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Opiniones

17 de junio del 2003

Entrevista al filósofo Raimon Pannikar
"Sin una transformación radical, el mundo no tiene porvenir"

José Carlos García Fajardo
Centro de Colaboraciones Solidarias

P. Mestizaje ¿es una de las palabras claves del presente y futuro?

R. La palabra "mestizaje" no me gusta, pero es un mal menor. La palabra está unida a una situación de los últimos tres siglos en los cuales unos pueblos han explotado a otros de modo inicuo. Aunque el mestizaje fuese antieconómico, es inevitable, y sería antinatural evitarlo. Todos ganamos con una mutua fecundación de las culturas. Es algo natural, sin mutua fecundación no hay vida, incluso en el sentido biológico, en todos los órdenes. Mestizaje es lo natural, lo ha habido siempre, estaríamos perdidos de no ser así, pues la endogamia lleva a la degeneración.

Mucha gente me pregunta sobre la gran influencia de Oriente sobre Occidente: el yoga, la meditación, las artes marciales, etc. Lo que nadie se pregunta es la influencia mil veces mayor de Occidente sobre Oriente. ¿Qué son las universidades sino copia de Occidente? ¿Qué es el sistema económico sino copia de Occidente? ¿Qué es la medicina sino copia de Occidente y quién ha arruinado las medicinas autóctonas de otras partes del mundo? Estamos todavía dentro de la mentalidad colonialista.

P. - ¿En qué consiste ese colonialismo?

R. - No es algo moralmente malo; no todos los colonizadores iban con mala intención. El mito es el que vehicula las creencias. Utilizo la palabra mito no en el sentido de fábula sino como aquello en que se cree de tal manera que no se cree que se cree, se lo toma como natural, como evidente. El colonialismo es la creencia de que hay una sola cultura, por eso hemos llegado a la globalización que es el colonialismo más despiadado. ¿Qué colonialismo peor que uno sin rostro? Es un monoculturalismo.

Antes decíamos "un Dios, una patria, un rey", ahora decimos "un mundo global, un gobierno mundial, un mercado mundial, una democracia mundial": los mismos perros con distintos collares. La globalización es la continuación más despiadada del peor colonialismo. Si tú tienes un Gengis Kan, un Napoleón, un Hitler o un Clinton que quieren conquistar el mundo, puedes ir contra ellos. Pero cuando el movimiento es anónimo, sin rostro, sin faz, sin nombre, no sabes por dónde empezar. El mercado no es una persona.

P. - Es preciso denunciarlo y atacar al tiempo que se aportan propuestas alternativas

R. - Creo que más que denunciar hay que darse cuenta de la realidad. Lo que no se puede permitir por más tiempo es que nos tomen por tontos. Nos hacen comulgar con ruedas de molino y la propaganda, que ya de por sí es inmoral, es el cultivo de la mentira. Ya no se venden las cosas por su valor en sí, sino por la publicidad que se hace de ellas. No se aprecia el valor, se pregunta cuánto cuesta.

Hemos tergiversado el orden natural de las cosas, y sin una transformación radical, este mundo no tiene porvenir. Por eso, preconizo como eslogan "desmonetarizar la cultura".

P. - Hemos hecho de las cosas objetos, las hemos hecho objeto de conocimiento; no las respetamos

R. - Eso es obvio. ¿Por qué digo yo que la Ciencia moderna es perversa? Porque ha pervertido el sentido de las palabras objetivando la realidad, y la realidad no es objetivable. Por ejemplo, el llamado "Feminismo" te hace consciente de que las mujeres no son objeto, ni son objeto sexual, ni de admiración, ni de adoración. No son objeto, las mujeres son sujetos. Pero voy mucho más allá, y en esto está el fundamento de la Ecosofía: las cosas son sujetos. El respeto a la dignidad de las cosas es por ellas en sí mismas. Estamos ante un antropocentrismo feroz y pensamos que los únicos sujetos son los seres humanos, sobre todo los ricos, los blancos y los poderosos; lo demás son objetos. No hay más que ver los campos de concentración de animales en que hemos convertido las granjas. Hemos convertido la tierra en un objeto hasta el colmo que a sus entrañas las llamamos recursos. Son explotables, nadie se queja. Esto exige un cambio radical de cultura, de civilización, de visión del mundo.

