VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Opiniones

EL ABISMO.
El abismo entre la sociedad constructora y el poder depredador.

(Primera Parte).
INTRODUCCION
(...) "Permítasenos primero considerar la cuestión desde el punto de vista del conocimiento científico. Puede parecer que no hay diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía: los científicos en ambos campos procuran descubrir leyes de aceptabilidad general para un grupo circunscrito de fenómenos para hacer la interconexión de estos fenómenos tan claramente como sea posible. Pero en realidad estas diferencias metodológicas existen.
El descubrimiento de las leyes generales en el campo de la economía es difícil porque la observación de los fenómenos económicos es afectada a menudo por muchos factores que son difícilmente evaluables por separado. Además, la experiencia que se ha acumulado desde el principio del llamado periodo civilizado de la Historia humana ?como es bien sabido- ha sido influida y limitada en gran parte por causas que no son de ninguna manera exclusivamente económicas en su origen. Por ejemplo, la mayoría de los grandes estados de la historia debieron su existencia a la conquista. Los pueblos conquistadores se establecieron legal y económicamente, como la clase privilegiada del país conquistado. Se aseguraron para sí mismos el monopolio de la propiedad de la tierra y designaron un sacerdocio de entre sus propias filas. Los sacerdotes, con el control de la educación, hicieron de la división de la sociedad en clases una institución permanente y crearon un sistema de valores por el cual la gente estaba a partir de entonces, en gran medida de forma inconsciente, dirigida en su comportamiento social".
Pero la tradición histórica es, como se dice, de ayer; en ninguna parte hemos superado realmente lo que Thorstein Veblen llamó "la fase depredadora" del desarrollo humano. Los hechos económicos observables pertenecen a esa fase, e incluso las leyes que podemos derivar de ellos no son aplicables a otras fases. Puesto que el verdadero propósito del socialismo es precisamente superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia económica en su estado actual puede arrojar poca luz sobre la sociedad socialista del futuro". (Nota autobiográfica de Albert Einstein, "Por qué el Socialismo" 1949).
Albert Einstein, que se consideraba un no experto en cuestiones económicas y sociales, escribió a los 67 años sobre lo que el llamó la anarquía económica de la sociedad capitalista. Cómo científico supo determinar con rigurosa exactitud y sencillez los aspectos más importantes causantes de esta anarquía (la propiedad privada de los medios de producción). Sin embargo, ya al principio de sus notas autobiográficas, expresó que lo que llamamos periodo civilizado de la historia humana ha estado influido y limitado por causas que no son de ninguna manera exclusivamente económicas en su origen y que la observación, por tanto, de las leyes que rigen éstos fenómenos económicos están afectadas por otros muchos factores difícilmente evaluables por separado. Tanto es así, que han sido realmente muy pocos los trabajos rigurosos en el campo del descubrimiento de las leyes de aceptabilidad general que rigen el campo estrictamente de la economía. K. Marx ha sido un gran aportador en este campo.
Otra ley más fácilmente evaluable puede explicar mucho mejor el periodo civilizado de la Historia Humana hasta la actualidad. Es la ley de la FUERZA.
La "fase depredadora" del desarrollo humano, a la que se refiere Einstein, se ha regido por la ley de la Fuerza. Pero, siempre que existe "depredación" (por un acto de fuerza) hace falta inseparablemente que exista "construcción" (alguna cosa para depredar). La sociedad humana, desde sus inicios, ha sido en cierta manera depredadora de la naturaleza, el hábitat de la que forma parte integrante. Su fuerza depredadora idéntica a los otros seres vivos (que no puede analizarse bajo la óptica de leyes morales sino biológicas) tiene una especificidad propia: es al mismo tiempo regeneradora y transformadora. Es una fuerza inteligente.
En este sentido, la fuerza constructora de la sociedad humana -por un proceso natural de desarrollo- ha llegado a alcanzar los medios suficientes para controlar y regenerar adecuadamente su hábitat natural, para disponerlo a favor de su bienestar. Sin poder desligarnos de las leyes que rigen nuestra existencia sí hemos podido llegar a dominar y modificar muchos aspectos de nuestro entorno. Su fuerza constructora y regeneradora ha superado con creces su etapa depredadora. Talamos miles de hectáreas arbóreas, pero somos capaces de repoblar ciento de miles de hectáreas mas. Sacrificamos para alimentarnos a miles de animales pero estamos capacitados para reproducir a otros muchísimos más...
