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Opiniones

23 de septiembre del 2003

América Latina: Una izquierda sin rumbo
Revolución o reformismo (primera parte)

Luis Arce Borja
Rebelión
Este articulo, dividido en varios capítulos, aborda cuestiones fundamentales de la contextura política y programática de la izquierda latinoamericana. Analizamos en especial su práctica y su equivocada concepción sobre las elecciones, el Estado, las clases sociales, las fuerzas armadas, el frente de lucha, y otros tópicos políticos que entrelazados configuran la temática principal de la revolución social en América Latina. Esta izquierda, y mucha de ella que aún se sigue llamando marxista-leninista, no hay que buscarla en las barricadas de lucha. Eso es del pasado. Ahora se le encuentra en los mullidos sillones de los parlamentos y en los lujosos mítines electorales que la burguesía organiza periódicamente para legalizar su poder.

Deducir y esclarecer la verdadera naturaleza y la esencia política de esta izquierda resulta una tarea de primer orden para avanzar en la lucha de liberación, socialista y antiimperialista. Mientras se siga dejando terreno libre a una izquierda que hace medio siglo ha perdido el rumbo de la historia, las potencias mundiales y los grupos de poder locales, seguirán hundiendo en el hambre y la miseria a nuestros pueblos, y la lucha por el socialismo será cada vez más lejana.




Cada cosa que hace o dice la izquierda latinoamericana sirve solamente para mostrar su ineptitud frente al desarrollo de la lucha social. Si estalla una rebelión popular se monta en la ola rebelde, no para darle orientación revolucionaria, sino más bien para conminar a las masas a tomar el camino de la legalidad y para incentivarlas a participar en procesos electorales que las clases políticas dirigentes organizan desde el Estado bajo el propósito de controlar el estallido social. Argentina (que en los capítulos siguientes analizaremos en detalle) resulta un ejemplo clásico de cómo una rebelión popular (diciembre 2001) que tenía todos los ingredientes objetivos (miseria generalizada, crisis política, rebeliones en las calles, etc.) para desarrollarse como una fuerza estratégica hacia la revolución, aterrizó en la trampa electoral, y la mayoría de este movimiento, así como la izquierda de este país, terminaron sosteniendo el proyecto político del peronista Néstor Kirchner.

Si estalla una aguda crisis en la fila de las propias clases opresoras con consecuencias imprevisibles para la estabilidad del Estado y la sociedad, la izquierda corre a ponerse en primera fila, pero no para luchar por el poder, sino más bien para contribuir a que la burguesía arregle sus líos internos y salga airosa del problema. Para este caso, nuevamente la izquierda coge su pomada milagrosa de las elecciones generales o cualquier otro tipo de proceso electoral que arregle "dentro de las leyes" la crisis en las alturas de los gobernantes. Perú es un buen ejemplo de este tipo de fenómeno político. El año 2000 el régimen de Fujimori alcanzó su punto más alto de una crisis que se había incubado y desarrollo durante 10 años de gobierno mafioso. Dos ingredientes se mezclaron para atizar la crisis. De una parte, la extrema pobreza de los peruanos, y la represión que sufría el pueblo, vislumbraban una explosión social generalizada que bien pudo ser fuente de energía de una guerrilla (maoísta) debilitada pero que en un caso extraordinario de explosión social quizás habría tomado la iniciativa para ponerse al frente de una lucha revolucionaria. De otra parte, el fujimorismo había acumulado serios conflictos internos a causa de la repartición de los robos, la coima, el tráfico de armas, el negocio de la droga, y otros problemas relacionados al manejo lumpenesco del Estado. El desgaste del gobierno era un hecho objetivo, y hasta sus aliados de la derecha y la "izquierda" habían empezado a abandonar el barco que se iba a pique. No era visto con buenos ojos ni por un sector de las clases ricas del Perú ni por un sector de los gobernantes norteamericanos. Hasta al interior de las fuerzas armadas las opiniones estaban divididas. Su forma mafiosa de administrar el Estado lo había conducido a un callejón sin salida y su permanencia en el gobierno ponía en peligro la integridad del Estado. Para salvar esta situación la "izquierda" y los partidos de la burguesía convocaron a elecciones generales. Fugimori salió huyendo y Alejandro Toledo, candidato de "todas las sangres" (léase todas las clases) se hizo del poder. Ahora en plena crisis del gobierno de Toledo, nuevamente un sector de la burguesía, así como parte de la izquierda (Patria Roja, y otros) (1) vislumbran un adelanto de las elecciones generales para salir reflotar el Estado que sigue en picada.