P. - Los Informes de Naciones Unidas nos dicen que los recursos no son renovables, que la capa de ozono se reduce, que las agresiones medioambientales son irreparables. El tema de la globalización: lo global se asume porque las nuevas técnicas facilitan el acercamiento, nos hacen más próximos, vecinos. Pero tomar el mundo como mercado es una locura. Sólo pensar que los gastos en armamento el pasado año fueron 866.000 millones de dólares, y que los bancos blanquearon 400.000 millones de dólares procedentes de la droga... Si todos estos datos son tan conocidos ¿cómo sigue esta locura inmensa?

R. - Los bengalíes tienen un dicho: "Quien cabalga sobre un tigre, lo que no puede hacer es apearse". Nos hemos montado en el monstruo de la megamáquina y no podemos apearnos porque nos devora. Nos hemos montado en un sistema de ideas y ahora es casi imposible bajarnos, pues la inercia del pensamiento es más fuerte que la de la materia. Es cuestión no sólo de denunciar sino de despertar de este sueño en el que hemos caído desde hace dos siglos y medio. Visto desde el punto de vista intercultural, es ridículo que nos llamemos a nosotros mismos "ilustrados", siglo de las luces, y portadores del progreso... Ninguna civilización, religión o pensamiento es autosuficiente. Tenemos necesidad de una mutua fecundación, de un diálogo intercultural e intrarreligioso. Un día escuché al presidente de las Cámaras de Comercio de Estados Unidos sostener que "la Humanidad había vivido en las cavernas hasta que ellos no llegaron a descubrir la democracia, la libertad, el mercado mundial".

Es aberrante, pero quienes creen esto dominan por lo menos un cierto mundo. Por la fuerza de la inercia todavía creemos que las máquinas nos acercan, creíamos que las máquinas nos iban a dar más tiempo libre y nos han hecho esclavos de la tecnocracia. La misma metáfora del desarrollo es tendenciosa. Como si la vida consistiera en algo que desenvolver, y como si el tiempo fuera una autopista que tuviéramos que recorrer hacia el progreso, hacia la sociedad sin clases, hacia la felicidad.

Aprovechándonos del eslogan artificial del Tercer Milenio, como alternativa de la catástrofe, podríamos hablar no de reforma sino de transformación, de una metamórfosis radical de la vida, la ciencia. Tenemos que empezar ya, si esperamos una oportunidad favorable, no empezaremos nunca.

P. - Dice usted que las máquinas no nos acercan. Pero el hecho de que hoy podamos conocer otros pueblos, comunicarnos más, pasar información y recibirla nos va transformando también a nosotros. En ese sentido es enriquecedor.

R. - Como mal menor sí. Como hemos perdido la telepatía, como hemos perdido el verdadero Internet, nos tenemos que refugiar en el "externet". Hemos perdido la meditación, el conocimiento de los demás por naturalidad, hemos perdido la experiencia del cuerpo místico de Cristo o del de Buddha, entonces, como mal menor usamos las técnicas. El coche, por ejemplo, es útil para muchos... pero si lo cada uno de los seis mil millones de habitantes del planeta poseyera un coche destruiríamos el planeta.

Los automóviles, el Internet etc. son sucedáneos. Es más fácil el teléfono que la telepatía.

Porque para entrar en la telepatía necesito una verdadera cultura. Por teléfono no te puedo tocar, no te puedo oler. Hay adictos al ordenador, es una aberración. El problema es mucho más profundo de lo que parece. Es preciso un cambio de cultura, no digo utilizar las máquinas mejor, sino saber prescindir de estas muletas que nos permiten movernos. Mientras estés espiritualmente paralítico, te permiten comunicarte un poco. Por eso tampoco hay que ser un purista. Tener las muletas es un mal menor, pero me da lástima. Hay que considerar que la máquina de segundo grado no libera al hombre. Esta consiste en utilizar fuentes de energía antinaturales. ¿Por qué el mundo cada día es más pobre? Porque las fuentes de energía que utilizamos empobrecen la Tierra, pero como la Tierra la consideramos un objeto, que no tiene nada que ver con nosotros, estamos como estamos.