Otra fuerza, sin embargo, nacida en su seno, ha dificultado y entorpecido enormemente este proceso natural. No ha sido nunca una fuerza constructora sino parasitaria y corrupta. En la "fase depredadora" de la Historia humana que llamamos habitualmente como de "explotación del hombre por el hombre" , ha existido una enorme dicotomía entre la sociedad constructora (fuerza transformadora) y el poder (fuerza parasitaria). Han sido dos entes autónomos y separados.
Cuando esta división alcanza carácter abismal podemos decir que el desarrollo de la sociedad se ve absolutamente coartado e impedido por actos de fuerza destructivos que ponen en peligro su propia existencia.
Hoy, estamos en este abismo.

LA SOCIEDAD CONSTRUCTORA.
No hace muchos años que murió un gran pensador y científico, paleontólogo, Stephen Jay Gould. En contra de la noción gradualista darwinista en boga, Stephen Jay vió en la explosión cámbrica la rápida aparición, hace 540 millones de años, de una gran parte de la diversidad de la vida animal actual. La evolución posterior no prosperó por la "selección natural" de los individuos mas fuertes y más adaptados (entre los genéticamente iguales es muy complicado elegir los individuos de una misma especie mas fuertes o mejor adaptados) sino que prosperó por proposiciones de combinatorias genéticas nuevas que operaban sobre el conjunto de la especie más que sobre los individuos. La contingencia histórica, pues, fue mucho mas importante que el determinismo adaptativo. Estas fueron las hipótesis de Stephen Jay.
Nuestro patrimonio genético, inalterable a lo largo de millones de años, no es el resultado, por supuesto, de un capricho de los dioses ni tampoco de la selección de los individuos más fuertes, sino de nuestra evolución como especie en su conjunto. Por esto, como especie, podemos decir que nuestro PATRIMONIO genético nos pertenece. La Humanidad es la única propietaria de nuestro Patrimonio Genético.
El darwinismo social es la primera trampa, el primer gran abismo que separa a la sociedad constructora (producto del trabajo social colaborador de la especie humana) de los grupos depredadores (de la apropiación de este trabajo por los más fuertes, por los elegidos). Los más fuertes, no lo son por designio divino ni "genéticamente". Su poder por encima de la sociedad es simplemente el producto de la utilización de la FUERZA.
Mientras las teorías darwinistas de la evolución (erigidas aún actualmente como dogma académico) son cada día más expuestas a crítica, no existe duda que el darwinismo social (la utilización de fuerza como justificadora del poder) se reafirma como ley.
La sociedad constructora se inicia desde los mismos albores de la sociedad humana. Nuestra capacidad genética heredada nos posibilita satisfacer nuestros instintos básicos ?biológicos- (vivir, gozar de la vida y asegurar la continuidad de la especie) favorecidos por un potencial neuronal mas acabado y complejo que el de otros seres vivos. Somos animales inteligentes y colaboradores. Somos seres solitarios y solidarios, individualidades genéticas distintas (por procesos de recombinación genética específica de los individuos de una misma especie) pero SERES SOCIALES por cuanto no podemos de ninguna manera desarrollar nuestra individualidad fuera o al margen de la sociedad. Ni tampoco podemos (hasta ahora) cambiar nuestros códigos genéticos al margen de la evolución de nuestra especie. Millones de años son necesarios para que ocurran cambios evolutivos significativos como producto de la lenta variabilidad genética de nuestra especie en su conjunto.
Es evidente que la contingencia histórica (la alimentación, el hábitat, la curación de enfermedades, la actividad placentera, etc.) provocan cambios mucho más rápidos y significativos en el conjunto de la especie que los que podrían realizar artificialmente los nuevos brujos "genetistas" impacientes que caminan por la peligrosa senda de la Eugenesia. (Los cambios en la altura media, por ejemplo, de los individuos de los países desarrollados es un hecho incontestable).
Somos animales inteligentes por cuanto la recepción de impresiones sensoriales (nuestros complejos receptores dopamínicos de la parte frontal del sistema límbico están muy evolucionados respecto a los de otros mamíferos) nos permiten pensar, interconectar, asociar, extrañarnos de fenómenos que nos rodean, soñar... y experimentar. En la experimentación, en la repetición, en el aprendizaje... en la práctica cotidiana para satisfacer nuestros instintos básicos, APRENDEMOS, sumamos conocimientos y somos capaces de transmitirlos. Estos han sido los principios de nuestra sociedad constructora en un imparable proceso de avance que nadie, hasta ahora, ha podido detener.