Las elecciones como pomada milagrosa, tiene mil uso y es remedio para cualquier tipo de problema político. Si hay golpe militar, a nadie se le ocurre llamar a una insurrección popular para defender "el orden constitucional", como especifica la Constitución de cualquier país del llamado tercer mundo. Inmediatamente las "fuerzas democráticas" hacen genuflexiones y piden elecciones generales. La izquierda es la primera que sale a las calles a reclamar elecciones generales para "retornar a la democracia". La mayoría de las dictaduras militares en América Latina han permanecido el tiempo que han querido y finalmente fueron sacramentadas por elecciones generales, plebiscitos o referéndum. Dentro de un círculo vicioso, los grupos de poder usan a las fuerzas armadas para dar golpes militares (cuando necesitan reprimir abiertamente) y usan a estos mismos militares para convocar elecciones que según sus promotores tienen el propósito de "regresar a la democracia". Por ejemplo en Chile la dictadura militar (1973) impuesta por Norteamérica, fue reemplazada (1990) por el "Gobierno de la Concertación" que surgió de elecciones propiciadas y controladas por el propio Augusto Pinochet. El personaje que reemplazó a Pinochet en el gobierno, fue Patricio Aylwin líder de la Democracia Cristiana, uno de los partidos que colaboró en el golpe militar del 11 de setiembre de 1973. El triunfo electoral de Aylwin se debió al voto de la derecha y del conjunto de la izquierda chilena. Como dijo el candidato electoral de los comunista de este país: "Este fue presidente de Chile no sólo fue por los votos de la Concertación sino también con los votos de los comunistas, de los miristas, de mucha gente que es de izquierda." (2)

Apología de las elecciones

La izquierda, convertida en los últimos 50 años en apologista de las elecciones burguesas, actúa como cómplice de los grupos de poder, y su predilección por el sistema legal burgués conlleva dos problemas de fondo: Por un lado, su errónea concepción sobre las elecciones burguesas contribuye a encubrir el carácter antidemocrático y reaccionario de las elecciones. Niega al mismo tiempo, que las elecciones, son antes que nada instrumentos de dominación de las clases que detentan el poder del Estado. De otro lado, el electorerismo de esta izquierda, y su forma de actuar en cada periodo electoral, no sólo entrega grandes ventajas a los grupos de poder y al imperialismo, sino que sin ningún principio de por medio, propaga la ilusión entre los trabajadores que las reformas y la "paz social" son posibles bajo el sistema de explotación.

Esta izquierda, engañada o por picardía política, es atraída por el discurso populista y demagógico de los candidatos electorales de la burguesía, y es aquí que expresa su disponibilidad para inducir a las masas a sostener a cualquier bribón que se presenta como candidato presidencial (casos recientes, Perú, Ecuador, Argentina, Brasil etc.). Esta izquierda, que ha hecho del camino electoral su doctrina política se mueve sin ningún principio político. Se ubica oportunistamente al costado de tal o cual fracción de la burguesía. En este terreno, su objetivo político se reduce a obtener algún curul en el parlamento, o a ser socia de menor rango de algún grupo electoral burgués. Bajo el propósito de ganar puntos en los procesos electorales fomenta alianzas pluriclasistas (frentes amplios, Coordinadoras electorales, etc.) cuyo objetivo no es la revolución, sino más bien salvar y proteger el sistema y el Estado explotador.