P. - Como desde el siglo XV hemos conquistado a otros pueblos, hemos caído en la trampa de pensar que los descubríamos, y que existían en la medida que nosotros los íbamos descubriendo. En el siglo XVII se trataba de ir a civilizarlos y a servirnos de ellos hasta el extremo de que muchos dudaron de fueran verdaderamente humanos. Pero ahora los ciudadanos de los diversos pueblos y culturas africanos y de otros países ya están "contaminados", tomarían como un abandono o como una discriminación el no participar en el banquete de la abundancia. La colonización ha sido un éxito.

R. - Nos pueden decir ¿Qué vienen a sermonearnos con la conservación del Amazonas? Antes de decirnos que nos mantengamos vírgenes, puros, séanlo ustedes. Vamos a explotar el Amazonas como ustedes han explotado todo lo demás.

P. - Pero no son los pueblos de la Amazonía los que lo explotan, son compañías transnacionales, eso es todavía peor.

R. - Sí, pero son los mismos brasileños, como en la India y en otros lugares los que se preocupan de hacer o participar en el negocio sucio". Mientras gastemos cuatro veces más energía que la energía natural reciclable no hay solución posible. Gastamos cuatro veces más unidades de energía por persona que las unidades de energía de un reciclaje natural, de una vida natural del hombre sobre la tierra.

Cuando digo natural no quiero decir primitiva, sino con todo el refinamiento del que es capaz el ser humano. Pero si el hombre sólo es feliz si va a la Luna, o si utiliza unos aparatos para moverse que pesan mil kilos para transportar cien, que es lo que el coche hace, ¿hay quien lo pare? Sí, la catástrofe total. De ahí que la gente responsable tiene que empezar a no desanimarse y construir pequeños islotes de esperanza donde los supervivientes puedan acogerse. A parte de otra dimensión profunda de la realidad que no vemos: Si la realidad fuera solamente lo que vemos con los ojos de la cara y lo que llamamos historia, si el hombre fuera solamente un animal racional, entonces no hay esperanza sobre la Tierra.

P. - Pero ¿hay lugar para la esperanza?

R. - La que llevas en tu corazón y te mueve a compartir y a aceptar el reto de gozar del profundo sentido de la vida. Vivir la armonía de todas las polaridades de la existencia. Abrirse al riesgo de ser lo que somos entendiendo la sabiduría como sede de la libertad, pues la finalidad de la naturaleza humana es la bienaventuranza cuyo fruto es la felicidad, la alegría. Recuerda que el boddhisatva es feliz a pesar de haber renunciado al nirvana. ¡Como complicamos las cosas cuando todo es tan sencillo! Somos responsables de esa felicidad.

Preparó el te y nos sentamos en silencio. No decían palabra el anfitrión, el huésped y el crisantemo.



PERFIL

Raimon Panikkar nació en Barcelona, 1918, de padre hindú y de madre catalana está considerado como uno de los máximos exponentes de los estudios y de las relaciones interculturales.

Ordenado sacerdote en 1946. Doctor en Filosofía, Ciencias y Teología, es autor de más de cuarenta libros en diversos idiomas y más de un millar de artículos sobre filosofía, ciencias, religiones comparadas e indología publicados en todo el mundo. Profesor en las universidades de Madrid, Roma, Montreal, Harvard, Varanasi, Bangalore y Santa Bárbara (California). En 1954 dejó Europa para ir a la India donde fue investigador en las universidades de Mysore y Varanasi. En 1966 fue nombrado profesor en la universidad de Harvard y durante veinte años dividió su tiempo entre la India y Estados Unidos. Se ha dedicado especialmente al estudio de la cultura india, de la historia y de la filosofía de las religiones Es autor, entre otras obras, de The Vedic Experience (1977), Myth, Faith and Hermeneutics (1979), La Trinidad y la experiencia religiosa (1989) La nueva inocencia (1993), Ecosofía (1993) Elogio de la sencillez (1993), El Cristo desconocido del hinduismo (1994) El silencio del Buddha (1996), La experiencia filosófica de la India (1996), El espíritu de la política (1998) Iconos del misterio (1998) Invitación a la Sabiduría (1998) o La intuición cosmoteándrica (1999).

Actualmente reside en Tavertet, una zona rural del pre-Pirineo catalán, donde continua desarrollando su obra y dirigiendo la Fundación Vivarium, lugar de encuentro de numerosas personas que comparten y promueven el diálogo intercultural. El maestro acaba de regresar de la India, donde ha participado en un importante debate con sabios hindúes, buddhistas y cristianos sobre los respectivos símbolos centrales de estas religiones.