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Opiniones

9 de marzo del 2003

Sobre Karl Kraus y el periodismo

Pierre Bourdieu
A Clemens Heller

[...] Karl Krauss hizo algo bastante heroico, poner en tela de juicio al mundo intelectual. Hay intelectuales que ponen en tela de juicio el mundo, pero hay pocos que ponen en tela de juicio el mundo intelectual. Lo que comprendemos al pensar que, paradójicamente, es ahí donde tenemos nuestros "nuestros dados" como se dice, lo que está en juego, y que los otros, sabiéndolo, se van a apresurar, solo tengan la oportunidad, volteando contra nosotros, nuestros propios instrumentos de objetivación. Además, eso nos conduce entonces a ponernos en escena, como lo vemos en los happenings de Kraus, dónde uno se pone en juego personalmente. Teatralizar su acción, como hacía Krauss, dramatizar su pensamiento, ponerlo en acto y en acción como un actor, es otra cosa que escribir un artículo culto (o científico), enunciando in abstracto cosas abstractas. Eso implica una forma de coraje físico, a lo mejor un cierto exhibicionismo, y también el talento y las disposiciones que no están inscritas en el habitus académico. Pero también implica tomar riesgos, porque cuando uno se mete en el juego a ese punto, no se compromete (s'engage) simplemente en el sentido sartriano (y banal) del término, es decir en el campo de la política, de las ideas políticas; uno se compromete así mismo, uno se da a sí mismo como prueba, con toda su persona, sus propiedades personales, y uno debe atenerse a choques de regreso. No se hacen exposiciones como en la universidad. Uno se "expone", que es algo completamente diferente: los universitarios exponen mucho en los coloquios... pero no se exponen mucho. Uno debe esperar ataques llamados personales, porque atacan a la persona (¿ no se acusó a Krauss de antisemitismo?), a los ataques ad hominem, que se orientan a destruir en su principio, es decir en su totalidad, la veracidad, su virtud, aquel, que por sus intervenciones se instituye en reproche viviente, el mismo sin reproche.

¿Qué hizo Krauss tan terrible para suscitar semejante furor (todos los periódicos se dieron los medios para silenciar su nombre, cosa que no lo puso a salvo, lo dije, de la difamación)? Me parece que una frase que da su principio, puede resumir lo esencial de su programa: "Y aun si no hice otra cosa, cada día, que recopilar y transcribir textualmente lo que dicen y hacen, me llaman detractor". Esta magnífica formula enuncia, si lo podemos llamar así, la "paradoja de la objetivación": ¿qué es ver del exterior, como un objeto, o, según los términos de Durkheim, "como cosas", las cosas de la vida, y más precisamente, de la vida intelectual, de la cual hacemos parte, en la cual participamos, rompiendo el lazo de complicidad tácito que tenemos con ellas, y suscitando la revuelta de las personas así objetivizadas, y de todos los que se reconozcan en ellas? ¿Qué es esta operación que consiste a hacer visible lo invisible ya visto y hacer aparecer como escandalosas que vemos y leemos todos los días en los periódicos? (Es en cierta medida lo que tratamos de hacer en Actes de la recherche en sciences sociales, que tiene ciertos aspectos en común con Die Fackel: por el hecho de pegar un documento, una foto, el extracto de un artículo, en un texto de análisis, cambiamos completamente el estatus del texto y del documento; eso por lo cual hacíamos una lectura distraída, puede aparecer repentinamente como sorprendente, escandaloso incluso. Todas las semanas vemos editoriales pretenciosas - para ser verdaderamente krausianos, habría que decir los nombres; después, un día, cortamos uno de ellos y lo pegamos en una revista, y todo el mundo lo encuentra insoportable, insultante, injurioso, calumnioso, terrorista, etc.). Imprimir y darlos a conocer, públicamente, lo que no se dice ordinariamente, sólo en el chisme, o en la murmuración inverificable, como los pequeños silencios (petits riens) de la vida universitaria, editorial o periodística, a la vez conocidos y censurados, declarándose personalmente fiador y responsable de su autenticidad, es romper la relación de complicidad que une a todos aquellos que están en el juego, es suspender la relación de connivencia, de complacencia y de indulgencia que cada uno concede a cada cual en contrapartida, y que constituye el fundamento del funcionamiento ordinario de la vida intelectual. Es dedicarse a aparecer como un grosero indecoroso que pretende llevar a la dignidad del discurso culto (o científico), simples habladurías malintencionadas o, peor, un hablador, un fanfarrón o un traidor.

Si el recurso a la citación objetivante es inmediatamente denunciado e indicado, es que lo percibimos como una manera de mostrarlo, de indicarlo. Pero en su caso particular, Kraus muestra, a aquellos que normalmente muestran o indican. En términos más universitarios, Kraus objetiva a los detentores del monopolio de la objetivación pública. Hace ver el poder - y el abuso de poder - volteando ese poder contra quien lo ejerce, y esto gracias a una simple estrategia de demostración. Nos hace ver el poder periodístico, volteando contra el poder periodístico, el poder que el periodismo ejerce cotidianamente contra nosotros.