El conocimiento humano aplicado (la Ciencia convertida en técnica) nos ha permitido alcanzar cuotas de capacidad productiva y de desarrollo social en otros periodos históricos inimaginables. La Ciencia ha sido el motor de nuestra Historia. Pero la Ciencia, como fruto de un trabajo social colectivo (no como producto de mentes iluminadas) es también Patrimonio de la Humanidad.
La Ciencia, sin embargo, no es neutral. Sigue una determina dirección en su orientación y sus finalidades en función de los intereses del poder. La ley del poder (la ética del poder por decirlo de alguna manera) determina su utilización. La correlación de fuerzas entre la sociedad constructora y el poder depredador decanta constantemente de qué manera se usa el conocimiento humano y en gran medida como se orienta su creación. Esta dicotomía (beneficio social o beneficio privado) es también actualmente abismal.

EL PODER DEPREDADOR
Nunca el poder depredador ha formado parte de la sociedad constructora. Sociedad y poder han sido esferas separadas y enfrentadas. La fuerza vital de la sociedad (la creación de vínculos en la actividad práctica de la creación de riquezas, es decir, en la esfera de la producción, se ha visto siempre agredida por la fuerza parasitaria del Poder, desarrollada en la esfera del dominio y de la fuerza.
El poder depredador ha usado la fuerza para el dominio. La fuerza como un instrumento fundamentalmente militar o represivo en donde el miedo a la aniquilación física o a la destrucción se antepone a cualquier otra formalidad de avasallamiento. Es la única ley de donde emana todo poder. Ante tal fuerza aniquiladora la conducta humana "sana" (biológicamente sana), responde con la rebeldía. La sumisión conduce irremediablemente a comportamientos humanos "enfermizos".
El poder depredador ha usado los instrumentos de subordinación y de integración, las ideas religiosas, políticas, nacionales, de raza,…para consolidar su dominio. Son los instrumentos que impregnan profundamente el conjunto de la sociedad y determinan las formas de relación entre los súbditos y el poder. Son fundamentalmente los instrumentos que definen cada cultura y en gran medida, de una forma inconsciente, dirigen el comportamiento social.
Este Patrimonio cultural llega a esclerotizar durante largos periodos a la sociedad. Pero no es de ninguna manera ni trasmisible genéticamente ni invariable. Tanto por los progresos tecnológicos que se alcanzan, como por la fuerza vital biológica de los seres humanos, se producen constantemente cambios en el comportamiento social. Ni Dios ni el Estado tiene asegurada su supervivencia en el seno de la sociedad constructora. Su Autoridad sobre la sociedad es un auténtico cáncer.
Burguesía y asalariado formaron parte de la sociedad constructora, tanto desde el Capital como desde el trabajo. Burguesía y asalariado marcharon juntos en la construcción de una sociedad que ya había encontrado sus límites absolutos (su parálisis) en los muros del feudalismo decadente, pero en cada uno de ellos ya existía un germen diferenciado de dos proyectos antagónicos de futuro. Capital y trabajo anduvieron juntos pero siempre en lucha para conquistar el poder que decidiera quien era el Soberano. Lo que llamamos revolución burguesa fue realmente una revolución inseparable de la burguesía y el asalariado contra el mundo feudal.
El Capital doblegó finalmente al Trabajo, pero pagó un alto precio. Es la dialéctica de la construcción social. Cada peldaño que acercó a la burguesía hacia su poder hegemónico no hizo más que mermar las filas de los que en su día la hicieron crecer. Capital y trabajo asalariado entraron finalmente en su recta final. La brecha que inicialmente separaba y enfrentaba el Capital y el trabajo se ha ensanchado sin cesar y ha trasladado la confrontación al verdadero terreno en donde los proyectos sociales triunfan o fracasan. El terreno de la política, en donde la Soberanía de uno se edifica negando la Soberanía del otro; el terreno en donde la fuerza es la única unidad de medida.
Su crisis (inseparable) está hoy en la esfera de la economía: es la crisis del Capital y del trabajo asalariado por causa de un proceso natural de desarrollo de la sociedad constructora (la nueva revolución tecnológica que nace en el seno de la misma sociedad). Ni cuando la burguesía entró plenamente a formar parte de la esfera del poder (revolución política burguesa) ni cuando el proletariado entró también en esta esfera aunque delegando su soberanía al Partido (revolución política proletaria) entraron en crisis como tales fuerzas económicas. La sociedad, bajo la dictadura de la burguesía (en la forma de sistema parlamentario o representativo) o bajo la dictadura del Partido (en su forma de partitocracia) desarrolló la producción. En ambos casos, también el PODER depredador estuvo situado fuera de la sociedad constructora: los sectores de la burguesía que lideraron el poder político o las castas del Partido bolchevique.