Esta izquierda, atrapada en un eclecticismo sin límites, entorpece la acción revolucionaria de la clase obrera y de las masas populares. Se monta en las movilizaciones populares, no para reivindicar la acción clasista de los trabajadores, sino para hacer de esta lucha un movimiento amorfo, seguidista y sin ninguna perspectiva de lucha. Su papel en el seno del proletariado es desastroso, y gran parte de la quiebra sindical y popular en los países pobres se debe a la conducta oportunista y manipuladora de esta izquierda. Usa la lucha sindical, no como un movimiento reivindicativo clasista de los asalariados, sino más bien como instrumento político de presión partidaria o como sustento de las movilizaciones y campañas electorales. En cualquier parte de América Latina se puede observar como las huelgas obreras o las movilizaciones campesinas han sido transformadas en movimientos sin ningún contenido de clase, cuyas acciones sirven solamente para sostener listas electorales de izquierda y de derecha. Es fácil constatar que los periodos de mayor actividad huelguísticas, coinciden con los preparativos de la contienda electoral y con la confección de las listas de candidatos. En Argentina, Perú, Brasil, Ecuador, Bolivia, etc. se han registrado extraordinarias movilizaciones populares espontáneas, pero que lamentablemente concluyeron como animadoras del circo electoral y respaldando alguna de las listas electorales del momento.

Los "cuadros" de esta izquierda introducidos en los sindicatos, no son los militantes abnegados de mediados del siglo XIX y la primera mitad del siglo pasado, que iban a las fábricas como organizadores políticos de los trabajadores, y cuyo objetivo estratégico era ganar al proletariado al partido de la revolución. Los de ahora son burócratas y mercaderes de pliegos de reclamos, que van al sindicato para corromper a los trabajadores, y formarlos en el arte de la manipulación, la mentira y el chantaje. La tarea de estos dirigentes es escindir y quebrar la lucha independiente del proletariado y reemplazarlo por un sindicalismo reformista y colaborador. Este sindicalismo, inculcado en la escuela del reformismo tiene como propósito sostener el aparato de dominación de los grupos de poder y del imperialismo. Lula de Brasil no es el único caso donde se ha utilizado la central obrera para escalar posiciones en el Estado. También en el Ecuador se ha visto este mismo fenómeno donde importantes organizaciones populares (Movimiento Pachakutic, CONAIE, etc.) se pusieron a la cola del coronel Lucio Gutiérrez (actual presidente ecuatoriano) y con el triunfo electora de éste ganaron algunos ministerios y otros altos puestos en el Estado. En Perú no es diferente, y desde hace por lo menos 20 años, los dirigentes sindicales combinan la dirección burocrática de la central obrera o campesina, con candidaturas al parlamento o los municipios.

Setiembre 2003

Notas

1. Patria Roja, se denomina también Partido Comunista del Perú (PC del P), y desde la década del 80 es uno de los animadores de los procesos electorales del Perú. Algunas veces ha logrado obtener algún curul parlamentario. En 1985 lanzó la consiga de votar por Alan García Pérez, líder del derechista y anticomunista Partido Aprista (APRA). En 1990, nuevamente lanzó la consigna de votar por Fujimori, que como todos recuerdan se quedó mafiosamente 10 años en el gobierno. En año 2000 nuevamente lanzó la consigna de votar y apoyar a Alejandro Toledo, a quien calificó de "candidato del pueblo". Recientemente, en agosto pasado, el secretario general de este partido apoyó las conclusiones de la "Comisión de la Verdad y Reconciliación", que como se conoce fue organizada en exclusivo para encubrir los crímenes masivos contra la población peruana.

2. .Sacerdote Eugenio Pizarro, revista Pluma y Pincel, enero 1993. Este sacerdote fue el candidato presidencial del Partido Comunista de Chile para las elecciones generales de 1993. Hablando sobre redimir a Pinochet, el sacerdote candidato dijo en plena campaña electoral que el "perdón es algo muy evangélico y muy cristiano y yo estoy dispuesto a perdonar incluso a Pinochet".