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Opiniones

Las elecciones y la izquierda

Presentar candidatos con un perfil critico o emitir un voto programático con la leyenda "que se vayan todos", son las opciones que partidos de izquierda y referentes como Zamora presentan a la sociedad.
Pero ninguna de estas posibilidades contacta con el deseo de gran parte del pueblo que se mantiene movilizado o alerta, y que no esta dispuesto a enmarañarse en un proceso electoral, que como no puede ser de otra manera, esta hecho a la medida de la derecha y el gatopardismo centroizquierdista.
Ya es claro que no se van a ir todos, que hay que echarlos, y entonces pasa a ser un contrasentido que gran parte la izquierda valorice con su accionar los instrumentos del sistema, cuando lo recomendable debiera ser boicotear las elecciones, promoviendo el ausentismo.
Es cierto que la correlación de fuerza es desfavorable, pero eso no obliga a tener que aceptar el juego eleccionario ni tampoco a acciones de bloqueo violento para lo cual el campo popular aún no está en condiciones.
En esta etapa el " Boicot" simplemente debiera expresarse en no concurrir a votar para ser definitivamente prescindentes de las elecciones burguesas, lo cual es parecido pero cualitativamente distinto a la posición abstencionista, que no deja de ser un reproche formal que no cuestiona el modelo parlamentarista. El sistema necesita de una izquierda previsible y la mejor forma de serlo es jugar dentro de sus reglas. En ese marco se bancan a los contestatarios e incluso a los más feroces, porque están en caja.
El pueblo que resiste sabe por experiencia que nada cambia sin tocar a fondo los intereses de los capitalistas y sus políticos lacayos, y también sabe que esa lucha es impensable sin organización y preparación. Por supuesto que aun no es tiempo de combate frontal, ni de exponerse gratuitamente ante el aparato represivo, pero si de constituir y consolidar las bases de sustentación de un proyecto de ruptura total con el capitalismo, lo cual solo es posible fuera de la lógica de dominación imperante, construyendo, el movimiento popular su propia lógica libertaria, la lógica del oprimido, concebida en la lucha y desarrollada en la experiencia diaria. En este sentido, vale recordar que los discursos altisonantes y la declamación principista si no se asientan en construcciones reales son pura metáfora que no jode a nadie, pero aun peor es pensar que la participación en la disputa electoral o el reclamo de una asamblea constituyente acumula para el pueblo, lo cual podría ser si se estuviese en una situación como la de Colombia, con parte del territorio liberado y 17000 soldados propios. En nuestro país, las pasadas experiencias de las diversas variantes de izquierda en las elecciones, no sumaron mas que frustraciones y desmembramiento de lo construido Quien diga lo contrario desconoce absolutamente la historia, sin ir mas lejos, de los últimos 20 años.
Los acontecimientos frescos de diciembre pasado, demuestran que el pueblo crece en el combate pero se desinfla rápidamente si no se va constituyendo orgánicamente de variadas maneras - piquetes, asambleas, etc. – dotándose de atributos contraculturales y auto defensivos y dándole un sentido de permanencia a la lucha, que obviamente debe estar vinculada a cosas concretas y urgentes – pan, trabajo y dignidad– pero sin perder el objetivo a largo plazo: la definitiva liberación social.
Presentar candidatos es convalidar la trampa y la opción abstencionista demuestra cierta impotencia que sumada al voto programático suena como un grito desesperado y hasta ingenuo. Ambos posicionamientos pueden anestesiar aún mas a los sectores del pueblo que salieron a la calle y luego lentamente se fueron replegando hacia el desaliento.
Lo electoral divide al pueblo, hace aflorar lo peor de la izquierda y aleja la posibilidad de constituirse en opción de poder real, aunque se intente teorizar lo contrario con argumentos poco científicos que hablan de la importancia de reflejar en votos cierto giro a la izquierda. Craso error basado en una concepción superficial de la naturaleza del poder, que confunde el hipotético acceso a espacios de gobierno con la construcción de poder popular. Teorías alimentadas por lecturas voluntaristas de lo que acontece en ciertos países de la región, como Venezuela, Brasil, Bolivia y Ecuador, distintos a la Argentina en cuanto a su estructuración social y emergentes políticos, pero similar en lo que respecta al intento, ingenuo o interesado de cierta izquierda, de querer mejicanear el capitalismo, suponiendo que podrán engañar a los maestros del engaño. Para ser claros, cuando en pos de ganar espacios institucionales, los dirigentes de izquierda empiezan a travestirse, con el argumento de que cambiaran el rumbo cuando estén dadas las condiciones, constituyendo alianzas contra natura y justificando el ajuste y la convivencia con los EEUU, como si fuera un mal trago a superar en pos de un mañana venturoso, demuestran olvidarse que para miles y miles de seres humanos ya no hay tiempo. Mas ajuste, aunque sea de izquierda es mas indigencia y más muerte.
El poder es concreto, se construye día a día y el que lo detenta no lo cede sin resistir. A esta altura es una verdad de perogrullo recordar que ninguna clase abandona el poder sin luchar y en este caso estamos hablando de una clase que, además de poseer el monopolio de la fuerza, tiene a su favor años de maceración sobre la conciencia social. Es decir, que la lucha, en alto grado, es también contra nosotros mismos, contra las ideas de mierda que pueblan nuestros cerebros, inoculadas desde que nacemos por instituciones funcionales al capitalismo que hacen de la democracia formal y el parlamentarismo el corsé de los llamados revolucionarios.
Hay que alimentar el hartazgo y convertirlo en pulsión revolucionaria. Mas valen miles de personas boicoteando las elecciones que posibles 2.000.000 de votos.
Marcos Mendoza (marcosmendoza@ubbi.com)