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Opiniones

6 de julio del 2003

Potencia contra poder

Marcelo Expósito
La Vanguardia

żUna imagen que condense lo que sucede por aquí abajo entre las gentes?: millares de personas en todo el planeta aprendiendo lo que significa poner el cuerpo a producir política. Los cuerpos concretos que se agitan contra el nuevo orden global son la contraimagen exacta tanto de la alienación de la soberanía popular que ejecutan las actuales instituciones democráticas, como de la imagen desmaterializada de un mundo gobernado por cifras y cálculos económicos que gestiona el neoliberalismo. Tanta literatura sobre nuevas formas de hacer política, organización en red, movimientos participativos, se resume así: la potencia de los cuerpos puestos a hacer política tiende a expresarse, cada vez más, en contra de cualquier lógica clásica de obtención y ejercicio del poder.

En apenas Ądos años!, de 1999 a 2001, de Seattle a Génova, pasando por Québec, Praga o Barcelona, la acción directa y la desobediencia fueron las herramientas principales con que miles de cuerpos bloquearon las cumbres institucionales del ilegítimo poder global. Un apretado ciclo que valorizaba el saber político atesorado en redes transnacionales como Direct Action Network, Acción Global de los Pueblos o Ninguna Persona es Ilegal, en la coordinación de jornadas de acción global contra el capital o campamentos fronterizos contra las infames leyes de inmigración. Experiencias que interconectaron movimientos sociales tan diversos como Reclaim the Streets, con su ecologismo urbano anticapitalista irradiado desde Londres, o el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra, con sus ocupaciones de tierras en Brasil. Por no hablar de otros fenómenos como el significado fundacional que para la política del nuevo milenio tuvo el grito de dignidad rebelde lanzado en 1994 desde Chiapas.

Políticos, politólogos, científicos sociales, no entienden que el atisbo de una inédita esfera pública a escala planetaria protagonizado por los millones de seres humanos que dijeron "no a la guerra", no puede ser sometido a interpretaciones en las que el cuerpo es una ausencia clamorosa. Escrutar la traducción electoral del no la guerra malinterpreta un movimiento instituido sobre un "no" antagónico de la mecánica representativa: afirmamos con nuestra presencia que esta política asesina no es en nuestro nombre. A quienes repiten generalidades sobre el uso abstracto de Internet en la convocatoria de una manifestación mundial, habría que recordarles las formidables competencias comunicativas adquiridas en años por centenares de grupos activistas cuya inteligencia colectiva y continuado trabajo se materializa en útiles de comunicación descentralizada como Indymedia.

Aunque la mayoría de quienes pusieron su cuerpo en la calle no fuera del todo consciente, el movimiento contra la guerra llevaba inscrito en su código genético el saber heredado y acumulado por un incipiente movimiento de oposición global que se enfrenta a retos fundamentales. Es ya imperativo fomentar una nueva consciencia política global. Frente a la urgencia con que los medios de comunicación simplifican los nuevos fenómenos, se debe saber socializar el relato complejo de una genealogía que, pongamos, reavive la memoria del ciclo del 68 en lo que supuso de ruptura con la política moderna y explosión de nuevas subjetividades políticas. Frente a los intentos oportunistas de reconducir la crítica para reanimar un sistema institucional esclerótico ("la gente pide que los políticos escuchen..."), se requiere un ejercicio de imaginación política sobre las formas que habría de adoptar el proceso instituyente de un nuevo tipo de esfera pública no estatal descolonizada asimismo del cálculo capitalista. Porque la sociedad civil planetaria necesita seguir construyendo a marchas forzadas, con errores, aciertos e incertidumbres, en paralelo a la globalización del capital, una nueva complejidad democrática radical y global.