Este poder de construcción de la constitución de la publicación de gran circulación, de la divulgación masiva, los periodistas los ejercen todos los días, por el hecho de publicar o no publicar los hechos o los comentarios a ellos dirigidos (hablar de una manifestación o guardar en silencio, de dar cuenta de una conferencia de prensa o ignorarla, de dar cuenta de manera fiel o inexacta, o deformada, favorable o desfavorable), o hasta, en desorden (a granel), por el hecho de poner los títulos o las leyendas, por el hecho de pegar etiquetas profesionales más o menos arbitrarias, por exceso o por omisión (podríamos hablar de los usos de la etiqueta de "filósofo"), por el hecho de constituir como un problema algo que no lo es, o la inversa. Pero pueden ir mas allá, impunemente, respecto a personas, a sus acciones o a sus obras. Podemos decir sin exagerar, que tienen el monopolio de la difamación legítima. Aquellos que han sido víctimas de tales difamaciones y que han intentando desmentirlas, saben que no exagero. La citación y el collage producen el efecto de voltear contra los periodistas una operación que ellos hacen cotidianamente. Y es una técnica bastante irreprochable, puesto que en cierta forma, no tiene palabra. Dicho esto, no todos los intelectuales y los artistas son aptos a inventar técnicas de este tipo. Uno de los intereses de Kraus es ofrecer una especie de manual del perfecto militante contra la dominación simbólica. Fue uno de los primeros a entender, en la práctica, que existe una forma de violencia simbólica que se ejerce sobre las mentes (les esprits) manipulando las estructuras cognitivas. Es muy difícil inventar, y sobre todo de enseñar las técnicas de self defense que hay que movilizar contra la violencia simbólica.

Kraus es también el inventor de una técnica de intervención sociológica. A diferencia de tal seudo-artista que pretende hacer del "arte sociológico", cuando no es ni artista ni sociólogo, Kraus es un artista-sociólogo, en el sentido que él hace actos que son representaciones sociológicas, es decir, "acciones experimentales", que se orientan a mostrar, a desenmascarar, a desvelar las propiedades o las tendencias escondidas del campo intelectual. Es también el efecto de ciertas coyunturas históricas que llevan a ciertos personajes a traicionar aquello que solamente desvelaban bajo una forma altamente velada, sus actos o sus escritos anteriores (pienso por ejemplo en Heidegger y a su discurso del rectorado). Kraus quiere tumbar las máscaras, sin esperar la ayuda de los eventos históricos. Para eso, hace llamado a la provocación que lleva al error o al crimen. La virtud de la provocación es que brinda la posibilidad de anticipar, volviendo inmediatamente visible aquello que solo se presiente por la intuición o el conocimiento: el hecho que las sumisiones ordinarias anuncien las sumisiones extraordinarias de situaciones extraordinarias.

Jacques Bouvresse ha hecho alusión a las famosas falsas peticiones, verdaderos happenings sociológicos que permiten verificar leyes sociológicas. Karl Kraus hizo una falsa petición humanista, pacífica, sobre la cual incluyó firmas de gente simpática, verdaderamente pacifista y firmas de antiguos militares recientemente convertidos al pacifismo. (Imagínese un poco lo que sucedería hoy en día con los antiguos revolucionarios de 1968 convertidos al neoliberalismo). Sólo los pacifistas protestaron contra la utilización de su nombre, mientras que los otros no dijeron nada, puesto que evidentemente eso les permitía hacer, retrospectivamente, lo que no hicieron cuando debieron haberlo hecho. !Es sociología experimental! Krauss despeja una serie de proposiciones sociológicas que son al mismo tiempo, proposiciones morales. (Y rechazo aquí la alternativa de descriptivo o prescriptivo). Tenía horror por las buenas causas y de aquellos que sacan provecho: es un signo, a mi juicio, de salud moral de estar furioso contra aquellos que firman peticiones simbólicamente rentables. Denuncia lo que la tradición llama el "fariseísmo". Por ejemplo, el revolucionarismo de las literaturas oportunistas del cual muestra que no es el equivalente del patriotismo y de la exaltación del sentimiento nacional de otra época. Todo se puede remediar, aun el vanguardismo, aun la trasgresión, y los intelectuales de los cuales Kraus, parodia, evocan ya nuestros "intelectuales de parodia", como los llama Louis Pinto, para quien la trasgresión (fácil, regularmente sexual) es la regla, y todas las formas del conformismo de anticonformismo, del academicismo de anti-academicismo del cual Todo-París mediático-mundano es una especialidad. Tenemos intelectuales lagartones, incluso perversos, semiólogos convertidos en novelistas como Umberto Eco o David Lodge, artistas que ponen en marcha cosas de manera más o menos cínica, procedimientos emanados de obras de vanguardia anteriores, como Philippe Thomas, que hace firmar sus obras por coleccionistas y que será, tarde o temprano remediado (o segundado), por otro que mandará hacer sus obras por los mismos coleccionistas. Y así hasta el infinito. Kraus denuncia también todos los beneficios intelectuales ligados a los reenvíos de ascensor (renvois d'ascenseur) y a los mecanismos de la economía de intercambio intelectual. Él demuestra que la regla de dar-dar (donnant donnant) hace imposible toda crítica seria y que los directores de teatro no se atreven a rechazar una pieza de un critico tan poderoso como Hermann Bahr, que de esta forma, pueda llevar sus representaciones a cualquier teatro. Tenemos el equivalente con todos esos críticos literarios que los editores se arrebatan o aquellos a los cuales confían la dirección de colecciones, y yo podría dar ejemplos de reenvíos de ascensor increíbles en los cuales los puestos universitarios pueden entrar en juego.

