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Opiniones

13 de abril del 2003

Argentina: Masa y Poder XXVII
Posfordismo, función política y una vez más sobre las elecciones

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico

"Hoy en Argentina la clave están en las perspectivas políticas"
(J. Chang, analista estrella del mundo financiero de New York, y de JP Morgan, febrero, 2003)

"Debemos elogiar la capacidad de contención del conflicto social por parte del gobierno de Duhalde"
(IDEAGlobal, una consultora de moda en Wall Street, febrero, 2003)

"Nunca se repetirá lo suficiente que prever el desarrollo del capital no significa someterse a sus leyes de hierro: significa obligarle a tomar un camino, esperarlo en un punto con armas más potentes que el hierro, allí asaltarlo y allí destrozarlo"
(M. Tronti, 1964)

Posfordismo, función política y una vez más sobre las elecciones: mirar a mayo, olvidar abril: el eje de la recomposición del "Capital-Parlamentarismo" pasa desde junio del 2002 por reconstituir el poder político, como base de cualquier programa capitalista. Las elecciones del 27 de abril (convocadas de manera capciosa, quizás ilegal, por un régimen de magra legitimidad de origen y de ejercicio) ya están instaladas como variable clave de cualquier análisis que se haga para el futuro de la lucha de clases. Este será el primer comicio, después de 17 experiencias electorales, en el que el bipartidismo burgués y su código se hace pedazos, y en el cual crece la posibilidad de un sistema unipartidista imperfecto, con el PJ como partido del orden ¿ Cómo impactará en el movimiento un régimen post-27 de abril representado por no más del 20% de la población? Si la política es economía concentrada, la variable fundamental para recuperar el liderazgo político burgués que se hizo añicos con la crisis, será un nuevo nivel de recomposición de la fuerza de trabajo.

La Nueva Clase política sabe con certeza, como lo deberían saber los partidos clásicos de la izquierda, que en los períodos preelectorales las expectativas económicas de las masas tienden a mejorar, aunque sea una mistificación de la conciencia de clase. Lo peor que le podría pasar a la revolución argentina era institucionalizar la pulsión de la multitud en los canales del sistema electoral. "En julio, cuando Duhalde anunció las elecciones para abril, empezó a mejorar la economía; luego las expectativas cayeron cuando hubo más dudas de si se hacían los comicios o no, y ahora que sobreactúa su apoyo a Kirchner, dando la certeza de que se va a votar, de nuevo mejoran", rezan con esperanza los brokers de la "City" porteña. La dispersión es brutal, la segmentación del movimiento cruda y el cuadro más probable es que gane alguien que en primera vuelta no saque más del 20% de los votos. La legitimidad será extremadamente económica e íntimamente ligada al ciclo de recomposición del capital, como nunca se ha vista en la historia argentina.

El nuevo régimen "capital-parlamentario" encontrará un ciclo económico con perspectivas positivas tras cuatro años continuos de recesión. Arrancará con un sistema institucional extremadamente frágil, un sistema de partidos desarticulado y una profunda crisis de representación entre la política y la multitud. Domesticar al movimiento desde dentro del capital será su desafío inmediato. Y es que la Nueva Clase política sabe utilizar sus instrumentos muy bien: si en el semestre anterior a un comicio el ingreso disponible del votante promedio aumenta un 2% o más, hay un 70% de probabilidades de que el presidente en ejercicio sea reelecto (o su sucesor o delfín), según la ingeniería social y el marketing político. En el ciclo político de la burguesía tendría que quedar claro a la izquierda: comprobado que en los meses anteriores a una elección aumenta el gasto (social directo o indirecto) y bajan los impuestos (o al menos no suben), con el objetivo de ganar el favor de los votantes hacia el candidato oficial. ¿Para qué piensan que sirve el control del estado? ¿Qué ha hecho el hábil de Duhalde desde junio del 2002? El posfordismo ha dejado ganadores y perdedores dentro de la propia burguesía: la devaluación formó una nueva estructura de precios que inclinó la balanza a favor de sectores productivos que no dependen de insumos importados y que no necesitan sostén bancario (poseen su propia estructura financiera).

Según datos de la FIDE, los indicios favorables se concentran en actividades cuyo valor agregado equivale a 40% del PBI. Estos sectores no traducen su respiro en nuevos empleos: son posfordistas. Reflejando esto coincide que en los últimos meses se perdieron 515.000 puestos de trabajo reales¡ ¿Quiénes perdieron absolutamente? Los trabajadores en su totalidad, tanto fordistas como precarios. El salario real, hasta noviembre, caía 23,8% con relación a diciembre de 2001. Sin el Plan Jefes y Jefas de Hogar, la desocupación sería del 25%. La retribución promedio de los ocupados en la economía cayó en el 2002 al equivalente a u$s 850 desde u$s 2.233 que se había registrado en la crisis del Tequila, en 1995, según se desprende de los últimos datos del INDEC de octubre. "La Argentina tenía un ingreso anual por habitante de casi u$s 8.000 en el 2000; sin embargo, era apenas un 3,3% más alto que en 1994. En el 2002 cayó estrepitosamente a u$s 2.750. De una economía que fluctuaba alrededor del estancamiento pero mantenía el nivel de ingresos más elevado de la región pasó a otra que ubica al país entre aquellos de ingresos medios más bajo.

