha economicista, que niega la acción revolucionaria de las masas y la toma del poder, de las fábricas, los campos, las calles, los pueblos. Los parches municipales no permiten abolir todos los males que padece la sociedad si no van acompañados de la lucha ideológica anticapitalista realizada por la izquierda revolucionaria, que contribuya a la acción política y organizativa del pueblo. La organización y participación del pueblo tiene que ser permanente y en constante desarrollo hasta la toma del poder y la administración del poder una vez conquistado.
La izquierda revolucionaria tiene que estructurarse revolucionariamente para poder ejercer esa dirección ideológica, política y organizativa que el pueblo necesita. Máxime cuando estamos viendo como el imperialismo consciente de que no puede evitar que las contradicciones sociales y económicas se agudicen y como respuesta se produzcan estallidos de defensa individual o colectiva, está reforzando los aparatos represivos del estado: leyes judiciales, policía y ejércitos en claro retroceso a las formas fascistas de poder.
Ningún Lula salvador podrá salvar al pueblo. Lula y el pueblo se salvarán si desde el poder del gobierno contribuye a facilitar que el pueblo se organice como clase dominante, facilita que el pueblo genere sus propios mecanismos de poder y admitir que ese nuevo poder mande al basurero de la historia a la vieja maquinaria burocrática del capitalismo, reemplazándola por la moderna maquinaria del pueblo organizado desde abajo hacia arriba, desde cada centro de producción o actividad social, cultural, educativa o residencial.
Aunque pareciera que coincidimos Harnecker y yo, al analizar la caída del socialismo en la URSS, nos diferenciamos en que ella no crítica el poder que el pueblo delegó en el PCUS, a la falta de democracia directa que debió ser el poder soviético, sino a los malos actores del partido que decidían por arriba sin contar con el pueblo. Si no existía estructura participativa, lógicamente no existía el vehículo democrático que permitía el ejercicio permanente de la actuación política por parte del pueblo, el control de los cargos electos a los niveles superiores de responsabilidad política y de planificación económica. Incluida el derecho a la revocación de los cargos electos si estos defraudaban la confianza depositada en ellos.
Creo que M. Harnecker se confunde al plantear el marxismo que ella define de ayer y el marxismo de hoy. Toda la obra de Marx, que como revolucionario que es, no es solo la crítica científica del capitalismo, sino que toda su obra es una invitación a la toma del poder para transformar el mundo. De lucha para que desaparezcan las condiciones que dan lugar a la existencia de los estados como elementos represivos en tanto la sociedad se encuentra dividida en clases sociales antagónicas. El estado que como decía Marx no es algo colgado del cielo, se extinguirá cuando no hallan clases sociales a las que reprimir. Y en ese periodo de transición del socialismo al comunismo, es cuando la dictadura del proletariado, que como alternativa necesaria, reemplaza a la dictadura de la burguesía, que organizada "democráticamente", o en su clara formalidad clasista "dictatorialmente" impone su poder. No podemos olvidar aquella frase de Lenin que decía al referirse a las democracias capitalistas: "lo que es democracia para la burguesía es dictadura para el proletariado". Los trabajadores no pueden ser libres desde la desigualdad económica. Prueba evidente, es lo que constantemente vemos desde hace dos siglos. La mayoría sociológica interesada objetivamente en el socialismo y el comunismo vota a partidos que perpetúan el sistema capitalista. Engels decía al respecto que mediante el sufragio universal la burguesía sometía a los modernos esclavos asalariados.
Lo mismo que otros autores posmodernos autores, parece presentar como poco desarrollada la teoría marxista porque no refleja los avances científicos y los daños ecológicos que estos producen, lo cual da lugar al movimiento ecologista, que poco tiene que ver con el marxismo, o mejor dicho con su filosofía materialista dialéctica. Es inadmisible esa parcelación de la filosofía marxista. El materialismo dialéctico nos permite el análisis científico de las causas profundas que dan lugar a los problemas sociales y ecológicos, esa interpretación parcelada de la ciencia y la filosofía marxista nada tiene que ver con el marxismo. El marxismo hunde sus raíces en la física, en el movimiento y cambio permanente de la materia, en el desarrollo de la materia inorgánica, en la evolución de la materia hasta la constitución de la materia más desarrollada que es el ser humano. El ser humano como parte de la naturaleza, de un entorno ecológico que le permite vivir. Si se comprende en toda su profundidad el marxismo, no existiría la parcela del ecologismo anticomunista, los ecologistas serían comunistas, lo mismo que a los comunistas se les reconoce por querer acabar con el capitalismo, y con las barbaridades sociales y ecológicas que provoca ese sistema salvaje y depredador.
Al referirse a la insurrección armada y a la violencia, si bien admite que se de en Colombia considera que la violencia por la correlación de fuerzas imperialistas es "...muy difícil un triunfo armado hoy día. Insisto mucho en que el problema de la violencia no es un valor o bandera que defiende la izquierda. Es una simple constatación. Primero hay que saber muy bien que la violencia la imponen sectores privilegiados cuando los sectores populares logran por medios democráticos avanzar en un proyecto que hiera o golpee los intereses de los privilegiados: eso ocurrió en el Chile de Allende; en El Salvador; y está ocurriendo hoy en Venezuela".
"Creo que hoy la izquierda trata de avanzar al máximo por la vía pacífica. En la medida que
podamos construir por la vía pacífica, por la vía democrática, es mejor, porque esa transformación cultural que se necesita se produce en estos procesos democráticos." (los subrayados son míos)
Es una contradicción reconocer que la violencia la imponen los sectores privilegiados, sin reconocer que esos sectores son los que "democráticamente" gobiernan en el mundo. No nos dice que es a través de los aparatos del estado, del último eslabón del estado capitalista cuando les fallan sus propios mecanismos de sometimiento ideológico, cuando el formalismo democrático falla se abre paso a la violencia brutal de las armas, el ejercito toma el protagonismo para la defensa del sistema capitalista. Todos lo hemos visto, como históricamente se han producido esos golpes, pero no asumimos sus consecuencias, ideológicamente, no asociamos esa última maniobra, como la maniobra extrema, última del estado capitalista. Seguimos creyendo en el "Estado de Derecho" que explota y somete a los modernos esclavos asalariados. Seguimos confiando en el parlamentarismo banal que Lenin denunciara hace ya tanto tiempo, confiamos ganar y que el ejercito sea respetuoso y democrático.
No dice nada como tiene que ser la organización y lucha del contrapoder popular del pueblo. Confía que alguna vez por medios democráticos algún proyecto que hiera los intereses de los privilegiados llegue a buen puerto.
Ya nos dijo que desapareció la URSS y que el imperialismo es muy poderoso, de lo que se deduce que habrá que esperar a que se muera de muerte natural. Pero contra su pesimismo deberíamos recordarla el final de la declaración de la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas: "Nuestro enemigo, el enemigo de los pueblos del mundo, tiene la segunda arma más poderosa: el dinero. Pero nosotros tenemos la primera: la razón." Aunque esa razón nuestra por el momento se encuentre dispersa, sin la necesaria cohesión ideológica que posibilite el proyecto político y organizativo revolucionario.
Los pueblos no tienen ningún interés en el empleo de la violencia contra las clases dominante que siempre la utilizarán para mantener sus privilegios. El empleo de la violencia por parte de los privilegiados solo se hará imposible si el grado de organización popular llega a tal nivel de organización que les impida emplearla. Porque el pueblo, incluso los soldados como parte del pueblo que son, están organizados para rechazar cualquier orden que mande matar a sus padres o hermanos que trabajan o viven en fábricas, barrios o ciudades que han sido conquistadas.