Cuando la burguesía en su periodo de auge triunfó en la esfera de la economía (utilizando científicos, técnicos, investigadores, ingenieros, etc.) el asalariado pudo arrebatarle mejoras sociales y económicas. En esta etapa originaria, correspondiente a la democracia parlamentaria o representativa, los Partidos políticos y las organizaciones sociales pugnaban por los reajustes y equilibrios en la esfera económica ( distribución de los beneficios de la sociedad constructora). La burguesía triunfante compro y usó para su beneficio leyes, políticos, sacerdotes, jueces, pensadores, militares... instrumentos de poder (de dominio y de subordinación) situados en la esfera de la sociedad depredadora. Hasta tal punto que estos podían estar aún enraizados en las viejas estructuras del antiguo régimen. La burguesía no pudo deshacerse completamente de ellas. Los instrumentos de la esfera del poder no han cambiado sustancialmente a lo largo del periodo depredador de la Historia. En las mas acabadas y desarrolladas sociedades europeas, la realeza (el REY como máximo exponente del PODER SOBERANO) sigue representando a los grupos depredadores.
Su visión del mundo (el mundo del dios dinero) impregnó hasta el último resquicio de la sociedad constructora. De tal manera que algunos creyeron caducos los antiguos instrumentos de dominio del poder.
Paradójicamente, en su decadencia, se derrumban sus instrumentos mas integradores y pasan a un primer plano los militares, policíacos y represivos. La confrontación está plenamente trasladada al plano político.
Por esto la burguesía ya no utiliza hoy a técnicos, ingenieros, o grandes creadores situados en la esfera de la economía para reafirmar su liderazgo (el liderazgo en la esfera económica no presupone en principio poder político, mientras el liderazgo político conlleva por añadidura poder económico) sino que utiliza y pone a su servicio a militares, ingenieros en la manipulación de la conducta humana, piratas financieros, políticos sin escrúpulos, criminales despóticos o a los nuevos o viejos sacerdotes (aquellos que en tiempos lejanos intentó apartar de la sociedad que emergía) que como dice Einstein intentarán seguir controlando y dirigiendo el comportamiento social, situados en la esfera de la fuerza.
Su soberanía (por encima de la soberanía de la sociedad constructora) no está basada en la LEY (ni por descontado en ninguna ley económica) sino en la FUERZA. Es evidente, que la actual ciencia económica no arroja ninguna luz sobre el verdadero significado de la crisis de nuestra sociedad ni tampoco sobre la construcción de la sociedad del futuro.

AUTONOMIA O SOBERANIA
Soberano: Dícese del que está por encima de todos los demás, supremo. Perteneciente o relativo a quien tiene autoridad sobre todos o sobre cualquier cosa. Dícese de aquello que está situado por encima de cualquier otra cosa parecida, contigua, etc. Dícese del Estado, el organismo, el gobierno, etc. que no está sometido a otro Estado, organismo, gobierno, etc. Dícese del que tiene la autoridad suprema dentro del Estado, especialmente el Monarca. Dícese de la persona que tiene un dominio absoluto, en algún aspecto determinado, sobre el común de los individuos.

Soberanía: Cualidad del Soberano. Autoridad, poder del Soberano. Dícese de aquel poder supremo de mando que pertenece a la más alta entidad. Dícese de la persona o grupo en el que está concentrado el máximo poder de decisión de un Estado. Históricamente hay dos grupos de doctrinas encaminadas a justificar el poder de la entidad suprema: doctrinas teocráticas y doctrinas democráticas. Según las primeras, los gobernantes han recibido de Dios el derecho de gobernar. Las doctrinas democráticas de la soberanía se basan en la constatación de la igualdad entre todos los hombres. Estas doctrinas tomaron desde el principio dos vertientes diferentes: para Rousseau, la soberanía reside en el pueblo, entendiendo por éste el conjunto de individuos que lo componen; ésta teoría conlleva la democracia basada en el sufragio universal. Pero, para los políticos burgueses, el pueblo era asimilado al concepto de nación considerada como un ser real diferente de los miembros que la componen. En pleno siglo XX, la teoría de la soberanía popular fue profundizada para convertirse en lo que algunos teóricos llamaron soberanía proletaria. A finales de este siglo, la soberanía popular es replanteada de acuerdo con la preeminencia alcanzada por entidades supraestatales como la ONU o Uniones internacionales...