El desenlace temido de un lustro perdido es el colapso económico", destaca el "cuadernillo de trabajo sobre Aportes para el Desarrollo Humano de la Argentina 2002", de las Naciones Unidas. "Las transformaciones en la estructura productiva del país, la recesión económica prolongada y la desocupación provocaron la caída de los ingresos individuales y familiares", según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano en la Argentina (PNUD). Así, sostiene el paper que "de un descenso de alrededor del 1,5% en el lustro pasado, la pérdida alcanzó al 10% anual a partir del 2000. Hoy una persona gana aproximadamente un 20% menos que en 1995" en términos reales, según la variación del índice de precios al consumidor, y de un 66% si se mide en dólares. Gobernar la conflictividad, recomponer el capital hasta la médula, reconstruir el bipartidismo: tales las tareas del futuro gobierno. El movimiento debe mirar al mes de mayo, no a abril. Mayo, depende de nuestras capacidades organizativas y de la responsabilidad histórica de la izquierda, será un mes caliente. Podría ser la continuación de diciembre del 2001. Las políticas de ajuste y estabilización pendientes se tienen que discutir en tiempos post-eleccionarios o en medio de las pugnas Inter.-burguesas si hay ballottage. El futuro presidente aparece atado de pies y manos. Siguiendo lo firmado con el FMI, la deuda pública (incluyendo la provincial) oscilaría en los $650.000 millones. Sin entradas de capital ni reinversión de utilidades el 2003 está encorsetado, con el dilema social sin resolver y el movimiento en estado de alerta. Tampoco se habla de los efectos que una guerra con Irak produciría en el mundo y en el país. Con la recesión mundial actual los compradores de exportaciones argentinas tienden a cerrarse, proceso que se aceleraría con la ola bélica.

Breve radiografía de un nuevo país capitalista: en 2002, el valor en dólares del total de la producción argentina (PBI) fue de algo más de US$ 100.000 millones: esto es, menos que los US$ 112.000 millones de 1989 y que los US$ 283.500 millones de 1999. Este dato es importante, porque muestra lo que la economía argentina vale para los extranjeros y para los propios argentinos. Las cifras no dejan lugar a comentarios. El PBI en términos reales habrá caído en 2002 más de 11%, lo cual es récord histórico de baja. Entre 1989 y 1999 creció un 48% y, en 1998, alcanzó el máximo nivel histórico. Fue la primera ola de acumulación posfordista, primera ola de subsunción real del trabajo al capital (como muestran las estadísticas). El año último, el valor de la producción argentina por habitante fue de alrededor de US$ 2800, menos que los US$ 3500 de 1989 y un 65% menos que los US$ 8000 de 1999. La mayor parte de la caída se dio en 2002, ya que en 2001 el nivel era de US$ 7400. En 1989 las exportaciones argentinas eran de US$ 9500 millones y, en 1999, creciendo 145%, fueron de US$ 23.300 millones. En 2002, las exportaciones cayeron alrededor de un 5% respecto de 2001, a pesar de haberse más que triplicado el valor del dólar. Las exportaciones industriales pasaron de US$ 3500 millones en 1989 a US$ 7000 millones en 1999. En 2002, cayeron alrededor del ocho por ciento. A pesar de la pregonada "destrucción de la industria", la producción del sector creció 27% en términos reales entre 1989 y 1999, basada en aumentos inéditos de la productividad. En 2002, era igual a 1989 y casi 10% menos que en 2001.

Los nuevos pobres del posfordismo aumentaron en 7.000.000 de compatriotas en 2002, llegando a sumar el 57,5% de toda la población. Su nivel es superior al de 1989 y de más del doble del de 1999. Los argentinos a los que no les alcanza ni para comprar la comida necesaria para sobrevivir son 4.800.000 más que en 2001 y se duplicaron, llegando a casi un cuarto del total de la población. Casi el mismo porcentaje que en 1989 y cerca de cuatro veces más que en 1999. La cantidad de gente que no tiene trabajo aumentó en cerca de 800.000 personas en 2002, si se contabiliza a los que reciben subsidio de desempleo (justamente porque son desocupados). Hoy es casi el doble que en 1999 y es récord máximo histórico. La pesificación violenta estafó a alrededor de 1.000.000 de depositantes bancarios y a cientos de miles de acreedores privados. Se terminó de destruir el sistema financiero que, entre 1989 y 1999, había pasado de tener US$ 1600 millones de depósitos totales a acumular US$ 81.000 millones (casi cincuenta veces más). El año 2002 terminó con imposiciones totales por US$ 21.600 millones, cayendo a un tercio de lo que eran a finales de 2001. Cuando este gobierno semilegal e ilegítimo deje la presidencia, la deuda pública nacional será de más de US$ 186.000 millones (según admitió el Ministerio de Economía en el acuerdo con el FMI). Esto implica un incremento de más de US$ 40.000 millones respecto de finales de 2001 (si, leyeron bien) y caben dudas de que se hayan contabilizado todos los pasivos que se están devengando.

