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Opiniones

5 de mayo del 2003
Estados Unidos: los otros (1)

Andrés Sorel
La Razón

Quienes a sí mismos no quieren definirse de derechas, cosa que realmente no me explico, pues sean políticos o escritores, trabajadores o periodistas debieran ser consecuentes con sus ideas, saber defenderlas para reafirmarlas, gustan de llamarnos, a los que desde la izquierda atacamos la política de Estados Unidos, como «visceralmente antinorteamericanos», cosa que no es cierta. Porque confunden a un pueblo, un territorio, una cultura, con sus dirigentes políticos. Es como si en la España de Franco, cuando criticábamos y combatíamos el Régimen dictatorial y fascista del «Caudillo», nos hubiesen denominado antiespañoles. Personalmente, mis críticas no son de hoy: llevo casi cincuenta años escribiendo sobre el tema, manteniendo una actitud crítica contra la política intervencionista y agresora de los Estados Unidos. De vivir en el siglo XIX supongo lo habría hecho contra la de Inglaterra. ¿Significa eso no amar la otredad de esos países, la que nada tiene que ver con sus dirigentes políticos o voracidades empresariales, no reconocer sus culturas, creaciones literarias y artísticas, sus paisajes físicos y humanos? Hora es de plantear: ¿pero quiénes están detrás de Bush? La industria armamentística, petrolera, la ultraderecha religiosa, la burguesía más rancia, conservadora y privilegiada. No gran parte del pueblo norteamericano. Las gentes que vi manifestarse en Boston, protestar en Nueva York, esa población superior al 50 por ciento que no le vota, ¿son antiestadounidenses? Amamos el cine de los años cincuenta. Gran parte de los que lo realizaban o interpretaban y eran perseguidos por los fascistas de Mc Carthy, ¿eran también antinorteamericanos? ¿Y qué diríamos de lingüistas como Noam Chomsky, escritores como Norman Mailer, cineastas y cantantes que estos días han criticado sin piedad a sus dirigentes políticos?, ¿es que ellos también odian a su país, o se oponen simplemente a la locura desatada por el «presidente más estúpido que hemos tenido, el que se sirve de la estupidez como estrategia» al decir del autor de «Los vivos y los muertos»?

Michael Moore, el guionista realizador de ese gran documental que es Bowling for Colombine (antinorteamericano para nuestros críticos), dijo al recoger el Oscar, que le concedieron: «Nos gusta la no ficción porque vivimos tiempos ficticios. Ahora estamos librando una guerra por razones ficticias. Qué vergüenza, señor Bush, qué vergüenza». Según Norman Mailer la TV está devorando el país y añade: «Estados Unidos es hoy un lugar más zafio, más burdo, más feo en tono, y creo que se está dando una aceptación más natural del fascismo por parte de una gran parte de la población». Que no es la mayoría de Estados Unidos. Existe un movimiento crítico cada vez más extendido, que silencia naturalmente la gran censura de los monopolios del poder informativo. El libro de Michael Moore, que en sus obras ha denunciado las guerras de agresión durante los últimos cien años del militarismo estadounidense, titulado «hombre blanco», se ha situado el primer lugar de la lista de best seller de Nueva York. Y su documental sobre la tragedia de la escuela de Colombine ¬una de las denuncias más implacables que se han realizado sobre la violencia y la ley de las armas en este país, que sobrepasa en el número de asesinatos de forma incalificable a la de los restantes países occidentales¬ ha vendido más vídeos en Estados Unidos en los últimos meses que el de la película triunfadora de los Oscar, «Chicago». Ahora realiza otro documental: «TV Nation, la terrible verdad».

Cuando iba a iniciarse la terrible masacre del pueblo iraquí por las armas de destrucción masiva norteamericanas, 9.600 poetas estadounidenses escribieron 10.817 poemas condenando la guerra contra Iraq. El mandatario analfabeto y la primera dama no tienen poetas que les canten. No es que les importe, para eso Estados Unidos se divide en dos mundos: el de la corrupción, las trampas, la violencia, la incultura, las multinacionales enriquecidas, y el de la mayoría de la población que se siente explotada o silenciada en su propio país, y el de la cultura, unida contra este terrible y devastador imperio destructor y autodestructivo.