Si evidentemente nos identificamos con Kraus, es porque una gran parte de las causas producen los mismo efectos. Y que los fenómenos observados por Kraus, tiene un equivalente hoy. Es sin duda más difícil, saber porque somos algunos, escritores, artistas, de todos los países, sobre todo de lengua germana, que compartimos el gusto por Kraus. Ocupamos una posición y nos gusta algo, quizás ligado a esa posición. Es importante intentar de comprender la posición de Kraus en su universo para tratar de entender si hay algo similar o homólogo con respecto a nuestra posición, que nos hace identificarnos con sus tomas de posición. Probablemente el hecho que sea un intelectual a la antigua, formado a la antigua (basta tomar en cuenta su alemán, su dicción, etc.) que se siente amenazado por los intelectuales nouvel maniere: es decir, los periodistas que a sus ojos son la encarnación de la sumisión al mercado, etc.; y de otra parte los intelectuales de la administración, de la administración de guerra, los intelectuales del aparato, los intelectuales de partido, que juegan un rol muy importante en su batalla. Contra el había una alianza de aparatchiks y de periodistas. Incluso, mutatis mutandis, hay muchas analogías con el presente. A lo mejor, como hoy, los limites del campo intelectual y del campo periodístico se estaban desplazando y que las relaciones de fuerza entre esos 2 campos estaban cambiando, con la ascensión en cantidad y calidad simbólicas de los intelectuales "mercenarios", directamente sometidos a las obligaciones de la competencia y del comercio.

Así, es debido a una afinidad de humor que nosotros nos reconozcamos Kraus. Pero nos podemos interrogar si es necesario o no, auque sea un poco "moral", de estar de mal humor, es decir, sentirse mal consigo mismo, en la posición de uno, en cualquier universo en el que uno se encuentre, estar contrariado pues, chocado o escandalizado incluso por las cosas que todo el mundo encuentra normales, naturales, y privado en todo caso de los beneficios de la conformidad y el conformismo que hacen fracasar espontáneamente a aquellos conformes espontáneamente; si es necesario, en una palabra, tener cierto interés a la moral (que no hay que esconder). Pero la debilidad de Kraus - de todo crítico de humor -, es que no capta bien las estructuras; el ve los efectos, los muestra con el dedo, pero sin comprender, la mayoría de las veces, el principio. Ahora bien, la crítica de los individuos no puede ocupar el lugar de la crítica de las estructuras y los mecanismos (que permiten convertir las malas razones del humor, bueno o malo, en razones razonadas y criticadas del análisis). Dicho esto, el análisis de las estructuras no conduce a los agentes a deshacerse de su libertad. Ellos tienen una pequeñísima parte de libertad que puede ser aumentada por el conocimiento que ellos pueden adquirir a través de los mecanismos en los cuales ellos mismos se encuentran. Es por ello que los periodistas se equivocan cuando tratan el análisis del periodismo como una "crítica" del periodismo, cuando lo que deberían ver es un instrumento indispensable para acceder al conocimiento y a la conciencia de las limitaciones estructurales en las cuales se encuentran, darse pues un poquito más de libertad.

Vemos que la sociología, invita a politizar y no a moralizar. Así como ella trae a la luz los efectos de estructura, ella arroja las más grandes dudas sobre la deontología y sobre todas las formas de seudo-crítica periodística del periodismo, o televisiva sobre la televisión, que no son mas que distintas maneras de hacer el audiómetro y de restaurar su buena conciencia, dejando todo en su lugar. De hecho, la sociología invita a los periodistas a encontrar soluciones políticas, es decir a buscar, en el mismo universo, los medios de luchar, con los medios del mismo universo, para dominar los instrumentos de producción y contra todas las limitantes no específicas que se imponen contra ellos. Y esto sabiendo organizarse colectivamente, creando, gracias a Internet, movimientos internacionales de periodistas críticos. Para ser breve, inventando, en lugar de la "deontología" verbal, de la cual se gargarizan ciertos periodistas, una verdadera deontología de acción (o de combate) en y a través la cual los periodistas denunciarían, al estilo Kraus, en su calidad de periodistas, a los periodistas que destruyen la profesión de periodista.

- Publicado en Actes de la recherche en sciences sociales, Paris, No. 131-132, marzo, 2000, pp. 123-26.
Traducido por Domingo García.