Cuando declaramos la cesación de pagos, a finales de 2001, la deuda equivalía a cuatro años del total de ingresos corrientes del Estado ¿nacional?. Cuando el actual gobierno deje el Ejecutivo, equivaldrá a doce. No es dato menor la fragmentación y segmentación del movimiento. Ese cuadro es lo que surge a nivel promedio del país, pero el panorama es singularmente peor cuando se analiza la situación socioeconómica en cada provincia y región del país. "Mientras que en el lustro pasado Corrientes fue la provincia con mayor deterioro, un 22%, en el período 2000-2001 las mayores pérdidas se registraron en San Luis con 27,9% y Entre Ríos 22,7 por ciento. Formosa y Misiones tienen los ingresos más bajos del país y sufrieron una caída superior al 30%", muestra el trabajo del PNUD. Como consecuencia de semejante deterioro, se profundizó el último año la distancia entre el primer quintil (20%) de la población con más bajos ingresos y el quinto, el más alto, desde 11,5 veces que se registró en la crisis del Tequila, en 1995, a 20,4 veces en el 2002. El caso extremo es el de Formosa, con 52,7 veces, seguida de Entre Ríos con 32,2 y el área suburbana de la provincia de Buenos Aires, con 30,9. Si se observa que el PNUD detectó que "entre 1995 y el 2002 en un gran número de jurisdicciones la brecha de ingreso pasó el umbral de las 20 veces mientras que en 1995 ninguna había alcanzado esa diferencia". El mapa de la distribución de la fuerza de trabajo sigue cambiando dramáticamente: se destruyen empleos formales fordistas de alta productividad y se generan puestos sin calificación. Tal el panorama objetivo del capital hoy.

Nuevas leyes para la acción: la táctica nunca se escribe de una vez por todas sobre las sagradas tablas de la ley: es creación colectiva permanente, invención cotidiana en y con las masas, es adherencia a las cosas y, libertad de las ideas-guías, una especie de imaginación productiva, sanamente dialéctica, que únicamente logra que el pensamiento funcione en medio de los hechos, es el verdadero pasaje al "¿Qué Hacer?, pero tan sólo para quién sabe qué hacer. Una elección presidencial, incluso en ese contexto prerrevolucionario, tiene el rango de una oportunidad burguesa. Un comicio no puede ser la panacea revolucionaria para el movimiento, jamás en situación normal, mucho menos con el 70% de la gente sosteniendo el "¡Qué se vayan todos!". Desde el punto de vista del movimiento revolucionario, las contradicciones del capital ni se siguen, ni se rechazan, ni se resuelven: únicamente se utilizan. Y para utilizarlas es necesario exasperarlas hasta el límite. ¿Puede pensarse estas elecciones como un factor de organización de las importantes luchas actuales, sea como factor de preparación del segundo acto de la crisis revolucionaria, sea como un amplificador comunicativo (modelo del tribuno del siglo XIX)?. Si, es posible, para aquella izquierda histórica que ha incomprendido que la explotación se hallada fijada, desde 1989, en términos políticos únicamente, que la explotación es función de un proceso de reproducción social que tiene por finalidad el mantenimiento y la reproducción del dominio capitalista.

La constitución material de la fuerza de trabajo hoy en Argentina, y de la jornada de trabajo en la subsunción real, sólo puede ser comprendida y dirigida desde un punto hiperpolítico, el "Capital-Parlamentarismo", mediante la organización de la fuerza, de la constitución política. El capital ejerce hoy su poder sobre la sociedad de la subsunción real (posfordista) tan sólo mediante formas de mediación políticas, juegos en el código parlamentario, planes programáticos desde el comando político (monetarios, financieros, burocráticos y policiales-administrativos). Esto es lo que ha descubierto la gente en diciembre del 2001. Esto es lo que descalabra el sagrado grito de "¡QSVT!". Esto es lo que se va a reconstruir desde el capital con la llamada a las elecciones. La peregrina idea que la campaña electoral (según la ferviente izquierda participacionista) sea usada para exponer esta comprensión de conjunto de la situación, señalar el alcance de las reivindicaciones y establecer las tareas, suena a retórica vacía, cuando esa agenda "roja" está latente en el instinto de la multitud desde diciembre del 2001. Nunca en la historia de la lucha de clases estuvo tan claro desde la perspectiva de la clase un boicot electoral, un abstencionismo comunista, un paso al costado revolucionario tan decisivo como este. Nunca tampoco se pudo observar tan claramente la separación entre partido y clase y del movimiento con el partido, que ha traído consigo otra separación, la existente entre los hombres y mujeres y la perspectiva objetiva que éstos representan, entre revolucionarios de una parte y el proceso revolucionario de la otra. Vamos a la tarea pendiente: descubrir las necesidades del desarrollo del capital, trastocarlas en posibilidades subversivas del movimiento.