Delegación: Dícese de la acción o del efecto de delegar.

Ejercer: Dícese de la acción de ejecutar. Ejercicio de ejecutar aquello que está decidido.
La Ciencia política, que en el mundo del dinero no ha alcanzado nunca el estatus de las Ciencias como las matemáticas, la física, la química o la biología, debería enseñar que la soberanía no está basada en la ley sino en la fuerza. Debería enseñar también que la soberanía se ejerce, nunca se delega.
La sociedad humana debería ya haber alcanzado la comprensión de que la Historia recorrida hasta nuestros días ha sacrificado la razón, la justicia y los grandes ideales AL PODER, y siempre ha condenado a muerte a aquellos hombres y a todos los pueblos para quienes la verdad fue más importante que la ACCION, y la justicia más esencial que la FUERZA. La razón y la fuerza están en diferentes campos de batalla.
En la realidad de los hechos solamente se enfrentan dos fuerzas: la fuerza de la sociedad constructora y la fuerza de la sociedad depredadora.
Queda a posteriori para los historiadores o sociólogos, explicarnos si la razón estuvo o no del lado de los vencedores.
En algunos momentos de la Historia, breves en el tiempo, la sociedad constructora arrebató al poder su Soberanía. Los soviets o la Comuna de Paris, por ejemplo, fueron intentos fracasados de la lucha real por conquistar la Soberanía.
(Los reajustes y equilibrios dentro del poder pertenecen a lo que podríamos llamar la lucha formal. Es la estéril y teatral batalla que se realiza en los Parlamentos, forums, o procesos electorales ?para la delegación- en donde nunca se pone en cuestión al poder depredador. La "soberanía nacional" corresponde a un etapa de la Historia del inicio del capitalismo aún muy aferrada al feudalismo (territorios propiedad de los monarcas, príncipes, condes, etc). La burguesía y el proletariado fueron los herederos en su etapa originaria de este "territorio soberano". Pero el marco Nacional fué desde el principio un marco estrecho para el desarrollo capitalista. Su evolución no ha podido ser otra que la delegación de la soberanía nacional a "Uniones supranacionales". Y no podía ser de otra manera que la FUERZA EJECUTORA de esta soberanía supranacional (la construcción de un ejército europeo, por ejemplo) sea prioritaria. El Ejército europeo, por cierto, es marcadamente de tipo policial y represivo (también conquistador), porque en definitiva se trata de defender que ésta nueva soberanía (este nuevo poder depredador mas fuerte y concentrado) no sea disputado por la sociedad europea. El Parlamento europeo solamente se sitúa, pues, en el contexto de la lucha formal (reajustes y equilibrios dentro del Poder). La Unión Europea se construye con la acción disgregadora de los Estados nacionales débiles (los expoliados) por parte de los estados nacionales fuertes (los expoliadores). Yugoslavia es una claro ejemplo de ello. La disgregación de la antigua URSS, en su momento, lo fue también).
En los momentos de crisis social, el abismo entre la sociedad constructora y la civilización depredadora se ensancha. Pasa a primer plano la lucha por la Soberanía. Las fuerzas en disputa se organizan y crean sus propios instrumentos para el combate. La lucha formal languidece, se desmorona y la lucha real entra en la escena con claridad meridiana. Es allí en donde dos proyectos se confrontan y en donde uno de ellos triunfa y el otro fracasa. En una sociedad globalizada, sin fronteras, interdependientes en un solo modo de producción, nunca pueden coexistir autónomamente dos Soberanos. Los proyectos autonomistas, "autogestionados", "al margen" de la sociedad global, no pueden desarrollarse con plenitud. El Soberano es el único autónomo y autogestionado.
La sociedad constructora debe recuperar la SOBERANIA.
Nuevos protagonistas situados en el seno de la sociedad constructora (la del trabajo creador) superarán la vieja sociedad de la burguesía y el asalariado. Ellos tomarán fuerza, sumarán a la generalidad del individuo social y recuperarán la SOBERANIA.
De lo contrario, el ABISMO se profundizará y pondrá en peligro nuestra propia supervivencia como especie.
Josep Julio 2003